LA CORRUPCIÓN POLÍTICA; CIUDADANOS Y PARTIDOS (Maquiavelo, Tocqueville, Montesquieu y Robespierre)

LA CORRUPCIÓN POLÍTICA

 

LA CORRUPCIÓN POLÍTICA Y EL AMOR A LOS PARTIDOS

Por Nicolás Maquiavelo

«En un gobierno corrompido no es posible hallar entre los ciudadanos ni unión ni amistad, a no ser entre aquellos que son cómplices en alguna perfidia.

En una ciudad mancillada con tales desórdenes, las leyes, los estatutos, los mandatos civiles, siempre fueron y serán ordenados, no ya según el bien público, sino de acuerdo a la ambición de aquel partido que haya permanecido superior a los demás.

En los gobiernos corrompidos, los jóvenes son ociosos, los viejos lascivos y cada sexo y cada edad están llenos de malos hábitos; a lo cual las buenas leyes, por estar ellas mismas minadas con las malas costumbres, no ponen remedio.

De tal corrupción nace aquella avaricia que se ve en los ciudadanos, aquel apetito, no de verdadera gloria, sino de honores reprobables, del cual derivan los odios, las enemistades, los sinsabores, las sectas, que a su vez generan la aflicción de los buenos y la exaltación de los malvados, porque los buenos, confiados en su inocencia, no andan, como los malos, en busca de quienes les defiendan y honren, tanto que, indefensos y sin honor, caen en la ruina»

Filosofía Digital

En el Juramento de los Horacios, de David, se exaltan el honor y la virtud ciudadana.

 

«En un gobierno corrompido, puesto que en todos se hallan extinguidos la religión y el temor de Dios, el juramento y la fe dada rigen solamente en cuanto son útiles; de lo cual se valen los hombres, no para observarlos, sino como medio para poder más fácilmente engañar; y cuanto más fácil y seguro resulta el engaño, mayor gloria y alabanza se adquiere. Por ello los hombres nocivos son alabados como industriosos y a los buenos como a tontos se les critica.»

«En los gobiernos corrompidos, los jóvenes son ociosos, los viejos lascivos y cada sexo y cada edad están llenos de malos hábitos; a lo cual las buenas leyes, por estar ellas mismas minadas con las malas costumbres, no ponen remedio.»

«De tal corrupción nace aquella avaricia que se ve en los ciudadanos, aquel apetito, no de verdadera gloria, sino de honores reprobables, del cual derivan los odios, las enemistades, los sinsabores, las sectas, que a su vez generan la aflicción de los buenos y la exaltación de los malvados, porque los buenos, confiados en su inocencia, no andan, como los malos, en busca de quienes les defiendan y honren, tanto que, indefensos y sin honor, caen en la ruina.»

«De este ejemplo de corrupción nace el amor a los partidos y su potencia, pues por avaricia y ambición los malos, y los buenos por necesidad, la siguen; y lo más pernicioso es ver cómo, con un piadoso vocablo, hacen que los móviles de esos partidos, sus intenciones y sus finalidades, aparentan ser honestos.»

«De tal corrupción nace que las disposiciones y las leyes, no para la pública, sino para la propia utilidad se dictan.»

«De tal corrupción nace que las guerras, las paces, las amistades, no para gloria común, mas sí para satisfacción de unos pocos se deliberan.»

«En una ciudad mancillada con tales desórdenes, las leyes, los estatutos, los mandatos civiles, siempre fueron y serán ordenados, no ya según el bien público, sino de acuerdo a la ambición de aquel partido que haya permanecido superior a los demás».

 

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NICOLÁS MAQUIAVELOLa mente del hombre de Estado, seleccionado por Gherardo Marone. Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2005. [Filosofía Digital, 11/11/2006]

 

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EL MAL SECRETO QUE CORROE A NUESTRA SOCIEDAD Y A LOS PODERES DEL ESTADO

“Si muchos conservadores no defendían al gobierno más que para mantener sus emolumentos y sus cargos, muchos miembros de la oposición no lo atacaban más que para conquistarlos. La lamentable verdad es que el gusto por las funciones públicas y el deseo de vivir a costa de los impuestos no es una enfermedad exclusiva de un partido: es el grande y permanente achaque democrático de nuestra sociedad civil y de la centralización excesiva de nuestra administración, es el mal secreto que ha corroído todos los antiguos poderes y que corroerá también todos los nuevos.

Algunos que se jactan de haber conspirado para hacer las revoluciones, lo único que han hecho ha sido sacar partido de ellas. Las revoluciones nacen espontáneamente de una enfermedad general de los espíritus, llevada, de pronto, al estado de crisis por una circunstancia fortuita que nadie ha previsto.

Y, en cuanto a los pretendidos inventores o conductores de esas revoluciones, no inventan ni conducen nada. Su único mérito es el de los aventureros que han descubierto la mayor parte de las tierras desconocidas: atreverse a ir siempre en línea recta, hacia adelante, mientras el viento empuje”

Por Alexis de Tocqueville

Filosofía Digital, 2008

 

No me pareció que la jornada del 22 pudiera producir inquietudes graves. La muchedumbre llenaba ya las calles, pero me parecía compuesta de curiosos y de charlatanes, más que de sediciosos: el soldado y el burgués, al encontrarse, se decían cosas graciosas, y, entre la multitud, yo oía menos gritos que bromas. Ya sé que no hay que fiarse de estas apariencias. Son los mozuelos de París los que, por lo general, emprenden las insurrecciones, y suelen hacerlo alegremente, como escolares que se van de vacaciones.

 

VIVÍAMOS EN UN TIEMPO EXTRAÑO: NUNCA SE ESTABA SEGURO DE QUE NO SOBREVINIESE UNA REVOLUCIÓN ENTRE EL MOMENTO DE PEDIR LA CENA Y EL DE LLEVÁRSELA A LA BOCA

 

Ya en la Cámara, encontré una impasibilidad aparente, tras la cual se percibía el interno bullir de mil pasiones contenidas. Era, desde la mañana, el único sitio de París donde yo no había oído hablar en alta voz de lo que en aquel momento preocupaba a toda Francia. Supe que, en efecto, en varios puntos que yo no había visitado, se habían producido disturbios graves. Algunos hombres habían caído muertos o heridos. Ya no estábamos acostumbrados a aquel tipo de aventuras, como lo habíamos estado unos años antes, y, sobre todo, como habíamos de estarlo unos meses después. La impresión era muy viva.

Yo estaba invitado a comer aquel día, precisamente, en casa de uno de mis colegas de Cámara y de oposición, el señor Paulmier, diputado por Calvados. Me costó algún trabajo llegar hasta su casa a través de las tropas que seguían ocupando las calles. Encontré la casa de mi huésped en gran conmoción: la señora Paulmier, entonces en estado y asustada por una escaramuza que se había producido bajo sus ventanas, se había acostado. La comida era magnífica, pero la mesa estaba desierta. De veinte invitados, no se presentaron más que cinco. Los otros se vieron retenidos por obstáculos materiales o por las preocupaciones del día.

Con un aire muy meditativo, nos sentamos en medio de aquella abundancia inútil. Por mi parte, yo pensaba que vivíamos en un tiempo extraño, en el que nunca se estaba seguro de que no sobreviniese una revolución entre el momento de pedir la cena y el momento de llevarla a la boca. Entre los invitados, se encontraba el señor Sallandrouze, el heredero de la gran casa comercial de ese nombre, que se había enriquecido tanto con la fabricación de alfombras. Sallandrouze era uno de esos jóvenes conservadores que, con menos honores que dinero, mostraban, de vez en cuando, veleidades de oposición, o, mejor, de crítica, sobre todo -creo yo- para darse alguna importancia. Nos contó que, la víspera, Emile Girardin le había dicho: “Dentro de dos días, la monarquía de Julio ya no existirá”. A todos nos pareció una hipérbole de periodista, y tal vez lo fuese, en efecto, pero la realidad la convirtió en una profecía.

 

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El gusto por las funciones públicas y el deseo de vivir a costa de los impuestos no es exclusiva de los partidos

El pueblo está dormido, ajeno a su verdadero poder, que no es otro que autogestionarse y prescindir de políticos y sindicalistas

Por María Dolores Martínez

LA CORRUPCIÓN POLÍTICA
Ilin (Nal). Futurism in a village (Futurismo en un pueblo). 1914. Acuarela sobre papel. 30.5 x 25.2 cm. Museo Literario Estatal Ruso Vladímir Dahl

 

«El gusto por las funciones públicas y el deseo de vivir a costa de los impuestos no es exclusiva de los partidos: es el grande y permanente achaque democrático de nuestra sociedad civil»

Alexis de Tocqueville

 

Esta cuestión me la he planteado en multitud de ocasiones. ¿Por qué preferimos el vivir de un sueldo estatal en vez de hacernos autónomos o empleados de la empresa privada?

La respuesta en España es bien sencilla. Mientras en lo público tienes el empleo para toda la vida, a no ser que no asistas y cumplas lo que está en tus funciones, en lo privado te pueden poner de patitas en la calle sin ningún tipo de excusa solo porque sí. Esa el la primera.

La segunda, en lo público se respetan los derechos que hay establecidos en convenio en cuanto a sueldo establecido, vacaciones, festivos, horas semanales de trabajo, horas extras pagadas, sueldo mínimo, complementos etc. Mientras que en la privada se trata de explotar al personal al máximo, sueldos mileuristas, todas las horas al día que te digan, todas las tareas que te digan te las paguen o no, pasándose por el arco del triunfo todos los convenios colectivos. Es decir el convenio colectivo de la empresa privada se resume a una ley: O lo tomas así o a la puta calle. Y los sindicatos mayoritarios, sabiendo esto se rascan día si y día también la barriga, porque evidentemente viven muy bien de las subvenciones estatales, liberados de su trabajo.

La tercera. Los emprendedores autónomos que intentan lanzarse al mundo empresarial ven como todas sus ilusiones se vienen abajo en forma de “burocracia” excesiva, inútil y cara. Impuestos excesivos y elevados… ¡claro, hay que mantener a tanto funcionariado! ¿verdad? Normalmente cuando llevan un año pagando más impuestos que entradas económicas tienen, pues desisten… y a prepararse unas oposiciones de lo que sea… pero que sea estatal, que es lo único que garantiza, por lo menos el poder pagar las facturas y llevar la comida a la mesa todos los meses.

La cuarta. Cuando el funcionariado se hace excesivo, y la corrupción política se descontrola, se tienen que elevar los impuestos, apretando a los empresarios de tal manera que acaban por asfixiarlos. Es decir, las malas gestiones políticas y la avaricia y corrupción de su representantes, matan la gallina de los huevos de oro.

La quinta. Todo esto sucede por malas gestiones políticas y porque la mayoría de los políticos y sindicalistas actuales lo único que pretenden es vivir chupando hasta el fin de sus días sin dar golpe. Y el pueblo les importa un bledo.

La sexta. El pueblo está dormido, ajeno a su verdadero poder, que no es otro que autogestionarse y prescindir de políticos y sindicalistas. O bien exigirles a estos últimos que hagan bien sus deberes o ponerles de patitas en la calle, como a cualquier trabajador se le exige. Yo personalmente apuesto por lo primero, es decir, la autogestión.

Como decía Paine, y usted lo apuntaba en algún comentario: “Acabar con la corrupción política y conseguir una rebaja de los impuestos son dos motivos suficientes para hacer una revolución”.

Humildemente opino que de nosotros, el pueblo trabajador, y sólo de nosotros, depende el cambio, o la historia seguirá repitiéndose siempre.

 

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LA CORRUPCIÓN DE LA DEMOCRACIA

«El principio de la democracia se corrompe, no sólo cuando se pierde el sentido de la igualdad, sino también cuando se radicaliza el sentido de la igualdad extrema. El pueblo, al querer ejercer las funciones de los magistrados, deja de respetarlos. A todos les gustará esta licencia; no tendrán sumisión ante nadie. Y las buenas costumbres, el amor al orden y la virtud, desaparecerán. El pueblo cae en esta desgracia, cuando aquellos en quienes confía tratan de corromperlo para ocultar de este modo su propia corrupción. Para que el pueblo no vea su ambición, no le hablan más que de su grandeza; para que no se dé cuenta de su avaricia, halagan sin cesar la del pueblo. La corrupción aumentará en los corruptores, pero también en los que ya están corrompidos. El pueblo se repartirá los fondos públicos, y, del mismo modo que ha unido a su pereza la gestión de los asuntos, querrá unir a su pobreza las diversiones del lujo. Pero con su pobreza y su lujo, no habrá para él más que un objetivo: el tesoro público. No habremos de asombrarnos de que los votos se den por dinero. No se puede dar mucho al pueblo sin sacar aún más de él, pero de hacerlo hay que derribar el Estado. Cuanto más parezca beneficiarse de su libertad, más próximo está el momento en que habrá de perderla. Surgen entonces pequeños tiranos que tienen los vicios de uno solo, y pronto se hace insoportable lo que resta de libertad: surge un único tirano, y el pueblo lo pierde todo, hasta las ventajas de su corrupción»

Por Montesquieu

Filosofía Digital, 2010

La visita del candidato, de William Hogarth

 

UNA DEMOCRACIA DEGENERA CUANDO LOS GOBERNANTES TRATAN DE CORROMPER AL PUEBLO, COMPRANDO SUS VOTOS CON LOS FONDOS PÚBLICOS, PARA OCULTAR DE ESTE MODO SU PROPIA CORRUPCIÓN

 

La corrupción de cada Gobierno empieza casi siempre por la de sus principios.

El principio de la democracia se corrompe, no sólo cuando se pierde el sentido de la igualdad, sino también cuando se radicaliza el sentido de la igualdad extrema, y cuando cada uno quiere ser igual que aquellos a quienes escogió para gobernar. A partir del momento en que esto ocurre, el pueblo ya no podrá soportar el poder que él mismo confía a otros, y querrá hacer todo por sí mismo, deliberar y ejecutar en lugar del senado y de los magistrados, y despojar de sus funciones a todos los jueces.

En estas condiciones, la virtud en la República deja de existir. El pueblo, al querer ejercer las funciones de los magistrados, deja de respetarlos. Las deliberaciones del Senado carecen de peso y, por consiguiente, no se tienen consideraciones para con los senadores ni para con los viejos. Y si no se respeta a los viejos, tampoco se respetará a los padres, no se tendrá deferencia para con los maridos, ni sumisión para con los amos. A todos les gustará esta licencia: el peso del mando fatigará, como el de la obediencia. Las mujeres, los niños, los esclavos no tendrán sumisión ante nadie. Y las buenas costumbres, el amor al orden y la virtud, desaparecerán. […]

 

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La corrupción es la corrupción de los individuos que componen el gobierno

Por María Dolores Martínez

La corrupción de cada Gobierno empieza casi siempre por la de sus principios

 

No podría estar más de acuerdo, aunque aclarando que la corrupción no es una aberración de los gobiernos, que son un concepto abstracto, la corrupción es la corrupción de los individuos que componen tal o cual gobierno. Son los individuos los que son corruptos por faltar a sus principios, luego si éstos forman un gobierno, una empresa, una institución o lo que sea , éstas serán igualmente corruptas.

Me gustaría comprobar que sería en la sociedad actual de un ser fiel a sus principios por encima de intereses personales y/o familiares. No es difícil imaginar que no sería político, magistrado o sindicalista de élite.

Conozco a sindicalistas honrados que han dejado sus cargos para poder seguir siendo decentemente fieles a sus principios. Así como también conozco a personas que han entrado al mundo de la política y el sindicalismo para poder trepar (y por supuesto lo han conseguido). Por lo tanto, personas sin escrúpulos son los que llegan a las cúpulas de los partidos que forman nuestros gobiernos y sindicatos. ¿Qué esperar pues?

 

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EL PUEBLO ES BUENO Y SUS DELEGADOS SON CORRUPTIBLES

“Hasta aquí, el arte de gobernar no ha sido otra cosa que el arte de despojar y dominar a la mayoría en provecho de la minoría; y la legislación el medio de convertir estos atentados en sistema. Los reyes, los aristócratas han hecho muy bien su trabajo: ahora debéis hacer el vuestro, es decir, hacer felices y libres a los hombres mediante las leyes. ¡Levantamos el templo de la libertad con las manos aún marcadas por las cadenas de la servidumbre! ¿Qué era nuestra antigua educación sino una lección continua de egoísmo y de estúpida vanidad? Despreciar y ser despreciado. Arrastrarse para dominar. Esclavos y tiranos, cada cual, por turno, unas veces de rodillas ante un amo, otras pisoteando al pueblo. Ese era nuestro destino, esa era nuestra ambición. ¡Oh, el noble orgullo! ¡Oh, la bella educación! ¡Sin embargo ahí está el motivo de que los grandes destinos del mundo estén paralizados! Por lo tanto, vosotros, los que queréis a la patria, cargad a solas con la tarea de salvarla. Y el edificio de la constitución de un gran pueblo, ¡por lo menos fundadla sobre la base eterna de la verdad! Poned en primer lugar esta máxima incontestable: El pueblo es bueno y sus delegados son corruptibles. Es dentro de la virtud y de la soberanía del pueblo donde hay que buscar el amparo contra los vicios y el despotismo del gobierno“.

Por Maximilien Robespierre

Filosofía Digital, 2008

Execution of French Revolutionist Maximilien Robespierre and his fellow conspirators. – Image by © Bettmann/CORBIS

 

El hombre ha nacido para la felicidad y para la libertad y, sin embargo, ¡es esclavo y desgraciado en todas partes! La sociedad tiene como fin la conservación de sus derechos y la perfección de su ser, ¡y en todas partes la sociedad lo degrada y lo oprime! Ha llegado el tiempo de recordarle sus verdaderos destinos. Los progresos de la razón humana han preparado esta gran revolución, y es a vosotros a quien se os ha impuesto especialmente el deber de acelerarla.

Para cumplir esta misión hay que hacer precisamente lo contrario de lo que ha existido antes de vosotros.

 

LOS MALES DE LA SOCIEDAD NO PROCEDEN JAMÁS DEL PUEBLO, SINO DEL GOBIERNO

 

Hasta aquí, el arte de gobernar no ha sido otra cosa que el arte de despojar y dominar a la mayoría en provecho de la minoría; y la legislación el medio de convertir estos atentados en sistema. Los reyes, los aristócratas han hecho muy bien su trabajo: ahora debéis hacer el vuestro, es decir, hacer felices y libres a los hombres mediante las leyes.

Dar al gobierno la fuerza necesaria para que los ciudadanos respeten siempre los derechos de los ciudadanos, y hacer de manera que el gobierno no pueda nunca violarlos: ahí está, a mi modo de ver, el doble problema que el legislador debe intentar resolver. El primero me parece muy fácil. En cuanto al segundo, parecería insoluble, si se consultasen los acontecimientos pasados y presentes, sin remontarse a sus causas.

Recorred la historia, veréis en todas partes a los magistrados oprimir a los ciudadanos y al gobierno devorar a la soberanía. Los tiranos hablan de sediciones. El pueblo se queja de la tiranía, cuando el pueblo osa quejarse. Cosa que sólo pasa cuando el exceso de opresión le devuelve toda su energía y su independencia. ¡Ojalá Dios quisiera que él pudiera conservarlas siempre! Pero el reino del pueblo sólo dura un día, mientras que el de los tiranos abraza la duración de los siglos. 

 

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«Los verdaderos cambios sociales comienzan con los cambios en los sistemas educativos»

“¿Qué era nuestra antigua educación sino una lección continua de egoísmo y de estúpida vanidad? Despreciar y ser despreciado. Arrastrarse para dominar. Esclavos y tiranos, cada cual, por turno, unas veces de rodillas ante un amo, otras pisoteando?» 

Robespierre

Rabindranaz Tagore

 

Yo haría esa misma pregunta pero en presente de indicativo: ¿Qué es nuestra actual educación?

Posiblemente no seamos conscientes aún hoy día de que nuestra actual educación no crea hombres libres, sino esclavos y/o amos. España es un país mediocre, donde el servilismo o el despotismo es la única opción posible.

Soy persona de pocas palabras, no me gustan las reuniones sociales, no porque sea asocial, sino porque en ellas la inteligencia es sinónimo de charlatanería. Donde cada cual adopta su rol, bien eres amo, bien eres siervo. Nada hay en la actual sociedad, ni en sus reuniones sociales que me arranque palabra alguna. Mi desidia y silencio es confundido con falta de elocuencia, ¡qué va!, simplemente mi desidia y silencio, es aburrimiento ante la ausencia de inteligencia envuelta en palabras vacías.

Ser inteligente no es ser un charlatán, no es hablar por los codos para no decir nada, nada más que lo políticamente correcto y/o lo soez. Ser inteligente no es sinónimo de ser un palabrero.

La verdadera inteligencia o sabiduría es algo que pocas personas poseen en realidad. Aquellas personas que la tienen no hacen ostentación de ella, simplemente cumplen con su trabajo, ya sean ingenieros, agricultores, comerciantes… Da igual la profesión o estudios que se posean. Las personas que poseen inteligencia superior normalmente pasan desapercibidas, su mayor tesoro consiste en hacer felices a los que le rodean, en no amar el poder, el detestar la tiranía y a los tiranos. El verdadero inteligente no gusta de someter, ni ser sometido. Es un observador de la naturaleza en todas sus manifestaciones y respetuoso con la misma. Detesta cualquier tipo de relevancia o distinción por encima del resto. Sabe que no sabe nada y por lo tanto es sencillo y humilde.

Los charlatanes (verdaderos necios, que aman el poder y el sometimiento), los clasificarán como “tontos”, intentarán manejarlos como hacen con el resto del mundo. Mas pronto que tarde, comprobarán que no son manejables, que no son corruptibles, que no se venden, que no se compran. Pronto los charlatanes empezarán a sentirse ante los inteligentes como lo que verdaderamente son: unos patanes. A partir de ese mismo momento intentarán volver a la sociedad contra esa persona “tan desconcertante” para su parca inteligencia. Y ante ese desconcierto, que no es otra cosa que rabia por no poder someter al inteligente, intentarán anularle manejando los hilos que entretejen la actual sociedad. Hilos, por cierto, que los necios manejan a la perfección. Hilos muy bien hilvanados hasta ahora a través de la educación, que como dice Robespierre, y aún en la actual sociedad española sigue moldeando seres humanos para: “…Despreciar y ser despreciado. Arrastrarse para dominar. Esclavos y tiranos, cada cual, por turno, unas veces de rodillas ante un amo, otras pisoteando”.

Así que, personalmente, creo que los verdaderos cambios sociales comienzan con los cambios en los sistemas educativos, manejados hasta ahora por los charlatanes, para concebir sociedades compuestas de seres a los que someter o someterse, amos o esclavos. En resumen, la actual educación entreteje sociedades de mediocres y de esclavos. A los «amos» no se les escapa ningún detalle, no son inteligentes sabios, pero si estudian al detalle la forma de manejar los hilos a la perfección para mantener su poltrona intacta.

Como dijo Robespierre: “¡Oh, la bella educación! ¡Sin embargo ahí está el motivo de que los grandes destinos del mundo estén paralizados!»

María Dolores Martínez

 

 

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