Tabla de contenidos
LA VIDA PRIVADA DE ENRIQUE VIII (PELICULA)
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La vida privada de Enrique VIII (1933)
Por Román Gubern. Historia del cine.
El primer gran éxito internacional del cine británico fue obra de un cineasta húngaro que, tras recorrer distintos países y ser contratado por Paramount para dirigir su filial británica, arribó a Inglaterra en 1931. Por aquel entonces, Alexander Korda ya era un director experimentado a quien no le gustaba estar atado de pies y manos, atadura que había experimentado durante su etapa en Hollywood, de donde salió decepcionado, sin apenas dinero en los bolsillos y con una visión más amplia de la industria cinematográfica. Pero Korda era un superviviente ambicioso y con recursos, un pionero que supo aprovechar sus conocimientos, sus contactos y su afán de independencia para crear su imperio cinematográfico. Sin fortuna propia, pero con facilidad para convencer a quienes sí las poseían, el futuro «Sir» buscó el apoyo financiero que le permitiese realizar una película de bajo coste que produjese beneficios suficientes para consolidar su empresa. Ese éxito sin par, nunca tendría otro igual, que <<costó 60.000 libras y reportó un millón>>*, fue La vida privada de Enrique VIII (The Private Life of Henry VIII, 1933), un film que encuentra su absoluto en la interpretación de Charles Laughton, principio y fin de cuanto vemos en la pantalla. Pero, más allá del nombre del personaje histórico, de la imagen del monarca inspirada en el retrato pintado por Hans Holbein el joven en 1537 y de los seis matrimonios -el primero omitido por falta de interés- extraídos de la realidad, tanto la dirección de Korda como la recreación de Laughton descartan la Historia, apuntan hacia el mito y priorizan la ironía y el humor que asoman en una película que se aleja de la biografía real y se decanta por exagerar y frivolizar. Ahí reside unos de los aciertos del film, en la burla, en adulterar y jugar con la imagen del «barbazul» infantil, glotón y caprichoso, magistralmente caricaturizado por Laughton, un personaje grotesco, lujurioso y, ya en la madurez, patético, un personaje regio en su postura de piernas separadas y brazos en jarra y humanizado (incluso humillado) cuando escucha la reprimenda de su anciana niñera (Lady Tree) en el jardín real, en la intimidad de la alcoba donde juega, apuesta y pierde con Anne de Cleves (Elsa Lanchester), su cuarta esposa, o cuando decide dejar la mesa y lucha en un espectáculo donde pretende demostrar a Katherine Howard (Binnie Barnes), su quinta mujer, que su fuerza legendaria y su monárquica virilidad se mantienen intactas a pesar del paso del tiempo. Nadie se lleve a engaño, La vida privada de Enrique VIII no busca la lección de Historia, busca entretener sin ahondar en la psicología emocional de los personajes. Tampoco pretende revolucionar el cine con innovaciones técnicas o narrativas, busca y consigue la caricatura de personajes y hechos de alcoba, que expone con rapidez y que abarcan desde el día de la ejecución de Ana Bolena (Merle Oberon), su segunda esposa, hasta 1546, cuando el rey, ya anciano, (nos) reconoce que tuvo <<seis esposas y la mejor es la peor de todas>>. La frase anterior cierra el periplo pseudobiográfico expuesto por Korda con excesiva teatralidad -estoy tentado a escribir que, sin los cortes entre planos y escenas, estamos contemplando teatro filmado-, aunque dicho exceso, quizás fruto de sus intenciones o de sus limitaciones como director cinematográfico, no merma sino que agudiza la alteración cómico-burlesca de la película; no la mejor, pero sí la que le deparó fortuna y el mayor éxito de su carrera.
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«Al principio, sonríe y saluda a todo el que encuentra a su paso, niega ser tirano, promete muchas cosas en público y en privado, libra de deudas y reparte tierras al pueblo y a los que le rodean y se finge benévolo y manso para con todos […] Suscita algunas guerras para que el pueblo tenga necesidad de conductor […] Y para que, pagando impuestos, se hagan pobres y, por verse forzados a dedicarse a sus necesidades cotidianas, conspiren menos contra él […] Y también para que, si sospecha de algunos que tienen temple de libertad y no han de dejarle mandar, tenga un pretexto para acabar con ellos entregándoles a los enemigos […] ¿Y no sucede que algunos de los que han ayudado a encumbrarle y cuentan con influencia se atreven a enfrentarse ya con él, ya entre sí […] censurando las cosas que ocurren, por lo menos aquellos que son más valerosos? […] Y así el tirano, si es que ha de gobernar, tiene que quitar de en medio a todos éstos hasta que no deje persona alguna de provecho ni entre los amigos ni entre los enemigos» (Platón – POLITEIA).
«El psiquiatra polaco Andrzej M. Łobaczewski ha estudiado cómo los psicópatas influyen en el avance de la injusticia social y sobre cómo se abren paso hacia el poder, cuya culminación política es lo que ha venido a denominar patocracia. Lobaczewski es el inventor de la ponerología, el estudio interdisciplinario de las causas de períodos de injusticia social, donde el psicópata es un factor clave«. (Wikipedia)
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LA VIDA PRIVADA DE ENRIQUE OCTAVO (1933) *
Dirigida por Alexander Korda
FICHA TÉCNICA
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LA VIDA PRIVADA DE ENRIQUE VIII
http://medicinaycine.blogspot.com/2011/08/la-vida-secreta-de-enrique-viii.html
«El cuello de una reina exige tacto, delicadeza, caballerosidad…»
Desde hace tiempo, la figura personal e histórica del rey Enrique VIII de Inglaterra parece haber despertado a partes iguales el interés de artistas y científicos. Su rebeldía frente a la autoridad religiosa del Vaticano y su dilatada lista de esposas (seis, de las cuales dos terminaron sus días decapitadas por orden del propio soberano) probablemente son los episodios que más han contribuido a consolidar su mito.
Centrándonos en el mundo cinematográfico, han sido varias las películas protagonizadas por tan singular monarca. En el siguiente enlace podemos repasar algunas de las más populares:
http://nestorcine.blogspot.com/2008/02/las-mltiples-caras-de-enrique-viii.html
En España continúa en antena la reposición de la aclamada coproducción televisiva«Los Tudor», 38 episodios de una calidad excepcional producidos entre los años 2007 y 2010, y escritos por Michael Hirst. Protagonizada por el galán irlandés Jonathan Rhys Meyers, esta serie nos muestra, por el momento, el último retrato del controvertido monarca británico.
A partir de diversos estudios e informaciones vamos a tratar de desentrañar el hipotético historial médico del segundo monarca de la casa Tudor. Y como fuente de inspiración hemos escogido «La vida privada de Enrique VIII» (Alexander Korda, 1933) protagonizada por el incomparable Charles Laughton (una «real» caracterización), un merecido homenaje a los clásicos en blanco y negro del Séptimo Arte.
http://condeestruch.blogspot.com/2011/03/retrato-del-monarca-obra-de-hans.html
La película comienza con unos fotogramas que nos muestran el palacio de Hampton Court, situado a 20 Km de Londres, en el que Enrique VIII estableció su residencia a partir 1536. Las primeras escenas corresponden a los preparativos de la ejecución de Ana Bolena (una breve intervención de la futura diva Merle Oberon). A pesar de lo dramático de la situación, el tono de comedia se mantiene durante el diálogo entre el verdugo francés (Gibb McLaughlin) y el inglés (Sam Livesey) y será la tónica general que desdramatice el resto de esta película.
Un sucinto apunte: Ana Bolena trajo consigo a la corte inglesa refinadas costumbres procedentes de Francia. Tal vez por ello fue decapitada con espada, y no con hacha, al más puro estilo francés…
Casi inmediatamente, Enrique VIII se casa con Jane Seymour (Wendy Barrie), la madre de su único heredero varón. El tono jocoso de la película alcanza su cima en las escenas de alcoba protagonizadas por Ana de Cleves (Elsa Lanchester, esposa de Laughton en la vida real). Los historiadores afirman que Enrique VIII conoció a la que sería su cuarta esposa por un retrato pintado por Hans Holbein (John Turnbull).
Mientras aguardaba por la princesa alemana, Catalina Howard (Binnie Barns) ya se había convertido en la nueva favorita del soberano. Pero sus relaciones adúlteras con Thomas Culpeper (Robert Donat) harán caer a los dos amantes en la más terrible de las desgracias…
La última esposa será Catalina Parr (Everley Gregg), preocupada en todo momento en que el monarca cumpla una estricta dieta. En sus últimos días, el comportamiento infantil del anciano Enrique VIII confirma aquel dicho tradicional que nos alerta sobre el paso de los años, y cómo la lujuria va siendo sustituida por la gula…
EL ANTÍGENO KELL.
El 14 de marzo de 2011 se publicaba en «Diario Médico» un sugestivo artículo sobre la posibilidad de que Enrique VIII hubiera sido portador del antígeno Kell.
Se trata de una proteína glicosilada de membrana con varias áreas específicas en las que se expresan diferentes antígenos, de una manera similar a lo que ocurre con los del sistema Rh. Los anticuerpos desarrollados tienen una especial importancia en la incompatibilidad materno-fetal y en las reacciones transfusionales.
La bióloga Catrina Banks Whitley y la antropóloga Kyra Kramer, de la Universidad Metodista del Sur (Dallas) han publicado un interesante trabajo en el que atribuyen la incapacidad de Enrique VIII a la hora de engendrar hijos varones sanos a la incompatibilidad sanguínea con sus esposas.
http://www.smu.edu/News/2011/henry-8-07mar2011.aspx
Intentaremos desplegar una cronología sobre la descendencia de este soberano británico, teniendo en cuenta las gestaciones de sus esposas y amantes:
Catalina de Aragón (1485 – 1536): la hija menor de los Reyes Católicos fue desposada en primeras nupcias con Arturo de Gales, el hermano mayor de Enrique VIII y príncipe sucesor al trono de Inglaterra. De salud endeble, Arturo falleció prematuramente debido a una infección; se duda si se trató de una tuberculosis o de un proceso por hantavirus, conocido como el «sudor inglés».
Sea como fuere, para mantener la alianza política entre España e Inglaterra, y previa dispensa papal, la joven viuda se desposó con Enrique VIII. En el año 1510, su primer embarazo finalizó con un hijo varón muerto durante el parto. En enero de 1511, Catalina dio a luz un varón bautizado como Enrique, que apenas vivió 52 días. En 1513, otro hijo varón (también bautizado como Enrique) murió al mes de su nacimiento. La reina tendría dos abortos más, uno en 1513 y el último en 1518. El 18 de febrero de 1516 nació Maria I de Inglaterra, la única hija de este matrimonio que sobrevivió a Enrique VIII.
Elizabeth Blount (1502 – 1540): fue una reconocida amante del rey, su pareja de baile preferida y dama de honor tanto de Catalina de Aragón como de Ana de Cleves. Fruto de las relaciones con el monarca, el 15 de junio de 1519 nació Enrique Fitzroy, reconocido por el propio Enrique VIII tal vez porque viera en este niño su tan ansiado heredero varón. Pero el I Duque de Richmond y Somerset murió de tuberculosis en junio de 1536…
¡1536!… El annus horribilis en que Catalina de Aragón falleció por una neoplasia cardíaca, Ana Bolena fue ejecutada y Enrique VIII sufrió un aparatoso accidente en una justa, suceso que para algunos historiadores desencadenaría toda su patología posterior…
Ana Bolena (1501? – 1536): hermana de María Bolena, otra famosa amante del rey, y con la que se dice que éste tuvo dos hijos ilegítimos (Catalina Carey en 1524 y Enrique Carey – Barón Hundson en 1526), hechos no confirmados oficialmente. En poco tiempo pasó de ser la favorita del monarca, con el se desposó oficialmente el 23 de enero de 1533, unión que provocó la escisión de la Iglesia de Inglaterra, hasta que cayó en desgracia al ser acusada de adulterio, incesto y traición. Fue decapitada en la Torre de Londres el 19 de mayo de 1536.
Su primera gestación dio como fruto a la futura reina Isabel I de Inglaterra. Ana Bolena tuvo varios embarazos más confirmados oficialmente: un aborto en el verano de 1534 y otro, de un feto varón, el 29 de enero de 1536, justo el mismo día del óbito de Catalina de Aragón.
Los expertos afirman que el primer embarazo de Ana Bolena, una primogénita sana, explicaría el modelo de la aloinmunización de Kell, pues el resto de los embarazos finalizaron en abortos espontáneos avanzados…
Jane Seymour (1509- 1537): su boda con Enrique VIII tuvo lugar once días después de la ejecución de Ana Bolena, el 30 de mayo de 1536. El 12 de octubre de 1537 dio a luz al futuro Eduardo VI de Inglaterra, que desafortunadamente falleció en oscuras circunstancias a la temprana edad de 15 años.
Su breve existencia inspiró en 1882 al escritor norteamericano Mark Twain el argumento de su popular novela «Príncipe y mendigo», de la que también se han realizado diversas versiones para la gran pantalla, entre las cuales destacamos la oscarizada cinta dirigida en 1937 por William Keighley, con Errol Flynn en el papel de Miles Hendon, o la de Richard Fleischer en 1977, con un joven Mark Lester en el doble papel de Tom Canty y el Príncipe Eduardo.
http://www.imdb.com/video/screenplay/vi2026898457/
Desafortunadamente, y como consecuencia de una infección puerperal, Jane Seymour, la esposa favorita, falleció 12 días después del parto.
Con sus tres siguientes esposas Enrique VIII no tuvo descendencia: Ana de Cleves (matrimonio de conveniencia nunca consumado), Catalina Howard (otra que también pagó con su cabeza su infeliz matrimonio) y Catalina Parr.
Sin embargo, algunos historiadores le atribuyen al rey otros hijos ilegítimos, supuesto fruto de sus uniones carnales con otras tantas amantes:
- Maria Berkeley: dos varones, Sir Thomas Stuckley (1525) y Sir John Perrot (1527).
- Jane Dingley: una hembra, Etheldreda Malte (1529).
EL SÍNDROME DE McLEOD…
Durante su existencia, Enrique VIII fue un modelo habitual en muchos retratos. Tanta iconografía es responsable de la imagen más popular del monarca, un hombre decididamente obeso, cuyos verdaderos rasgos fueron a buen seguro dulcificados por los pintores (en una suerte de antiguo Photoshop) para evitar perder también la cabeza…
Siguiendo los testimonios de los historiadores coetáneos y de otros investigadores más modernos, hasta los 40 años el monarca británico era un individuo atlético, que practicaba varios deportes de la época, además de un solvente músico (incluso se le atribuye la autoría de la popular «Greensleves»), escritor y poeta.
Al respecto, existe una llamativa paradoja en su truculenta existencia, pues en 1521 escribió en latín un tratado titulado «La defensa de los siete sacramentos», elogio vehemente de la fe católica y encendida defensa del Papa de Roma; en agradecimiento por ello recibió el título de «Defensor de la Fe», honor que todavía ostenta en la actualidad la corona británica…
Estudios recientes (como el anterior de Banks y Kramer) han tratado de demostrar que Enrique VIII pudo padecer un síndrome de McLeod:
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0034-98872006001100011&script=sci_arttext
Se trata de un trastorno ligado al cromosoma X responsable de una amplia serie de signos y síntomas multisistémicos:
Hematológicos: ausencia de expresión del antígeno Kx del eritrocito, expresión débil de los antígenos de glicoproteínas Kell, acantocitosis, sobrevida reducida de los eritrocitos y un estado hemolítico compensatorio.
Neuromusculares: elevación de la creatinquinasa sérica (CK), demás de miopatía, neuropatía mixta sensorial – motora y cardiomiopatía.
Sistema nervioso central (SNC): las manifestaciones del sistema nervioso central semejan a las del corea de Huntington, y comprenden trastornos del movimiento como corea, tics y anormalidades psiquiátricas, incluyendo psicosis esquizofreniforme y crisis epilépticas.
Otros datos a favor del padecimiento de este peculiar síndrome por Enrique VIII son que ninguno de sus hijos varones tuvo descendencia, ni siquiera el Duque de Richmond y Somerset, exceptuando los dos hijos ilegítimos que al parecer tuvo con la cortesana Maria Berkeley, de cuya paternidad real existen además serias dudas. Sin embargo, todas las hermanas por parte materna de Enrique Fitzroy vivieron y tuvieron descendencia.
Por otra parte, las investigadoras tejanas rastrearon la posible transmisión genética de dicha enfermedad hasta Jacquetta de Luxemburgo (1415 – 1472), bisabuela materna de Enrique VIII.
OTRAS ENFERMEDADES.
En una monarquía absoluta (como en las modernas dictaduras) las enfermedades del líder son las enfermedades de toda la nación. Siguiendo esta premisa, algunos estudiosos de la vida de este singular monarca británico (como la historiadora Lucy Worsley, el biógrafo Robert Hutchinson y la Dra. Catherine Hood) han rastreado la abundante documentación archivada correspondiente a su reinado, elucubrando una serie de conclusiones que quizás también tengan su parte de verdad.
Por ejemplo, estudiando las diferentes armaduras reales confeccionadas a la medida de la humanidad del soberano (183 cm de estatura – la media británica entonces era de 165 cm), observaron que las empleadas en los primeros años de su reinado tenían 81 cm de cintura y 99 cm de pecho.
Recordemos que en la actualidad, la circunferencia abdominal se considera un valioso indicador del riesgo cardiovascular de un individuo. Para los varones, lo recomendable es que se sitúe por debajo de los 94 cm…
A partir de los 40 años, la estructura corporal de Enrique VIII cambió progresivamente desde un cuerpo atlético a una obesidad manifiestamente patológica. Continuando con la valoración de sus armaduras, las últimas que pudo haber empleado medían 132 cm de cintura y 135 cm de pecho. Antes de fallecer, llegó incluso a alcanzar los 137 cm de perímetro abdominal…
Enrique VIII ascendió al trono a los 18 años de edad. Era un joven apuesto y deportista, que destacaba en el juego considerado antepasado del tenis actual y en las justas. En 1524, participando en una de ellas contra el duque de Suffolk, sufrió un accidente al penetrar la punta de la lanza de su rival a través de la visera abierta de su casco. Enrique VIII sufrió un traumatismo craneal periorbitario derecho que le dejó como consecuencia una migraña crónica; podemos constatar estas secuelas en el rostro real en los retratos realizados a partir de entonces…
En el clásico de Alexander Korda, varias escenas nos muestran los alegres diálogos que mantiene su nutrido equipo de cocina ante los fogones. Las carnes (vacuno, cerdo, aves de corral, conejos, caza) eran una constante en su alimentación. Es muy probable que este consumo exagerado de alcohol y proteínas le causaran una hiperuricemia y frecuentes ataques de artritis gotosa. Algunos historiadores han calculado que la glotonería real pudiera llevarle a disipar cada dia unas 5000 calorías y 20 gramos de sal…
Excepto las fresas, a las que eran un gran aficionado, Enrique VIII no tomaba frutas, verduras ni hortalizas…
Nos es de extrañar que fueran apareciendo progresivamente la dislipemia, la hipertensión arterial, con la consiguiente hipertrofia ventricular izquierda, la esteatosis hepática y una diabetes mellitus tipo II. A su manera, Enrique VIII fue un precursor de patologías más «modernas» y se convirtió en un auténtico enfermo de la opulencia, adelantándose en la historia casi cinco siglos…
La hipótesis de que Enrique VIII hubiera padecido malaria se basa en que esta enfermedad era endémica en la Inglaterra de su época; nubes de mosquitos infestaban las abundantes aguas pantanosas que se extendían por toda la geografía. Según archivos históricos, el rey padecía brotes de fiebre recurrente, con escalofríos y cefalea. Respecto a la sintomatología, existe una variedad de esta enfermedad causada por el Plasmodium malarie, cuyo primer brote suele ser benigno, sus recurrencias frecuentes, los lapsos entre las mismas dilatados y la duración de la enfermedad puede alcanzar hasta los 50 años…
Menos claro resulta que Enrique VIII llegara a padecer sífilis. No existe ninguna evidencia de que fuera tratado con mercuriales a lo largo de su vida, ni tampoco sus consortes, si bien se llegó a atribuir a esta infección la reiteración de abortos y recién nacidos muertos entre su descendencia. Sin embargo, el déficit de visión que afectó a sus dos hijas, Maria I (María Tudor) e Isabel I, así como otros rasgos presentes en la nariz de su primogénita (en silla de montar) , hacen pensar a algunos estudiosos que sus descendientes pudieran haber padecido sífilis congénita.
Algunos de sus biógrafos estiman que Enrique VIII llegó a pesar 180 Kgr en sus últimos días, padeciendo terribles dolores por las úlceras varicosas en sus extremidades inferiores, que llegaban a despedir un hedor insoportable a su alrededor.
Finalmente, este polémico monarca expiró en la madrugada del 28 de enero de 1547, a los 56 años de edad, en su palacio de Whitehall. Sus detractores afirman que dejó tras de sí los cadáveres de unos 70.000 compatriotas, víctimas directas e indirectas de las leyes promulgadas durante su reinado.
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I’m Henry the eighth I am
Henry the eighth I am, I am
I got married to the widow next door
She’s been married seven times before
And every one was an Henry (Henry)
She wouldn’t have a Willy or a Sam (no Sam)
I’m her eighth old man, I’m Henry
Henry the eighth I am
Título original
The Private Life of Henry VIII
Año 1933 Duración 87 min. País Reino Unido
Dirección
Alexander Korda
Guion
Arthur Wimperis, Lajos Biro
Música
Kurt Schroeder
Fotografía
Georges Périnal, Osmond Borradaile (B&W)
Reparto
Charles Laughton, Binnie Barnes, Robert Donat, Elsa Lanchester, Merle Oberon, John Loder, Everley Gregg, Wendy Barrie
Productora
London Films. Productor: Alexander Korda
Género
Comedia. Drama | Biográfico. Histórico. Siglo XVI
Sinopsis
En mayo de 1536, justo después de la ejecución de su segunda esposa, Ana Bolena (Merle Oberon), Enrique VIII (Charles Laughton) se casa con Jane Seymour (Wendy Barrie), que muere 18 meses después. A continuación desposa a la princesa alemana Anne de Cleves (Elsa Lanchester), pero el matrimonio acaba en divorcio. Su quinta esposa, la bella y ambiciosa Katherine Howard (Binnie Barnes), se enamora del cortesano Thomas Culpeper (Robert Donat), pero el idilio es descubierto y ambos son ejecutados. (FILMAFFINITY)
Premios
1933: Oscar: Mejor actor (Charles Laughton). 2 nominaciones
1933: National Board of Review (NBR): Top películas extranjeras
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