Entramos en la Parte Cuarta de "Revolución en España", dedicada a la figura de Simón Bolivar y Ponte; pero en absoluto nos encontramos ante una exaltación de la figura de “El Libertador”. Antes bien, la animadversión que le profesa Karl Marx queda bien a la vista del lector.
Lo que resulta en principio extraño. ¿O no resulta sorprendente que Marx ataque a Bolivar, símbolo de la lucha por la Independencia de las Colonias? ¿Por qué une el imaginario colectivo a Bolívar con el Socialismo, si su tendencia siempre fue Liberal? ¿Por qué se ha ensalzado -y se sigue haciendo- a Bolívar, si fue un cobarde y un traidor? ¿Tendrá algo que ver que fuese Masón? ¿A dónde nos llevan las respuestas?
Porque, en efecto, Simón Bolívar es definido por Marx como masón, cobarde y traidor, en los escritos de K. Marx y F. Engels, publicados a mediados del S. XIX en el “Putnam’s Magazine” y en la “New American Cyclopedia”, que hoy reproducimos, en los que, sin vacilación, se tacha a Simón Bolivar y Ponte como cobarde y traidor, con abundante anecdotario.
Apuntaremos aquí la desconocida circunstancia de haber vivido Simón Bolívar durante su niñez en La Coruña; en una casa solariega que sería adquirida por el Opus Dei -ya a mitad del S. XX-, para edificar un Colegio; y que finalmente se convertiría en el parking de la fábrica de Coca-cola.
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PARTE CUARTA
Artículos de «Putnam's Magazine» y de la «New American Cyclopedia» (*)
(*) El primero de los artículos siguientes es de Marx. Los otros tres de esta parte del libro son de Engels.
BOLIVAR Y PONTE
Bolívar y Ponte, Simón, "libertador" de Colombia, nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Era descendiente de una de las familias mantuanas que en tiempos del dominio español constituían la nobleza criolla de Venezuela. De acuerdo con la costumbre de los americanos ricos de la época, fue enviado a Europa en temprana edad, a los 14 años. Pasó de España a Francia y vivió algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y volvió a Venezuela, donde su esposa murió pronto de fiebre amarilla. Visitó luego Europa por segunda vez y asistió al coronamiento de Napoleón I como emperador en 1804 y a su asunción de la corona de hierro lombarda en 1805. Vuelve a la patria en 1809 y pese a la insistencia de su primo José Félix Ribas se niega a unirse a la revolución, que estalla en Caracas el 19 de abril de 1810; pero una vez iniciada acepta una misión en Londres, para comprar armas y pedir la protección del gobierno británico. Aparentemente bien recibido por el marqués de Wellesley, entonces secretario de Asuntos Exteriores, no obtuvo más que la autorización para comprar armas pagando al contado y a precios altos. A su vuelta de Londres se retiró de nuevo a la vida privada hasta que en septiembre de 1811 el general Miranda, entonces comandante en jefe de las fuerzas de mar y tierra de la insurrección, le convenció de que aceptara el cargo de teniente coronel de estado mayor y el mando de Puerto Cabello, la fortaleza más segura de Venezuela. Pero cuando los prisioneros de guerra españoles que Miranda solía enviar regularmente a Puerto Cabello para ser confinados en la fortaleza consiguieron sorprender a sus guardianes y ocupar la ciudadela, Bolívar, pese a disponer de una guarnición numerosa que oponer a los desarmados prisioneros, así como un arsenal bien provisto, embarcó precipitadamente aquella noche con ocho de sus oficiales y sin avisar a sus propias tropas, llegó a La Guayra al romper el día y se retiró a su propiedad de San Mateo. Al enterarse de la huida de su comandante, la guarnición se retiró ordenadamente de la plaza, que fue inmediatamente ocupada por los españoles al mando de Monteverde. Este acontecimiento desequilibró la balanza en favor de España y obligó a Miranda a firmar, con la autoridad del Congreso, el tratado de Vitoria de 26 de julio de 1812, que volvía a situar a Venezuela bajo la soberanía española. El 30 de julio llegó Miranda a La Guayra, con la intención de embarcar en un navío inglés. En su visita al comandante de la plaza, coronel Manuel María Casas, se encontró con una numerosa compañía de la que formaban parte don Miguel Peña y Simón Bolivar, los cuales le convencieron de que se quedara en el domicilio de Casas por una noche. A las dos de la madrugada, cuando Miranda dormía profundamente, Casas, Pena y Bolivar entraron en su habitación, se apoderaron cautamente de su pistola y su espada y le despertaron, ordenándole violentamente que se levantara y vistiera; lo encadenaron y lo entregaron a Monteverde, el cual a su vez lo envió a Cádiz, donde murió en cautiverio al cabo de algunos años. Este acto, cometido con el pretexto de que Miranda había traicionado el país con la capitulación de Vitoria, valió a Bolívar el especial favor de Monteverde, de tal modo que cuando aquél pidió pasaporte Monteverde declaró que "la solicitud del coronel Bolívar debe ser satisfecha en atención a sus servicios prestados al rey de España con la entrega de Miranda".
Se le permitió así partir para CuraÇao, donde pasó seis semanas, para seguir luego, junto con su primo Ribas, hasta la pequeña república de Cartagena. Antes de su llegada se habían reunido en Cartagena numerosos soldados fugitivos que habían servido bajo el general Miranda. Ribas les propuso emprender una expedición contra los españoles de Venezuela y que aceptaran a Bolívar como comandante en jefe. La primera proposición fue aceptada gustosamente; la segunda fue recibida con reserva, pero aceptada al final con la condición de que Ribas fuera el segundo jefe. Manuel Rodríguez Torices, presidente de la república de Cartagena, añadió a los 300 soldados alistados con Bolívar 500 hombres bajo el mando de su primo Manuel Castillo. La expedición partió a principios de enero de 1813. Al surgir disensiones sobre el mando supremo entre Bolívar y Castillo, éste abandonó repentinamente el campo con sus granaderos. Bolívar por su parte propuso seguir el ejemplo de Castillo y volver a Cartagena, pero Ribas le convenció finalmente de que siguieran su marcha hasta Bogotá, sede en aquel momento del Congreso de Nueva Granada. Fueron bien recibidos y ayudados en todo, nombrados ambos generales por el Congreso, y, tras dividir su pequeña columna en dos, marcharon hacia Caracas por caminos distintos. Cuanto más avanzaban más crecían sus tropas, pues los crueles excesos de los españoles obraban como sargentos de recluta para el ejército de la independencia. La capacidad de resistencia de los españoles estaba minada, en parte por la circunstancia de que tres cuartas partes de su ejército estaban compuestas por naturales del país que se pasaban a las filas enemigas en cada encuentro, y en parte por la cobardía de generales como Tíscar, Cagigal y Fierro, que abandonaban sus tropas en cualquier ocasión. Así pudo ocurrir que Santiago Mariño, un joven ignorante, consiguiera desalojar a los españoles de las provincias de Cumaná y Barcelona al mismo tiempo que Bolívar avanzaba por las provincias occidentales. La única resistencia seria española se opuso a la columna de Ribas, el cual derrotó sin embargo al general Montevcrde en Lostaguanes y le obligó a encerrarse en Puerto Cabello con los restos de sus tropas. Al saber que Bolívar se acercaba, el general Fierro, gobernador de Caracas, le envió una comisión para proponer la capitulación, que fue firmada en Vitoria; pero Fierro, presa de un súbito pánico y sin esperar el regreso de sus emisarios, huyó secretamente dejando más de 1.500 españoles a disposición del enemigo.
Bolívar fue honrado con un triunfo público. De pie en un carro triunfal arrastrado por doce muchachas de las familias más importantes, vestidas de blanco y adornadas con los colores nacionales, Bolívar, con la cabeza descubierta, vestido en gran uniforme y bastón de mando en mano, fue arrastrado en una media hora desde la entrada de la ciudad hasta su residencia. Se proclamó "dictador y libertador de las provincias occidentales de Venezuela" -Maríño había asumido el título de "dictador de las provincias orientales"-, creó un cuerpo de tropas selectas como guardia de corps propia y se rodeó del fasto de una coste. Pero, como muchos de sus compatriotas, era poco inclinado a cualquier esfuerzo prolongado y su dictadura resultó pronto una anarquía militar; dejó los asuntos: más importantes en manos de favoritos que arruinaron la hacienda del país y recurrieron luego a medios impopulares para restaurarla. El reciente entusiasmo del pueblo se convirtió en decepción, y las dispersas fuerzas del enemigo consiguieron recobrarse. Mientras que a principios de agosto de 1813 Monteverde estaba encerrado en la fortaleza de Puerto Cabello y el ejército español estaba reducido a la posesión de una reducida faja de terreno del noroeste de Venezuela, tres meses más tarde, en diciembre, el prestigio del libertador estaba hundido y la misma Caracas se vio amenazada por la súbita aparición de los victoriosos españoles al mando de Boves en sus cercanías. Para robustecer su poder que se tambaleaba, Bolívar reunió el 1 de enero una junta de las personalidades caraqueñas más influenciables y declaró ante ella que no deseaba seguir soportando la carga de la dictadura. Hurtado Mendoza arguyó por otra parte en un largo discurso "la necesidad de dejar el poder supremo en manos del general Bolívar hasta que pueda reunirse el Congreso de Nueva Granada y ser unificada Venezuela bajo un solo gobierno". Se aceptó la proposición y la dictadura quedó así revestida de algo parecido a una sanción legal. La guerra contra los españoles continuó por algún tiempo sin resultados decisivos para ninguna de las partes. En junio de 1814 Boves marchó con todas sus fuerzas desde Calabozo a La Puerta, donde los dos dictadores Bolívar y Mariño habían establecido contacto, chocó con ellos y pasó inmediatamente al ataque. Tras breve resistencia huyó Bolívar hacia Caracas, mientras Mariño desaparecía en dirección de Cumaná. Puerto Cabello y Valencia cayeron en manos de Boves, el cual destacó dos columnas (una de ellas al mando del general González) hacia Caracas por caminos distintos. Ribas intentó en vano oponerse al avance de González. Al rendirse Caracas a González el 17 de julio de 1814, Bolívar evacuó La Guayra, ordenó a las naves que estaban en aquel puerto a que zarparan para Cumaná y se retiró a Barcelona con el resto de sus tropas. Tras una derrota infligida por Boves a los insurrectos el 8 de agosto de 1814 en Augusta, Bolívar abandonó secretamente sus tropas aquella misma noche apresurándose a llegar a Cumaná por caminos poco transitados, y allí, a pesar de las indignadas protestas de Ribas, embarcó en el Bianchi, junto con Mariño y algunos otros oficiales. Todo se habría perdido si Ribas, Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su huida. Tratados como desertores por el general Arizmendi a su llegada a Juan Griego, en la isla Margarita, y obligados a abandonarla, se dirigieron a Carúpano, donde hallaron la misma acogida por parte del coronel Bermúdez; entonces pasaron a Cartagena. Aquí publicaron una memoria justificativa muy altisonante para paliar los efectos de su huida. Por haber tomado parte en una conspiración para derrocar el gobierno de Cartagena, Bolívar tuvo que abandonar aquella pequeña república, dirigiéndose entonces a Tunja, donde estaba reunido el congreso de la república federal de Nueva Granada. En aquella época la provincia de Cundinamarca estaba en cabeza de las provincias independientes que se negaban a aceptar el pacto federal granadino, mientras Quito, Pasto, Santa Marta y otras provincias seguían en poder de los españoles. Bolívar, que llegó a Tunja el 22 de noviembre de 1814, fue nombrado por el Congreso comandante en jefe de las fuerzas federalistas y recibió la doble misión de obligar al presidente de la república de Cundinamarca a reconocer la autoridad del Congreso y de marchar luego contra Santa Marta, el único puerto fortificado que aún conservaban los españoles en Nueva Granada. El primer punto se cumplió sin dificultad, pues Bogotá, capital de las provincias desafectas, era una ciudad indefensa. Pero pese a su capitulación, Bolívar la entregó a un saqueo de 48 horas por sus tropas. En Santa Marta el general español Montalvo, que contaba con una débil guarnición de menos de 200 hombres y con una fortaleza en miserable estado de defensa, había apalabrado ya un navío francés para asegurarse la huida, mientras los habitantes de la ciudad enviaban a Bolívar un mensaje según el cual cuando él se presentara abrirían las puertas de la plaza y expulsarían a la guarnición. Pero en vez de marchar contra los españoles de Santa Marta, tal como le había ordenado el Congreso, Bolívar cedió a su rencor contra Castillo, comandante de Cartagena, y lanzó bajo propia responsabilidad sus tropas contra esta ciudad, que era parte integrante de la república federal. Rechazado, acampó en La Papa, una colina de cierta importancia a tiro de cañón de Cartagena, y estableció como batería un único cañón de escaso calibre contra una plaza provista de 80 bocas de fuego. Convirtió luego el sitio en un bloqueo que duró hasta el principio de mayo, sin más resultado que el de reducir su ejército, por deserciones y enfermedades, de 2.400 a unos 700 hombres.
Mientras tanto había llegado de Cádiz a la isla Margarita el 25 de marzo de 1815 una gran expedición española al mando del general Morillo, el cual consiguió introducir considerables refuerzos en Santa Marta y tomar poco después la plaza de Cartagena. Antes empero de que ello ocurriera Bolívar había embarcado para Jamaica, el 10 de mayo de 1815, en un bergantín armado inglés, con una docena aproximadamente de sus oficiales. Llegado a su refugio, volvió a publicar una proclama declarándose víctima de un misterioso enemigo o facción, y justificando su huida ante el avance de los españoles como una dimisión de su mando en interés de la paz civil. Durante sus ocho meses de estancia en Kingston los generales que había abandonado en Venezuela y el general Arizmendi en Margarita defendieron tenazmente sus territorios contra los españoles. Ribas empero, del que Bolívar había beneficiado toda su reputación, fue fusilado por los españoles tras la captura de Maturin, y entonces apareció en su lugar otro personaje en aquel escenario, aún más dotado que Ribas, pero que, no pudiendo desempeñar un papel independiente en la revolución sudamericana por ser extranjero, resolvió obrar bajo el nombre de Bolívar. Se trata de Luis Brión. Brión había salido de Londres hacia Cartagena para ayudar a los revolucionarios con una corbeta de 24 cañones equipada en gran parte por cuenta propia, con 14.000 equipos y gran cantidad de mercancías militares. Llegó a Cartagena demasiado tarde para ser útil allí, y volvió a embarcar rumbo a Cayes en Haití, donde se habían refugiado numerosos patriotas tras la rendición de Cartagena. Mientras tanto se había trasladado también Bolívar de Kingston a Port au Prince, donde, a cambio de la promesa de libertar a los esclavos, el presidente de Haití, Petion, le ofreció medios abundantes para una nueva expedición contra los españoles de Venezuela. En Cayes tomó contacto Bolívar con Bnon y con los demás emigrados, y en una asamblea general prestó su propia candidatura como jefe de la nueva expedición con la condición de reunir en sus manos el poder civil y el militar hasta la reunión de un congreso. La mayoría aceptó sus condiciones y la expedición zarpó el 16 de abril de 1816 con Bolívar como jefe supremo y Brión como almirante. En Margarita Bolivar consiguió ganarse a Arizmendi, comandante de la isla, reduciendo a los españoles al escollo de Pampatar. Bajo la formal promesa de Bolívar de convocar un congreso nacional en Venezuela tan pronto como consiguiera dominar el país, Arizmendi convocó una junta en la catedral de la VIlla del Norte y proclamó públicamente a Bolívar comandante en jefe de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El 31 de mayo de 1816 Bolívar desembarcó en Carúpano, pero no se atrevió a impedir a Mariño y Piar que se separaran de él para organizar por su cuenta una guerra contra Cumaná. Debilitado por esa separación, volvió a hacer vela hacia Ocumare por consejo de Brión. Llegó allí el 3 de julio de 1816, con 13 navíos, sólo 7 de los cuales estaban armados. Su ejército no pasaba de los 650 hombres, pero aumentó hasta 800 gracias al alistamiento de negros, cuya liberación había prometido. En Ocumare volvió a publicar una proclama “prometiendo exterminar a los tiranos y convocar al pueblo para que nombre sus diputados al Congreso”.
Camino de Valencia tropezó no lejos de Ocumare con el general español Morales en cabeza de unos 200 soldados y 100 hombres de la milicia. Las avanzadillas de Morales dispensaron su vanguardia. Según refiere un testigo ocular, Bolívar perdió entonces "toda presencia de ánimo, volvió inmediatamente grupas sin decir una palabra y huyó a gran velocidad hacia Ocumare, atravesó la villa a todo galope, llegó a la vecina ensenada, saltó del caballo, tomó una lancha, embarcó en la Diana dando orden a toda la escuadra de seguirle a la pequeña isla del Buen Aire y dejó abandonados a todos sus compañeros". Ante los reproches de Brión, Bolívar se reunió con los demás jefes en la costa de Cumaná. Pero fue ásperamente recibido e incluso amenazado por Piar con someterlo a un tribunal militar por desertor y cobarde; Bolívar deshizo entonces lo andado y volvió a Cayes. Tras varios meses de gestiones consiguió finalmente Brión convencer a la mayoría de los jefes militares venezolanos, que realmente sentían la necesidad de contar con un centro al menos nominal, para que volvieran .a nombrar a Bolívar general en jefe bajo la condición expresa de que convocaría un congreso y no intervendría en la administración civil. El 31 de diciembre llega Bolívar a Barcelona (1816) con armas, municiones y víveres proporcionados por Petion. El 2 de enero de 1817 se le unió Arizmendi, y el 4 proclamó Bolívar la ley marcial y la unión de todos los poderes en su persona; pero cinco días más tarde, caído Arizmendi en una emboscada tendida por los españoles, el dictador huyó a Barcelona. Las tropas se concentraron en esta ciudad, a la que Brión envió además cañones y refuerzos, de tal modo que se constituyó un cuerpo de 1.100 hombres. El 15 de abril los españoles tomaron la ciudad de Barcelona; las tropas patriotas se retiraron hacia la Casa de Caridad, un edificio aislado de la villa, atrincherado por orden de Bolívar, pero insuficiente para proteger una guarnición de 1.000 hombres de cualquier ataque serio. Bolívar abandonó el puesto la noche del 5 de abril, declarando al coronel Freites, al que entregaba el mando, que partía en busca de refuerzos y volvería pronto. Confiando en esa promesa Freites rechazó la oferta española de capitulación, y tras el asalto fue degollado por los españoles con toda la guarnición. Piar, hombre de color, nativo de CuraÇao, concibió y realizó la conquista de las provincias de Guayana, ayudándole el almirante Brión con sus naves armadas. El 20 de julio todo el territorio de las provincias había sido evacuado por los españoles, y Piar, Brión, Zea, Mariño, Arizmendi y otros reunieron un congreso provincial en Angostura y pusieron en cabeza del ejecutivo un triunvirato; Brión, enemigo de Piar y profundamente interesado por Bolívar, en cuyo éxito había arriesgado su gran fortuna personal, consiguió que, pese a su ausencia, Bolívar fuera incluido en el triunvirato. Recibida noticia de ello, Bolívar dejó su retiro por Angostura, donde, animado por Brión, disolvió el congreso y el triunvirato para sustituirlo por un Consejo Supremo de la Nación con él mismo en cabeza y Brión y Antonio Francisco Zea como directores de las secciones militar y política respectivamente. Piar, el conquistador de Guayana, que una vez le había amenazado en llevarlo ante un tribunal de guerra por desertor, no disimulaba burlas al “Napoleón de las retiradas", y Bolívar aceptó consecuentemente un plan para desembarazarse de él. Falsamente acusado de conspirar contra los blancos y contra la vida de Bolívar, y de aspirar al poder supremo, Piar fue llevado ante un consejo de guerra presidido por Brion, declarado convicto, condenado a muerte y fusilado el 16 de octubre de 1817. Su muerte sumió a Mariño en el terror. Consciente de su nulidad ahora que ya no contaba con Piar, Mariño calumnió públicamente a su asesinado amigo en una carta abyecta, condenó sus propios instintos de rivalizar con el libertador y se colocó bajo la inagotable magnanimidad de Bolívar.
La conquista de la Guayana por Piar había cambiado completamente la situación en favor de los patriotas, pues esa sola provincia era capaz de suministrarles más recursos que las otras siete provincias de Venezuela juntas. Por ello se esperaba unánimemente que la nueva campaña anunciada por Bolívar en una proclama terminaría con la expulsión definitiva de los españoles. Ese primer boletín de guerra, que describía unas reducidas partidas de suministro españolas que se retiraban de Calabozo como "ejércitos que huyen ante nuestras tropas victoriosas", no era precisamente como para disminuir aquellas esperanzas. Frente a los 4.000 españoles aproximadamente que Morillo, por lo demás, no había conseguido reunir todavía, Bolívar contaba con más de 9.000 hombres bien armados y equipados y provistos de todo lo necesario para la campaña. Pese a ello, a fines de mayo de 1818 Bolívar había perdido una docena de batallas poco más o menos, y todas las provincias situadas al norte del Orinoco. Por haber dividido sus fuerzas superiores en número fue derrotado en todas partes. Finalmente confió a Páez y a otros subordinados la dirección de la guerra y se retiró a Angostura. Se sucedieron entonces las defecciones y todo pareció acercarse a una ruina completa. En este momento una nueva combinación de afortunadas casualidades volvió a trasformar la faz de las cosas. En Angostura se encontró Bolívar con Santander, un oriundo de Nueva Granada que estaba buscando medios para invadir aquel territorio, cuya población estaba preparada para un levantamiento general contra los españoles. Bolívar le atendió hasta cierto punto, mientras por otra parte llegaban a Angostura cuantiosos socorros de Inglaterra en hombres, navíos y municiones, y acudían a la plaza oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos. Finalmente, el doctor Germán Roscio, temiendo ya por el decadente destino de la revolución sudamericana, procedió a convencer a Bolívar de la necesidad de convocar un congreso nacional para el 15 de febrero de 1819; la mera mención del congreso bastó para crear un nuevo ejército de unos 14.000 hombres, de modo que Bolívar se vio en situación de poder reanudar la ofensiva. Los oficiales extranjeros le sugirieron el plan de fingir un ataque a Caracas para liberar Venezuela del yugo extranjero, induciendo así a Morillo a debilitar sus posiciones de Nueva Granada y concentrar sus tropas en Venezuela; Bolívar entonces debía dirigirse rápidamente hacia el oeste y marchar sobre Bogotá junto con las guerrillas de Santander. Para realizar el plan dejó Bolívar Angostura el 24 de febrero de 1819, después de haber nombrado a Zea presidente del Congreso y vicepresidente de la República durante su ausencia. Por las maniobras de Páez, Morillo y La Torre fueron desviados hacia Achaguas, donde habrían podido ser aniquilados si Bolívar hubiera reunido sus tropas con las de Páez y Mariño. En todo caso, las victorias de Páez dieron lugar a la ocupación de la provincia de Barima, que antes cerraba el paso a Bolívar hacia Nueva Granada. Aquí lo había preparado todo Santander, de modo que las tropas extranjeras, formadas principalmente por ingleses, decidieron el destino de Nueva Granada con las victorias sucesivas de 1 y 23 de julio y de 7 de agosto en la provincia de Tunja. El 12 de agosto hizo Bolívar su entrada triunfal en Bogotá, mientras los españoles, tras haberse sublevado contra ellos todas las provincias neogranadinas, se encerraban en la fortaleza de Mompox. Instalados el congreso de Nueva Granada en Bogotá y el general Santander como comandante en jefe, Bolívar se dirigió a Pamplona, donde pasó dos meses en bailes y festivales. El 3 de noviembre llegó a Montecal, en Venezuela, a cuyos cabecillas había convencido para que unieran sus fuerzas a las propias. Con una caja de unos 2.000.000 de dólares obtenidos mediante tributación forzosa de los habitantes de Nueva Granada y con una fuerza de unos 9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, alemanes y otros extranjeros disciplinados y bien armados, tenía ahora que hacer frente a un enemigo falto de todo recurso y reducido a una fuerza nominal de 4.500 hombres, dos tercios de los cuales eran nativos del país, de los que los españoles no podían fiarse. Bolívar persiguió hasta Calabozo a Morillo que se retiraba de San Fernando de Apure hacia San Carlos, de tal modo que los dos puestos de mando se movían a una distancia de dos jornadas de marcha. Si Bolívar hubiera avanzado resueltamente los españoles habrían quedado aplastados incluso por los meros contingentes europeos de Bolívar, pero este prefirió prolongar la guerra cinco años más.
En octubre de 1819 el congreso de Angostura había obligado a su delegado Zea a dimitir de su cargo, colocando a Arizmendi en su lugar. Al conocer la noticia, Bolívar lanzó inmediatamente su legión extranjera contra Angostura, sorprendió a Arzimendi que no contaba más que con 600 nativos, le desterró a la isla Margarita y restauró a Zea en sus dignidades. El doctor Roscio, entusiasmándose con las perspectivas de un poder centralizado, le movió a “proclamar la república de Colombia", que incluía Nueva Granada y Venezuela, así como a publicar una ley fundamental para el nuevo estado elaborada por Roscio, y a consentir el establecimiento de un congreso común para ambas provincias. El 20 de enero de 1820 estaba ya de regreso en San Fernando de Apure. La repentina retirada de la legión extranjera, más temida por los españoles que un número diez veces mayor de colombianos, dio a Morillo una oportunidad de recibir refuerzos, mientras la noticia de una gran expedición que iba a salir de España bajo el mando de O'Donnell levantaba los decaídos ánimos del partido español. Pese a la gran superioridad numérica de sus fuerzas, Bolívar consiguió no conseguir nada durante la campaña de 1820. Mientras tanto llegó de Europa la noticia de que la revolución de la isla de León había puesto fin terminante a la prevista expedición de O'Donell. Quince de las veintidós provincias de Nueva Granada se habían adherido al gobierno de Colombia, y los españoles no conservaban allí ya más que la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. Por lo que hace a Venezuela, seis de las ocho provincias acataban la ley de Colombia, tal era la situación en el momento en que Bolívar se decidió a entablar unas negociaciones con Morillo que terminaron en Trujillo el 25 de noviembre del año 1820 con la conclusión de una tregua de seis meses. En el documento no se mencionaba la república de Colombia, aunque el congreso había prohibido explícitamente que se concertara pacto alguno con el comandante español sin que éste reconociera la independencia de la república. El 17 de noviembre Morillo, ansioso de jugar él también su carta en España, embarcó en Puerto Cabello, dejando a Miguel de La Torre como comandante supremo, y el 10 de marzo de 1821 Bolívar comunicó a éste por carta que reanudaría las hostilidades a los 30 días.
Los españoles habían tomado una sólida posición en Carabobo, a mitad de camino entre San Carlos y Valencia; pero La Torre, en vez de concentrar en ella todas sus fuerzas había situado sólo su primera división -2.500 infantes y unos 1.500 caballos-, mientras que Bolívar contaba con 6.000 hombres de infantería -entre ellos los 1.100 de la legión británica- y 3.000 llaneros a caballo mandados por Páez. La posición del enemigo pareció a Bolívar tan formidable que propuso en consejo de guerra negociar un nuevo armisticio, propuesta que fue rechazada por sus subalternos. En cabeza de una columna principalmente formada por la legión británica, Páez consiguió rodear por caminos secundarios el flanco derecho del enemigo; al tener éxito esa maniobra, La Torre se retiró precipitadamente sin detenerse hasta Puerto Cabello, donde se encerró con el resto de sus tropas. La propia plaza de Puerto Cabello habría tenido que rendirse si el ejército victorioso hubiera marchado rápidamente contra ella, pero Bolívar perdió el tiempo exhibiéndose en Valencia y Caracas. El 21 de septiembre de 1821 la sólida fortaleza de Cartagena capituló ante Santander. Los últimos hechos de armas en Venezuela, la acción naval de Maracaibo en agosto de 1823 y la inevitable rendición de Puerto Cabello en julio de 1824, fueron ambos obra de Padilla. La revolución de la isla de León, que impidió la salida de la expedición O'Donnell, y la ayuda de la legión británica habían invertido evidentemente la situación en favor de los colombianos.
El congreso colombiano inauguró sus sesiones en enero de 1821 en Cúcuta, promulgó el 30 de agosto una nueva constitución y renovó los poderes de Bolívar tras pretender éste resignarlos. Luego de firmar la nueva Constitución Bolívar obtuvo autorización para emprender la campaña de Quito (1822), provincia a la que se habían retirado los españoles al ser expulsados del istmo de Panamá por una amplia sublevación popular. La campaña, que terminó con la incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, fue nominalmente dirigida por Bolívar y el general Sucre, pero las escasas victorias conseguidas por el ejército fueron totalmente obra de oficiales británicos, como el coronel Sands. Durante las campañas de 1823-24 contra los españoles en el alto y bajo Perú, Bolívar no creyó ya siquiera necesario revestirse de la apariencia de jefe militar, sino que, dejando abiertamente toda tarea de guerra al general Sucre, se limitó a hacer entradas triunfales, manifiestos y proclamaciones de constituciones. Por medio de su guardia personal colombiana dominó las votaciones del congreso de Lima, el cual le nombró dictador el 10 de febrero de 1823, mientras Bolívar se aseguraba la reelección a la presidencia de Colombia mediante otro ofrecimiento de dimisión. Su posición se había robustecido mientras tanto gracias al reconocimiento formal del nuevo estado por parte de Inglaterra y a causa también de la conquista de las provincias del alto Perú por Sucre, el cual las unió en una república independiente bajo el nombre de Bolivia. En este país, donde las bayonetas de Sucre eran omnipotentes, Bolívar manifestó plenamente su propensión al poder arbitrario implantando el "Código Boliviano”, imitación del Code Napoléon. Su plan consistía en trasplantar ese código de Bolivia al Perú y del Perú a Colombia, dominar prácticamente aquellos estados con tropas colombianas y Colombia con la legión británica y tropas peruanas. Con una mezcla de violencia e intriga, Bolívar consiguió mantener su Código en el Perú, al menos por algunas semanas.
Presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y benefactor de Bolivia, había alcanzado ya la cima de su gloria. Pero en Colombia había surgido una oposición seria en los centralistas o bolivaristas y los federalistas, bajo cuya última denominación se habían coaligado los enemigos de la anarquía militar con los rivales militares de Bolívar. A instigación de éste el congreso colombiano presento un acta de acusación contra el vicepresidente de Venezuela Páez, el cual pasó abiertamente a la rebeldía, apoyado y empujado secretamente por Bolivar, que deseaba el estallido de insurrecciones para disponer ele un pretexto que le permitiera terminar con la Constitución y volver a asumir la dictadura. A su regreso del Perú traía consigo, además de su guardia personal, 1.800 peruanos claramente reunidos contra los rebeldes federalistas. En Puerto Cabello, empero, donde se encontró con Páez, Bolívar, además de confirmar a aquél su mando de Venezuela, publicó una proclama de amnistía para todos los rebeldes, tomó abiertamente el partido de éstos y se opuso a los enemigos de la Constitución; por un decreto fechado en Bogotá el 23 de noviembre de 1826 volvió a asumir los poderes dictatoriales.
En el año 1827 del que data la decadencia de su poder, tuvo la idea de reunir en Panamá un congreso cuya finalidad declarada era el establecimiento de un nuevo código democrático internacional. Acudieron plenipotenciarios de Colombia, Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala, etc. Lo que realmente deseaba Bolívar era la integración de toda Sudamérica en una república federal con él como dictador. Mientras daba así libre curso a sus sueños de unir medio mundo a su nombre, su poder efectivo le resbalaba rápidamente de entre las manos. Las tropas colombianas estacionadas en el Perú promovieron una violenta insurrección al saber que Bolívar estaba preparando la introducción del código boliviano en su país. Los peruanos eligieron al general Lamar como presidente de la república, ayudaron a los bolivianos a expulsar las tropas colombianas y emprendieron incluso una victoriosa guerra contra Colombia, concluida por un tratado que reducía este país a sus primitivos límites, estipulaba la igualdad de los dos estados y separaba sus respectivas deudas.
El congreso de Ocaña, convocado por Bolívar con la intención de modificar la constitución en beneficio de su arbitrario poder, se inauguró el 2 de marzo de 1828 con una meditada declaración que insistía en la necesidad de conceder nuevos privilegios al ejecutivo. Pero al resultar evidente que el proyecto de reforma de la Constitución saldría del congreso en forma muy distinta de la original, los partidarios de Bolívar abandonaron sus puestos, con lo que el congreso quedó sin quorum y extinguido. Desde una finca campesina a la que se había retirado, distante algunas millas de Ocaña, Bolívar publicó otro manifiesto en el que pretendía haber sido obligado por sus propios partidarios a dar aquel paso, pero atacaba al mismo tiempo al congreso, llamaba a las provincias a tomar medidas extraordinarias y se declaraba dispuesto a asumir cualquier poder con que se le quisiera gravar. Asambleas populares celebradas en Caracas, Cartagena y Bogotá – ciudad esta última a la que se había trasladado- volvieron a investirle con poderes dictatoriales bajo la presión de sus bayonetas. Un intento de asesinarle en su domicilio -intento al que escapó saltando de su balcón en la oscuridad y escondiéndose bajo un puente- le dio la ocasión de implantar durante algún tiempo una especie de terrorismo militar. No se atrevió empero a tocar a Santander que había tomado parte en la conspiración, mientras que en cambio hizo ejecutar al general Padilla, cuya culpabilidad no estaba en absoluto probada, pero que, como hombre de color, no tenía posibilidad de resistir.
Durante el año 1829 la república fue agitada por violentas luchas civiles, y Bolívar, en un nuevo llamamiento a los ciudadanos, les invitó a expresar claramente sus deseos respecto de una reforma de la Constitución. Una asamblea de notables reunida en Caracas contestó denunciando la ambición de Bolívar, poniendo de manifiesto la deficiencia de su administración, declarando la separación de Venezuela de Colombia y colocando al general Páez a la cabeza de aquella república. El senado de Colombia se declaró por Bolívar, pero otras insurrecciones estallaron en diversos lugares. Tras dimitir por quinta vez en enero de 1830, volvió a aceptar la presidencia y partió de Bogotá para combatir a Páez en nombre del congreso colombiano. A fines de marzo de 1830 se puso en marcha con 8.000 hombres, tomó Caracuta, que se había sublevado y se dirigió luego hacia la provincia de Maracaibo donde le esperaba Páez con 12.000 hombres en solidas posiciones. Tan pronto se dio cuenta de que Páez pensaba luchar en serio se abatieron los ánimos de Bolívar. Por un momento pensó incluso en someterse a Páez y declararse contra el Congreso; pero la influencia de sus partidarios en el Congreso había terminado ya, y finalmente se vio obligado a presentar su dimisión; se le comunicó que la dimisión era aceptada y que se le garantizaría una pensión anual con la condición de que partiera para algún país extranjero. De acuerdo con ello envió su dimisión al Congreso el 27 de abril de 1830. Pero creyendo que podría volver a conquistar el poder con la influencia de sus partidarios y gracias a un movimiento de reacción que se había iniciado contra Joaquín Mosquera, el nuevo presidente de Colombia, retrasó considerablemente su retirada de Bogotá y consiguió con varios pretextos prolongar su estancia en San Pedro hasta fines de 1830, en que murió repentinamente.
He aquí su retrato trazado por Ducoudrey- Holstein: "Simón Bolívar tiene 5 pies y 4 pulgadas de estatura, rostro alargado, mejillas secas, tez morena pálida; los ojos son de mediano tamaño y muy hundidos; el cabello escaso. Los bigotes le dan un aspecto sombrío y salvaje, especialmente cuando está alterado. Parece como si tuviera 65 años. Mueve constantemente los brazos al andar. No resiste, por cierto, largas caminatas, sino que se cansa en seguida. Es muy aficionado a la hamaca, en la que acostumbra a estar sentado o echado, lanzando maldiciones e imprecaciones a su alrededor. Tiene también la costumbre de prorrumpir en sarcasmos sobre personas ausentes, no lee más que literatura ligera francesa, es jinete audaz y apasionado bailarín de valses. Gusta de oírse hablar y brindar. En la adversidad o privado de ayuda está totalmente libre de pasión, violencia o impulsividad. En esas circunstancias se hace suave, paciente, dócil y hasta sumiso. Disimula en gran medida sus defectos con las pulidas maneras de un hombre educado en el beau monde, posee un talento casi asiático para el disimulo y tiene más conocimiento de los hombres que la mayoría de sus compatriotas". Por un decreto del Congreso de Nueva Granada sus restos fueron traslalados en 1842 a Caracas y se erigió un monumento en su honor. Véase: Historie de Bolivar, par le général Ducoudrey- Holstein, continuée jusqu'a sa mort par Alphonse Viollet (París 1831); Memories of General John Miller (in the service of the Republic of Peru); Colonel Hippisley, Account of his Joumey to the Orinoco (London 1819).
[New American Cyclopedia, vol. 3, 1958]
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