La labor del activismo político es la de crear las condiciones necesarias para que se produzca la situación exigida para el desarrollo de los acordes de “nuestra melodía” (Nina Simone).
RAPPORT
Cuando hablamos de Activismo, pienso –irremediablemente- en Nina Simone. Situada permanentemente FRENTE al poder, su vida es su más acabada obra. Pocos pueden decirlo.
Y, siguiendo a Simone, la labor del activismo político es la de “crear las condiciones necesarias para que se produzca la situación exigida para el desarrollo de los acordes de “nuestra melodía”.
Nada de alcanzar el poder (pretensión propia de “proyectos personales” sostenidos en la manipulación informativa, con el apoyo del sistema mediático, brazo ¿no? armado del terrorismo de estado). Solo contribuir a crear las condiciones que exigen el nacimiento y desarrollo de una Sociedad Justa y solidaria.
Pese a su “intimidad” con el Fascismo, Santi Romano acertó de pleno en su definición de Derecho. “Ubi societas, ibi ius” (dónde hay una sociedad, allí hay derecho).
Es decir, primero, la sociedad; luego el derecho.
Cuando la ecuación cambia sus términos (primero el derecho, luego la sociedad), estamos ante el fascismo; ante la imposición a la sociedad de un “orden” que le es ajeno.
Y así estamos en las “Revoluciones” de indignaditos de colorines, promotoras políticas de indignados sistémicos cualificados (por su narcisismo).
El Reformismo, en cuanto pueda tener de valioso, sólo puede ser entendido rechazando el sistema que plantea transiciones lentas a lo largo de un dilatado periodo –varias generaciones.
Otra visión del reformismo resulta perturbadora; no es reformismo ya, sino maquillaje, gatopardismo. El reformismo trata de mejorar la realidad; no de ocultarla.
Cada paso ha de ser andado. El primer pie ha de estar anclado en la realidad; para mejorarla. El paso se completará con el andar en pos de ese mundo nuevo, Justo y Solidario. Fraternidad.
Desgajar la realidad de la actividad política conduce al fracaso y a la desmotivación; a la aceptación de los arcanos inexplicables que producen nuestra sumisión.
Pongamos el ejemplo español de los últimos meses: El Parlamento –si, el Parlamento, desde el que se construyen realidades y se destruyen ideas y futuros- ha destruido (en una ruina ESTRUCTURAL, no meramente funcional) el Derecho, la organización de la sociedad: Se han sustituido las Leyes que conforman la estructura fundamental del Estado. Ley Orgánica del Tribunal Constitucional; Ley Orgánica del Poder Judicial; ley de Enjuiciamiento Criminal; Ley de Enjuiciamiento Civil; Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado y del Procedimiento Administrativo común; Ley de Contratos del Estado; Ley de Ferrocarriles, Ley de Carreteras, … entre otras muchas aprobadas en los últimos meses (el listado es demasiado amplio para reproducirlo aquí, recomiendo consultar el BOE). Además de las Reformas Fiscal y Laboral.
Sin olvidar que, tras cada crisis, yace una oportunidad. Un movimiento tiene siempre –por poco que sea- algo de impredecible, de incontrolable.
“Hay que hacer la ignominia más ignominiosa”; “Hay que hacer la opresión real aun mas opresiva, agregándole la consciencia de la opresión; hay que hacer la ignominia aun mas ignominiosa, publicándola” (Karl Marx).
“Para que califiquemos de ignominiosa a una realidad es porque ya salimos de ella y podemos juzgarla desde la consciencia crítica. Por eso el hambre no es revolucionario, la miseria no es revolucionaria, porque por si mismas no garantizan nada; al contrario, lo que garantizan generalmente son situaciones primitivas, barbáricas e irracionales que arrojan a los hombres a ser fácilmente manipulados por el fascismo. Ahora, la consciencia del hambre es otra cosa, ya es un paso cualitativo. Una cosa es tener hambre y otra cosa es tener consciencia de que se tiene hambre. Una cosa es padecer la injusticia y otra es tener consciencia de la injusticia que se padece. Ahí es cuando la razón y lo fáctico, la materialidad, se unen y se genera un hecho acaso transformador de esa realidad. No hay posibilidad de transformar ninguna realidad si no hemos tomado consciencia de ella y no hemos asumido que esa realidad no debe ser, debe cambiar” (Feinmann).
Hablamos, por tanto, de CONCIENCIA DE CLASE.