EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (Parte 1), por Israel Regardie

EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (final)

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EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (Primera parte)

Israel Regardie

EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN, por Israel Regardie
Israel Regardie

 

PREFACIO

(a la 2da. Edición inglesa - revisada), 1964

En mi propia copia personal de la edición original, escribí la fecha en que la recibí... 1 abril de 1937. Por tanto, más de un cuarto de siglo ha pasado desde que este pequeño libro apareció. Juzgando por las muchas cartas que he recibido periódicamente desde todas las partes de mundo, la respuesta a él me indica que mucha gente ha encontrado un uso positivo para el método. Esto me agrada considerablemente, pues es lo que pretendía entonces -aparte de la broma implicada de la inscripción.

He modificado el texto original con una ligera y discreta redacción, y he añadido una pequeña sección sobre la oración. Esencialmente, sin embargo, no se ha cambiado. Esta nueva edición sale para probar ser, espero, tan útil como lo ha sido la anterior.

 

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CAPITULO I

Dentro de todo hombre y toda mujer hay una fuerza que dirige y controla el curso entero de la vida. Usada apropiadamente, puede curar toda aflicción y todo mal a los que se halla expuesta la humanidad. Toda religión afirma esto. Todas las formas de curación espiritual, sin importar bajo qué nombre viajen, prometen la misma cosa. Incluso el psicoanálisis emplea este poder, aunque indirectamente, usando la palabra líbido, ahora popular. Y es que la introspección crítica y la comprensión que trae hacia la psique libera tensiones de varias clases, y a través de esta liberación, el poder curador latente, interno, y natural al sistema humano, opera más libremente. Cada uno de estos sistemas se propone enseñarles a sus devotos métodos técnicos de pensamiento, o contemplación, u oración, que, de acuerdo con los términos a priori, de sus propias filosofías, renovarán sus cuerpos y transformarán todo su entorno. Ninguno o pocos de ellos, sin embargo, cumplen realmente de un modo completo la elevada promesa hecha al comienzo. Parece haber poca comprensión de los medios prácticos por los que las fuerzas espirituales que subyacen al universo y compenetran toda la naturaleza del hombre, pueden ser utilizadas y dirigidas hacia la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra. Naturalmente que, sin la cooperación universal, tal ideal es imposible para toda la humanidad. No obstante, cada uno puede comenzar para sí mismo la tarea de reconstrucción.

La pregunta crucial es, pues, ¿cómo podemos percatarnos de esta fuerza? ¿Cuáles son su naturaleza y sus propiedades? ¿Cuál es el mecanismo por el que podemos usarla?

Como antes he dicho, diferentes sistemas han desarrollado procesos ampliamente diferentes por los cuales el estudiante podría adivinar la presencia de tal poder. Meditación, oración, invocación, exaltación emocional, y demandas hechas al azar a la Mente Universal, han sido unos pocos de tales métodos. En última instancia, si ignoramos pequeños detalles de naturaleza trivial, todos tienen esto en común: tornando el penetrante poder ígneo de la mente interiormente hacia sí misma, y exaltando el sistema emocional hasta cierto nivel, podemos percatarnos de corrientes de fuerza previamente insospechadas; corrientes, más aún, casi eléctricas en su sensación, curadoras e integradoras en su efecto.

Es el uso dirigido de una fuerza tal el que es capaz de traer la salud al cuerpo y a la mente. Cuando es dirigida, actúa como un imán. Con esto quiero decir que atrae, a quienquiera que emplea estos métodos, justo aquellas necesidades de la vida, materiales o espirituales, que urgentemente necesita, o que se requieren para su posterior evolución.

Fundamentalmente, la idea subyacente a los sistemas de curación mental es ésta: en la atmósfera ambiente que nos rodea, y compenetrando la estructura de cada minúscula célula del cuerpo, hay una fuerza espiritual. Esta fuerza es omnipresente e infinita. Se halla presente tanto en el objeto más infinitesimal como en la nebulosa o universo-isla de proporciones más conmovedoras. Es esta fuerza la que es la vida misma. Nada hay que esté muerto en toda la vasta extensión del espacio. Todo pulsa con vibrante vida. Incluso las ultramicroscópicas partículas del átomo se hallan vivas; de hecho, el electrón es una cristalización de su poder eléctrico.

 

 

Siendo infinita esta fuerza vital, se concluye que el hombre debe estar saturado... atravesado plenamente por fuerza espiritual. Constituye su ser superior, su vínculo con la deidad, es Dios en el hombre. Toda molécula de su sistema físico debe estar empapada con su energía dinámica. Cada célula del cuerpo la contiene en plenitud. Nos enfrentamos así cara a cara con el problema que subyace a toda enfermedad. El enigmático problema del agotamiento nervioso.

¿Qué es la fatiga? ¿Cómo puede haber agotamiento si la vitalidad y las corrientes cósmicas de fuerza se vierten diariamente a través del hombre? Primariamente, es debido a que él ofrece tanta resistencia a su flujo a su través, que se cansa y enferma, culminando finalmente el conflicto con la muerte. ¿Cómo puede el mezquino hombre desafiar al universo? Más aún, ¿cómo puede ofrecer resistencia y oposición a la fuerza que subyace, y continuamente evoluciona, en el universo? La complacencia y confusión de su perspectiva mental, la cobardía moral en la que fue educado, y su percepción falsa de la naturaleza de la vida... éstas son las causas de resistencia al flujo interior del espíritu. El que esto sea inconsciente no es un obstáculo lógico a la fuerza de este argumento, como lo han demostrado todas las psicologías profundas. ¿Qué hombre se percata realmente de todos los procesos involuntarios que transcurren dentro de él? ¿Quién es consciente del intrincado mecanismo de sus procesos mentales, de aquellos por los que su comida es asimilada y digerida, de la circulación de su sangre, de la distribución arterial de la nutrición a cada órgano corporal? Todos estos son procesos puramente involuntarios. Lo son también hasta un alto grado sus resistencias a la vidaEl hombre se ha rodeado con una concha cristalizada de prejuicios y fantasías mal concebidas, una armadura que no ofrece entrada a la luz de la vida externa.

¿Por qué asombrarse si se aflige? ¿Por qué asombrarse de que esté tan enfermo e impotente, desvalido y pobre? ¿Por qué habría sorpresa en que el individuo corriente sea tan incapaz de habérselas adecuadamente con la vida?

 

 

El primer paso hacia la libertad y la salud es una realización (usamos aquí el término realización en el sentido de comprender por una expansión de conciencia) consciente del vasto reservorio espiritual en el que vivimos, nos movemos, y tenemos nuestro ser. Un esfuerzo intelectual repetido para hacer de esto una parte y parcela de la propia perspectiva mental hacia la vida, derrumba automáticamente o disuelve algo de la dura e inflexible concha de la mente. Y entonces la vida y el espíritu se vierten abundantemente. La salud surge espontáneamente, y una nueva vida comienza cuando el punto de vista sufre este cambio radical. Más aún, parecería que el entorno atrae justo a esa gente que puede ayudar de diversos modos, y precisamente aquellas amenidades que fueron esperadas por largo tiempo.

El segundo paso cae en una dirección ligeramente diferente: la respiración -un proceso bien simple. Su necesidad surge del postulado siguiente: si la vida es sólo una, omnipenetrante y omniabarcante, ¿qué más razonable que el que el mismo aire que respiramos de un momento a otro esté altamente cargado de vitalidad? Regulemos pues acordemente nuestros procesos respiratorios. Contemplamos que la vida es el principio activo en la atmósfera. Durante la práctica de esta respiración rítmica en periodos fijos del día no debería haber un esfuerzo de la mente, ninguna sobrecarga de la voluntad. Todo esfuerzo debe ser suave y fácil; es entonces que se obtiene la destreza. Dejemos que el aliento fluya hacia dentro mientras contamos mentalmente muy despacio... uno, dos, tres, cuatro. Entonces exhalemos contando lo mismo. Es fundamental e importante que el ritmo inicial, sea de cuatro o de diez cuentas, o cualquier otro conveniente, se mantenga. Porque es el ritmo mismo el que es responsable de la fácil absorción de vitalidad desde fuera, y de la aceleración del poder divino interno.

 

 

Un ritmo inmutable se manifiesta en todas partes en el universo. Es un proceso viviente cuyas partes se mueven y son gobernadas de acuerdo con las leyes cíclicas. Mirad al sol, las estrellas y los planetas. Todos se mueven con gracia incomparable, con un ritmo en sus tiempos inexorables. Sólo la humanidad ha vagado, en su ignorancia y autocomplacencia, lejos de los ciclos divinos de las cosas. Hemos interferido en los procesos rítmicos inherentes a la naturaleza, ¡y cuan tristemente hemos pagado por ello!

 

Haced, pues, la respiración rítmica a ciertos tiempos fijos del día cuando haya pocas posibilidades de ser molestado. Cultivad sobre todo el arte de la relajación. Aprended a dirigiros a cada músculo tenso desde las puntas de los pies a la cabeza mientras yacéis sobre vuestra espalda en la cama. Decidles deliberadamente que suelten su tensión y cesen su contracción inconsciente. Pensad en la sangre fluyendo copiosamente a cada órgano en respuesta a vuestro mandato, llevando la vida y la nutrición a todas partes, produciendo un estado de salud resplandeciente, radiante. Sólo después de que estos procesos preliminares hayan sido realizados, deberéis comenzar con vuestra respiración rítmica, lentamente y sin prisa. Gradualmente, conforme la mente se acostumbre a la idea, los pulmones tomarán el ritmo espontáneamente. En unos poco minutos se habrá hecho automático. Todo el proceso se vuelve entonces extremadamente simple y agradable

 

Por lo tanto, al intentar sintonizarnos de nuevo con el poder espiritual inteligente que funciona a través del mecanismo de la naturaleza, no intentamos copiar ciegamente, sino adoptar inteligentemente sus métodos. Haced, pues, la respiración rítmica a ciertos tiempos fijos del día cuando haya pocas posibilidades de ser molestado. Cultivad sobre todo el arte de la relajación. Aprended a dirigiros a cada músculo tenso desde las puntas de los pies a la cabeza mientras yacéis sobre vuestra espalda en la cama. Decidles deliberadamente que suelten su tensión y cesen su contracción inconsciente. Pensad en la sangre fluyendo copiosamente a cada órgano en respuesta a vuestro mandato, llevando la vida y la nutrición a todas partes, produciendo un estado de salud resplandeciente, radiante. Sólo después de que estos procesos preliminares hayan sido realizados, deberéis comenzar con vuestra respiración rítmica, lentamente y sin prisa. Gradualmente, conforme la mente se acostumbre a la idea, los pulmones tomarán el ritmo espontáneamente. En unos poco minutos se habrá hecho automático. Todo el proceso se vuelve entonces extremadamente simple y agradable.

Sería imposible sobreestimar su importancia o eficacia. Conforme los pulmones toman el ritmo, inhalando y exhalando con un ritmo mesurado, lo comunican y lo extienden gradualmente a todas las células y tejidos de alrededor. Igual que una piedra arrojada a un estanque envía ondas expansivas y círculos concéntricos de movimiento, así hace el movimiento de los pulmones. En unos pocos minutos todo el cuerpo vibra en unísono con su movimiento. Cada célula parece vibrar simpáticamente. Y muy pronto, todo el organismo se siente como si fuera una batería inagotable de poder. La sensación —y debe ser una sensación— es inconfundible.

Simple como es, el ejercicio no debe ser menospreciado. Es sobre el dominio de esta técnica tan sencilla que se apoya en el resto del sistema. Amaestradla primero. Aseguraos de que podéis relajaros completamente, y producid después la respiración rítmica en unos pocos segundos.

 

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CAPITULO II

Trato ahora de una idea fundamental y altamente significativa. Es la incapacidad de realizar o de haber captado plenamente su importancia, lo que subyace al fallo observado frecuentemente en muchos sistemas de cultura mental y curación espiritual. Igual que en el cuerpo físico hay órganos especializados para realizar funciones especializadas, así en la naturaleza mental y espiritual existen centros y órganos correspondientes. Exactamente igual que los dientes, el estómago, el hígado y los intestinos son mecanismos evolucionados y diseñados por la naturaleza para la digestión y asimilación de la comida, hay centros similares en los otros constituyentes de la naturaleza del hombre. La boca recibe alimento. La digestión tiene lugar en el estómago y el intestino delgado. Igualmente hay un aparato para rechazar productos de desecho. En la naturaleza psíquica hay también centros focales para la absorción de poder espiritual del universo exterior. Otros hacen su distribución y circulación posible. La energía dinámica y el poder que le entran al hombre desde fuera no son uniformes o semejantes en frecuencia vibratoria. Pueden ser de un voltaje demasiado alto, por así decirlo, para ser resistidos fácilmente por él. Dentro, por tanto, hay cierto aparato psíquico por el cual pueden ser asimiladas y digeridas indiscriminadas corrientes cósmicas de energía, siendo por tanto su voltaje descendido o ajustado al nivel humano. El proceso de percatarse de su aparato psíquico, y usar la energía que genera, es parte integral de este sistema curativo. Es mi creencia que la oración y los métodos contemplativos emplean inconscientemente estos centros internos. De aquí que seríamos más sabios y mucho más eficientes en emplear deliberadamente para nuestros propios fines este poder espiritual, y los centros a través de los que fluye. Llamemos a estos últimos, por el momento, órganos psicoespirituales, de los cuales hay cinco mayores. Puesto que debemos nombrarlos, por cuanto que la mente humana gusta de clasificar y tabular las cosas, permítaseme darles los títulos menos comprometidos imaginables, de modo que no pueda oponérseles ningún sistema de prejuicios. Por conveniencia, al primero lo podemos llamar Espíritu, al segundo Aire, a los siguientes Fuego, Agua y Tierra.

 

 

Para ilustrar el concepto, reproduzco aquí un diagrama simple. Muestra la posición y localización de los centros. En ningún momento deseo que se entienda que estos centros son de naturaleza y posición física (aunque puedan haber paralelismos glandulares). Existen en una parte más sutil, espiritual o psíquica, de la naturaleza del hombre. Podemos incluso considerarlos no como realidades en sí mismas, sino como símbolos, símbolos grandes redentores, y salvadores. Bajo ciertas condiciones podemos percatarnos de ellos del mismo modo que podemos percatarnos de diferentes órganos en nuestros cuerpos físicos. Hablamos corrientemente de la razón como situada en la cabeza, refiriendo la emoción al corazón y el instinto al estómago. Similarmente, existe una correspondencia natural entre estos centros y varias partes del cuerpo.

El axiomático en este sistema que hay tres mecanismos o medios principales por los que podemos percatarnos de estos centros, para despertarlos de su estado durmiente, de modo que puedan funcionar dentro apropiadamente: los tres medios son pensamiento, color y sonido.

 

La mente debe concentrarse en la supuesta posición de estos centros uno por uno. Entonces deben entonarse y vibrarse ciertos nombres que deben considerarse como ritmos vibratorios. Finalmente, cada centro ha de visualizarse como teniendo un color y una forma particulares. La combinación de estos tres agentes despierta gradualmente los centros a partir de su latencia. Lentamente son estimulados al funcionamiento, cada uno de acuerdo a su propia naturaleza, vertiendo una corriente de energía y poder altamente espiritualizados en el cuerpo y la mente. Cuando finalmente su operación se hace habitual y estabilizada, el poder espiritual que generan puede ser dirigido a voluntad para curar varias aflicciones y enfermedades, tanto de naturaleza psicológica como física

 

La mente debe concentrarse en la supuesta posición de estos centros uno por uno. Entonces deben entonarse y vibrarse ciertos nombres que deben considerarse como ritmos vibratorios. Finalmente, cada centro ha de visualizarse como teniendo un color y una forma particulares. La combinación de estos tres agentes despierta gradualmente los centros a partir de su latencia. Lentamente son estimulados al funcionamiento, cada uno de acuerdo a su propia naturaleza, vertiendo una corriente de energía y poder altamente espiritualizados en el cuerpo y la mente. Cuando finalmente su operación se hace habitual y estabilizada, el poder espiritual que generan puede ser dirigido a voluntad para curar varias aflicciones y enfermedades, tanto de naturaleza psicológica como física. Puede también ser comunicado por una simple imposición de manos a otra persona. Simplemente pensando con fijeza e intención, la energía puede incluso ser comunicada de mente a mente telepáticamente, o transmitida a través del espacio a otra persona a varias millas de distancia —no ofreciendo los objetos en el espacio ninguna interrupción u obstáculo a su paso. En primer lugar, la posición de los centros, tal como se muestra diagramáticamente, debe memorizarse. Deben estimularse a la actividad sentándose o tumbándose sobre la espalda en un estado perfectamente relajado. Las manos pueden recogerse en el regazo o bien, con los dedos cruzados, permitirse descansar sueltamente bajo el plexo solar. Debería inducirse la calma de la mente, y varios minutos dedicados a la respiración rítmica deberían resultar en la sensación de una suave ondulación sobre el diafragma. Imaginad después por encima de la región coronal de la cabeza una bola o esfera de luz blanca brillante. No forcéis a la imaginación para que visualice la esfera de luz. La fuerza sólo resultaría en el desarrollo de tensión neuromuscular, y esto impediría nuestro propósito. Hágase tranquila y fácilmente. Si la mente vaga, como de hecho lo hará, esperad un momento o dos y volvedla atrás suavemente. Al mismo tiempo, vibrad o entonad la palabra Eheieh, pronunciada como E-he-ie. Después de unos pocos días de práctica será fácil imaginar al nombre vibrando por encima de la cabeza en el centro llamado Espíritu. Esta es la divinidad inmanente o que cubre a cada uno de nosotros, el ser espiritual básico del que todos podemos extraer. Eheieh significa literalmente YO SOY, y este centro representa la conciencia interna del YO SOY.

 

En primer lugar, la posición de los centros, tal como se muestra diagramáticamente, debe memorizarse. Deben estimularse a la actividad sentándose o tumbándose sobre la espalda en un estado perfectamente relajado. Las manos pueden recogerse en el regazo o bien, con los dedos cruzados, permitirse descansar sueltamente bajo el plexo solar. Debería inducirse la calma de la mente, y varios minutos dedicados a la respiración rítmica deberían resultar en la sensación de una suave ondulación sobre el diafragma. Imaginad después por encima de la región coronal de la cabeza una bola o esfera de luz blanca brillante. No forcéis a la imaginación para que visualice la esfera de luz

 

El efecto de dirigir así mentalmente la vibración es el de despertar el centro a la actividad dinámica. Una vez que empieza a vibrar y rotar, se sienten emanar hacia abajo luz y energía, sobre y dentro de la personalidad. Enormes cargas de poder espiritual se abren camino en el cerebro, y todo el cuerpo se siente inundado de vigor y vida. Incluso las puntas de los dedos de manos y pies reaccionan al despertar de la esfera coronal por una ligera sensación de picor sentida al principio. El nombre debería ser entonado durante las primeras pocas semanas de práctica en un tono de voz moderadamente audible y sonoro. Conforme se adquiere destreza, la vibración puede practicarse en silencio, siendo el nombre imaginado y situado mentalmente en el centro. Si la mente tiende a vagar, la repetición frecuente de la vibración se encontrará de gran ayuda para la concentración. Habiendo dejado aquí descansar a la mente por unos cinco minutos, en los que se verá fulgir y centellear, imaginad que emite hacia abajo una banda blanca a través del cráneo y el cerebro, deteniéndose en la garganta. Aquí se expande para formar una segunda bola de luz, que debería incluir una gran parte de la cara hasta, e incluyendo, las cejas. Si la laringe se concibe como el centro de la esfera, entonces la distancia desde ella a la vértebra cervical en la parte de atrás del cuello será aproximadamente el radio. Naturalmente que esta dimensión variará con gente diferente. Debe proseguirse una técnica similar con esta esfera (a la que llamamos el centro de Aire) a la que se hizo con la anterior. Debería ser formulada fuerte y vivamente como una esfera centelleante de luz blanca brillante, resplandeciendo y fulgiendo desde dentro. El nombre a vibrar es Jehovah Elohim... pronunciado como Ye-ho-vo E-lo-him.

Una palabra o dos podrían no estar de más en este punto con relación a los nombres. En realidad son nombres adscritos a Dios en varias partes del Antiguo Testamento. La variedad y variación de estos nombres son atribuidas a diferentes funciones divinas. Cuando actúa de cierta manera. Él es descrito por los escribas bíblicos por un nombre. Cuando hace otra cosa, se usa otro nombre más apropiado a Su acción. El sistema que estoy describiendo ahora tiene sus raíces en la tradición mística hebrea. Sus innovadores antiguos fueron hombres de exaltadas aspiraciones religiosas y genio. Cabe esperar que fuera proyectada por ellos una base religiosa en este sistema psicológico científico. Pero debe explicarse que para nuestros propósitos del presente día no se implica connotación religiosa alguna por mi uso de estos nombres divinos bíblicos. Cualquiera puede usarlos sin suscribirse en lo más mínimo a las antiguas opiniones religiosas... sea él judío, cristiano, hindú, budista, o ateo.

 

Son notas clave de diferentes constituyentes de la naturaleza del hombre, puertas de entrada a otros tantos niveles de esa parte de la psique de la cual somos normalmente inconscientes. Son frecuencias vibratorias o firmas simbólicas de los centros psicofísicos que estamos describiendo. Su uso como notas-clave vibratorias, despierta a la actividad los centros con los que su frecuencia se halla en simpatía, transmitiendo a nuestra conciencia algún reconocimiento de los varios niveles del lado espiritual inconsciente de nuestras personalidades.

 

Es un sistema puramente empírico que tiene éxito a pesar del escepticismo o la fe del operador. Nosotros podemos considerar hoy estos nombres sagrados en una luz enteramente diferente y práctica. Son notas clave de diferentes constituyentes de la naturaleza del hombre, puertas de entrada a otros tantos niveles de esa parte de la psique de la cual somos normalmente inconscientes. Son frecuencias vibratorias o firmas simbólicas de los centros psicofísicos que estamos describiendo. Su uso como notas-clave vibratorias, despierta a la actividad los centros con los que su frecuencia se halla en simpatía, transmitiendo a nuestra conciencia algún reconocimiento de los varios niveles del lado espiritual inconsciente de nuestras personalidades. De aquí que el verdadero significado religioso no nos concierna. Ni su traducción literal. Para referirnos de nuevo al centro de Aire en la garganta, que los sonidos vibratorios sean entonados un número de veces, hasta que su existencia sea reconocida y sentida claramente como una experiencia sensoria definida. No hay confusión posible en la sensación de su despertar. Debería emplearse en formularla, y para los centros siguientes, aproximadamente el mismo tiempo que el que fue dedicado a la contemplación de la esfera coronal. Habiendo pasado a este período, déjese descender desde ella, con la ayuda de la imaginación, una banda de luz.

 

 

Descendiendo a la región del plexo solar, justo debajo del esternón o hueso del pecho, la banda se expande de nuevo para formar una tercera esfera. Esta es la posición del centro de Fuego. La atribución del fuego a este centro es particularmente apropiada, porque el corazón se halla notoriamente asociado con la naturaleza emocional, con el amor y los sentimientos superiores. ¿Cuán frecuentemente no hablamos de una ardiente pasión, y de la llama del amor, y demás? El diámetro de esta esfera cardíaca de alrededor debería ser tal como para extenderse desde la parte frontal del cuerpo hasta la espalda. Vibrad aquí el nombre Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado como Ye-hoh-vo E-loh ve-Da-as. Tened cuidado de que la entonación vibre bien dentro de la esfera blanca formulada. Si esto se hace, se sentirá al punto de emanar una radiación de calor desde el centro, estimulando suavemente todas las partes y órganos de alrededor. Puesto que la mente funciona en y a través del cuerpo, siendo coextensiva con él, las facultades mentales y emocionales son estimuladas igualmente por el flujo dinámico de energía desde los centros. La dura barrera erigida entre la conciencia y el inconsciente, un tabique blindado que impide nuestra expansión libre y obstaculiza el desarrollo espiritual, se disuelve lentamente. Conforme pasa el tiempo y la práctica continúa, puede desaparecer completamente, y la personalidad adquiere gradualmente integración y plenitud. Así la salud se expande a cada función de la mente y el cuerpo, y la felicidad aparece como una bendición permanente.

Continuad la banda hacia abajo desde el plexo solar hasta la región pélvica, la región de los órganos generativos. Aquí también, ha de visualizarse una esfera radiante, aproximadamente de las mismas dimensiones que la superior. Aquí también ha de entonarse un nombre para producir una rápida vibración en las células y moléculas del tejido de esa región. Shaddai El Chai debe pronunciarse Sha-dai El Cjai. A la mente debe permitírsela detenerse en la formulación imaginativa por algunos minutos, visualizando la esfera como de una brillantez blanca. Y cada vez que la mente vague desde tal brillantez, como al principio estará obligada a hacerlo, dejadla volver suavemente por vibraciones repetidas y poderosas del nombre.

Puede temerse que esta práctica despertase o estimulase innecesariamente el sentimiento y las emociones sexuales. En aquellos en los que está rabiando un conflicto sexual, tal aprensión es justa y legítima. En realidad, sin embargo, el temor es sin fundamento. Porque la contemplación del centro de Agua como una esfera de luz blanca conectada por una banda a los centros superiores y más espirituales actúa de un modo bastante más sedante. Y de hecho la estimulación sexual puede alejarse, no por una represión ignorante y corta de vista, sino por la circulación de tales energías a través del sistema por medio de esta práctica. Puede instigarse así un proceso de sublimación concienzudo y de largo alcance, casi alquímico en efecto. Esto no debe ser interpretado como una legitimación de la evasión del problema sexual.

 

El paso final es visualizar de nuevo la banda descendiendo desde la esfera reproductiva, moviéndose hacia abajo a través de los muslos y piernas, hasta que golpea los pies. Ahí se expande desde un punto aproximadamente por debajo del tobillo, y forma una quinta esfera. Hemos llamado a éste el centro de Tierra.

 

El paso final es visualizar de nuevo la banda descendiendo desde la esfera reproductiva, moviéndose hacia abajo a través de los muslos y piernas, hasta que golpea los pies. Ahí se expande desde un punto aproximadamente por debajo del tobillo, y forma una quinta esfera. Hemos llamado a éste el centro de Tierra. Que la mente formule aquí, exactamente como antes, una brillante esfera deslumbrante del mismo tamaño que las anteriores. Vibrad el nombre Adonai ha-Aretz como Ado- nai ha-A-retz. Habiendo utilizado varios minutos en despertar este centro por un pensamiento fijo y persistente y por la vibración repetida del nombre, deteneos un pequeño rato.

La combinación de la respiración rítmica junto a la visualización voluntaria del descenso de poder a través de la banda de luz del Pilar del Medio

Tratad entonces de visualizar claramente la banda completa de luz plateada, adornada como si fuera con cinco vistosos diamantes de incomparable brillantez, extendiéndose desde la corona de la cabeza hasta las plantas de los pies. Pero unos pocos minutos bastarán para dar realidad a este concepto, trayendo una realización de las poderosas fuerzas que, actuando sobre la personalidad, son finalmente asimiladas en el sistema psicofísico después de su transformación y pasaje a través de los centros imaginativos. La combinación de la respiración rítmica junto a la visualización voluntaria del descenso de poder a través de la banda de luz del Pilar del Medio, como también se llama, produce con mucho los mejores resultados.

Conforme se adquiere la destreza y la familiaridad en la formulación de los centros, puede hacerse una adición a la técnica. Anteriormente indiqué que el color era una consideración muy importante por lo que se refiere a esta técnica. Cada centro tiene una diferente atribución de color, aunque es más sabio por un largo período de tiempo refrenarse de usar otro color que no sea el blanco. Se atribuye el color blanco al centro de espíritu o coronal. Es el color de la pureza, del espíritu, la divinidad, y demás. Representa, no tanto un constituyente humano, sino un principio universal y cósmico que cubre a toda la humanidad.

Conforme descendemos en la banda, sin embargo, los colores cambian. El lila es atribuido al centro de Aire o de la garganta, y representa particularmente las facultades mentales, la conciencia humana como tal. Para el centro de Fuego, el rojo es una asociación obvia que no requiere posterior comentario. El azul es el color referido al centro de Agua; es el color de la paz, la calma y la tranquilidad, ocultando una enorme fuerza y una virilidad enormes. En otras palabras, su paz es la paz de la fuerza y el poder, más que la inercia de la mera debilidad. Finalmente, el color referido al centro interior de la Tierra es el bermellón, el rico y profundo color de la tierra misma, el fundamento sobre el que descansamos.

A partir de este sumario tan breve y conciso se verá que cada uno de estos centros tiene una especie de afinidad o simpatía con un constituyente espiritual diferente. Un centro es peculiarmente simpático a, o está asociado con, las emociones y los sentimientos, mientras que otro tiene una base definidamente intelectual. De aquí se sigue lógicamente, y la experiencia demuestra este hecho, que su actividad y estimulación equilibradas evocan una reacción simpática de toda parte de la naturaleza del hombre. Y cuando la enfermedad que se manifiesta en el cuerpo sea debida a algún desajuste o enfermedad psíquica, entonces la actividad del centro apropiado debe considerarse como afectada en cierto modo de una manera deletérea. Su estimulación por el sonido, pensamiento, y el color, tiende a estimular el correspondiente principio psíquico, y a dispersar por lo tanto el desajuste. Antes o después es inducida físicamente una reacción para la desaparición de la enfermedad, y la consecuente construcción de nuevas células y tejidos... la aparición de la salud misma.

 

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ISRAEL REGARDIE

 

Francis Israel Regudy nació en Londres (Inglaterra) el 17 de noviembre de 1907 y murió en Sedona (Arizona, Estados Unidos) el 10 de marzo de 1985. Llegó a los Estados Unidos el 11 de agosto de 1921 y estudió en escuelas de arte tanto en Washington DC como en Filadelfia.

Regresó a Europa en 1928 bajo la invitación de Aleister Crowley, trabajó como su secretario en París y estudió ocultismo con él. Regardie regresó a Londres como secretario de Thomas Burke (1932-1934), y durante ese tiempo escribió A Garden of Pomegranates y The Tree of Life (El árbol de la vida).

En 1934 fue invitado a unirse a la «Orden del Amanecer Dorado» (Golden Dawn) y la «Estrella Matutina» (Stella Matutina). Durante este tiempo escribió The Middle Pillar (El Pilar del medio) y The Art of True Healing al mismo tiempo escribiendo el trabajo básico para The Philosopher's Stone (La Piedra Filosofal).

A su regreso a los Estados Unidos en 1937, rompiendo la promesa hecha de nunca revelar los documentos secretos del Amanecer Dorado, publicó el libro The Magical System of the Golden Dawn en cuatro tomos, hecho que le ganó la enemistad de muchos de sus miembros. Estudió Quiropráctica en Nueva York, graduándose en 1941, sirvió con el ejército entre 1942 y 1945, y se mudó a Los Ángeles, donde abrió una clínica quiropráctica y enseñó Psicología. Su entrenamiento encompasaba métodos de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y Wilhelm Reich. Al retirarse en 1981 se mudó a Sedona.

Historia Mágica

Israel Regardie publicó sus dos libros, Un Jardín de Granadas y El Árbol de la Vida. El primer libro contiene los estudios Qabalisticos de Regardie y el segundo está basado en sus propias investigaciones obtenidas de diversas fuentes. Es considerado como uno de los más importantes y entendibles textos sobre Magia Práctica jamás escritos.

Entre 1936 y 1937, Regardie escribió La Piedra Filosofal, un libro de alquimia desde la perspectiva Jungiana, al mismo tiempo que no creía en la validez de la alquimia de laboratorio.

En 1938 publicó El Pilar Medio, en el que daba paso a paso detalles de cómo realizar ejercicios prácticos de la Magia Ceremonial del Amanecer Dorado. En el mismo libro, Regardie compara estas técnicas con los métodos e hipótesis del psicoanálisis.

Por un tiempo Regardie estudio el misticismo cristiano en su obra El Romance de las Metafísicas.

Wikipedia

 

EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (final)

 

 


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