EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (Primera parte)
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EL ARTE DE LA VERDADERA CURACIÓN (final)
Israel Regardie
CAPITULO III
Nos aproximamos a un estado posterior e importante en el desarrollo de la técnica del Pilar del Medio. Habiendo traído poder y energía espirituales al sistema por medio de los centros psicoespirituales, ¿cómo mejor podemos usarlos? Es decir, usarlos en tal manera que cada célula, cada átomo, y cada órgano sea estimulado y vitalizado por esa corriente dinámica.
Para empezar, enviemos de nuevo la mente hacia arriba a la esfera coronal, imaginándola que está en un estado de vigorosa actividad. Esto es, gira rápidamente, absorbiendo energía espiritual del espacio circundante, transformándola de tal modo que resulta asequible para el uso inmediato en cualquier actividad humana. Imaginad después que tal energía transformada fluye, como un manantial, hacia abajo por el lado izquierdo de la cabeza, el lado izquierdo del tronco y la pierna izquierda. Mientras la corriente está descendiendo, la respiración debería ser exhalada lentamente en un ritmo conveniente. Con la lenta inhalación del aliento, imaginad que la corriente vital pasa de la planta del pie izquierdo al pie derecho, y asciende gradualmente por el lado derecho del cuerpo. De este modo, retorna a la fuente de la que surgió, el centro coronal, la fuente humana de toda energía y vitalidad, habiendo sido establecido así un circuito eléctrico cerrado. Naturalmente que esta circulación es visualizada como persistiendo dentro del cuerpo más que viajando alrededor de la periferia del contorno físico. Es, por decirlo así, una circulación psíquica interior más que una puramente física.
Déjese que esta circulación, una vez establecida firmemente por la mente, fluya llanamente por algunos segundos al ritmo de la respiración, de modo que el circuito haya sido recorrido aproximadamente media docena de veces —o incluso más, si se desea. Repetidlo entonces en una dirección ligeramente diferente. Visualidad el flujo vital moviéndose desde el centro coronal de por encima de la cabeza, hacia abajo por el frente de la cara y del cuerpo. Después de haber vuelto hacia atrás bajo las plantas de los pies, asciende por la espalda en un anillo bastante amplio de energía vibrante. Esto, igualmente, debería acompañar a la inhalación y exhalación del aliento, y debería persistir por, al menos, seis circuitos completos.
El efecto general de estos dos movimientos será el de establecer en, y alrededor, de la forma física un contorno ovoide de substancia y poder que circulan libremente. Puesto que la energía espiritual que manejamos con esta técnica es extremadamente dinámica y cinética, irradia en todas direcciones, extendiéndose hacia fuera hasta una distancia apreciable. Es esta radiación la que forma, colorea, e informa, la esfera ovoide de sensación que no coincide con la forma o dimensión del armazón físico. La percepción general y la experiencia sostienen que la esfera de luminosidad y magnetismo se extiende hacia fuera hasta una distancia más o menos idéntica a la longitud del brazo extendido. Y es dentro de este aura, como la llamamos, que existe el nombre físico como una almendra dentro de su cáscara. Circular la fuerza admitida en el sistema por los anteriores ejercicios mentales equivale a cargarlo en grado considerable con vida y energía en cada departamento de su naturaleza. Naturalmente que esto debe ejercer un efecto considerable, en lo que se refiere a la salud en general, sobre la almendra encerrada adentro.
El método final de circulación semeja más bien la acción de una fuente. Así como el agua es forzada o subida a través de una tubería hasta que sale en chorro por arriba, cayendo en spray a todos los lados, igual lo hace el poder dirigido por esta última circulación. Enviad la mente hacia abajo al centro de Tierra, imaginando que es la culminación de todos los otros, el receptáculo de todo poder, el almacén y terminal de la fuerza vital que ingresa. Imaginad entonces que este poder asciende o es absorbido por la banda hasta que se desborda violentamente y cae dentro de los confines del aura ovoide. Cuando ha descendido a los pies, es recogida y concentrada de nuevo en el centro de Tierra, en preparación a ser enviada de nuevo hacia arriba por la banda. Como antes, la circulación debe acompañar a un ritmo definido de inhalación y exhalación. Por estos medios, la fuerza curadora es distribuida a cada parte del cuerpo. Ningún átomo o célula en órgano o miembro alguno es omitido de la influencia de su poder sanador regenerativo.
Habiendo completado las circulaciones, puede permitirse que la mente se detenga tranquilamente en la idea de la esfera de luz, de cualidad espiritual y sanadora vital, rodeando todo el cuerpo. La visualización debería hacerse tan vívida y poderosa como fuera posible. La sensación que sigue a la formulación parcial o completa del aura en la manera descrita es tan marcada y definida como para ser inconfundible. Está señalada en primer lugar por una sensación extremada de calma, vitalidad y equilibrio, como si la mente estuviera plácida y tranquila. El cuerpo, en descanso completo en un estado de relajación, se siente en todas sus partes concienzudamente cargado y penetrado por la vibrante corriente de vida. La piel a lo largo de todo el cuerpo arrojará síntomas, causados por la intensificación interior de la vida, de un picor y calor suaves. Los ojos se vuelven claros y brillantes, la piel toma un fresco fulgor saludable, y toda facultad, mental, emocional y física, se incrementa hasta un grado considerable. Este es el momento en el que, caso de haber algún disturbio funcional, en algún órgano o miembro, la atención debería ser dirigida y enfocada en esa parte. El resultado de enfocar así la atención dirige un flujo de energía sobre el equilibrio general recién establecido. El órgano enfermo resulta bañado en un mar de luz y poder. Tejidos y células enfermas, bajo el estímulo de tal poder, son gradualmente destruidos, y rechazados de la esfera personal. La corriente sanguínea revitalizada es capaz entonces de enviar a ese punto nueva nutrición y nueva vida, de modo que puedan construirse fácilmente nuevos tejidos, fibras, células, etc. De este modo, la salud es restaurada por la persistente concentración del poder divino en ese punto. Continuando por unos pocos días en el caso de aflicciones superficiales, y por meses en el caso de problemas crónicos y severos, todos los síntomas pueden ser eliminados con éxito sin que otros vengan a tomar su lugar. La eliminación es el resultado de estos métodos. Incluso las erupciones psicogénicas pueden ser curadas así. Porque las corrientes de fuerza surgen desde el estrato más profundo del Inconsciente, donde estas psiconeurosis tienen su origen y donde aprisionan la energía nerviosa, impidiendo la expresión espontánea y libre de la psique. El brotar de la líbido, como es llamada la fuerza vital en círculos psicológicos, disuelve las cristalizaciones y los tabiques blindados que dividen los diversos estratos de la función psíquica. Cuando el problema a ser atacado es la enfermedad orgánica, el procedimiento a seguir es ligeramente diferente (Uno debería estar aún bajo el cuidado de un médico competente). En este caso se requiere una corriente de poder considerablemente más vigorosa, tanto como para disolver la lesión, y ser suficiente para poner en movimiento esas actividades sistémicas y metabólicas que construyan nuevas estructuras de tejidos y células. Para cumplir estos requisitos en un sentido ideal, puede ser necesaria una segunda persona, de modo que su vitalidad, añadida a la del paciente, pueda superar la condición. Una técnica sutil que mi experiencia ha descubierto como supremamente exitosa, y que cualquier estudiante puede adoptar, es relajar primeramente cada tejido a todo lo largo del cuerpo antes de intentar la técnica del Pilar del Medio. El paciente es situado en un estado altamente relajado, uno en el que cada tensión neuromuscular ha sido comprobada, y llevada a la atención del paciente. La conciencia es capaz entonces de eliminar la tensión e inducir un estado relajado de ese músculo o miembro. Yo he encontrado un preliminar útil en la práctica de la manipulación y masaje de la columna, con profundos amasamientos y pases, pues de este modo se produce una circulación aumentada de sangre y linfa —lo que desde el punto de vista fisiológico es media batalla ganada. Habiéndose obtenido un grado de relajación adecuado, los pies del paciente se cruzan por los tobillos, y sus dedos se entrelazan para descansar ligeramente por encima del plexo solar. El operador o curador se sienta entonces al lado derecho de la persona si el paciente fuera diestro —viceversa para un paciente zurdo. Poniendo su mano derecha suavemente en el plexo solar bajo las manos unidas del paciente, y su mano izquierda en la cabeza del paciente, se establece al punto una forma de rapport. En pocos minutos se establece una libre circulación de magnetismo y vitalidad, rápidamente discernible tanto por el paciente como por el curador.
La actitud del paciente debería ser de absoluta receptividad a la fuerza que ingresa —automática, si él tuviera confianza y fe inamovibles en la integridad y habilidad del operador. El silencio y la calma deben mantenerse por un rato, después del cual, el operador realiza en silencio la práctica del Pilar del Medio, manteniendo todavía su contacto físico con el paciente. Sus centros espirituales despiertos actúan sobre el paciente por simpatía. Un despertar similar se introduce en la esfera del paciente, y sus centros finalmente empiezan a operar y a arrojar una equilibrada corriente de energía adentro de su sistema. Incluso aunque el operador no vibre los nombres divinos audiblemente, el poder que fluye a través de sus dedos establece una actividad que con seguridad producirá algún grado de actividad sanadora dentro del paciente. Sus centros psicoespirituales son excitados simpáticamente a la asimilación y a la proyección activas de la fuerza de modo que, sin ningún esfuerzo consciente por su parte, su esfera es invadida por el poder divino de curación y de vida. Cuando el operador llega al punto de la circulación, emplea su facultad interna de visualización, un verdadero poder mágico sin duda, de forma que las aumentadas corrientes de energía fluyen no sólo a través de su propia esfera, sino también a través de la de su paciente. La naturaleza de este rapport empieza a sufrir ahora un cambio sutil. Mientras que anteriormente existía una estrecha simpatía, y una estructura armoniosa de la mente mantenida mutuamente, durante y después de la circulación hay una verdadera unión y entremezcla de los dos campos de energía. Ellos se unen para formar una sola esfera continua conforme procede el intercambio y la transferencia de energía vital. De ese modo, el operador, o su psique Inconsciente o Ser espiritual, es capaz de adivinar exactamente de qué potencial debería ser su corriente proyectada, y a dónde debería dirigirse precisamente.
Un número de estos tratamientos, incorporando la cooperación y entrenamiento del paciente en el uso de métodos mentales, debería ir ciertamente lejos en aliviar la condición original. Ocasionalmente, puesto que el fanatismo debe ser rechazado por encima de todo, los métodos médicos y manipulativos pueden ser combinados útilmente con los métodos mentales descritos, para facilitar y acelerar la cura.
Aunque he recalcado la curación de dolencias físicas en lo que precede, no se insistirá demasiado en que este método es adecuado para aplicarse a una hueste de otros problemas. Esta descripción de la técnica se encontrará adecuada para todas las otras situaciones que puedan presentársele al estudiante —sean un problema de pobreza, desarrollo del carácter, dificultades sociales o maritales— y, de hecho, cualquier otro tipo de problema.
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CAPITULO IV
La repetición es a menudo inapreciable, tanto en enseñar como en aprender nuevos temas. De aquí que una recapitulación de los varios procesos envueltos en la práctica del Pilar del Medio ayudará a clarificar algunos asertos. Y yo quisiera añadir una consideración posterior que ayudará a hacer todo el método más efectivo, elevándolo a un plano superior de entendimiento y consecución espiritual. Este último paso le permitirá al estudiante poner en operación factores dinámicos que hay dentro de la psique humana, que le ayudarán en la producción del resultado deseado.
El primer paso como hemos visto es un ejercicio psicofísico. El estudiante debe aprender cómo relajarse, cómo soltar el agarrotamiento crónico de tensión neuromuscular que hay en su cuerpo. Cada tensión involuntaria, en cualquier grupo de músculos o tejidos en cualquier área del cuerpo, debe ser llevada al alcance de su percepción consciente. La percepción es la llave mágica por la que esa tensión puede ser literalmente fundida y disuelta. Para esto sólo se necesita una pequeña práctica, y la destreza se obtiene muy rápidamente. La conclusión importante que sigue a la relajación física es que la mente misma en todos sus departamentos y ramificaciones pasa por una relajación similar.
Cada tensión involuntaria, en cualquier grupo de músculos o tejidos en cualquier área del cuerpo, debe ser llevada al alcance de su percepción consciente. La percepción es la llave mágica por la que esa tensión puede ser literalmente fundida y disuelta. Para esto sólo se necesita una pequeña práctica, y la destreza se obtiene muy rápidamente
La tensión psíquica y la inflexibilidad somática son las grandes barreras que impiden realizar la omnipresencia del cuerpo de Dios. Ellas realmente le impiden a uno percatarse de la presencia continua de la fuerza vital, la dependencia de la mente sobre —incluso la identidad final— con la Mente Universal, el Inconsciente Colectivo. Habiendo sido eliminadas las insignificantes barreras de la mente, y fluyendo la vida a través de su extensa organización, nos hacemos conscientes casi inmediatamente del Principio dinámico que compenetra y atraviesa todas las cosas. Este paso es sin duda la fase más importante en la aplicación de estas técnicas psicoespirituales.
Habiéndose percatado de lo precedente, el proceder lógico es despertar los centros espirituales internos que puedan manejar, como si fuera, este poder de alto voltaje, y transformarlo en una cualidad humana usable. Posiblemente, la manera más fácil de concebir esto es asemejar la parte espiritual del hombre a un aparato receptor de radio. El instrumento debe primero ser encendido con poder, bien de la batería o bien de la central, antes de que funcione. Una vez que el poder está fluyendo a través de él, el resto del intrincado mecanismo de alumbrado, transformadores, condensadores, tubos y antena, es capaz de entrar en operación. Igual sucede con el hombre. Podemos sintonizarnos con el Infinito más rápidamente a través del mecanismo de encender los centros internos, las propias válvulas de radio del hombre. Cuando el aparato de radio es operativo, la corriente divina puede ser disparada a través del aparato de varios modos, hasta que tanto el cuerpo como la mente resultan poderosamente vitalizados, y fuertes con la energía espiritual.
Pero todo esto es meramente preparatorio. El aparato de radio puede estar encendido, los condensadores y transformadores y antena en perfecta operación — pero ¿qué queremos hacer con él? Igual sucede aquí. Necesitamos dinero. La enfermedad está presente. O tenemos rasgos morales o mentales indeseables —o qué no. En la utilización de esta energía espiritual tenemos que elevar nuestras mentes de tal modo, que el deseo de nuestro corazón se realice automáticamente sin prácticamente esfuerzo alguno. El ansia, el deseo del corazón, la meta a alcanzar, deben mantenerse firmemente en la mente, vitalizada por el poder divino, pero impulsada hacia delante en el universo por la intensidad ígnea de toda la exaltación emocional de la que somos capaces. La oración es por lo tanto indispensable. Oración, no sólo como una petición a algún Dios fuera del Universo, sino oración concebida como el estímulo espiritual y emocional calculado para producir una identificación o realización de nuestra propia Deidad. La oración, realizada sinceramente, movilizará todas las cualidades del ser, y el fervor interno que despertará, reforzará el trabajo hecho previamente. Dará éxito como un resultado casi infalible. Porque en tal caso, el éxito no llega por el propio esfuerzo humano, sino porque Dios trae el resultado. El fervor y la exaltación emocional le permiten a uno realizar la divinidad interna, que es el factor espiritual que lleva nuestros deseos a un inmediato y completo cumplimiento.
La oración es por lo tanto indispensable. Oración, no sólo como una petición a algún Dios fuera del Universo, sino oración concebida como el estímulo espiritual y emocional calculado para producir una identificación o realización de nuestra propia Deidad
Pero me pregunto si la oración de la variedad tranquila, no emotiva, tiene algún valor aquí. Esta petición a sangre fría no encuentra lugar dentro de las más elevadas concepciones de la consecución espiritual. Un antiguo metafísico dijo una vez: «Inflamaos con la oración». Aquí está el secreto. Debemos orar de modo que todo nuestro ser se inflame con una intensidad espiritual ante la cual nada pueda resistirse. Todas las ilusiones y todas las limitaciones se disuelven manifiestamente ante este fervor. Cuando el alma arde literalmente, se consigue la identidad espiritual con Dios. Entonces se alcanza sin esfuerzo el deseo del corazón —porque Dios lo hace. El ansia se convierte en hecho— hecho objetivo, fenomenal, para que todos lo vean.
Todo hombre y mujer tiene alguna idea sobre la oración que, cuando se sostiene, le inflamará a la realización interna
¿Qué oraciones, pues, deberían emplearse para elevar la mente a esta intensidad, para despertar el fervor emocional del que se dijo «inflamaos en la oración»? Concibo que ese es un problema a ser resuelto por cada uno por sí mismo. Todo hombre y mujer tiene alguna idea sobre la oración que, cuando se sostiene, le inflamará a la realización interna. Alguna gente usará un poema que siempre ha tenido el efecto de exaltarles. Otros usarán el Padre Nuestro, o puede que el Salmo 23. Y así para todos los tipos posibles. Para mí mismo prefiero el uso de algunos himnos arcaicos conocidos como invocaciones, pero que son oraciones no obstante, que ciertamente tienen sobre mí el efecto deseado de hacer surgir el potencial emocional necesario. En la esperanza de que pudieran ser útiles a otros, añado aquí un par de fragmentos, estando compuesto el primero a partir de versículos de varias escrituras.
«Yo soy la Resurrección y la Vida. Quienquiera que crea en mí, aunque esté muerto, vivirá, y quienquiera que viva y crea en mí tendrá vida eterna. Yo soy el Primero, y soy el Ultimo. Yo soy El Que vive y estuvo muerto —¡Pero escuchad! Yo estoy vivo para siempre, y sostengo las llaves del infierno y de la muerte. Porque sé que mi Redentor vive y que él permanecerá sobre la Tierra en el último día. Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida. Ningún hombre llega al Padre si no es por mí. Yo soy el Purificado. He pasado a través de las puertas de la oscuridad hacia la luz. He peleado sobre la tierra para el bien. He terminado mi trabajo. He entrado en lo invisible.»
«Yo soy el Sol que se eleva, habiendo pasado a través de la hora de la nube y de la noche. Yo soy Amón, el Oculto, el que inaugura el día. Yo soy Osiris Onnofris, el Justificado, el Señor de la Vida, triunfante sobre la muerte. No hay parte de mí que NO sea de los Dioses. Yo soy El Que Prepara el Sendero. El Que Rescata para la Luz. Que la Blanca Luz del Espíritu Divino Descienda.»
El segundo Fragmento es algo diferente del anterior aunque ambos tienen un efecto personal similar cuando se repiten lentamente, se meditan, y se sienten intensamente. Esta segunda oración consta de dos partes —siendo la primera una suerte de petición al Ser divino superior, mientras que la segunda habla de la realización de la identidad con él.
«Yo te invoco, el No Nato. Tú que creaste la Tierra y los Cielos. Tú que creaste la Noche y el Día. Tú que creaste la Oscuridad y la Luz. Tú eres el Hombre Hecho Perfecto, que ningún hombre ha visto nunca. Tú eres Dios, y Dios verdadero. Tú has distinguido entre el justo y el injusto. Tú hiciste la hembra y el macho. Tú produjiste la semilla y el fruto. Tú formaste a' los hombres para amarse uno a otro y odiarse uno a otro. Tú produjiste la humedad y la sequedad, y Aquello que nutre todas las cosas creadas.»
La segunda mitad debería seguir sólo después de una larga pausa en la que uno intenta realizar qué es lo que la oración ha afirmado, y que está elevando a la mente a una apreciación de la secreta Divinidad oculta interna, que es la creadora de todas las cosas.
«Este es el Señor de los Dioses. Este es el Señor del Universo. Este es Aquél a quien temen los vientos. Este es Aquél, que habiendo hecho la voz por su mandato, es Señor de todas las cosas, rey, rector, y ayuda. Escúchame y haz que todos los espíritus estén sometidos ante mí, de modo que todo espíritu del firmamento y del éter, sobre la tierra y bajo la tierra, en terreno seco y en el agua, del aire en remolino y del fuego en embestida, y cada hechizo y azote de Dios el Vasto, pueda ser hecho obediente ante mí.»
«Yo soy El, el Espíritu No Nato, que tiene vista en los pies, el Fuego fuerte e inmortal. Yo soy Él, la Verdad. Yo soy El Que odia que el mal se extienda en el mundo. Yo soy El Que ilumina y atruena. Yo soy Aquél del cual es la lluvia de la Vida de la Tierra. Yo soy Aquél cuya boca siempre flamea. Yo soy Él, la Gracia del Mundo. Mi Nombre es el Corazón Ceñido con una Serpiente.»
Estos fragmentos de oración sólo se sugieren, y han de usarse o rechazarse conforme cada estudiante lo sienta adecuado. Operan para mí —pueden operar en el caso de otros estudiantes, o no, según sea el caso.
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CAPITULO V
Aparte de la terapia, hay otros usos de la técnica del Pilar del Medio, como ya he sugerido anteriormente. El estudiante emprendedor adivinará sus propios usos.
Puede ser que por varias razones ciertas necesidades de la vida, bien físicas o espirituales, le hayan sido negadas a uno —con un consiguiente efecto entumecedor sobre el carácter y el resultado de un sentimiento de frustración. Esto último tiene siempre un efecto depresivo e inhibitorio sobre la mente humana, produciendo indecisión, ineficacia e inferioridad. No hay ninguna necesidad real de que hayan frustraciones o inhibiciones indebidas en nuestras vidas. Una cierta cantidad es inevitable sin duda. Mientras seamos humanos es cierto que en alguna medida hemos de estar impedidos en nuestros esfuerzos por expresar plenamente el ser interno, experimentando así algún grado de frustración. Pero cualquier medida anormal o sentido persistente de impedimento y frustración puede ser tratado, y, con estos métodos espirituales y mentales, eliminado.
En primer lugar es necesario un entendimiento de la vida, y una aceptación incondicional de todo en la vida, y de toda experiencia que pueda surgir en nuestro camino. Con la comprensión vendrá un amor a la vida y al vivir, porque amor y comprensión son una y la misma cosa. Alentará también la determinación de no frustrar por más tiempo los procesos naturales, sino cooperar con la naturaleza. Los métodos de cultura mental y espiritual han mantenido por largo tiempo la esperanza de que estas condiciones inhibitorias puedan ser aliviadas. La pobreza, tanto de estado como de idea, es una condición de la vida que estas técnicas han reconocido siempre como capaz de ser tratada. El método usual es el de una reflexión tan profunda y prolongada, justo sobre ese estímulo mental, cualidad moral o cosa material que se desea, que la idea de la necesidad se sumerge en la llamada mente subconsciente. Si las barreras que conducen al subconsciente son penetradas de modo que este último acepta la idea de la necesidad, entonces, así se dice, antes o después, la vida atraerá inevitablemente hacia uno esas cosas requeridas. Pero, como ocurre con todos los métodos terapéuticos, hubieron muchos casos en los que, a pesar de adherirse estrechamente a las técnicas prescritas, el éxito no llegó. Es mi opinión, por tanto, que ellos fallan por la mismísima razón por la que fallan sus esfuerzos de curación. En breve, era porque no había una verdadera comprensión del mecanismo psicodinámico interior por el cual pudieran ser producidos tales efectos. No había una apreciación de los métodos por los cuales pudiera ser estimulada la naturaleza dinámica del Inconsciente, de modo que la personalidad humana se transformara en un poderoso imán que atrajese hacia sí cualquier cosa que verdaderamente deseara o fuera necesaria para su bienestar.
Si este procedimiento es defendible moralmente, es una cuestión que no deseo discutir con largura, aunque sé que surgirá. Pero la respuesta es breve. Cualesquiera facultades que tengamos están para usarse, y usarse tanto para nuestra propia ventaja como para la de otros. Si estamos en un estado de constante fricción mental, frustración emocional, y pobreza excesiva, dejo de ver de qué modo podemos servir tanto a nosotros como a nuestros compañeros. Eliminad primero estas restricciones, mejorad las facultades mentales y emocionales de modo que la naturaleza espiritual sea capaz de penetrar a través de la personalidad y manifestarse de modo práctico; entonces estaremos en situación de ser de algún servicio a aquellos con los que entramos en contacto. La estimulación preliminar de los centros psicoespirituales, y la formulación posterior, clara y vívidamente, de nuestras demandas al universo, es capaz de atraer casi cualquier cosa requerida, siempre que, naturalmente, esté dentro de los límites de la razón y la posibilidad.
En primer lugar, permítaseme prolongar mis posteriores afirmaciones estableciendo que desde el punto de vista práctico los rudimentos del esquema astrológico son de valor incontable por cuanto ofrecen una clasificación concisa de las amplias divisiones de las cosas. No es que me concierna aquí la astrología como tal, sino que simplemente es conveniente usar aquí su esquema. Sus raíces están en las siete ideas o planetas principales a quienes pueden ser referidas la mayoría de las ideas y de las cosas. A cada una de estas ideas-raíz son atribuidos un color positivo y uno negativo, y un nombre divino para el propósito de la vibración. Yo propongo nombrar los planetas con sus atribuciones principales del modo que sigue.
Saturno: Gente anciana y planes antiguos. Las deudas y su pago. Agricultura, bienes inmuebles, muerte, testamentos, estabilidad, inercia. Color positivo: índigo; negativo: negro. Jehovah Elo-him, pronunciado Ye-ho-vo E-lo-him.
Júpiter: Abundancia, plenitud, crecimiento, expansión, generosidad. Espiritualidad, visiones, sueños, largos viajes. Banqueros, acreedores, deudores, juego. Color positivo: púrpura; negativo: azul. El, pronunciado exactamente igual que se escribe.
Marte: Energía, prisa, ira, construcción o destrucción (según la aplicación), peligro, cirugía. Vitalidad y magnetismo. Fuerza de voluntad. Colores positivo y negativo: rojo brillante. Elohim Gibor, pronunciado E-lo-him Yi-bor.
Sol: Superiores, patrones ejecutivos, oficiales. Poder y éxito. Vida, dinero, mejoras de todas clases. Iluminación, imaginación, poder mental. Salud. Color positivo: naranja; color negativo: amarillo u oro. Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado Ye-ho-vo E-lo ve-Da-as.
Venus: Asuntos sociales, afectos y emociones, mujeres, gente joven. Todos los placeres y artes, música, belleza, extravagancia, lujo, autoindulgencia. Ambos colores: verde esmeralda. Jehovah Tzavoos, pronunciado Ye-ho-vo Tsa-vo-os.
Mercurio: Asuntos de negocios, escrituras, contratos, juicios y viajes cortos. Compra, venta, regateo, vecinos, dar y obtener información. Capacidades literarias y amigos intelectuales. Libros, papeles. Color positivo: amarillo; color negativo: naranja. Elohim Tzavoos.
Luna: Público en general, mujeres. Reacciones del sentir. Viajes cortos y mudanzas. Cambios y fluctuaciones. La personalidad. Color positivo: azul; color negativo: marrón purpúreo. Sha-dai El Chai.
Estas son, muy brevemente, las atribuciones de los planetas bajo las que casi todo y cada tema en la naturaleza pueden clasificarse. Esta clasificación es extremadamente útil porque simplifica enormemente la tarea del desarrollo físico y espiritual. Sería mejor que antes de concluir pusiera unos pocos ejemplos simples y elementales para ilustrar la función y método de empleo de estas correspondencias.
Supongamos que estoy ocupado en ciertos estudios que requieren libros que no son fácilmente asequibles a partir de los libreros. A pesar de mis demandas por ellos, a pesar de anunciarlo ampliamente y de mi deseo de pagar por ellos un precio razonable, mis esfuerzos no tienen provecho. El resultado es que por el momento mis estudios están interrumpidos. Este retraso llega hasta el punto en que es excesivo e irritante, y decido usar mis propios métodos para acabarlo. A ciertos intervalos prescritos, preferiblemente al levantarme por la mañana y antes de retirarme a dormir por la noche, practico la respiración rítmica y el Pilar del Medio. Por estos métodos he hecho asequibles enormes cantidades de poder espiritual, y he transformado el Inconsciente en un poderoso acumulador, preparado para proyectar o atraer poder para cumplir mi necesidad. Círculo éste a través del sistema áurico.
Mi siguiente paso consiste en visualizar el color negativo o pasivo de Mercurio, el naranja, de modo que meditando sobre él cambie el color del aura circundante a ese color. Uso el naranja porque los libros que necesito son atribuidos a Mercurio, y empleo el color negativo porque tiende a hacer la esfera de sensación abierta, pasiva y receptiva. Entonces procedo a carga y vitalizar la esfera vibrando el nombre divino apropiado una y otra vez, hasta que según mis percepciones me parece que todas las fuerzas mercuriales del universo reaccionan ante la atracción magnética de esa esfera. Todas las fuerzas del universo son imaginadas convergiendo sobre mi esfera, atrayendo hacia mí justo esos libros, documentos, críticas, amigos y demás, necesarios para proseguir mi trabajo. Inevitablemente, después de un trabajo persistente y concentrado, oigo por amigos o libreros, como por casualidad, tal parecería, que estos libros están disponibles. Se procuran introducciones a la gente adecuada, y a la larga mi trabajo es asistido. Los resultados ocurren sin embargo de un modo perfectamente natural. Uno no debe imaginarse que el uso de estos métodos contraviene las leyes conocidas de la naturaleza y que ocurrirá un fenómeno milagroso. Lejos de ello. No hay nada en ello que sea sobrenatural. Estos métodos están basados en el uso de principios psíquicos normalmente latentes dentro del hombre, y que todos poseen. Ningún individuo es único a este respecto. Y el uso de estos principios psíquicos trae resultados a través de canales bastantes normales, pero insospechados.
Por otra parte, si deseara ayudar a un colega que tiene aspiraciones literarias pero que en cierta situación encuentra su estilo entumecido y el flujo libre de ideas inhibido, yo debería alterar mi método sólo en un punto particular. En vez de usar el naranja como antes, debería visualizar el aura de un color amarillo o dorado, aunque el nombre vibratorio sería el mismo. De nuevo, en vez de imaginar que las fuerzas universales tienen un movimiento centrípeto hacia mi esfera, debería intentar realizar que las fuerzas mercuriales, despertadas dentro de mí por la visualización del color y por la vibración, son proyectadas desde mí hacia mi paciente. Si él, también, permanece tranquilo y meditativo a la misma hora, mi ayuda resultará más poderosa puesto que él asistirá conscientemente a mis esfuerzos con una meditación similar. Pero no es necesario insistir sobre esto. Pues, como lo muestran los experimentos telepáticos, la mayor parte de las impresiones del receptor son recibidas inconscientemente. Por lo tanto, en el caso del paciente, su propia psique inconsciente captará automáticamente, y de necesidad, la inspiración y el poder que yo le haya enviado telepáticamente in absentia.
Este sistema combina la sugestión telepática con la comunicación dirigida del poder vital. Yo me opongo fuertemente a esos apologistas parciales que mantienen en teoría una facultad para detrimento de la otra. Algunos niegan la sugestión o la telepatía, y arguyen demasiado entusiásticamente a favor del magnetismo vital. Otros rehusan categóricamente admitir la existencia del magnetismo, presionando sus pruebas exclusivamente a favor de la telepatía y la sugestión. Ambos, a mi entender, son incorrectos y dogmáticos cuando insisten sólo sobre su idea como teniendo validez universal, o siendo el único modo lógico de explicación. Igualmente, cada uno está en lo correcto en algunos respectos y en cierto número de casos; hay un lugar para ambos en la economía natural de las cosas. Los recursos de la naturaleza son lo suficientemente grandes y extensos como para admitir la existencia mutua de ambos, y de innumerables otros poderes también.
El procedimiento técnico es, como ya he mostrado, extremadamente simple — incluso al emplearlo para fines subjetivos. Suponed que de pronto me llega la realización de que, en vez de ser la persona magnánima que me imaginaba ser, soy realmente mezquino y tacaño. Por supuesto que podría ir a través de un curso de psicoanálisis para descubrir por qué mi naturaleza anterior en la vida había sido torcida de modo que se engendrase un hábito de mezquindad. Pero éste es un negocio largo y costoso —malos argumentos, lo admito, contra su necesidad. Y mucho dependerá del analista y de sus relaciones conmigo. Mis primeros pasos consisten en los descritos anteriormente —respiración rítmica, la banda de luz formulada de cabeza a pies, y la circulación de la fuerza a través del aura. Recordando entonces que una visión y actitud generosas hacia la vida es una cualidad jupiteriana, me rodearía con una esfera azul, vibrando al mismo tiempo frecuente y poderosamente el nombre divino El. Depende enteramente de la familiaridad y destreza propias con el sistema el que los nombres sean vibrados silenciosa o audiblemente. Pero, por cualquiera de ambos caminos, poderosas corrientes Jupiterianas compenetrarán mi ser. Visualizaría incluso cada célula bañada en un océano azul, e intentaría imaginar corrientes, que invaden mi esfera desde cada dirección, de modo que todo mi pensamiento y mi sentimiento estén literalmente en términos de azul. Lentamente, una sutil transformación tiene lugar. Esto es, si yo fuera realmente sincero, deseoso de corregir mis faltas, y si intentara llegar a ser lo suficientemente generoso como para realizar la práctica con fe y a menudo.
De igual manera, si un amigo o paciente sufriera de un vicio similar en él, y apelase a mí por ayuda, usaría en este caso un color positivo para la proyección. Formularía mi esfera como una activa y dinámica esfera púrpura, rica y real en color, y proyectaría su influencia generosa, curadora y fecunda, sobre su mente y su personalidad. Con el tiempo la falta sería corregida a su satisfacción, y estimularía así su naturaleza espiritual.
Y así siempre con todo lo demás. Estos pocos ejemplos, estoy seguro, habrán mostrado la aplicación de los métodos.
No es suficiente simplemente con desear ciertos resultados y esperar ociosamente que éstos lleguen. Con un proceder ocioso sólo puede venir el fracaso. Cualquier cosa de valor y que deba tener éxito requiere una gran cantidad de trabajo y perseverancia. La técnica del Pilar del Medio no es una excepción, ciertamente. Pero la devoción a ella es extremadamente valiosa por la naturaleza y la calidad de los resultados que la siguen. Realizada una vez al día, demostrará la eficacia del método. Dos veces sería mucho mejor —especialmente si hay alguna enfermedad o dificultad psíquica que superar. Después de un tiempo, el estudiante que es sincero y en el cual la naturaleza espiritual se está desenvolviendo gradualmente, se aplicará él mismo al método, aparte de la promesa que he hecho. Poderes curadores, liberación de la pobreza y de la preocupación, felicidad —todos éstos son eminentemente deseables. Pero sobre, y por encima de éstos, está el deseo de conocer y expresar el ser espiritual interno —aunque puede ocurrir en algunos casos que este ideal sea difícilmente asequible hasta que se haya conseguido alguna medida de consecución en otros respectos y a otros niveles. Cuando, sin embargo, el ideal se realiza como deseable, entonces el valor de este método se realizará también como supremamente efectivo para ese fin.
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GOLDEN DOWN
Juan Ignacio Cuesta, se cuestiona sobre el origen de la Tradición mágica que con el paso de los tiempos se ha ido transmitiendo, en muchos casos, a sociedades secretas, como los Rosacruces, la Sociedad Teosófica de Helena P. Blavatski, o la más influyente entre clases elitistas, la del Amanecer Dorado o Golden Dawn. Traza de un recorrido describiendo cómo se ha transferido ese ancestral secreto, que, posiblemente, empezó a manifestarse en la oscuridad de una caverna, y desvelando quiénes han sido los beneficiarios de la transmisión de ese conocimiento mágico.
Según Cuesta, “desde la revolución neolítica hasta nuestros días, hay una creencia que ha permanecido inalterable, aunque interpretada de distintos modos: alguien de naturaleza no humana instruyó e instruye a los hombres en cómo enfrentarse a los retos que se han ido planteando a lo largo del tiempo. Es la parte mágica de lo que conocemos como Tradición”.
Para el investigador, es “mágica porque sus mecanismos no corresponden a la lógica formal, aunque la experiencia demuestra que han funcionado. Por eso, desde la cuna de la civilización hasta nuestra relativa madurez actual, son numerosos los grupos que se han asociado para el estudio de la magia, y nos han ido descubriendo la estructura de cuanto existe, nuestra relación con lo sobrenatural y nuestra trascendencia”.
De entre los numerosos grupos que atesoran esta ancestral sabiduría, la Orden del Amanecer Dorado es la más prestigiosa por haber acogido a miembros muy célebres. Fue una organización esotérico-mágica fundada en 1888 en Londres por William Wynn Westcott, en la que se estudió y practicó alquimia, tarot, magia, astrología y cábala. Una de las órdenes tajantes que tuvieron que cumplir sus miembros fue la de ocultar su existencia para no ser investigados, ni molestados, ni descubiertos los lugares donde celebraban sus ritos. Además, tiene algunas ceremonias procedentes de las escuelas teúrgicas, como invocaciones de algunas criaturas sobrenaturales y grupos concretos de ángeles castigados por rebeldía o soberbia.
La Golden Dawn y otras sectas mágicas, por Juan Ignacio Cuesta
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