CONSEJOS PARA DEFENDER LA LIBERTAD, por Nicolás Maquiavelo

Este prudentísimo varón, como es de esperar de un hombre sabio, era favorable a la libertad e incluso dio atinadísimos consejos para defenderla 

(Baruch de Spinoza). 

Maquiavelo era un hombre honrado y un buen ciudadano; pero sujeto a la casa de Médicis, estaba obligado, dada la opresión en que vivía su patria, a disfrazar su amor por la libertad. Este profundo político no ha tenido hasta ahora más que lectores superficiales y corrompidos.

 (J. J. Rousseau).

 

 

CONSEJOS PARA DEFENDER LA LIBERTAD*

Por Nicolás Maquiavelo

 

TRES CLASES DE GOBIERNO BUENAS Y TRES PÉSIMAS

Recordaré que algunos han escrito, refiriéndose al gobierno, que puede ser de tres clases: monárquico, aristocrático y popular, y que los que organizan una ciudad deben inclinarse a una de ellas, según les parezca oportuno. Otros, más sabios en opinión de muchos, opinan que las clases de gobierno son seis, de las cuales tres son pésimas y las otras tres buenas en sí mismas, aunque se corrompen tan fácilmente que llegan a resultar perniciosas.

Las buenas son las que enumerábamos antes, las malas, otras tres que dependen de ellas y les son tan semejantes y cercanas, que es fácil pasar de una a otra: porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en oligarquía, y el gobierno popular se convierte en licencioso sin dificultad”.

 

SI CADA PODER CONTROLA A LOS OTROS, GOBIERNO ESTABLE

De modo que, conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada una de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular.

Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó sus leyes de Esparta de manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyó un Estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad.

Sucede lo contrario con Solón, el que dio leyes a Atenas, pues organizándolo todo según gobierno exclusivamente popular, lo construyó de vida tan breve que antes de morir vio cómo nacía la tiranía de Pisístrato“.

 

UNA REPÚBLICA BIEN ORDENADA PREVIENE LA MALICIA

Como demuestran todos los que han meditado sobre la vida política y los ejemplos de que está llena la historia, es necesario que quien dispone una república y ordena sus leyes presuponga que todos los hombres son malos, y que pondrán en práctica sus perversas ideas siempre que se les presente la ocasión de hacerlo libremente; y aunque alguna maldad permanezca oculta por un tiempo, por provenir de alguna causa escondida que, por no tener experiencia anterior, no se percibe, siempre la pone al descubierto el tiempo, al que llaman padre de toda verdad.”

 

 

LAS BUENAS LEYES HACEN BUENOS A LOS HOMBRES

Los hombres sólo obran bien por necesidad, pero donde se puede elegir y hay libertad de acción se llena todo, inmediatamente, de confusión y desorden. Por eso se dice que el hambre y la pobreza hacen ingeniosos a los hombres y las leyes los hacen buenos.

Y cuando una cosa marcha bien por sí misma no es necesaria la ley, pero en cuanto desaparece esa buena costumbre, la ley se hace necesaria con urgencia”.

 

LOS PUEBLOS DISTINGUEN LA VERDAD CUANDO LA OYEN

Los buenos ejemplos nacen de la buena educación, la buena educación de las buenas leyes, y las buenas leyes de esas diferencias internas que muchos, desconsideradamente, condenan, pues quien estudie el buen fin que tuvieron encontrará que no engendraron exilios ni violencias en perjuicio del bien común, sino leyes y órdenes en beneficio de la libertad pública.

Además, los deseos de los pueblos libres raras veces son dañosos a la libertad, porque nacen, o de sentirse oprimidos, o de sospechar que puedan llegar a estarlo. Y si estas opiniones fueran falsas queda el recurso de las palabras, encomendando a algún hombre honrado que, hablándoles, les demuestre que se engañan, pues los pueblos, como dice Tulio, aunque sean ignorantes, son capaces de reconocer la verdad, y ceden fácilmente cuando la oyen de labios de un hombre digno de crédito”.

 

EL PUEBLO, EL MEJOR GUARDIÁN DE LA LIBERTAD

Los que organizan prudentemente una república, consideran, entre las cosas más importantes, la institución de una garantía de la libertad, y según sea más o menos acertada, durará más o menos el vivir libre.

Colocándome del lado de los romanos, creo que se debe poner como guardianes de una cosa a los que tienen menos deseos de usurparla. De modo que, si ponemos al pueblo como guardián de la libertad, nos veremos razonablemente libres de cuidados, pues, no pudiéndola tomar, no permitirá que otro la tome”.

 

UNA SOCIEDAD ACOSTUMBRADA A LA CORRUPCIÓN SE RESISTE AL CAMBIO

Los hombres, acostumbrados a vivir de una manera, se resisten a cambiar, y sobre todo no viendo el mal presente, sino habiendo de serles mostrado por conjetura. Y como el reconducir una ciudad a una verdadera vida política presupone un hombre bueno, y volverse, por la violencia, príncipe de una ciudad presupone uno malo, sucederá rarísimas veces que un hombre bueno quiera llegar a ser príncipe por malos caminos, aunque su fin sea bueno, o que un hombre malo que se ha convertido en príncipe quiera obrar bien, y le quepa en la cabeza emplear para el bien aquella autoridad que ha conquistado con el mal.

De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposiblidad que existe en una ciudad corrupta para mantener una república o crearla de nuevo”.

 

EL PUEBLO ES MÁS JUICIOSO Y RESPETA MÁS LAS LEYES QUE SUS LÍDERES

No se debe culpar más a la naturaleza de la multitud que a la de los príncipes, porque ambos se equivocan igualmente cuando pueden equivocarse sin temor. Y la variación de comportamiento no nace de una diferente naturaleza, que es común a todos, y si alguien lleva aquí ventaja es el pueblo, sino de tener más o menos respeto a las leyes dentro de las cuales viven ambos.

El pueblo es menos ingrato que los príncipes. En cuanto a juzgar las cosas, muy pocas veces sucede que cuando el pueblo escucha a dos oradores que intentan persuadirlo de tesis contrarias y que son igualmente virtuosos no escoja la mejor opinión y no llegue a comprender la verdad cuando la oye”.

 

EL DEBER DE UN HOMBRE BUENO ES ENSEÑAR A OTROS EL BIEN

Siendo, además, los apetitos humanos insaciables, porque por naturaleza quieren y pueden desear toda cosa, y la fortuna les permite conseguir pocas, resulta continuamente un descontento en el espíritu humano, y un fastidio de la cosas que se poseen, que hace vituperar los tiempos presentes, alabar los pasados y desear los futuros, aunque no les mueva a ello ninguna causa razonable.

El deber del hombre bueno es enseñar a otros el bien que no ha podido poner en práctica por la malignidad de los tiempos o de la fortuna, para que, siendo muchos los capaces, alguno de ellos, más amado del cielo, pueda ponerlo en práctica”.

 

LA INSOLENCIA PERVIERTE EL HABLAR Y EL ACTUAR

El usar palabras deshonrosas contra el enemigo proviene, la mayoría de las veces, de la insolencia que da el triunfo o la falsa esperanza de la victoria, falsa esperanza que induce a los hombres a equivocarse no solamente al hablar, sino también al actuar.

Porque cuando esta esperanza entra en el pecho de los hombres, les hace pasarse de la raya, y así, en muchas ocasiones, pierden un bien cierto por la esperanza incierta de conseguir otro mayor”.

 

LAS REPÚBLICAS QUE SE PUEDEN RENOVAR A MENUDO, DURAN MÁS

Hablando de cuerpos mixtos como las repúblicas o las sectas, digo que son salutíferas aquellas alteraciones que las reconducen a sus principios. Y por eso están mejor organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo, o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación.

Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar”.

 

ES DIFÍCIL Y PELIGROSO OBLIGAR A UN PUEBLO A SER LIBRE

Los ciudadanos que intentan alguna empresa en una república, sea en favor de la libertad o de la tiranía, deben considerar antes el estado en que se encuentra, y, según eso, juzgar la dificultad de su propósito.

Pues resulta tan difícil y peligroso querer hacer libre a un pueblo que quiera vivir siervo como hacer siervo a un pueblo que quiera vivir libre”.

 

EN LAS ELECCIONES Y LA CORRUPCIÓN, LOS PUEBLOS SE EQUIVOCAN MENOS

Los pueblos cometen muchos menos errores que los príncipes, tanto en lo que respecta a las falsas opiniones como en lo que toca a la corrupción.

Puede ser que los pueblos sean engañados por la fama, la opinión y los actos de un hombre, estimándolo más de lo que merece, lo que no le sucederá a un príncipe, pues se lo dirán y le advertirán de ello sus consejeros; por eso, para que también los pueblos tengan sus consejeros, los buenos organizadores de las repúblicas han dispuesto las cosas de modo que, cuando se hayan de efectuar los nombramientos de los cargos más elevados de la ciudad, en los que sería muy peligroso colocar hombres que no estuvieran a la altura de su puesto, siempre que se vea que la voluntad popular se inclina a nombrar a un inepto, cualquier ciudadano pueda exponer públicamente en la asamblea los defectos de ese candidato, y esto no sólo le será lícito, sino que constituirá un motivo de gloria, pues así el pueblo podrá juzgar mejor, al ser más completo su conocimiento.

Los pueblos juzgan en las elecciones según las señas más fiables que pueden tener del carácter de los hombres, y cuando pueden ser aconsejados como los príncipes, se equivocan menos que ellos”.

 

* * *

NICOLÁS MAQUIAVELO (1469-1527), citas extraídas de “Discursos de la primera década de Tito Livio”, publicados póstumamente. Alianza Editorial, 1987. Filosofía Digital, 2006

 

 


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