Tres Visiones sobre la Democracia: Spinoza, Rousseau y Tocqueville por Ricardo Hurtado Simo (parte III)

Tres Visiones sobre la Democracia: Spinoza, Rousseau y Tocqueville por Ricardo Hurtado Simo (parte I)

Tres Visiones sobre la Democracia: Spinoza, Rousseau y Tocqueville por Ricardo Hurtado Simo (parte II)

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Tres Visiones sobre la Democracia: Spinoza, Rousseau y Tocqueville

Ricardo Hurtado Simo

– Parte III–

4. Alexis de Tocqueville. Reflexiones sobre una experiencia Democrática.

Fundamentos de la Democracia en América.

Con el pensamiento político de Tocqueville ponemos el broche final a este estudio. El pensador francés del siglo XVIII nos permite culminar el análisis del sistema democrático en diferentes aspectos con una visión distinta pero no menos interesante. Mientras que Spinoza y Rousseau se mueven en el terreno de la teoría para expresar sus ideas, Alexis de Tocqueville materializa en sus escritos la observación y la experiencia ante hechos concretos; por tanto, la filosofía de Tocqueville (aunque no es catalogado como filósofo) es de vital importancia para comprender los mecanismos internos de la democracia, con sus aspectos positivos, negativos, consecuencias, etc. Utilizando como metáfora la vida vegetal se podría decir que Tocqueville supone la deseada germinación de las semillas que Spinoza y Rousseau plantaron. Gracias a Tocqueville cerramos nuestro trabajo pero a la vez abrimos el camino a aquellos que quieran estudiar el sistema democrático a partir de uno de los regímenes más asentados del mundo, la democracia norteamericana.

El punto de partida es la soberanía del pueblo, que es algo comúnmente aceptado por todos; la soberanía popular es un gran logro del pueblo americano, de manera que es la ley de leyes. La soberanía popular es el requisito indispensable de la democracia. <<La sociedad actúa por sí misma y para ella misma>>[17], de manera que todos participan sin la intervención de fuerzas o poderes externos. Si todos participan, podemos decir que todos gobiernan, <<El pueblo reina sobre el mundo político americano como Dios sobre el universo>>[18]. Los halagos de Tocqueville a la soberanía popular suponen la materialización y el triunfo de la voluntad general
roussoniana; la defensa de la libertad conduce irremisiblemente a la igualdad de todos y el gobierno de todos.

Dentro de los fundamentos del Estado democrático es indispensable tratar la división de poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Dentro de los fundamentos del Estado democrático es indispensable tratar la división de poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

El poder ejecutivo tiene al gobernador como representante del poder ejecutivo del Estado, y es un magistrado electivo. El poder ejecutivo es elegido por la mayoría y debe ser fuerte, pero su poder es controlado por el Senado. Además, el mandato del presidente es de cuatro años.

El poder judicial en América es particular, y muy fuerte. El poder judicial actúacomo árbitro; se preocupa de casos particulares, no generales, y sólo opera cuando se le reclama. Los jueces tienen mucho poder político, << ya que fundamentan sus decisiones en la Constitución más que en las leyes>>[19]. Pero la Constitución no es inmutable, pues puede ser cambiada por la voluntad popular; la Constitución es la máxima expresión del poder en EEUU. Se observa aquí un tema de actualidad en España, pues algunos pretenden cambiar la Constitución, otros pretenden saltársela y otros defienden su contenido a toda costa, y todos sin contar con los ciudadanos. Tocqueville subraya que todo proyecto o ley que vaya contra la Constitución no puede ser aplicado y será paralizado por el poder judicial. Sin embargo, hoy en día el poder judicial está politizado y atado de pies y manos por el poder ejecutivo; este desequilibrio hace posible que los actos inconstitucionales queden impunes. Por el contrario, en el poder judicial que nos relata Tocqueville, los jueces tienen poder político pero no viceversa. Las  afirmaciones de Tocqueville sobre el poder judicial son de rabiosa actualidad.

El estudio que hace el pensador francés sobre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial lo sitúan en la línea de Montesquieu y lo convierten en un toque de atención a las democracias actuales, donde los tres poderes están cada vez más desequilibrados y los intereses políticos se imponen sobre los ciudadanos.

Un nuevo dato curioso es que en América no tiene validez la afirmación de que los gobernantes tienen más mérito que los gobernados, para que el pueblo sea culto, es esencial que el trabajo no absorba su vida, <<Es pues tan difícil concebir una sociedad donde todos los hombres sean muy cultos, como un Estado en el que todos los ciudadanos sean ricos>>[20]. Pese al sufragio universal, los pobres no congenian con los gobernantes en demasía. Para el autor, el voto de todos no hace que gobiernen los más cualificados, principalmente porque no son capaces de transmitir a la mayoría lo que ésta quiere oír, motivo que tiene a la base la poca cultura de los ciudadanos. Los países se engrandecen o fracasan ante las situaciones complicadas, de manera que es en los momentos difíciles cuando salen a la luz los más cualificados para llevar las riendas del país; aunque Tocqueville no lo dice, bien sabemos que también puede suceder lo contrario.

Sobre la corrupción de los gobernantes, en las democracias, los hombres de estado son pobres y su fortuna está por hacer, por lo que la corrupción es algo muy tentador. Además, la corrupción de  los gobernantes ejerce una influencia nefasta en los gobernados, que critican pero a la vez envidian la grandeza adquirida por medios oscuros. Aunque hayan pasado aproximadamente dos siglos desde que estas palabras fueron redactadas, aún pervive la corrupción en todas las formas políticas.

Otro aspecto que no ha cambiado en EEUU es que el espíritu público se refuerza con la religión; el amor a la patria se exalta con el fervor religioso, de modo que ese amor es como un a religión, es una fe en torno a la patria. Los países se unen por medio de la participación activa en el gobierno. Ya Tocqueville llama la atención sobre el patriotismo americano.

<<La noción de los derechos no es más que la noción de virtud introducida en el mundo político>>[21]. Mediante los derechos políticos es posible la libertad y la igualdad. Sin el respeto a los derechos, ninguna nación tiene futuro. Para que el pueblo tenga la idea de derechos, es fundamental que se eduque al respecto y que todos participasen de ellos. Por tanto, sería una hipocresía hablar de los derechos de los ciudadanos sin que todos los compartiesen. Como vemos, Tocqueville es un firme defensor de la libertad, una libertad que requiere un sistema político determinado: la democracia. Se pretende analizar los “pros” y los “contras” de la libertad en el marco de la democracia; su visión de la democracia sobrepasa lo político para convertirse en una defensa de la libertad y la igualdad. Podemos decir que los principios necesarios para cualquier democracia son orden, limitación de poderes, libertad y respeto a la ley. Tocqueville es un firme defensor de la democracia pero no de sus excesos, de ahí que sea una advertencia constante el peligro que conlleva que el poder de todos se convierta en una tiranía de la mayoría; el pensador francés tiene como referente una democracia liberal.

Para Tocqueville, las democracias no se adaptan a la guerra de igual manera que un gobierno aristocrático o tiránico. La culpa la tienen los hábitos y la forma de actuar del pueblo, <<para el hombre, la muerte no tiene prestigio>>[22] . Este aspecto de las democracias tiene su constatación empírica en casos históricos, como la II Guerra Mundial, donde un país tiránico puso en jaque a las democracias del mundo. Vemos por tanto, cómo Tocqueville sabe leer con una intuición única las circunstancias y acontecimientos sociopolíticos.

La igualdad social es un elemento crucial para que los ciudadanos deseen la paz y no piensen en conflictos. Ahora bien, siempre es necesario un ejército. Para nuestro autor, los ejércitos de las democracias desean entrar en guerra para aumentar su prestigio y sus condiciones materiales; sus soldados ambicionan aumentar su rango. También, los integrantes del ejército pasan a ser ciudadanos que no tienen otra cosa a la que dedicarse. Esta tesis de Tocqueville me parece muy acertada y de hecho se da en los países democráticos, donde hay un cierto bienestar y el servicio militar no es obligatorio. Sobre la idea de que los ejércitos democráticos son más irascibles no estoy de acuerdo, pues es en los Estados totalitarios donde los soldados actúan fanáticamente y conciben toda oposición como un enemigo a eliminar; por el contrario, en los Estados democráticos, el ejército cumple labores no estrictamente propias pero sí muy convenientes, como la ayuda a otros países o la colaboración con otras fuerzas de seguridad.

También el despotismo puede dañar a la democracia, pero su influencia será menor que en otras formas políticas. El despotismo que amenaza a la democracia es diferente al habitual y conduciría a la sociedad de masas pero también a su atomización; es un despotismo que aumenta la igualdad pero reduce la libertad. El despotismo del que nos habla Tocqueville es fruto de la igualdad llevada al máximo extremo, de una igualdad que conduce a la esclavitud. Es una denuncia del adecenamiento del pueblo, que le conduciría a la servidumbre, sea ésta democrática o no.

Frente a todos estos males, hay una serie de elementos que contribuyen al éxito de la democracia. El hábito es fundamental para la estabilidad de la democracia. El pueblo es ilustrado y tiene  como hábito la costumbre democrática, pero es una ilustración basada en la experiencia, no es por tanto la educación teórica europea; es una educación dirigida hacia la política.

Consecuencias de la democracia.

Una de las consecuencias más notables de la democracia es que se desarrolla en los hombres la idea de perfectibilidad. Este concepto también es tratado por Rousseau en su “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, aunque no lo hemos analizado en este estudio por alejarse del interés del mismo. Esta idea de Tocqueville se asemeja mucho a la idea ilustrada de progreso; en la democracia, la libertad y la igualdad hacen que la idea de mejora constante no tenga límites.

En la democracia se ama más la igualdad que la libertad, primeramente porque la igualdad es algo único de los sistemas democráticos, también porque es algo que debe durar para siempre; otro motivo es porque la libertad tiene más consecuencias negativas que la igualdad. La igualdad da mayores gozos que la libertad. El pueblo democrático es capaz de soportar todo menos la desigualdad.

En las democracias, la libertad conlleva un desarrollo de la industria, por tanto, una consecuencia de la democracia es el progreso material y con ello el disfrute de lo material. Esa consecuencia positiva puede degenerar en algo negativo, que conduzca al materialismo que tan poco le gusta a nuestro autor. Otra consecuencia del materialismo es reducir todo al bienestar y acrecentar el desinterés sobre la vida política; esto puede conducir a una crisis de la democracia y al fin de los derechos de los ciudadanos. La democracia también mejora las relaciones sociales, pues la igualdad entre los hombres hace que la espontaneidad brote libremente y no haya prejuicios ni malas miradas entre los individuos.

La democracia no impide que haya ricos y pobres, pero reduce las diferencias y mejora las relaciones entre ambos; la igualdad afecta tanto a los amos como a los que les sirven. Esto sucede por la movilidad social, que hace que <<en cualquier momento el siervo puede convertirse en señor>>[23], además, la ciudadanía no entiende de rangos. Esta igualdad se afirma gracias a la ley, que rompe toda inferioridad o superioridad entre individuos. La igualdad social conlleva igualdad individual y permite aflorar el deseo a participar en la vida pública.

 

Respecto a la igualdad de las mujeres, Tocqueville afirma que desde el punto de vista natural hay notables diferencias, y los americanos han aplicado su sistema político al problema, dividiendo las funciones de ambos sexos. Aún así, las diferencias son sobretodo educativas consiguiendo que cada sexo tenga unas tendencias determinadas. La igualdad hace posible la persistencia de las costumbres, como el matrimonio, donde la elección del cónyuge es libre, reforzando la unión entre hombre-mujer. El avance hacia la igualdad de sexos se centra en el respeto a la mujer y sus derechos; pese a este avance, el derecho al voto aún ni se contempla. En este aspecto apenas hay diferencias entre el punto de vista de Spinoza y las experiencias y reflexiones de Tocqueville.

La religiosidad en América.

La religiosidad cristiana en EEUU es singular, y pronto encontró afinidad con la democracia y el republicanismo; es un error considerar al catolicismo un enemigo de la democracia pues afirma la igualdad de todos, tanto del sabio como del ignorante; todos somos iguales ante Dios. Tocqueville identifica la fe con la situación social, así, el cristianismo se identifica con las clases pobres, y las clases pobres quieren la igualdad de derechos políticos. En los EEUU, todas las creencias ven con buenos ojos la democracia, es más, defienden la libertad para todos los hombres del mundo.

El cristianismo también ejerce una influencia indirecta en la política norteamericana. Las creencias no invaden la vida política pero influyen decisivamente en las costumbres de los ciudadanos, por lo que colabora decisivamente en la estabilidad del país. La rigidez de la moral cristiana hace que el comportamiento moderado se proyecte en el ámbito político y social. Podemos decir que el microcosmos que forma la familia se proyecta en el macrocosmos de todo el país. Como vemos, con Tocqueville se recupera la simbiosis entre política- moral de manera indirecta, no hace falta un despotismo religioso para que lo sagrado actúe decisivamente en lo político. En cierto modo, esta idea de Tocqueville concuerda con el pensamiento de Spinoza, pues la libertad individual y la estabilidad política son el eje de coordenadas sobre el que situar las creencias religiosas. Ambos autoras, y también obviamente Rousseau, comparten la defensa de la libertad y la democracia.

Para Tocquevile, la moral cristiana estadounidense actúa como una ley más, decisiva para la convivencia en sociedad. Para los americanos, religión y libertad son casi sinónimos, llegando incluso al extremo de considerar una amenaza para la sociedad a aquel individuo que no crea en Dios, << es el despotismo el que puede prescindir de la fe, no la libertad>>[24].

Las tesis de Tocqueville chocan frontalmente con las de la mayoría de ilustrados del siglo XVIII como Voltaire o nuestro Rousseau, que creían que la conquista de la libertad pasaba por despojarse del yugo de las religiones. La condición necesaria para que la religión no sea un obstáculo para la política es la separación Iglesia-Estado, ya que el conflicto entre ambos poderes lleva a la desestabilización del orden establecido, <<las religiones de Estado, tarde o temprano acaban siendo favorables para la Iglesia>>[25]; esta afirmación es interpretada como positiva en Tocqueville y negativa para muchos de los filósofos ilustrados.

Este asunto también preocupó a Spinoza, que compartía con Tocqueville el problema de fondo pero aporta una solución distinta, el control del Estado sobre los asuntos religiosos externos para defenderse de posibles agresiones. Por sus experiencias vividas, Spinoza no confía en el poder religioso, mientras que Tocqueville observa una religiosidad íntima y sin intereses ocultos.

Para los estadounidenses, << la incredulidad es un accidente, la fe es el único estado permanente de la humanidad>>[26]. Tocqueville también desconfía en cierto modo de la intromisión de la religión en la política, de tal manera que cuando la religión anhela el dominio de sus fieles, pierde su verdadera esencia. En EEUU, la religión es menos poderosa que en otros países, pero su influencia es más estable, situación totalmente opuesta a la que vivían Spinoza y Rousseau, ya que los intereses políticos y los intereses religiosos se confundían cuando alcanzaba el poder. En EEUU, y también ahora en muchos países democráticos, la religión es más una opinión generalizada que una doctrina.

A su vez, la religión se sirve de las instituciones democráticas. El hombre necesita creer en Dios para su vida cotidiana, así, las religiones ofrecen soluciones ante cuestiones esenciales del ser humano. Para Tocqueville, la religión es para los hombres un bastón donde apoyarse, algo necesario. En las democracias, la religión tiene un carácter utilitario. El principio democrático de la igualdad sirve también para el cristianismo y la igualdad de todos los seres ante Dios. También, las ceremonias deben adaptarse al marco democrático, y evitar el exceso de manifestaciones exteriores, con el fin de no colisionar con el poder de la opinión pública. La igualdad democrática conduce paradójicamente a la igualdad de creencia; en EEUU, todos son libres e iguales pero a la vez todos creen en lo mismo. Muy al contrario sucede ahora en EEUU o aquí, en España, donde la institución religiosa se entromete en asuntos de la vida política y en muchas ocasiones defiende tesis que no son compartidas por la mayoría, incluso entre sus propios fieles. En EEUU, la fe está casi exenta de liturgias, y es algo sencillo y relativo al interior de cada uno. Firme en su crítica al materialismo, el francés considera que la mayoría de las religiones alejan al hombre de sus deseos y pasiones naturales, encaminándolos hacia una felicidad más allá de esta vida. El pensador afirma que quienes actúan correctamente pensando en la vida eterna, lo hacen porque encuentran placer en hacer el bien a los demás. También, es paradójico que en EEUU, prima notablemente el bien material y se olvida el ámbito espiritual; el autor recela de todo materialismo, principalmente porque pone en peligro la vida en sociedad, y con ello el Estado democrático. Frente a este mal, las religiones se proyectan hacia el terreno del alma y equilibran la situación.

No está tan lejos de nuestro momento histórico el hecho de que en el siglo XIX hay manifestaciones religiosas totalmente fanáticas, << las locuras religiosas son muy comunes>>[27]. La causa del excesivo fervor religioso está en que la búsqueda únicamente del bienestar lleva a algunos a todo lo contrario, al misticismo; unos extremismos conducen a otros.

La democracia ante el problema de la pobreza.

Un problema que ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes es el de la pobreza. La democracia, como gobierno del pueblo, tiene este asunto muy presente, pues es evidente que la pobreza puede ser un elemento que debilite esta forma de organización política. Tocqueville también se enfrentó a la pobreza, reflexionando sobre sus causas, manifestaciones y posibles soluciones.

Pese a que el desarrollo de las sociedades a partir de la edad moderna ha fortalecido la cohesión, las desigualdades sociales siguen presentes en todos los países del mundo. El punto de partida ineludible lo sitúa Tocqueville en el origen mismo de la pobreza; el origen de la pobreza y la desigualdad están en el nacimiento de la propiedad, que en sus comienzos es la tierra, y en el inicio de la agricultura. Las afirmaciones del pensador francés se enlazan rápidamente con el pensamiento de Rousseau, concretamente con la segunda parte de su “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, en donde la propiedad privada conlleva desigualdades e injusticias entre hombres. Con la propiedad privada, nace a su vez la aristocracia, donde unos pocos gobiernan y ejercen su poder sobre una desdichada mayoría.

Acercándonos un poco en el tiempo a la actualidad, la Revolución Industrial supone un cambio considerable en todas las manifestaciones del hombre, y lo mismo sucede en lo relativo a la pobreza; la industrialización conlleva más desequilibrios y más pobreza. El desarrollo de la sociedad industrial produce el aumento de bienes de todo tipo, que influencian a los hombres y hacen aflorar en ellos el deseo por el consumo. El materialismo, y reducir todo al disfrute material fue algo que ya tratamos con anterioridad, y que Tocqueville esbozaba en la “Democracia en América”. En sus reflexiones sobre la democracia y la pobreza, escritas en el intervalo de tiempo entre sus los tomos de su obra capital, se profundizan muchos puntos. Como íbamos comentando, la industrialización conlleva la aparición de un mundo nuevo, lleno de bienes de consumo; la pobreza adquiere una nueva forma cuando las necesidades secundarias se convierten en primarias, <<El hombre nace con necesidades, y se forja con necesidades>>[28]. Al respecto, Tocqueville pone el ejemplo del tabaco, ejemplo válido aún en nuestros días; los goces y necesidades propias de la sociedad industrial son tan perniciosos como el hambre que padecían los hombres primitivos[29].

Entrando más en el terreno político, nos encontramos, dice Tocqueville, ante la situación de que es en los pueblos ricos donde hay un mayor número de individuos que se ven obligados a pedir y robar para vivir. Se introduce ahora en el problema un elemento sociocultural, ya que la educación de todos es clave para sanar la herida abierta por la indigencia: << en los pueblos de los que admiráis la opulencia, una parte de la población se ve obligada, para vivir, a recurrir a los dones ajenos>>[30] . Una sociedad sin pobres es aquella donde todos son libres e iguales, y la igualdad real sólo es posible en los extremos, la vida salvaje y la sociedad más latamente instruida. El problema está presente, y la democracia puede recurrir a una serie de mecanismos para solucionar el asunto. Las leyes tienen una importancia notoria, pues están hechas por y para los hombres, y no deben olvidar la condición imperfecta del ser humano; lasleyes deben proponer respuestas concretas a problemas concretos. Junto con las leyes, el Estado debe ofrecer una beneficencia y una asistencia pública, que ofrezca soluciones a las necesidades más inmediatas. Es obvio, que la libertad y la igualdad de todos no es suficiente, y se requieren bienes básicos.

En los ensayos sobre la pobreza, se desprende de Tocqueville una visión antropológica realista e incluso crítica, pues hay que tener en cuenta que hay pobres que se limitan a vivir de la beneficencia sin trabajar; hay ciudadanos ambiciosos que buscan constantemente mejorar su situación y ciudadanos conformistas que llegan incluso a convertirse en parásitos de la sociedad.<<El hombre, como todos los seres organizados, tiene una pasión natural por la ociosidad>>[31]. La visión del hombre que tiene Tocqueville es parecida a la de Spinoza por su realismo, por lo que en este punto hay un vínculo fuerte; por el contrario, Rousseau defiende que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad quien lo corrompe.

Tocqueville aporta dos posibles soluciones más, el ahorro y la propiedad. Concienciar al pobre ante la necesidad de ahorrar es importante, como también lo es tener una propiedad, puesto que produce una previsión y orden en el propietario. El pobre del que habla Tocqueville es el obrero inglés que trabaja en una fábrica, con salarios ínfimos e interminables horas de trabajo.

Las propuestas de nuestro pensador son dignas de admiración y siguen en la línea ilustrada de todo su pensamiento; aún así, el paso del tiempo ha corroborado que la pobreza es un mal endémico, que nos acompaña constantemente, como el día a la noche. Los problemas del hombre no tienen respuesta fácil, o tal vez no tengan ni siquiera respuesta, pero la labor de la filosofía es reflexionar críticamente sobre todo aquello que nos atañe.

Reflexionar sobre el pauperismo nos permite recordar las luces y sombras de la democracia, y a su vez, las luces y sombras del ser humano.


NOTAS: 

[17] TOCQUEVILLE, A, “La Democracia en América”, 1, Madrid, Alianza Editoria, 2002, p.99.

[18] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.99.

[19] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.156.

[20] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.289.

[21] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.345.

[22] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.326.

[23] TOCQUEVILLE, A, “La Democracia en America”, 2, Madrid, Alianza Editorial, 2002, p.231.

[24] TOCQUEVILLE, A, op. cit.1, p.423.

[25] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.326.

[26] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.427.

[27] TOCQUEVILLE, A, op. cit.,2, p.171

[28] TOCQUEVILLE, A, “Democracia y pobreza”, Madrid, Trotta, 2003, p.49.

[29] Todas estas ideas del pensador francés las podemos considerar antecedentes a la critica que se hará en el siglo XX a las sociedades altamente industrializadas, principalmente de la mano de autores como Marcuse, Adorno o Horkheimer, que se centran sobre todo en denunciar la cosificación del hombre a causa del incontrolado desarrollo industrial y tecnológico.

[30] TOCQUEVILLE, A, op. cit.,, p. 58.

[31] TOCQUEVILLE, A, op. cit., p.64.


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