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ERRORES Y PREJUICIOS
Por Francis Bacon
“El entendimiento humano, una vez satisfecho con una determinada concepción (ya sea por haberla recibido de la tradición y haberle dado crédito, ya sea porque resulta agradable), lleva todo lo demás a coincidir con ella y a apoyarla. Pero este mal infecta mucho más sutilmente la filosofía y las ciencias, en las cuales lo que una vez resultó agradable corrompe todo lo demás (aunque sea mucho más sólido y superior) reduciéndolo a su propio orden.”
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Los Ídolos y las falsas nociones que han ocupado ya el entendimiento humano y han arraigado profundamente en él no sólo asedian las mentes humanas haciendo difícil el acceso a la verdad, sino que en el caso de que se diera y concediera el acceso, esos ídolos saldrán de nuevo al encuentro y causarán molestias en la misma restauración de las ciencias, a no ser que los hombres, prevenidos contra ellos, se defiendan en la medida de lo posible.
El entendimiento humano, una vez satisfecho con una determinada concepción (ya sea por haberla recibido de la tradición y haberle dado crédito, ya sea porque resulta agradable), lleva todo lo demás a coincidir con ella y a apoyarla.
LOS PREJUICIOS ATIENDEN A LA AUTORIDAD ANTES QUE A LOS HECHOS
Y aunque la fuerza y cantidad de las instancias contrarias sea mayor, o no las toma en consideración o las menosprecia o las aparta y rechaza con distinciones, por el grave y pernicioso prejuicio de que permanezca intacta la autoridad de aquella primera concepción.
Por eso respondió correctamente aquél que –siéndole mostrado el cuadro colgado en el templo por aquellos que habían cumplido la promesa efectuada con ocasión de un peligro de naufragio- a aquellos que le urgían a responder si reconocía la providencia divina, preguntó a su vez: “¿Y dónde están pintados los que perecieron tras haber efectuado la promesa?”.
Lo mismo ocurre en casi todo tipo de superstición, como por ejemplo en la astrología, en los sueños, en los auspicios, en los castigos divinos, etc. En estos casos los hombres que gustan de estas vanidades advierten los acontecimientos cuando se confirman, pero cuando resultan falsos (aunque esto ocurra con mucha más frecuencia) los pasan por alto y omiten.
Pero este mal infecta mucho más sutilmente la filosofía y las ciencias, en las cuales lo que una vez resultó agradable corrompe todo lo demás (aunque sea mucho más sólido y superior) reduciéndolo a su propio orden.
EL HOMBRE CREE CON FACILIDAD LO QUE DESEA QUE SEA VERDADERO
Pues el hombre cree especialmente aquello que desea que sea verdadero y por eso rechaza las cosas difíciles por impaciencia en la investigación, las cosas sobrias porque coartan sus esperanzas, las cosas más profundas de la naturaleza por superstición, la luz de la experiencia por orgullo y soberbia de que no parezca que la mente se ocupa de asuntos viles y mudables, las cosas paradójicas por la opinión del vulgo; y finalmente el afecto penetra y corrompe el entendimiento de innumerables formas, frecuentemente imperceptibles.
Hemos discurrido ya de las distintas clases de ídolos y de su aparato. Todos ellos deben ser repudiados y rechazados mediante una determinación constante y solemne con el fin de que el entendimiento sea liberado y purgado totalmente de ellos, de forma que al reino del hombre (que se funda en las ciencias) no se acceda prácticamente sino por la misma vía que lleva al reino de los cielos, “donde no es posible entrar si no nos hemos vuelto previamente niños”.
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FRANCIS BACON (1561-1626), La Gran Restauración, 1620. Alianza Editorial, 1985. Traducción: Miguel A. Granada. [FD, 04/10/2006]
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MI VISIÓN DEL MUNDO
Por Albert Einstein
“Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.”
Albert Einstein
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Pienso mil veces al día que mi vida externa e interna se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos. Siento que debo esforzarme por dar en la misma medida en que he recibido y sigo recibiendo. Me siento inclinado a la sobriedad, oprimido muchas veces por la impresión de necesitar del trabajo de otros. Pues no me parece que las diferencias de clase puedan justificarse: en última instancia reposan en la fuerza. Y creo que una vida exterior modesta y sin pretensiones es buena para todos en cuerpo y alma.
LIBERTAD Y SENTIDO DEL HUMOR
No creo en absoluto en la libertad del hombre en un sentido filosófico. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. La frase de Schopenhauer: “Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”, me bastó desde mi juventud. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia. Ha aliviado ese sentido de responsabilidad que tantas veces puede volverse una traba, y me ayudó a no tomarme demasiado en serio, ni a mí mismo ni a los demás. Así pues, veo la vida con humor.
BONDAD, BELLEZA Y VERDAD
No tiene sentido preocuparse por el sentido de la existencia propia o ajena desde un punto de vista objetivo. Es cierto que cada hombre tiene ideales que le orientan. En cuanto a eso, nunca creí que la satisfacción o la felicidad fueran fines absolutos. Es un principio ético que suelo llamar el Ideal de la Piara.
Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. La vida me habría parecido vacía sin la sensación de participar de las opiniones de muchos, sin concentrarme en objetivos siempre inalcanzables tanto en el arte como en la investigación científica. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.
PASIÓN POR LA JUSTICIA SOCIAL Y LA SOLEDAD
Hay una contradicción entre mi pasión por la justicia social, por la consecución de un compromiso social, y mi completa carencia de la necesidad de compañía, de hombres o de comunidades humanas. Soy un auténtico solitario. Nunca pertenecí del todo al Estado, a la Patria, al círculo de amigos ni aún a la familia más cercana. Si siempre fui algo extraño a esos círculos es porque la necesidad de soledad ha ido creciendo con los años.
DEMOCRACIA, ESTADO E IDOLATRÍA
Mi ideal político es la democracia. El individuo debe ser respetado como persona. Nadie debería recibir un culto idolátrico. (Siempre me pareció una ironía del destino el haber suscitado tanta admiración y respeto inmerecidos. Comprendo que surgen del afán por comprender el par de conceptos que encontré, con mis escasas fuerzas, al cabo de trabajos incesantes. Pero es un afán que muchos no podrán colmar.)
sé, claro está, que para alcanzar cualquier objetivo hace falta alguien que piense y que disponga: un responsable. Pero de todos modos hay que buscar la forma de no imponer a dirigentes. Deben ser elegidos. Por eso estuve siempre contra sistemas como los que hoy priman en Italia y en Rusia. Me parece que la solución está en lo que hicieron los Estados Unidos: un presidente elegido por tiempo suficientemente largo, y dotado de los poderes necesarios para asumir toda la responsabilidad. Valoro, en cambio, en nuestra concepción del funcionamiento de un Estado, la creciente protección del individuo en caso de enfermedad o de necesidades materiales.
Para hablar con propiedad, el Estado no puede ser lo más importante; lo es el individuo creador, sensible: la personalidad. Sólo de él sale la creación de lo noble, de lo sublime. Lo masivo permanece indiferente al pensamiento y al sentir.
GUERRA Y PRENSA
Con esto paso a hablar del peor engendro que haya salido del espíritu de las masas: el ejército, al que odio. Cómo detesto las hazañas de sus mandos, los actos de violencia sin sentido y el dichoso patriotismo. ¡Qué cínicas, qué despreciables me parecen las guerras! ¡Antes dejarme cortar en pedazos que tomar parte en una acción tan vil!
A pesar de lo cual tengo tan buena opinión de la humanidad, que creo que este fantasma se hubiera desvanecido hace mucho tiempo si no fuera por la corrupción sistemática a que es sometido el recto sentido de los pueblos a través de la escuela y de la prensa, por obra de personas y de instituciones interesadas económica y políticamente en la guerra.
LA RELIGIÓN Y LA ETERNIDAD DE LA VIDA
El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido.
Esta experiencia de lo misterioso -aunque mezclada de temor- ha generado también la religión. Pero la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la belleza más resplandeciente sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto.
En ese sentido, y sólo en éste, pertenezco a los hombres profundamente religiosos. Un Dios que recompense y castigue a seres creados por él mismo, que -en otras palabras- tenga una voluntad semejante a la nuestra, me resulta imposible de imaginar. Tampoco quiero ni puedo pensar que el individuo sobreviva a su muerte corporal; que las almas débiles alimenten esos pensamientos por miedo, o por un ridículo egoísmo.
A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente, con la honesta aspiración de comprender hasta la mínima parte de razón que podamos discernir en la obra de la Naturaleza.
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ALBERT EINSTEIN, Mi visión del mundo (fragmentos). Tusquets Editores. [FD, 01/06/2006]
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