PSICOLOGÍA CON ALMA, por Carl G. Jung

El perfume suspira en el capullo: “¡Ay, se va el día feliz de la primavera, y yo estoy preso en estas hojas cerradas!”
– “Espera, pobre perfume. Tu cárcel estallará, se abrirá en flor tu capullo; y muerto tú en lo mejor de tu vida, seguirá viviendo la primavera.”

El perfume aletea, ahogándose, dentro del capullo, y suspira: “¡Ay, las horas se pasan, y yo no sé qué quiero, ni adónde iré!”
– “Espera, pobre perfume. La brisa de primavera te ha oído ya, y antes que muera el día, sabrás lo que deseas.”

El perfume le grita desesperado a su oscuro porvenir: “¡Ay!, ¿quién me ha dado esta vida sin razón? ¿Quién me dirá lo que seré?”
– “Espera, pobre perfume. Ya está llegando la aurora perfecta. Y tu vida se va a unir a la vida total, y vas a saber por qué has nacido.”

Rabindranaz Tagore, Premio Nobel 1913. La cosecha.

 

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PSICOLOGÍA CON ALMA

por Carl G. Jung

 

La convicción moderna de la primacía de lo físico conduce, en último término, a una psicología sin alma, es decir, a una psicología en la que lo psíquico no podrá ser sino un efecto bioquímico. No existe, por otra parte, psicología moderna, científica, cuyo sistema explicativo se base únicamente en el espíritu. Nadie se atrevería hoy a fundar una psicología cimentada en la hipótesis de un alma autónoma, independiente del cuerpo. La idea de un espíritu en sí, de un cosmos espiritual que formara un sistema cerrado, postulado necesario para la existencia de almas individuales y separadas, es, al menos entre nosotros, absolutamente impopular. [No obstante] podría alentarnos a considerar la posibilidad de una psicología con alma, es decir, de una teoría del alma basada en la teoría de un espíritu autónomo. La impopularidad de semejante empresa no debe asustarnos, dado que la hipótesis del Espíritu no es más fantástica que la de la materia. Ignorando por completo el modo mediante el cual lo psíquico es susceptible de derivarse de lo físico, y siendo lo psíquico, sin embargo, un hecho de experiencia innegable, tenemos derecho a invertir, por una vez, las hipótesis y suponer que el alma proviene de un principio espiritual tan inasequible como lo es el origen de la materia en la hipótesis contraria.”

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La propensión incoercible a extraer preferentemente principios explicativos en el orden físico corresponde a la extensión horizontal de la conciencia a lo largo de los cuatro últimos siglos. Esta tendencia horizontal es una reacción frente a la verticalidad exclusiva de la era gótica. Es una manifestación de la psicología de los pueblos que, como tal, se desarrolla siempre al margen de la conciencia individual. Exactamente igual que los primitivos, actuamos primero de forma totalmente inconsciente, no descubriendo el porqué de nuestro acto hasta mucho después de haberlo realizado. Entre tanto, nos contentamos con una multitud de racionalizaciones aproximativas.

SOBRESTIMAMOS LAS CAUSAS MATERIALES, PUES LA MATERIA NOS ES TAN DESCONOCIDA COMO EL ESPÍRITU: NADA SABEMOS DE LAS COSAS ÚLTIMAS

Si tuviéramos conciencia del espíritu de nuestro tiempo y un mayor sentido histórico, comprenderíamos que si damos preferencia a las explicaciones basadas en el orden físico es porque en el pasado se recurrió de un modo abusivo al espíritu. Esta toma de conciencia despertaría nuestro sentido crítico. Nos diríamos: es probable que estemos cometiendo ahora el error inverso, que viene a ser, en el fondo, el mismo. Sobrestimamos las causas materiales creyendo haber encontrado así las clave del enigma, mecidos como estamos por la ilusión de conocer mejor la materia que el espíritu “metafísico”. Ahora bien, la materia nos es tan desconocida como el espíritu. Nada sabemos de las cosas últimas. Sólo esta confesión nos devuelve el equilibrio.

No negamos por ello la estrecha intrincación del alma y de la psicología del cerebro, de las glándulas y el cuerpo entero; nos asiste siempre la profunda convicción de que los datos de la conciencia están profundamente determinados por nuestras percepciones sensoriales; no dudamos en absoluto de que la herencia inconsciente nos imprime rasgos de carácter inmutables, tanto físicos como psíquicos; estamos indeleblemente marcados por la potencia de los instintos, que obstaculizan, favorecen o influyen de múltiples formas el devenir espiritual.

Tenemos que confesar, incluso, que el alma humana, en principio, y cualquiera que sea el aspecto en que se la considere, se presenta, sobre todo en sus causas, sus fines y su sentido, como una copa fiel de todo lo que llamamos materia, empirismo, mundo. Y, finalmente, como remate de estas concesiones, nos preguntamos si el alma no será, a pesar de todo, una creación de segundo orden, una especie de epifenómeno totalmente dependiente del sustrato físico. Todo lo que en nosotros es razón práctica y participación en las cosas del mundo parece confirmarlo, y sólo la duda sobre la omnipotencia de la materia nos lleva a considerar con una mirada crítica este esquema científico del alma.

Se le ha reprochado ya a esta concepción que asimile lo psíquico a una secreción glandular; los pensamientos no serían sino una secreción cerebral; se trata, en efecto, de una psicología sin alma. El alma, en esta concepción, no es un ens per se, una entidad que existe por sí misma, sino una simple emanación de los procesos físicos del sustrato. El que estos procesos tengan la calidad de conciencia es un hecho que, en resumidas cuentas, hay que aceptar tal como es, pues, si no fuera así, no se podría hablar de psique; más aún, no se podría hablar de nada, al faltar hasta el propio lenguaje. La conciencia es, pues, la condición sine qua non de lo psíquico, es decir, es el alma misma. Por este motivo todas las <psicologías sin alma> modernas son psicologías de la conciencia, excluyendo todo psiquismo inconsciente.

No hay, en efecto, una, sino numerosas psicologías modernas. El hecho es curioso: ¿no existe una matemática, una geología, unazoología, una botánica, etcétera? Se cataloga un número tan grande de psicologías modernas que una universidad americana puede publicar cada año un grueso volumen titulado Las psicologías de 1930, etc. Yo creo que hay tantas psicologías como filosofías. Pues existe no una, sino numerosas filosofías. Si hago esta alusión es porque entre la filosofía y la psicología reina una conexión indisoluble, conexión que se debe a la compenetración de sus objetos. En pocas palabras: el objeto de la psicología es el alma; el de la filosofía, el mundo. Hasta hace poco, la psicología constituía una de las partes de la filosofía, pero, como previó Nietzsche, se inicia un desarrollo de la psicología que amenaza con engullir a la filosofía.

LA PRIMACÍA DE LO FÍSICO CONDUCE A UNA PSICOLOGÍA SIN ALMA, EN LA QUE LO PSÍQUICO NO ES MÁS QUE UN EFECTO BIOQUÍMICO; PERO AÚN HAY CABIDA PARA UNA PSICOLOGÍA CON ALMA BASADA EN LA EXISTENCIA DE UN ESPÍRITU AUTÓNOMO

La semejanza interior de estas dos disciplinas se debe a que ambas consisten en una formación sistemática de opiniones sobre temas que escapan a un dominio total de la experiencia y, por consiguiente, a la trama de la razón empírica. Por ello mismo, ambas estimulan a la razón especulativa que empieza a elaborar concepciones; esta elaboración adquiere proporciones y aspectos de tal diversidad que, tanto en filosofía como en psicología, se necesitan numerosos volúmenes para resumir la multiplicidad de las opiniones.  Ninguna de estas dos disciplinas podría subsistir sin la otra; cada una proporciona a la otra, en un intercambio mutuo, tácito y, en general, inconsciente, el principio mismo del que procede.

La convicción moderna de la primacía de lo físico conduce, en último término, a una psicología sin alma, es decir, a una psicología en la que lo psíquico no podrá ser sino un efecto bioquímico. No existe, por otra parte, psicología moderna, científica, cuyo sistema explicativo se base únicamente en el espíritu. Nadie se atrevería hoy a fundar una psicología cimentada en la hipótesis de un alma autónoma, independiente del cuerpo. La idea de un espíritu en sí, de un cosmos espiritual que formara un sistema cerrado, postulado necesario para la existencia de almas individuales y separadas, es, al menos entre nosotros, absolutamente impopular. Debo añadir, es cierto, que todavía en q914, en el curso de una Joint Session de la <Aristotelian Society>, de la <Mind Association> y de la <British Psychological Society>, asistí en el Betford College de Londres a una reunión de estudio cuyo tema era: “Las almas individuales, ¿están contenidas en Dios o no?”

Si alguien, en Inglaterra, dudara del carácter científico de estas sociedades que reúnen a la crème de la intelectualidad inglesa, no sería escuchado por su auditorio. En realidad, yo era uno de los pocos asistentes que sentía extrañeza ante aquel debate en el que se recurría a argumentos dignos del siglo XIII. Este ejemplo demuestra que la idea de un Espíritu autónomo, cuya existencia se postula naturalmente, no está todavía proscrita del intelecto europeo ni petrificada en el estado de fósil medieval.

Este recuerdo podría alentarnos a considerar la posibilidad de una psicología con alma, es decir, de una teoría del alma basada en la teoría de un espíritu autónomo. La impopularidad de semejante empresa no debe asustarnos, dado que la hipótesis del Espíritu no es más fantástica que la de la materia. Ignorando por completo el modo mediante el cual lo psíquico es susceptible de derivarse de lo físico, y siendo lo psíquico, sin embargo, un hecho de experiencia innegable, tenemos derecho a invertir, por una vez, las hipótesis y suponer que el alma proviene de un principio espiritual tan inasequible como lo es el origen de la materia en la hipótesis contraria.

Cierto es que semejante psicología no podría ser moderna, ya que se opone a lo que es actual. Por ello, mal que nos pese, tendremos que remontarnos a la doctrina del alma tal como la concebían nuestro s antepasados que se alimentaron de esta hipótesis.

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CARL GUSTAV JUNG (1875-1961), Facetas del alma contemporánea (2ª parte). Conferencia pronunciada en Viena, en 1931. Alianza Editorial, Los complejos y el inconsciente, 2005. Traductor: Jesús López Pacheco.

 


2 Comments

  1. ¿QUIERES VER A DIOS?
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    Joaquín Gorreta Martínez 62 años

    • Gracias por su comentario, Joaquín. Ciertamente el amor y Dios son uno. Lo dificil para el ser humano es alejarse de lo material y acercarse al amor.
      Saludos cordiales

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