Publicado en 1869 es uno de los manifiestos más polémicos de la historia. Este libro recoge, además, textos de Dostoievski y cartas de Bakunin, para entender este episodio del siglo XIX, donde se configuró el terrorismo moderno, las sociedades secretas políticas y las teorías de la conspiración.
Nechayev, “el primer terrorista” (Camus), fascinó a Bakunin, quien al principio lo calificó de héroe, conspirador profesional y creyente sin dios, y también a Dostoievski que dedicó su vida a luchar contra los “demonios nihilistas”.
Un libro que también influyó en los Black Panther Party, que lo reeditaron en el centenario de su publicación, y en las Brigate Rosse italianas.
MIJAÍL ALEKSÁNDROVICH BAKUNIN (1815-1876), posiblemente el más conocido de la primera generación de filósofos anarquistas y uno de los padres de éste pensamiento en el cual defendió las tesis colectivistas y ateas.
Bakunin
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SERGUÉI GENNÁDIEVICH NECHÁYEV (1847-1882), figura asociada con los movimientos nihilista y anarquista, si bien su relación con ellos es compleja y discutida ya que él nunca se declaró partidario de un credo ideológico o filosófico.
Nechaev
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Carta de Bakunin a Talandier sobre Nechaev
Anarquistas rusos
Introducción
Faltan muchos textos de Bakunin en castellano. En particular sobre el episodio de las relaciones entre Bakunin y Nechaev.
Deslumbrado primero por la firmeza revolucionaria y el ímpetu juvenil de Nechaev, Bakunin se percató de la doblez constante de su presunto amigo, lo que fue evidente en el texto del Catecismo revolucionario. Sistemáticamente atribuido a Bakunin por los estudiosos marxistas y burgueses, hecho rechazado por los bakuninistas, el problema fue zanjado por Michael Confino en el oeste y Natalia Pirumova en la URSS en los 70. Con enfoques y argumentos distintos concluyeron ambos especialistas en que la autoría del Catecismo revolucionario le correspondía enteramente a Nechaev. El Catecismo consta de cuatro partes:
a) Relación del revolucionario consigo mismo.
IV El revolucionario desprecia la opinión pública. Sólo tiene desprecio y odio por la moral social actual, por sus directivas y manifestaciones. Para él, lo que es moral es cuanto contribuye al triunfo de la Revolución; inmoral y criminal es cuanto le pone traba.
VI Es preciso que el revolucionario, duro para sí mismo, lo sea también para los otros. Todos los tiernos sentimientos que hacen afeminados, tales como los vínculos familiares, la amistad, el amor o el agradecimiento, la misma honra, tienen que ser ahogados en él por la única y fría pasión por la obra revolucionaria. Sólo existe en él un único goce, un único consuelo, un galardón, una satisfacción: la victoria de la Revolución. Sólo debe tener, noche y día, un único pensamiento y un solo objetivo: la destrucción inexorable. Prosiguiendo con sangre fría y sin tregua el cumplimiento de este objetivo, tiene que prepararse a morir y también a matar con sus propias manos a cuantos se opongan a sus fines.
VII La naturaleza del verdadero revolucionario excluye todo romanticismo, toda sensibilidad, todo entusiasmo, toda pujanza. Excluye asimismo todo sentimiento de odio o venganzas personales. A la pasión revolucionaria, ya convertida en él en segunda naturaleza, debe unirse el frío cálculo. Por todas partes y siempre, tiene que obedecer, no a sus impulsos personales, sino a lo que exige el interés general de la revolución.
b) Relación del revolucionario con sus camaradas en el plano revolucionario
X Cualquier camarada tiene que tener a su disposición algunos revolucionarios de segundo o tercer orden, o sea los que no están del todo iniciados. Debe considerarles como una parte del capital común puesto a su disposición […] (1)
c) Relación del revolucionario con la sociedad
(no tiene que pararse “ante el exterminio de la misma, ante vínculos o cualquier individuo que pertenezcan a este mundo, en el que todos tienen que ser odiados por igual”; lógica consecuencia es el uso del chantajeo, de las ejecuciones)
d) Relación del grupo de camaradas para con el pueblo
La emancipacion vendrá de la insurrección y por eso es preciso aproximarse a los “bandoleros, estos verdaderos y únicos revolucionarios en Rusia.” (2)
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Bakunin remitió en junio de 1870 una larga carta en ruso a Nechaev en la que, reconociendo su propia ingenuidad, deshacía el sistema falaz y manipulador de Nechaev y rompía con él. Simultáneamente daba Bakunin su visión de la lucha en el plano anarquista.
Pero ni este afecto ni esta estima podrían impedirme de decirle con toda franqueza que su sistema de mistificación, que tiende cada vez más a convertirse en su principal, solo y único sistema, su arma y método predilecto, resulta funesto por la misma Causa. […]
Sí, querido amigo, usted no es un materialista como nosotros, pobres pecadores, sino un idealista, un profeta; monje de la Revolución, su héroe no puede ser ni Babeuf ni siquiera Marat, sino cualquier Savonarola. Por su forma de espíritu usted resulta más próximo a [….] los jesuitas que a nosotros. Usted es un fanático. De ahí su fuerza muy grande de carácter pero también su ceguera, y la ceguera es un punto flaco grande y peligroso; la energía ciega tienta y tropieza; y cuanto más fiera es dicha energía, más graves y más seguros son los errores. [ … ]
Ante todo, mi sistema difiere del de usted en eso que no admite ni la utilidad ni siquiera la posibilidad de una revolución otra que la revolución espontánea, o sea popular y social [ … ] Por eso el único objetivo de la sociedad secreta tiene que ser no la constitución de una fuerza artificial fuera del pueblo, sino el despertar y organizar las fuerzas populares espontáneas; en estas condiciones, el ejército de la revolución, el único que sea posible y real, no se situará fuera del pueblo, será el mismo pueblo. No se le despertará con medios artificiales. Las revoluciones populares las engendran el mismo empuje de las cosas o aquella corriente histórica que, invisible y subterránea, incesante y siempre muy lenta, impregna las capas populares, les invade cada vez más, hasta brotar afuera y, barriendo los obstáculos, y destruir todo lo que encuentre en su camino. [… ] Siendo el pueblo el ejército revolucionario, es ésta nuestra plana mayor, es éste el valioso material de la organización secreta. Pero este mundo, se tiene que organizarlo moralizarlo efectivamente. [… ]
¿Cómo moralizar este mundo ? despertando en él sincera y conscientemente y fomentando en su espíritu y en su corazón la única y archiconstante pasión por la emancipación del pueblo entero y de toda la humanidad. Ésta es una religión nueva y única, cuya fuerza puede mover el alma y crear una fuerza colectiva y salvadora. Tal debe ser en adelante el único contenido de nuestro programa. Su meta inmediata es crear una organización secreta, que deberá simultáneamente formar una fuerza popular de apoyo y constituir una escuela práctica para la educación moral de todos los miembros.[.. ] pero si somos anarquistas, preguntará usted, ¿con qué derecho queremos actuar sobre el pueblo y con qué medios lo haremos? Dado que rechazamos cualquier autoridad, ¿con qué poder, o mejor con qué fuerza dirigiremos la revolución del pueblo?
El control jesuítico, los obstáculos de tipo policial y la mentira adoptada como sistema se excluyen categóricamente [… ] (3)
Mediante una fuerza invisible que no tendrá ningún carácter público y que no se impondrá a nadie; mediante la dictadura colectiva de nuestra organización que será cuanto más poderosa que será invisible, no declarada y estará desprovista de cualquier derecho y papel oficial. [estatutos de la sociedad secreta] sinceridad absoluta entre los afiliados. Se destierra cualquier jesuitismo de las relaciones, como los métodos pérfidos y desleales tales como la desconfianza odiosa, la vigilancia mutua, el espionaje y las denuncias recíprocas. Toda crítica en ausencia de la persona en causa queda prohibida. Si un afiliado tiene que reprochar algo a otro, tiene que hacerlo en la asamblea general y en su presencia.[…]
Se destierra cualquier jesuitismo de las relaciones, como los métodos pérfidos y desleales tales como la desconfianza odiosa, la vigilancia mutua, el espionaje y las denuncias recíprocas. Toda crítica en ausencia de la persona en causa queda prohibida. Si un afiliado tiene que reprochar algo a otro, tiene que hacerlo en la asamblea general y en su presencia.[
Ahora es más comprensible el documento a continuación, escrito un mes más tarde.
Frank Mintz, febrero de 2006.
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Notas
1) Barrué Jean, Bakounine et Netchayef, París, 1971, pp.62, 63, y también Confino Michael, Violence dans la violence (le débat Bakounine-Necaev), París, 1973, pp.100-102, [Trad. adaptada de ambos libros].
2) Citas traducidas de comentarios en ruso, en espera de disponer del texto completo en ruso.
Caricatura de Alfred Talandier (1822-1890) político inglés de ‘Les Hommes d’Aujourd’hui’ (1880), por André Gill (1840-85)
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Carta de Bakunin a Talandier sobre Nechaev
Este 24 de julio de 1870, Neufchâtel, de regreso a Locarno.
Alfred Talandier (1822-1890). Abogado en Limoges en 1844, fue abogado general ante el Tribunal de Apelación de Limoges en 1848. Destituido por el gobierno en 1849, se opuso al golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 y tuvo que exiliarse en Inglaterra . Sólo regresó a Francia después de septiembre de 1870
Querido amigo :
Acabo de enterarme de que Nechaev se presentó en su casa y usted enseguida le entregó las direcciones de nuestros amigos Mroczkowski y su mujer. Deduzco de esto que las dos cartas en que Ogarev y yo le habíamos avisado y suplicado que le rechazara llegaron demasiado tarde, y sin exageración alguna, considero el resultado de esa demora como una gran desgracia. Puede parecerle extraño que le aconsejemos que rechace a un hombre, al que le dimos credenciales para usted escritas con palabras sumamente calurosas. Pero dichas credenciales son del mes de mayo, y desde entonces descubrimos y tuvimos que convencernos de la existencia de cosas tan graves que debimos romper todas nuestras relaciones con Nechaev, y con el riesgo de pasar a sus ojos por hombres inconsecuentes y ligeros, pensamos que era un deber sagrado avisarle y prepararle en contra de él.
Ahora voy a trata de explicarle con pocas palabras los motivos de este cambio.
Sigue siendo perfectamente verdadero que Nechaev es el hombre más cruelmente perseguido por el Gobierno ruso, y que éste cubrió todo el continente de Europa con un sinfín de espías para dar con él en todos los países pidiendo la extradición tanto en Alemania como en Suiza. Eso nos lo hace sagrado para nosotros. También es verdad que Nechaev es uno de los hombres más activos y más enérgicos que he encontrado. Cuando se trata de servir a lo que llama la causa, no se apiada, no vacila y no se para en nada, y se muestra tan despiadado para sí mismo como para los demás. Tal es la cualidad principal que me atrajo y que me hizo buscar mucho tiempo su alianza. Algunos pretenden que él es sencillamente un estafador redomado -es una mentira- es un fanático con entrega pero al mismo tiempo un fanático muy peligroso y cuya alianza sólo podría ser funesta para todos.
Ahora viene el por qué de esta carta.
Se fue paulatinamente convenciendo de que para fundar una sociedad seria e indestructible era preciso tomar por base la política de Machiavelo y adoptar de lleno el sistema de los jesuitas: por cuerpo la única violencia, por alma la mentira
Formó parte primero de un Comité oculto que realmente existió en Rusia. Este Comité ya no existe. Todos sus componentes fueron detenidos. Nechaev quedó solo, y a solas él está constituyendo hoy por hoy lo que llama el Comité. Ya diezmada la organización rusa en Rusia, él se esfuerza por crear otra nueva en el extranjero. Todo esto sería muy natural, muy legítimo, muy útil, pero la manera cómo se porta resulta detestable. Sumamente impresionado por la catástrofe que acaba de destruir la organización secreta en Rusia, él se fue paulatinamente convenciendo de que para fundar una sociedad seria e indestructible era preciso tomar por base la política de Machiavelo y adoptar de lleno el sistema de los jesuitas: por cuerpo la única violencia, por alma la mentira.
La verdad, la confianza mutua, la solidaridad seria y severa sólo existen entre una decena de individuos que conforman el sanctus sanctorum [el lugar mas santo] de la sociedad.
Todos los demás debe servir como instrumento ciego y como materia explotable en manos de esta decena de hombres realmente solidarizados.
Está permitido, incluso se manda, engañarles, comprometerles, robarles y, de ser necesario, hundirles.
Son carne de conspiración.
La verdad, la confianza mutua, la solidaridad seria y severa sólo existen entre una decena de individuos que conforman el sanctus sanctorum [el lugar mas santo] de la sociedad. Todos los demás debe servir como instrumento ciego y como
materia explotable en manos de esta decena de hombres realmente solidarizados. Está permitido, incluso se manda, engañarles, comprometerles, robarles y, de ser necesario, hundirles. Son carne de conspiración.
Un ejemplo: usted recibió a Nechaev gracias a nuestra carta de recomendación, le dio en parte su confianza, le confió a sus amigos -entre otros al señor y a las señora Mroczkowski. Ya está implantado en el mundo de usted. ¿Qué hará? Le soltará primero una sarta de mentiras para aumentar la simpatía y la confianza en usted. Pero no se conformará con eso. Las simpatías de hombres tibios, que sólo se entregan en parte a la causa revolucionaria, y que fuera de dicha causa tienen aún intereses humanos, como amor, amistad, familia, vínculos sociales, estas simpatías no son a sus ojos una base suficiente. En nombre de la causa, él debe adueñarse de toda su personalidad, sin que usted se dé cuenta. Para ello, le estará espiando, procurando apoderarse de todos los secretos de usted, y por eso mismo, de estar usted ausente, una vez solo en su aposento, abrirá todos los cajones, leyendo la correspondencia de usted, y cuando una carta le parezca interesante, es decir comprometedora desde cualquier punto de vista que fuere, sea para usted mismo, sea para uno de sus amigos, la robará guardándola con sumo cuidado como un documento en contra de usted o de su amigo. (Asi obró con Ogarev, conmigo, con Tata, y con otros amigos -y cuando en asamblea general le convencimos, se atrevió a decirnos con cinismo: pues sí, es nuestro sistema- consideramos como enemigos, y tenemos el deber de engañar, de comprometer a cuantas personas no estén completamente con nosotros. O sea a cuantos no estén convencidos de la belleza de ese sistema y no hayan prometido aplicarlo como ellos mismos.)
Si usted le presentó a un amigo, su primer cuidado será sembrar entre ustedes la división, los chismes, la intriga, en una palabra, enemistarles. Su amigo tiene una mujer, una hija, buscarán seducirla, hacerle un niño, para arrancarle a la moralidad oficial y lanzarla en una protesta revolucionaria forzada contra la sociedad. Cualquier relación personal, cualquier amistad, cualquier vínculo están considerados por ellos como un mal, que tienen el deber de destruir, porque todo esto constituye una fuerza que por estar fuera de la organización secreta debilita la fuerza única de la misma.
Cualquier relación personal, cualquier amistad, cualquier vínculo están considerados por ellos como un mal, que tienen el deber de destruir, porque todo esto constituye una fuerza que por estar fuera de la organización secreta debilita la fuerza única de la misma
No grite por ver exageración, todo eso me fue ampliamente desarrollado y probado. Al verse desenmascarado, este pobre Nechaev es aún tan ingenuo, tan niño, a pesar de su perversidad sistemática, que creyó posible convertirme. Fue hasta suplicarme que yo aceptara que él desarrollase esta teoría en un periódico ruso que propuso que lanzáramos. Traicionó la confianza de todos nosotros, nos robó cartas, nos comprometió horriblemente, en una palabra, se condujo como un miserable. Su única disculpa es su fanatismo. Es un terrible ambicioso sin saberlo, porque terminó por identificar del todo la causa de la revolución con su propia persona. Pero no es un egoísta en el sentido banal de esta palabra, porque él se arriesga a horrores, y lleva una vida de martirio, de privaciones y de trabajo increíbles.
Es un fanático y su fanatismo le impide ser un jesuita perfecto. A veces ello le hace parecer un tonto. La mayoría de sus mentiras son groseras.
Juega al jesuitismo como otros juegan a la revolución.
Es un fanático y su fanatismo le impide ser un jesuita perfecto. A veces ello le hace parecer un tonto. La mayoría de sus mentiras son groseras. Juega al jesuitismo como otros juegan a la revolución. A pesar de esta ingenuidad relativa, es muy peligroso, porque comete a diario actuaciones, violaciones de confianza, traiciones contra las que resulta muy difícil de resguardarse, por sospechar a duras penas la posibilidad de las mismas.
Con todo, Nechaev es una fuerza, porque es una inmensa energía. Es con una pena grande que me separé de él, porque el servicio de nuestra causa requiere mucha energía y que pocas veces se la encuentra desarrollada hasta tal punto. Pero tras haber agotado todos los medios de convencerme, tuve que separarme, y una vez separado, tuve que combatirle con creces. Su último proyecto fue ni más ni menos que formar una pandilla de ladrones y bandoleros en Suiza, naturalmente con el objetivo de constituir un capital revolucionario. Le salvé forzándole a que dejara Suiza, porque es seguro que le habrían descubierto, él y su pandilla, en unas pocas semanas, se habría perdido y nos habría perdido a todos con él.
Su compañero y camarada Serebrenikov es un maleante de verdad, un mentiroso descarado, sin la excusa, sin la santidad del fanatismo. Fui testigo de numerosos robos de papeles y cartas que cometió.
Y tal es la gente que Mroczkowski, pese a que fuera avisado por Jukowski, estimó deberle presentar a Dupont y a Bradlaugh.
El mal está hecho, hay que repararlo sin ruido, sin escándalo dentro de lo posible.
2) Persuada a Mroczkowski de que la salvación de toda su familia exige que rompa completamente con ellos. Que él prepare en contra de ellos a Marie. El sistema, el goce de ellos consiste en seducir y corromper las jóvenes. De este modo se domina a toda la familia. Me daría pena que hubieran sabido la dirección de Mroczkowski – porque serían capaces de denunciarle. ¿Acaso no osaron confesarme abiertamente en presencia de un testigo, que delatar a la policía secreta a un miembro con poca o solo con media dedicación, es uno de los medios cuyo uso consideran muy legítimo y útil algunas veces. Hacerse con los secretos de una persona, de una familia para tenerla en sus manos, es su principal medio.
Me asusta tanto que ellos sepan la dirección de Mroczkowski que les aconsejo, que les suplico que cambien de alojamiento de modo a que no puedan descubrirles. Si después de esto Mroczkowski, confiando como un fatuo en su propio juicio, continúa sus relaciones con esos señores, que caigan sobre él las consecuencias funestas, inevitables de tal ceguera vanidosa.
3) Es preciso que usted y Mroczkowskiavisen a todos los amigos a quienes pudieran presentar esos señores para que estén sobre aviso y no les den ni confianza, ni asistencia. Nechaev, más obstinado que nunca se pierde fatalmente. El otro ya está perdido. Nuestros amigos no deben participar de la ruina vergonzosa de ambos.
Todo esto es muy triste y muy humillante para nosotros que se los habíamos recomendado, estimado amigo, pero la verdad es aún la mejor solución y el mejor remedio contra todas las culpas.
Bakunin abraza a Garibaldi en el Congreso de la Liga para la Paz y la Libertad (Lausana 1867). Dibujo de Tabet
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El catecismo revolucionario
El catecismo revolucionario. El libro maldito de la anarquía.
«El monje cruel de una revolución desesperada, cuyo sueño más evidente era fundar la orden asesina que permitiría propagar y hacer triunfar por fin a la divinidad negra a la que había decidido servir»
Albert Camus
Uno de los manifiestos más polémicos y violentos de toda la historia. Sus enemigos fueron Marx, Engels, el zar de Rusia y los servicios secretos y policiales de todo el mundo desde su publicación en 1869. En noviembre de 1869 un suceso provocó el pánico en Moscú. El cadáver de Iván Ivanovich Ivanov fue encontrado en el fondo de un estanque. Tras el crimen se escondía Sergéi Nechayev (Nechaev), un joven nihilista líder de una aterradora sociedad secreta llamada La Justicia del Pueblo, «el monje cruel de una revolución desesperada —escribió Albert Camus—, cuyo sueño más evidente era fundar la orden asesina que permitiría propagar y hacer triunfar por fin a la divinidad negra a la que había decidido servir». Pero había más: Nechayev no estaba solo. Se hablaba de células terroristas infiltradas en las ciudades más importantes del país y dispuestas a perpetrar asesinatos y atentados. Más tarde, se supo que el misterioso Nechayev no trabaja solo, sino que era un delegado de Mijaíl Bakunin. Todos temblaron ante la «divinidad negra».
Bakunin y Nechayev, confiando en la llegada de una revolución aniquiladora e higiénica, firmaron El Catecismo Revolucionario, uno de los textos más polémicos, violentos y odiados de toda la historia, un documento que pronto inspiró a una nueva generación terrorista y que, al mismo tiempo, despertó la alarma entre los servicios policiales y entre la élite política. Poco después se descubrió que Nechayev había traicionado y robado al mismo Bakunin, cuya amistad con el nihilista le valió su expulsión de La Internacional. Dostoievski, a partir de estos acontecimientos, basó su famosa novela Los demonios, donde aparecen los personajes de Nechayev y Bakunin.
Este libro, que además de El Catecismo Revolucionario recoge textos y notas poco conocidas de Dostoievski y reveladoras cartas de Bakunin, narra uno de los episodios más apasionantes y fantásticos del siglo XIX, que sirvió para configurar el terrorismo moderno, las sociedades secretas políticas y las teorías de la conspiración. Esta es la increíble historia de Nechayev, «el primer terrorista» (Camus), una «abrumadora y sin par combinación de fanático, fanfarrón y maleducado» (E. H. Carr), y de la fascinación que este despertó en Bakunin, quien no dudó en calificarlo de héroe, conspirador profesional y creyente sin dios. Y también de Dostoievski, que dedicó buena parte de su vida a luchar contra los nihilistas, a los que calificó de «demonios».
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«Destruirlo todo»: Libro maldito de la anarquía
[EXTRACTO DEL CATECISMO REVOLUCIONARIO: EL LIBRO MALDITO DE LA ANARQUÍA]
Bandera de los marinos del acorazado Petropávlovsk de Kronstadt con el eslogan Muerte a los burgueses
«Al abandonar Rusia, decidió fabricarse un retrato a medida de los históricos conspiradores al estilo de los carbonarios o los jacobinos franceses. Casi todo era fruto de una gran falsificación; aseguró que provenía de una familia de intelectuales, pero en realidad su padre era camarero y pintor de brocha gorda y su madre hija de campesinos siervos. Tenía la fuerza y la arrogancia, pero carecía de ejército. El clima en San Petersburgo debió parecerle insuficiente y sin el ardor guerrero con el que soñaba: ¡Después de los decembristas todos se abandonaron a las teorías!, afirmó más tarde. Además, antes de partir hizo correr el rumor, gracias a una nota escrita de su puño y letra (que dijo haber sido arrojada desde un vehículo policial, algo por supuesto falso), de que había sido detenido, acusado de actividades conspiradores y conducidos a una cárcel secreta. Nechayev, de este modo, se forjaba en su país una reputación de peligroso líder de la facción más extremista de la juventud revolucionaria. Su intención, sin embargo, era llegar hasta Ginebra rodeado de este halo de secretismo y notoriedad para conocer al gran líder del anarquismo, el hombre considerado como príncipe de la bandera negra, MijaílBakunin.
«¡Y empezará la revuelta! Se armará un follón como todavía no se ha visto en el mundo… Se cubrirá de tinieblas Rusia, llorará la tierra por los antiguos dioses… Bueno, nosotros pondremos en su lugar… ¿a quién?… ¡A usted (Stavrogin), a usted!»
Aleksandr Ivánovich Herzen (1812-1870). Prominente Demócrata Revolucionario ruso, ideólogo de la revolución campesina, publicista, filósofo materialista y economista. Se manifestó contra el absolutismo y el régimen de servidumbre, después de crear una variante peculiar del socialismo utópico, el «socialismo campesino»
Su fama le precedía. Bakunin, tras pasar doce años en cárceles de Austria, Rusia y Siberia, había logrado escapar y alcanzar territorio japonés. Allí, tras una odisea en la que vivió escondido y fue socorrido por sus contactos, viajó hasta San Francisco, donde llegó en el otoño de 1861. Nada más pisar suelo americano, escribió a su gran amigo y colaborador Herzen, que vivía en Londrés, anunciándole que lo más rápidamente que le fuese posible iba a encontrarse con él. Allí estaba otro de sus fieles amigos, el incansable Ogarev. No había tiempo que perder y Bakunin, una vez que desembarcó en el puerto de Liverpool, tomó el primer tren hacía la capital, irrumpiendo en la casa de Herzen justamente una noche del año nuevo, cuando todos estaban cenando. «¿Qué? ¡Os estáis convirtiendo en unas otras!, exclamó Bakunin nada más hacer su aparición y contemplar la tranquila escena. Es malo estar echado. ¡Arriba! Tenemos mucho trabajo», concluyó.
Herzen, en Mi pasado y mis pensamientos, recordó la impresión que le produjo el reencuentro con el gran luchador anarquista:
«En nuestro seno, Bakunin se recuperó de nueve años de silencio y soledad. Discutía, predicaba, daba órdenes, chillaba, componía, organizaba, exhortaba, el día entero, la noche entera, las veinticuatro horas.
En los breves momentos de reposo se abalanzaba sobre su escritorio y, tras limpiar de ceniza de tabaco un pequeño espacio, empezaba a escribir cinco, diez, quince cartas Semipalatinsk y Arad, a Belgrado y Constantinopla, a Besarabia, a Moldavia y a la Rusia Blanca.
A mitad de una carta tiraba la pluma para refutar a un reaccionario dálmata y, sin terminar su discurso, la cogía nuevamente para seguir escribiendo. Esto le era, naturalmente, más fácil cuando escribía sobre un mismo tema.
Su actividad, su ocio, su apetito, como todas sus demás características -tales eran su gigantesca figura y su continuo sudar- eran de proporciones sobrehumanas, e incluso, ya viejo, se conservaba como un gigante de leonina cabeza y despeinada melena».
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«Toda situación extremadamente vergonzosa, completamente degradante, detestable y, sobre todo, ridícula, en que me he hallado en mi vida ha despertado siempre en mí, junto con una cólera desmedida, un deleite indescriptible»
En Marzo de 1869, provisto de un pasaporte falso, Nechayev cruzó la frontera y nada más llegar a Ginebra contactó con Bakunin. «Era una abrumadora y sin par combinación de fanático, fanfarrón y maleducado», afirmó E. H. Carr. Jugaba sobre seguro; la prodigiosa habilidad para fantasear e imaginar grupos secretos inexistentes o para afirmar que se trataba de gigantescas organizaciones clandestinas potencialmente devastadoras, hizo que Nechayev, en plena confidencia entre camaradas, le confesase que había llegado hasta Suiza con una misión: en calidad de representante de lo que llamó el Comité Revolucionario Ruso, con sede en San Petersburgo, que estaba preparando los días previos a la insurrección en aquel país. (Todo apunta a que ésta potente organización era una farsa. Sin embargo, existe algún autor que sostiene que en San Petersburgo Nechayev contó con una sólida organización secreta que llegó a tener aproximadamente cuatrocientos militantes, repartido entre estudiantes de distintas facultades, lo cual desmentiría la opinión mayoritaria que sostiene que todo se debió a un deliberado fraude que tenía como objetivo ganarse ante Bakunin una reputación de revolucionario profesional) La revolución necesitaba de Bakunin.
La impresión que le causó al mítico líder fue formidable; Bakunin, que sentía que su tiempo se consumía pero que no había perdido un ápice de su arrolladora fuerza, vio en aquel chico un heraldo, la señal de que por fin el viejo mundo se precipitaba hacia su ocaso. Bakunin, absorto y fascinado, creyó cuanto decía. En el fondo son muy similares, aunque Nechayev es mucho más joven. Se ha fraguado su carta de presentación a base de mentiras, creándose una leyenda: la leyenda de que con él la revolución es posible. Y, con ello, pide ayuda a Bakunin para hacer la revolución. Y Bakunin muy despegado de la realidad rusa le cree.
Lleva demasiado tiempo e Suiza, y la gente de la que se rodea, como Zhukovski, Ogarev o Utin, ya son muy europeos. Su imaginación es tan intensa como de la que siempre hizo gala Bakunin. Pero en él esa imaginación está teñida de una sensación profunda de fraude. Ciertamente su abnegación y su ciega dedicación a la causa producen una imagen de revolucionario romántico, que ningún revolucionario contemporáneo podría soñar con poseer, con lo cual, al menos, tienen garantizado su personal Olimpo en la mística revolucionaria. En sus cartas Bakunin le llama «Boy» (aún recordaba algunas palabras en Inglés de su estancia en Londrés), firmando él mismo con el nombre femenino de Matrena.
En un momento dado, Bakunin advierte:
«El Boy debe permanecer ajeno… Procurará espiarte, sonsacarte… No te dejes aprisionas en sus redes. Engáñale sin escrúpulos… ¡Guárdate del Boy! […]
No es un canalla, pero cuando cree actuar en provecho de la causa, nada le detiene. Introducido en tu intimidad, te espiará, te calumniará, abrirá tus cajones, leería tu correspondencia, y cuando una carta le pareciese interesante, es decir, comprometedora, no vacilará en robártela.
Si le presentas a un amigo, inmediatamente se prepondrá enemistaros. Su primer móvil es siempre sembrar el odio y la discordia. Si tienes una hija o una hermana intentará seducirla, hacerle un chico para arrancarla a las leyes morales de la familia e inducirla a un protesta revolucionaria contra la sociedad.
Su única excusa es su fanatismo: ha identificado completamente su propia persona con la causa de la revolución. Es un gran ambicioso, pero no un egoísta atento al medro personal, porque lleva una vida de mártir, de privaciones, de trabajo. Cuando hay que servir a la causa, no vacila ni se detiene ante nada. Es un fanático abnegado, pero al mismo tiempo un fanático peligroso».
El revolucionario nato que siempre fue Bakunin, su llama, arde con inusitada intensidad. Ya sueña con una revolución en Rusia. El cariño y afecto que le inspiró, generó una de las alianza más célebres de toda la historias de las ideas. Ambos, metidos de lleno en un enorme frenesí, en los siguientes meses redactaron cerca de una docena de manifiestos, cartas y panfletos destinados a sus camaradas revolucionarios del mundo entero. Tan sólo un mes más tarde de la aparición de Nechayev, un exaltado Bakunin confesaba por carta a su colega Guillaume lo siguiente:
«Tengo aquí conmigo a uno de esos jóvenes fanáticos que desconocen las dudas, que nada temen y que han decidido de modo absoluto que muchos, muchísimos de ellos, deberán perecer bajos los golpes del gobierno, pero que no por ello se detendrán, hasta que el pueblo ruso se rebele. Son magníficos estos jóvenes fanáticos, creyentes sin dios, héroes sin palabrerías».
La confianza y fe que Bakunin depositó en él fue tal que le entregó una tarjeta que debía servirle como salvoconducto, un documento gracias al cual todos los revolucionarios del mundo deberían acudir en auxilio de Nechayev (esconderlo, protegerlo, financiarlo); la tarjeta se convirtió en uno de los grandes misterios de la historia de los grupos armados, las sociedades secretas conspirativa y el terrorismo, ya que decía lo siguiente: «El portador de éste documento es uno de los representantes acreditados de la Sección Rusa de la Alianza Revolucionaria Mundial. Num. 2771». Junto a la firma de Mijaíl Bakunin, llevaba estampado el nombre de Alianza Revolucionaria Europea. Comité Central. No existe prueba alguna de la existencia de ésta sociedad secreta, ni por supuesto del Cómite Revolucionario Ruso, pero desde entonces, escritores, historiadores e investigadores se han hecho la misma pregunta: ¿existirían acaso otros 2770 miembros que, repartidos por todo el mundo, conspiraban para la victoria final?
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«Yo amo la belleza. Soy nihilista, pero amo la belleza. ¿Acaso los nihilistas son incapaces de amar la belleza? Lo que no aman son los ídolos, pero yo a un ídolo. ¡Usted es mi ídolo […] Usted es el hombre que necesitamos […] Usted es mi caudillo, mi sol, yo soy su gusano».
Serguéi Necháyev (Nechaev)
Nechayev era intenso, arrogante y astuto. A Herzen, que lo visitó por aquellas fechas, le causó un gran desagrado su actitud fanática y despreciativa. No todos pensaban lo mismo, Ogarev, en cambio, se hallaba completamente seducido por Nechayev. Herzen, en absoluto se sentía solidario con aquel nuevo movimiento de jóvenes nihilistas que él, indirectamente, había inspirado; su furia contra el viejo mundo era de otra clase y su famosa frase «la aniquilación de lo viejo es el engendramiento del porvenir» no tenía nada que ver con la dinamita y el terror. A los ojos de esos jóvenes, Herzen y tantos otros (Bakunin incluido) se había vuelto blandos y viejos. Los veían como un grupo de apóstoles, fanáticos y fanfarrones.
A pesar de la desconfianza que generaba el recién llegado, poseía un intenso carisma y una inusitada capacidad de convencimiento. Era taxativo, recio, sin atisbo de humor, prefigurando en sí mismo la crudeza de la revolución venidera. Junto a Bakunin, aseguraba estar sellando el futuro de la humanidad. Herzen, sobrecogido, vio a su viejo colega fuera de sí, más agitado que nunca y al borde del colapso.
Muchos advirtieron a Bakunin de la vertiginosa etapa en que se hallaba y del riesgo que implicaba deslizarse por la pendiente junto a su nuevo amigo. Fue entonces cuando vio la luz El catecismo revolucionario, uno de los documentos que, a modo de manifiesto político sobre el estilo de vida del revolucionario profesional y su estrategia política, ha pasado a la historia como uno de los textos más violentos y amorales de todos los tiempos.
El catecismo revolucionario, uno de los documentos que, a modo de manifiesto político sobre el estilo de vida del revolucionario profesional y su estrategia política, ha pasado a la historia como uno de los textos más violentos y amorales de todos los tiempos
Un libro maldito, excesivo, el texto fundacional de una nueva religión. Para el historiador libertario Paul Avrich «constituye la mayor declaración de un credo revolucionario que ha ocupado, durante más de un siglo, un puesto prominente en la historia revolucionaria». Peter Marshall, por su parte, en su libro A History of anarchism, lo califica como «uno de los documentos más repulsivos en la historia del terrorismo», sirviendo de inspiración a figuras clave en la historia del terrorismo contemporáneo como el alemán Johann Most, que lo reimprimió y difundió poco después, justo en el momento en que estaba introduciendo innovaciones a la violencia revolucionario, como la carta-bomba (Johann Most merecería un libro entero, sin duda).
Most, en su perfeccionamiento y puesta a punto del terror, imaginó bombardeos contra sus enemigos desde el aire. Un puñado de activistas, a bordo de dirigibles, lanzarían bombas sobre las cabezas de reyes, zares y aristócratas. En su periódico Freiheit-5 de mayo de 1883-, aseguró que este tipo de acción podría realizarse en el transcurso de desfiles militares. Según él, sería imparable.
El asesinato de Ivanov le dio también algunas ideas sobre qué hacer con los chivatos:
«Cuando seamos más fuertes, actuaremos contra ellos; un partido en guerra no puede tolerar traidores en sus filas. Que se vayan al diablo las posturas pusilánimes, falsamente humanitarias. ¡ Viva el odio! ¡Viva la venganza!».
Del viejo mundo no debía quedar piedra sobre piedra. Precisamente, esta fue una de las etapas más extrañas en la trayectoria de Bakunin, quien hasta ese momento no había expresado una fe tan extrema en la violencia revolucionaria. Tres años antes de la publicación de El Catecismo revolucionario, había escrito otro catecismo, El Catecismo nacional, en que reconocía que
«en el inicio (cuando el pueblo, con justa razón, espontáneamente se vuelve contra sus torturadores) la revolución será aparentemente sangrienta y vengativa. Pero en fase no durará mucho y nunca degenerará en un terrorismo frio y sistemático… Será una guerra, no contra hombres particulares, sino de entrada contra las instituciones antisociales de las cuales sus poderos y privilegios dependen».
En su último punto, adelantaba una de las ideas constantes en el pensamiento de Bakunin:
«La sociedad secreta internacional. En el sentido de prepararse para esta revolución será necesario conspirar y organizar una fuerte asociación secreta coordinada por un núcleo internacional».
¿Fue este el antecedente de la pretendida, aunque ficticia, Alianza Revolucionaria Europea, que tenía hasta su propio (y también ficticio) Comité Central, que llegaría tres años más tarde gracias a la aparición del misterioso Nechayev? Las diferencia entre uno y otro texto son importantes; El catecismo de 1866 afirmaba que la violencia debía dirigirse principalmente, contra las instituciones y no contra las personas. Las bajas eran inevitables. Bakunin no estaba proclamando algo que no estuviera implícito en todos los manifiestos revolucionarios de la época, donde el levantamiento no podía llevarse a cabo sin una violencia organizada.
El derramamiento de sangre resultaba, por lo tanto, inevitable, pero el viejo líder no justificaba el terrorismo sistemático defendido por Nechayev y, posteriormente, por los nihilistas pertenecientes a NaródnayaVolya (La voluntad del Pueblo). A pesar de que en distintos momentos de su vida Bakunin defendió al ladrón y al criminal como enemigo del orden y un potencial aliado, afirmó que la violencia debía organizarse estrictamente, ya fuese por medio de un ejército popular revolucionario (revolución de 1848) o por comités.
Pero han pasado tres años desde aquel texto. En 1869, muy influenciado por su alianza con el recién llegado, su transformación, advertida por su colega Herzen y muchos otros, resultaba evidente. En Los principios de la revolución, un texto publicado ese mismo año al calor de El Catecismo revolucionario, encontramos una cita que bien podría haber sido suscrita por Nechayev:
«No reconocemos otra acción que la destrucción, aunque admitimos que las formas en que tal acción se manifieste serán extraordinariamente variadas: el veneno, el cuchillo, la soga, etc».
Todo pareció venirse abajo con la aparición del intenso Nechayev; había llegado el gran momento, y sin tiempo que perder los revolucionarios debían infiltrarse entre los sectores criminales, aprender de ellos, de su estilo de vida y determinación, dirigirlos hacia la desestabilización del Estado. Hacia el deseado fin del viejo mundo.
«El Dios ruso ya se ha vendido al vodka barato. El campesinado está borracho, las madres están borrachas, los hijos borrachos, las iglesias vacías, y en los tribunales lo que uno oye es: “O una garrafa de vodka o doscientos latigazos”. ¡Oh, que crezca esta generación! ¡Lo malo es que no podemos esperar; de lo contrario habría que permitirles emborracharse aún más! ¡Ay, qué lástima que no haya proletariado! Pero lo habrá, lo habrá».
En realidad, el título exacto de la obra es “Catecismo del Revolucionario” y contiene una visión jacobina de la conducta revolucionaria llevada al extremo. El principio de que el fin justifica los medios desemboca en una mezcla de fanatismo e inmoralidad que a muchos ha parecido repugnante y a otros ha seducido. Dostoyevski sería de los primeros; Servando Rocha, de los últimos. Por suerte, una oportuna reedición de Los Demonios nos facilita una lectura que puede servir de contrapunto literario a la del Catecismo en cuestión.
El principio de que el fin justifica los medios desemboca en una mezcla de fanatismo e inmoralidad que a muchos ha parecido repugnante y a otros ha seducido
El grupo editor de La Felguera se ha caracterizado por publicar títulos y estudios que responden a una fascinación por el mal, por el crimen, el sacrilegio, el ocultismo, la magia, etc., siguiendo la tradición romántica de la redención por el pecado, prolongada por los surrealistas y por escritores no encasillables como Georges Bataille y Jean Genet. La Razón no lo explica todo, pues una parte de la naturaleza humana y social es irracional. En situaciones históricas particulares, cuando las convenciones sociales aflojan sus lazos debido al descrédito de las ideologías, las creencias o las religiones, puede surgir el monstruo que todos llevan dentro, con su secuela de horror y asombro.
La liberación lleva consigo esta singular contradicción que pocos han querido ver, pero éste no es el caso de Servando. Su atracción por Nechaev, “el primer terrorista”, y en general, por todos los malditos, no tiene motivaciones positivas, ni se adentra en el terreno de la ética; es la atracción del abismo. Es la misma que sintió Bataille por Gilles de Rais y Breton por Lacenaire. Es en definitiva, un combate contra la incurable moralina que trata de cegar los caminos secretos y prohibidos de la revolución, cuya realidad es insoslayable.
Aclarado esto, vayamos por lo que creemos deficiencias de la edición. Empecemos por el concepto de “nihilista”, que Servando, siguiendo al autor de Los Demonios, reserva en exclusiva a los conspiradores satánicos cuya carencia de principios abriría la puerta a la permisividad absoluta. En suma, la generación perdida de la década rusa de los setenta del siglo XIX. El término saltó de la filosofía –donde existía dentro de la crítica al idealismo trascendente- a la literatura por obra de Ivan Turguénev, que en su novela Padres e Hijos, publicada en 1862, daba la siguiente definición:
“Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe, por grande que sea el respeto que se dé a este principio.”
Turguénev reflejaba el estado de ánimo de los medios intelectuales de su época y el conflicto de generaciones que sacudía sobre todo a las clases dominantes. Los jóvenes que rozaban los treinta años en 1840, rechazaban la tradición, el autoritarismo imperial, la servidumbre campesina y los prejuicios religiosos. Dice Bazárov, el personaje central de la novela:
“Actuamos en virtud de aquello que consideramos útil. En los tiempos actuales lo más útil es la negación, por eso negamos.”
La negación les llevaba a declararse ateos, materialistas, evolucionistas, demócratas, e incluso socialistas. Leían filosofía alemana y literatura científica. El escritor apuntaba pues a los Lavrov, Herzen, Bakunin, Belinski, etc., y en efecto, la figura de Bazárov se inspiró parcialmente en Bakunin, a quien conocía bien, así como el protagonista de otra novela suya, Rudin.
Estos primeros nihilistas fueron los responsables espirituales, según Dostoievski, de esa otra generación sin talento ni instrucción, pero extremadamente enérgica y determinada, que a menudo saltaba la delgada línea entre la mistificación y la revolución, entre la estafa y la iluminación fanática: la generación del ascético “hombre nuevo”, del revolucionario “puro”, sin vida personal, ni ataduras amorosas o familiares, consagrado enteramente al sacrificio por la causa, idealizada en la novela ¿Qué Hacer? de Nikolai Chernichevski, que apareció tempranamente en 1863. La generación cuyo prototipo prosaico y real fue el primario Serguei Nechaev.
Estos primeros nihilistas fueron los responsables espirituales, según Dostoievski, de esa otra generación sin talento ni instrucción, pero extremadamente enérgica y determinada, que a menudo saltaba la delgada línea entre la mistificación y la revolución, entre la estafa y la iluminación fanática: la generación del ascético “hombre nuevo”, del revolucionario “puro”
Un importante fallo de la edición a nuestro entender ha sido dejarse llevar en exceso –en este caso un poco ya es mucho- por las afirmaciones del historiador estalinistaEdward H. Carr, hostil a Bakunin por obvias razones políticas. Por ejemplo, no todas las sociedades fundadas por Bakunin fueron ficticias; a decir verdad, ninguna lo fue. Otra cosa es que sus dimensiones no correspondiesen a las declaradas, pero, al menos, una de ellas, la Alianza de la Democracia Socialista, tuvo una importancia considerable.
Mucho menos de recibo es la atribución de la autoría del Catecismo, parcial o total, a Bakunin. La cuestión no está definitivamente zanjada, pero cabría de tener en cuenta un argumento nada desdeñable, el de que las ideas del Catecismo no son las de Bakunin y sí las de Nechaev. Las pocas que podrían coincidir con el anarquismo no vienen expresadas en el lenguaje típico bakuniniano, brillante y filosófico, sino en otro vulgar y apagado.
La observación de que Bakunin unos años antes redactara en Nápoles un “Catecismo Revolucionario” para su Fraternidad Internacional Revolucionaria no demostraría sino que el uso de la palabra “Catecismo” era relativamente corriente en los medios radicales. Por otra parte las ideas del catecismo napolitano no tienen nada que ver con las del catecismo nechaeviano.
El historiador Michel Confino inclinó la balanza del lado de Nechaev al descubrir y publicar la carta que Bakunin dirigió a éste, donde hablaba de “tu catecismo” y diseccionaba y repudiaba su sistema jesuítico, que la edición tiene el acierto de incluir. Confino fue más lejos y estudió los testimonios de la agitación estudiantil donde apareció el famoso “Comité” de Nechaev. Éste, que también contó con la presencia de PiotrTkachev, encarnación avant la lettre del bolchevique, no tenía demasiado alcance pero no fue una invención; es más, llegó a adoptar un “Programa de Acción Revolucionaria”, autoritario, elitista, jacobino, que propugnaba una toma del poder político y no a la inmediata revolución social.
Un “Programa de Acción Revolucionaria”, autoritario, elitista, jacobino, que propugnaba una toma del poder político y no a la inmediata revolución social
Fue escrito por Nechaev y Tkachev, autor éste en 1868 de un artículo titulado “Los hombres del porvenir y los héroes de la burguesía” que adelantaba tanto o más que el Programa mencionado las cualidades del “revolucionario del futuro” que luego veremos desarrolladas en el Catecismo. El tratamiento de la cuestión de la estructura organizativa quedaba pendiente de redacción y fue objeto de un nuevo documento, un “catecismo”, probablemente el que publicó Nechaev en Suiza con la ayuda de Bakunin.
Aunque falte quizás la prueba documental definitiva, puede concluirse que la autoría de Bakunin es más que discutible, y que la de Nechaev es la más probable. Lo que no significa que los personajes de su estilo hayan sido ajenos a los medios libertarios. En las encrucijadas de la revolución española, por ejemplo, se dio con mayor frecuencia de la deseada la trasmutación del anarquista ético en burócrata sin escrúpulos. En ese sentido, el Catecismo del Revolucionario, sí que es el libro maldito de la anarquía.
Aunque falte quizás la prueba documental definitiva, puede concluirse que la autoría de Bakunin es más que discutible, y que la de Nechaev es la más probable. Lo que no significa que los personajes de su estilo hayan sido ajenos a los medios libertarios
Nechaev Tabla de contenidos1 Revolucionarios: Definitivamente, ni liberales ni corazones sangrantes1.1 Sergei Nechaev: un asceta revolucionario2 CATECISMO DEL REVOLUCIONARIO2.1 La actitud del revolucionario hacia sí mismo2.2 La relación del revolucionario con sus camaradas2.3 La […]
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