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René Magritte (1898–1967). Una obra en el tiempo

René Magritte

 

René Magritte

Bélgica, 1898–1967

René Magritte
Magritte se embarcó en varios movimientos pictóricos, siendo el Surrealismo donde más cómodo se sintió. Aunque en un principio se unió al manifiesto surrealista (década del 1940) de los fundadores, no encontró la fama, sino que esta le vino a posteriori, en la década de 1960, cuando sus trabajos ganaron popularidad en Estados Unidos, llegando a ser muy influyentes en movimientos modernos como el Pop Art y el arte conceptual neoyorkino. © diCrox

 

René François Ghislain Magritte fue el surrealista belga que más influyó en la pintura de su país en el siglo XX.

Sus imágenes, a diferencia de otros surrealistas, no estaban inspiradas 100% en sueños, sino que Magritte destilaba la realidad sacando su esencia, y consiguiendo, por un lado imágenes absolutamente sorprendentes e ingeniosas, y por otro el cuestionamiento mismo de esa realidad.

Magritte fue, por así decirlo, un surrealista conceptual muy interesado en la ambigüedad de las imágenes, de las palabras y en investigar la extraña relación entre un lo pintado y lo real. Para ello explora lo que hay de mágico en lo cotidiano.

Influído por Giorgio de Chirico, empieza a pintar paisajes misteriosos, con significados ocultos, silencio y mucho sentido del humor. La realidad es para él una ilusión, una trampa por así decirlo y por ello explora a lo largo de su carrera el espacio real frente a la ilusión espacial, que es la pintura misma.

Muy independiente, se mantuvo alejado del surrealismo militante y dogmático de Breton y pese a lo subversivo de muchas de sus pinturas, tuvo una vida tranquila y burguesa entre París y su Bélgica natal. La vida de un belga de clase media y sus rutinarias actividades diarias fueron en cierto modo su máxima inspiración para pintar sus extraordinarios cuadros.

(CC) Miguel Calvo Santos, 27-09-2016

 

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RENE MAGRITT, CUADROS (1898 – 1967)

Por Miguel Calvo Santos

Historia Arte

LOS AMANTES (Rene Magritte, 1928)

Esos velos húmedos aluden al suicidio de su madre, ahogada en el río

Rene Magritte LOS AMANTES (1928)

Título original: Les Amants

Colección particular

Técnica: Óleo (54,2 x 73 cm.)

 

Dos personas sin identidad se besan tras dos velos húmedos.

¿Un amor secreto…? ¿Un amor prohibido…? ¿Dos desconocidos que se gustan sin conocerse…? ¿Lo insensible de algunos amores…? ¿El amor ciego…? El surrealista Magritte no explica nada. Sólo nos deja esa sensación de asfixia, que es quizás un síntoma como otro cualquiera para ilustrar el amor.

Nuevamente, el artista juega con la idea de interior-exterior: No sabemos si esa pared azul está pintada o es el cielo.

Magritte también vuelve a uno de sus rasgos recurrentes: Los velos húmedos aluden al suicidio de su madre, ahogada en un río. En la mente de un artista de 13 años quedó la imagen de la ropa húmeda tapándole la cara a su progenitora.

(CC) Miguel Calvo Santos, 20-01-2016

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EL FALSO ESPEJO (Rene Magritte, 1928)

Un cuadro que ve tanto como es visto

Por Paula Loreti

EL FALSO ESPEJO (Rene Magritte, 1928)

Título original: Le faux miroir

Museo: MoMA, Nueva York (Estados Unidos) 

Técnica: Óleo (54 x 81 cm.)

 

Puede que el único recurso que haya encontrado el pintor belga para hacerle frente a la muerte de su madre fue el arte, y no es curioso que dentro de todas las corrientes artísticas en las que incursionó, se haya destacado en el surrealismo, donde el inconsciente y los sueños tienen un papel de suma importancia.

Magritte pintó dos versiones de El espejo falso. Una se encuentra hoy en el MoMa, pintado en 1928. La segunda versión la pintó en 1935, y se encuentra hoy en una colección privada. El fotógrafo surrealista Man Ray, tuvo durante un tiempo el cuadro en su poder, y fue él quien lo describió de la forma más poética y acertada: ve tanto como es visto.

El espejo falso es una obra dual: por un lado, Magritte representa un enorme ojo sin pestañas (54x81cm); por otro, actúa de espejo, reflejando las nubes blancas y el cielo azul. De esta forma, se nos presenta una ventana al mundo real. Asimismo, el ojo observa fijamente al espectador, de modo que puede llegar a resultar hipnotizante e inquietante al mismo tiempo: el espectador es observado pero también observa.

El tamaño de esta pintura resalta los contrastes entre luces y sombras, obteniendo resultados brillantes en relación al color. Si enfocamos nuestra atención a la parte interior del ojo vemos unas cualidades muy anatómicas, por ejemplo en el lagrimal. Y esto tan físico, tan real, contrasta de manera brutal con el otro extremo, sin detalle alguno.

La pincelada es oculta, lo que nos otorga reflejos contradictorios, que es en esencia la realidad irreal de los cuadros de Magritte. Predominan los colores complementarios, neutros y fríos de tonos claros.

Otro punto contradictorio es que el cielo no es el que podemos apreciar a través de nuestras ventanas, sino que es completamente liso, sin matices. El contraste claro-oscuro tan destacado entre el iris del cielo y el párpado nos muestra que es el mismo ojo el que delimita la frontera entre el mundo interior y el mundo exterior. El falso espejo solo deja ver el exterior, negando, mediante el reflejo que desprende, su propio interior, y dando la sensación de que solo existimos en la medida que alguien nos observa desde afuera.

¿Confirma esta obra que llegar al fondo mismo de nuestra propia existencia es, finalmente, imposible?

(CC) Paula Loreti, 31-08-2020

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HOMBRE CON PERIÓDICO (Rene Magritte, 1928)

Interior estereoscópico

Por Miguel Calvo Santos

HOMBRE CON PERIÓDICO (Rene Magritte, 1928)

Título original: L’Homme au journal

Museo: Tate Gallery, Londres (Reino Unido)

Técnica: Óleo (115,6 × 81,3 mm)

 

Magritte repite la misma imagen cuatro veces en cuatro viñetas casi idénticas, excepto en la primera de todas, en la que aparece el señor leyendo el periódico del título. Por cierto, el pintor hace aquí una excepción y busca un título bastante concreto —por no decir vulgar— en comparación con los enigmáticos títulos del resto de su producción.

En todas las viñetas estamos en un interior con dos sillas y una mesa, una estufa, un sombrero y un cuadro en la pared y el jarrón en la ventana que da al jardín. Uno de esos agradables interiores burgueses belgas que reproducía Magritte. Tan agradables que hay gato encerrado. Demasiado misterio…

Si nos fijamos, las diferencias entre las viñetas son mínimas, pero las hay. Un mueble que se desplaza un milímetro, una mancha donde no la había, brillos y sombras en distintas posiciones, ligeros cambios de perspectiva… Magritte perturba con la repetición, desasosiega con la multiplicación.

Podemos leer esta cuádruple imagen a modo de cómic, estilo narrativo (y nos encontraremos con más misterio) o podemos verlo como un todo, o como instantáneas de un multiverso, o como ilustración de las mecánicas cuánticas, principios de incertidumbre y demás magia —o ciencia que aún no se entiende— creada por todo tipo de científicos locos que nada tenían que envidiar en cuanto a creatividad al más vanguardista de los pintores en esos surrealistas años 20.

Además, al visualizar cuatro veces la misma imagen se produce una especie de extraño efecto estereoscópico, una especie de mareo tridimensional que no sabemos hasta qué punto era intención del artista.

(CC) Miguel Calvo Santos, 20-01-2016

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LA TRAICIÓN DE LAS IMAGENES (Rene Magritte, 1929)

¿Es o no es esto una pipa? Magritte nos obliga a ejercitar un poco la cabeza

Por Fulwood Lampkin

LA TRAICIÓN DE LAS IMAGENES (Rene Magritte, 1929)

Título original: La trahison des images

Museo: Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), Los Ángeles (Estados Unidos)

Técnica: Óleo ( 63 x 93 cm.)

 

Conocido como Ceci n’est pas une pipe (Esto no es una pipa), este cuadro de René Magritte se podría calificar como precursor del arte conceptual.

¿Porqué Magritte niega lo evidente? En el cuadro vemos exactamente lo que la inscripción nos está negando: ni más ni menos que una pipa.

Pues porque lo cierto es que esto no es una pipa, amigos… sino la representación de una pipa. Es óleo sobre un lienzo situado estratégicamente para simular algo.

Magritte nos viene a decir que si no es por la inscripción, el cuadro sería una simple pipa, pero al negarlo con palabras nos hace cuestionarnos la realidad, la representación y el lenguaje.

La famosa pipa. ¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. ¡Si hubiera escrito en el cuadro «Esto es una pipa», habría estado mintiendo!

Esta pipa del surrealista no puede fumarse. El artista pone de manifiesto el abismo que la separa de la realidad visible, justamente el ámbito en el que habita la pintura. Nos dice claramente que toda representación pictórica (incluso fotográfica) se halla definitivamente separada de la realidad.

De hecho, las propias palabras también son un engaño, en la medida que representan algo.

Magritte… Ya lo dijo una vez: «Mi propósito al pintar es hacer visible el pensamiento».

(CC) Fulwood Lampkin, 30-12-2016

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LAS AFINIDADES ELECTIVAS (Rene Magritte, 1932)

Un pájaro en una jaula no es extraño. Un huevo si.

Por GG Prieto

LAS AFINIDADES ELECTIVAS (Rene Magritte, 1932)

Título original: Les Affinités électives

Colección particular

Técnica: Óleo (41 cm × 33 cm.)

 

Con título basado en la novela Die Wahlverwandtschaften (1809) de Goethe, monsieur Magritte nos regala otro de sus juegos visuales, poéticos y filosóficos en Las afinidades electivas, la imagen de un huevo enorme encerrado en una jaula de sus mismas dimensiones.

Magritte juega con varias cosas: para empezar la relación o afinidad entre objetos. El huevo y la jaula, con relación en principio arbitraria en la vida real, tienen numerosas afinidades (de ahí quizás el título). Por ejemplo, los dos son contenedores para el pájaro. Y visto así, el pájaro dentro del huevo está en una doble jaula, por así decirlo.

Magritte juega también con lo presente y lo ausente. El huevo (presente) será en el futuro un pájaro (ausente). El artista sustituye un objeto por otro, abriendo así infinitas interpretaciones, aunque sabemos bien que el objeto es parte del mismo proceso. Uno se convertirá en otro, aunque el futuro pinta aterrador… el pájaro no podrá crecer mucho más que esa jaula de su mismo tamaño.

Es muy distinto tener encerrado un pájaro en una jaula que un huevo. El huevo es todavía un «objeto» —con múltiples asociaciones, eso sí— aunque a través de los ojos del artista nos hace ver que la diferencia es muy poca. La crueldad es la misma.

Con obras como esta, Magritte deja de lado todo automatismo y ensoñación de los encuentros azarosos propios del surrealismo ortodoxo y se introduce en una especie de «resolución de problemas lógicos», cuestionando la representación de las cosas y sus diferencias con «la realidad».

(CC) GG Prieto, 17-10-2019

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LA INVENCIÓN COLECTIVA (Rene Magritte, 1934)

Una sirena, pero no como siempre la imaginamos

Por Miguel Calvo Santos

LA INVENCIÓN COLECTIVA (Rene Magritte, 1934)

 

Título original: L’invention collective

Colección particular

Técnica: Óleo (35 x 113 cm.)

 

Con esta sirena, Magritte representa al mítico personaje mitad pez y mitad humano, pero lo muestra en su particular universo: Aquí el torso es de pez y las piernas de mujer.

La forma que tenía el surrealista belga de deconstruir el orden existente entre imágenes, palabras, y objetos es una de sus principales características, y al hacerlo nos deja ver hasta que punto estamos sujetos a un concepto de realidad construido. Hasta un animal mítico (y supuestamente imaginario) como una sirena tiene sus formas ya establecidas en el imaginario colectivo.

De ahí ese título: «La invención colectiva». Puede que estas criaturas no existan, pero conocemos muy bien cómo son, gracias a la cultura popular y cientos de obras de arte. Y nosotros, como colectivo, heredamos una convención sobre la base de una mentira, por lo que si se cambian un poco las cosas (en este caso simplemente el orden de las partes) nos entra miedo, desconcierto, asco, al tambalearse la base de nuestras propias certezas. Hasta parece que esta particular sirena se está ahogando a las orillas de esta playa solitaria, metáfora del océano de nuestro subconsciente.

Magritte, que como sabemos no andaba falto de sentido del humor, nos regala esta flagrante contradicción que nos inquieta, que nos hace conscientes de nuestros hábitos mentales, incluso los imaginarios e inconscientes.

La de mitos así que pulularán en nuestras mentes…

(CC) Miguel Calvo Santos, 20-01-2016

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LA CONDICIÓN HUMANA (Rene Magritte, 1935)

Magritte vuelve a cuestionar la realidad de las cosas

Por Miguel Calvo Santos

LA CONDICIÓN HUMANA (Rene Magritte, 1935)

Título original: La condition humaine

Museo: Galería Isy Brachot, Bruselas (Bélgica)

Técnica: Óleo (100 x 81 cm.)

 

Magritte siempre se preguntó qué era eso de la realidad. Ya desde su famosa “Pipa” el pintor, como buen surrealista, quiso que el espectador se cuestionase la realidad en la que vive. Lo suyo no eran los sueños como por ejemplo su coetáneo Dalí. Él sacaba el surrealismo de la propia vida, que si nos fijamos, está llena de él.

Aquí pinta un cuadro sobre un caballete representando exactamente lo mismo que oculta. Una vez pillado el chiste no hay más que fijarse en el título: “La condición humana”, y sospechar que Magritte quiere expresar algo más que una ilusión óptica. Algo probablemente más profundo.

Si a algo le gustaba a Magritte eran las paradojas, sobre todo por sus ambigüedades y malentendidos. Y ese “lo que es y lo que no es”, ese cuadro dentro de un cuadro, ese título, no son más que nuevas formas de indagar sobre la “traición de las imágenes”, la condición que hace que el ser humano esté obligado a ver la realidad a través de sus sentidos, incluso cuando estos pueden engañar tan fácilmente.

La realidad, sabemos por la obra de Magritte, puede ser otra cosa. Cualquier cosa.

(CC) Miguel Calvo Santos, 20-01-2016

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LA LLAVE DE LOS CAMPOS (Rene Magritte, 1936)

No todo es lo que parece

Por Denisse Montáre

LA LLAVE DE LOS CAMPOS (Rene Magritte, 1936)

Título original: La Clef de Champs

Museo: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid (España)

Técnica: Óleo (80 x 60 cm.)

 

Esta obra me recuerda al personaje de Dustin Hoffman, Bernard, en la película I Heart Huckabees (Extrañas Coincidencias); cuando le preguntan cuál es su guía espiritual él contesta con un escueto: Yo uso a Magritte, el surrealista Belga.

Reflexionando sobre su obra, más allá del surrealismo, Magritte nos mete también en una dinámica filosófica que podría resumirse en un «no todo es lo que parece». Y en este cuadro en particular nos surge otra duda: ¿hacia dónde y hacia qué mira Magritte, que nos quiere mostrar a través de la ventana?

En primer lugar, está claro que nos quiere llevar de la mano hacia una ilusión óptica donde la ventana, con los cristales rotos en mil pedazos, conservan la misma imagen del exterior. Suponemos para defender la idea de romper con los muros que nos impiden ver el exterior en su plenitud, con sus luces y sus sombras, y a su vez, impiden igualmente que la luz entre en la estancia. Puede que la estancia sea nuestro interior.

Las cortinas abiertas, el campo verde, el cielo azul; contrastan con la oscuridad del interior, donde se sitúa el espectador.

Quizá el misterio detrás de la oscuridad es crear una sensación de solemnidad ante las diversas capas que todos podemos tener y ocultamos al exterior. Nuestras sombras se ocultan tras una cortina oscura, pero al desplegarlas la luz, el cielo azul y el campo verde se abren paso e iluminan el interior.

El cristal representa el muro que los separa a ambos. Es necesario romperlo para dar paso a la esencia.

Por eso, tal y como cuenta Bernard, en Extrañas Coincidencias, usar a Magritte como guía espiritual sería altamente recomendable, al menos una vez por semana.

(CC) Denisse Montáre, 12-10-2021

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LOS VALORES PERSONALES (Rene Magritte, 1951)

René y sus obsesiones artísticas…

Por Fulwood Lampkin

LOS VALORES PERSONALES (Rene Magritte, 1951)

Título original: Les valeurs personnelles

Museo: San Francisco Museum of Modern Art, San Francisco (Estados Unidos)

Técnica: Óleo (80.01 x 100.01 cm.)

 

Un bodegón surrealista que es a la vez paisaje e interior.

Magritte juega aquí con dos constantes en su carrera (y en la de otros surrealistas):

El agigantamiento de objetos en contextos inesperados y la intromisión del exterior en el interior.

En ambos casos la sensación es de claustrofobia, y en este cuadro, una paradoja, ya que el cielo de las paredes alude al exterior, el lugar menos claustrofóbico posible.

No faltan tampoco magrittadas como reflejos en un espejo, misterios de lo cotidiano y la extraña sensación de que esas cosas están ahí por algún motivo ligeramente coherente.

«El arte evoca el misterio sin el cual el mundo no podría existir»

(CC) Fulwood Lampkin, 27-11-2015

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LA CAJA DE PANDORA (Rene Magritte, 1951)

Abrir la caja de Pandora al despertar

Por Andrea Fischer

LA CAJA DE PANDORA (Rene Magritte, 1951)

Título original: La boîte de Pandore

Museo: Universidad de Yale, New Haven, Connecticut (Estados Unidos)

Técnica: Óleo (45.4 x 54.9 cm.)

 

El problema que el espectador se encuentra al enfrentarse a una pintura de Magritte es muy similar al de lidiar con un sueño inaprehensible inmediatamente después de abrir los ojos: es común que no sepa qué hacer de ella. Le sucede, entonces, algo parecido a salir de golpe del caudal nocturno de los sueños: es como si las imágenes se filtrasen a la vigilia desde sus ojos, que deambulan aún en otro nivel de consciencia. Intenta darles un significado, ver en ellas algún indicio de sentido, de coherencia lógica, compatible con el mundo que le toca presenciar con los ojos abiertos. Es entonces que falla en el intento, y se pierde solamente en la experiencia estética, que no deja de ser tensa, preconsciente, surreal.

Resulta casi natural que haya discusión al día de hoy entre los críticos de arte sobre cómo interpretar los cuadros de este artista belga: no hay significación que valga, no hay simbología a la cual acudir, no hay sustento del cual valerse. Está solamente la impresión sobre el espectador, y nada más. La boîte de Pandore (1951) no es excepción: muestra a dos personajes igualmente enigmáticos: el hombre de bombín, que está de espaldas —y que es una constante en el discurrir artístico de Magritte— y una rosa blanca, que parece enfrentarlo con una gallardía sugerente. Los colores que se escogieron no son casuales: salta a la vista el contraste entre el negro y el blanco que, a su vez, genera confusión contra un cielo tan incuestionablemente rojo.

La imagen causa confusión por sí misma: el espectador no termina de entender la relación entre el hombre y la flor, ni la manera en la que sus miradas parecen entrelazarse. Es la frondosidad de sus hojas y la extensión blanca de sus pétalos contra la figura pesada que la enfrenta, gélida. Estridencia, tensión, teatralidad: es como si se abriera la caja de Pandora al despertar.

(CC) Andrea Fischer, 07-10-2017

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LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA (Rene Magritte, 1953)

Amor por la mímesis

Por Laura Cabrera Guerrero

LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA (Rene Magritte, 1953)

Título original: Les merveilles de la nature

Museo: MCA, Chicago (Estados Unidos)

Técnica: Óleo (177, 5 x 98 cm)

 

Magritte representa en esta obra a dos amantes muy peculiares. No se trata exactamente de sirenas nórdicas (y decimos nórdicas porque son aquellas que tienen la mitad del cuerpo humano y cola de pez, en el caso de las de la mitología griega, la mitad inferior es el cuerpo de un pájaro).

En cierto modo son sirenas, pero ha invertido la manera habitual en la que estamos acostumbrados a ver a estas criaturas fantásticas, ya que aquí es la parte superior la que tiene apariencia de pez, y la inferior cuerpo humano. Lo hará en otras obras, como La invención colectiva.

Estos dos amantes, pintados exactamente del mismo color de la roca, sobre la cual están sentados generan un efecto de conjunto escultórico de bronce, con tonos amarronados y verdosos. Parcialmente parecen estar petrificadas, en calidad de estatuas, aunque por otra parte las dota de movimiento mientras cantan al unísono, tal vez entonan una bella canción de aquellas que después los marineros cantarán en sus travesías, o quizás simplemente entonen felices una misma nota ensimismados y enamorados.

Al fondo, en el mar, un barco espectral, porque no lo vemos definido a causa de la distancia, surca las olas.

Nunca es fácil interpretar las obras de Magritte, pero lo que esta nos deja claro es la obsesión que tenía el artista por la mimetización. Dos criaturas del mar que han salido de él y han llegado a la playa, a tierra firme, se mimetizan rápidamente con ella a través del cromatismo.

Y también expresa la sensibilidad que caracterizaba al artista belga, siempre surrealista aunque cargado de sentimentalismo y nostalgia.

(CC) Laura Cabrera Guerrero, 16-06-2023

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GOLCONDA (Rene Magritte, 1935)

It’s raining men…! Aleluya!

Por Miguel Calvo Santos

GOLCONDA (Rene Magritte, 1935)

Título original: Golconde

Colección particular

Técnica: Óleo (81 × 100 cm.)

 

Una lluvia de hombres vestidos de forma idéntica, con abrigos negros y bombines, son casi autorretratos del pintor. Caen como gotas de lluvia afuera, más allá de la ventana. ¿O quizás están flotando como globos cargados de helio? En el cielo no se ve rastro de nubes que impliquen lluvia. Es difícil decirlo, porque es imposible explicar este extraño fenómeno meteorológico.

Lo cierto es que Magritte vivía en un lugar muy parecido a este, a las afueras de Bruselas, y vestía igual que estos señores, que aparecen en otras muchas obras del artista. Quizás en este ambiente burgués de los suburbios belgas era todo tan aburrido que el pintor se imaginó una lluvia de aburridos hombres normales y corrientes, formando algo verdaderamente extraordinario.

El hombre con sombrero de hongo es el hombre común y corriente. Yo lo uso también, no tengo el menor deseo de destacarme.

Estamos ante una reflexión (otra vez) sobre el juego la representación de las imágenes, pero también una idea sobre qué es lo individual y qué lo colectivo.

Por cierto, Golconda es una ciudad abandonada en la India, donde había una floreciente industria de diamantes. Título idea de su colega el poeta Louis Scutenaire.

(CC) Miguel Calvo Santos, 22-03-2018

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EL IMPERIO DE LA LUZ (Rene Magritte, 1954)

Noche y día

Por José Fernández Martínez

EL IMPERIO DE LA LUZ (Rene Magritte, 1954)

Título original: L’empire des lumières

Museo: Peggy Guggenheim Collection, Venecia (Italia)

Técnica: Óleo (195,4 x 131,2 cm.)

 

Entre 1949 y 1964, Magritte pintó un total de diecisiete versiones al óleo y diez en gouache, toda bajo el mismo título L’Empire des Lumières, el titulo fue dado por Paul Nougé, amigo de Magritte y líder del grupo surrealista belga.

En la obra somos testigos de una extraña visión: en la parte superior vemos un brillante cielo azul con esponjosas nubes blancas que evocan el día. Mientras que en la parte inferior observamos que la oscuridad de la noche se ha apoderado de la calle. Solo la luz que sale de la ventana y la farola (detalle que se encuentra en común con todas las versiones) evita sumir en la oscuridad la escena.

El día y la noche se mezclan de forma armoniosa, resultando así un efecto de dualidad inquietante entre la vigilia y el sueño.

El propio Magritte comento que se encontraba tentando con la idea que la noche y el día coexistieran juntos, y que fueran solo uno. Decía que era razonable, dado que de acuerdo con nuestro conocimiento, en el mundo la noche siempre existe a la misma hora que el día, así como la tristeza existe en algunas personas al mismo tiempo que la felicidad en otras [1].

Así mismo también comentaba que la inspiración para esta obra no partía solamente de una idea, dado que él aseguraba en entrevistas que todas las ideas no son «ideas para pintar», sino que en este caso era «poesía», dado que el hecho de evocar al día y la noche tiene el poder de generar sorpresa y encanto al espectador, y ese poder es «poético», porque logra provocar sensaciones [2].

 

[1] (S. Whitfield, Magritte, exh. cat., The South Bank Centre, Londres, 1992, no. 111).

[2] (K. Rooney y E. Plattner, eds., René Magritte: Selected Writings, Minneapolis, 2016, p. 167).

(CC) José Fernández Martínez, 16-04-2023

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EL BANQUETE (Rene Magritte, 1958)

En un círculo se confunden el principio y el fin

Por GG Prieto

EL BANQUETE (Rene Magritte, 1958)

Título original: Le Banquet

Museo: Art Institute of Chicago, Chicago (Estados Unidos)

Técnica: Óleo (97,3 × 130,3 cm.)

 

Estamos en el jardín, al atardecer. El sol se pone, pero no detrás de los árboles, sino delante.

Se crea así un círculo puro en el centro puro del cuadro, equilibrado por la fuerte horizontal de la balaustrada.

No sabemos bien qué es lo que está delante y qué es lo que está atrás. ¿Estamos más cerca de ese sol rojo que de los árboles? ¿Están esa balaustrada y esa vasija de piedra en primer plano o quizás están detrás de todo? ¿O está todo pintado sobre ese muro, y hay un agujero circular que nos deja ver la luz del sol?
Todo es posible.

Cerca, lejos. Delante, detrás. Dentro, fuera… Con Magritte no sabemos ni qué quiere decir todo eso. De hecho, el pintor nos da pistas de que esos conceptos no existen, y menos en una pintura.

La perspectiva, tantas veces violada por el artista, es aquí minuciosamente observada. Magritte, pese a lo que pueda parecer, fue un pintor «realista», y en cuadros como este se pregunta muy legítimamente: ¿qué es la realidad?, y ¿cómo acercar esa «realidad» al arte?.

Magritte, el filósofo, el poeta, el retratista de lo extraño. Nunca nadie captó tan bien lo rara que es la realidad.

(CC) GG Prieto, 13-07-2021

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CASTILLO DE LOS PIRINEOS (Rene Magritte, 1959)

Un paisaje surrealista con una gravedad particular

Por Miguel Calvo Santos

CASTILLO DE LOS PIRINEOS (Rene Magritte, 1959)

Título original: Le château des Pyrénées

Museo: Museo de Israel, Jerusalén (Israel)

Técnica: Óleo (200 x 140, 5 cm.)

 

Una roca flotando sobre el océano…

La piedra es ligera dentro de su condición pesada… es otra de las clásicas contradicciones que tanto le gustaban al surrealista belga, siempre dándole vueltas a imágenes y conceptos imposibles, sintuándonos en un lugar entre lo real y lo irreal.

Magritte no se cansa nunca de indagar en el misterio de las cosas. Alterando un poco reglas inmutables del pensamiento occidental (como en este caso las leyes de la gravedad), creó obras que captan la poesía del universo, iconos enigmáticos que ponen delante de nuestras narices las paradojas y ambigüedades inherentes a nuestros sentidos.

Nos podemos preguntar por qué está flotando esa colosal roca, y lo más lógico es deducir que la gravedad no le afecta. Pero si esto es así, nos tenemos que preguntar cuál es el objetivo de la gravedad y sabiendo esto, a lo mejor es más lógico que flote un objeto que que exista una poderosa fuerza invisible que todo lo atrae sin motivo aparente.

Sea como sea, el título del cuadro viene de la expresión francesa faire des châteaux en Espagne, que equivaldría a construir castillos en el aire. Es decir, una idea imposible de alcanzar.

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LA IRA DE LOS DIOSES (Rene Magritte, 1960)

«No hay respuestas en mis pinturas, sólo preguntas»

Por Miguel Calvo Santos

LA IRA DE LOS DIOSES (Rene Magritte, 1960)

Título original: La Colère des dieux

Colección particular

Técnica: Óleo (80 × 70 cm.)

 

Dos formas de moverse, dos velocidades, dos medios de transporte yuxtapuestos que tienen mucho en común y a la vez grandísimas diferencias. El pasado y el futuro avanzan al mismo tiempo en esta instantánea imposible. O quizás no avanzan, y están congelados en el lienzo, que de eso se trata la pintura, de algo estático, paralizado en la imposibilidad de un movimiento.

Magritte se vuelve a pasar por el forro las leyes físicas y vuelve a hacernos pensar, aunque no sabemos en qué. Seguramente sea algo importante, disfrazado de accesorio; o quizás sea al revés.

La ira de los dioses es la representación gráfica de una paradoja física sobre la velocidad y el movimiento, una aporía pictórica, un galimatías que haría enfurecer a los mismísimos dioses. Al verla, la imagen tiene cierta lógica, pero reflexionando un poco deja de tenerla, aunque vuelve a recuperarla si le damos otra vuelta.

Quizás un científico debería llevar esta imagen a la vida real y demostrar que esta escena es o no factible.

El artista cuenta muchas cosas en sus cuadros, aunque desgraciadamente no clarifican nada (empezando por sus títulos, que tienden más bien a despistar). No hay respuestas en mis pinturas, sólo preguntas, decía el surrealista belga.

(CC) Miguel Calvo Santos, 27-10-2020

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EL FIN DEL MUNDO (Rene Magritte, 1963)

¡Si solo saliera el sol esta noche!

Por GG Prieto

EL FIN DEL MUNDO (Rene Magritte, 1963)

Colección particular

Técnica: Óleo (81.6 x 100.3 cm.)

 

Basado en su Imperio de las luces, donde no sabemos bien si es de día o es de noche, Magritte creó este cuadro de un señor con sombrero de hongo (un clásico en su iconografía) ubicado en la penumbra junto a esa casa rodeada de árboles. Como siempre en la obra de este fascinante autor, no sabemos muy bien qué nos quiere contar. Incluso nos confunde más aún con títulos de una evocadora ambigüedad poética. Como siempre, el misterio y la maravilla son los verdaderos protagonistas de la obra.

El cuadro apenas tiene dos colores —eso sí, con miles de matices— de una simplicidad sorprendente. En la casa vemos las luces encendidas del mismo tono que el cielo crepuscular, con colores cálidos, y el resto es todo oscuro. El hombre de sombrero se confunde con los árboles y la arquitectura rectilínea de la casa, como unas sombras chinas que quizás estén tapando el atardecer o el amanecer.

No sabemos si este hombre vigila la casa o le da la espalda, si nos mira a nosotros, el mundo real. No sabemos si va o viene. No sabemos si el fin del mundo está llegando o acaba de empezar. Sabemos que hay luz y sombra, y con esos dos conceptos tan amplios se puede llegar a componer, y descomponer, todo un mundo.

(CC) GG Prieto, 20-05-2019

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EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN (Rene Magritte, 1963)

Dos tíos flotando

Por Miguel Calvo Santos

EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN (Rene Magritte, 1963)

Título original: L’Art de la Conversation

Colección particular

Técnica: Óleo (46 x 38 cm)

 

Escuchar y ser escuchados son de las grandes necesidades del ser humano. Comunicarse. Conversar, sin embargo, tiene otros matices más positivos. En una conversación, la comunicación se presupone cordial, agradable e incluso placentera. Por eso, hay quien ve la conversación como un arte (Oscar Wilde escribió un libro sobre ello) que no todo el mundo domina.

Hay gente que acapara las conversaciones, no dejan hablar, la palabra es de su posesión. Hay otra gente lacónica y monosilábica, que cede la conversación, que no la estimula precisamente. Los hay que le dan mil vueltas a un mismo concepto, para dejarlo claro, y que de tanto repetirlo lo vuelven confuso y ambiguo. Hay gente excesivamente apasionada, que grita más y no cede nunca la razón, discute. Hay gente con diarrea verbal, que sólo expulsa mierda constante y fluída…

Y después hay otra gente que comunica, que intercambia ideas y da acceso a su sabiduría. Gente que enseña, que enriquece, que aporta, con la que aprendes en cada frase que suelta. Gente que parece sincera y coherente, que lo que dice casa bien con lo que hace. Que no interrumpe y busca la interacción, huyendo siempre del monólogo o la competición. Gente que no inventa ni exagera, que no presume ni ofende, que no repite ni divaga. Gente con infinitos temas de conversación, no de esos con uno solo, que lo usan y desgastan hasta el aburrimiento.

Hay que preguntarse a veces de qué grupo somos. Quizás de los dos, depende del día, depende del momento. Aunque reconozcamos que hay que tender a ser de los segundos conversadores. Quizás de este segundo grupo son estos dos tíos volando que pinta Magritte en su Arte de la conversación.

Con este título de libro de autoayuda nos introduce Magritte en una de sus escenas donde lo ordinario y lo extraordinario se solapan y se complementan. Dos de sus recurrentes tíos con bombín (una especie de autorretrato de él y de la clase media belga) flotan por los aires ya que su conversación debe ser espectacular. De tan fascinante y absorbente que es la charla, ni se dieron cuenta de que se fueron volando.

(CC) Miguel Calvo Santos, 04-01-2024

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EL HIJO DEL HOMBRE (Rene Magritte, 1964)

La obra más conocida de Magritte

Por Miguel Calvo Santos

EL HIJO DEL HOMBRE (Rene Magritte, 1964)

Título original: Le Fils de l’Homme

Colección particular

Técnica: Óleo (116 cm × 89 cm.)

 

Supuestamente este es un autorretrato de Magritte, aunque claro, no se le ve la cara. La tapa una manzana voladora que gira delante suyo y no nos deja reconocer bien al retratado.

Es algo típico de Magritte, que pensaba de manera muy sabia y surrealista que todo lo que vemos esconde otra cosa, y por supuesto siempre queremos ver lo que está oculto, aunque lo que vemos no oculte nada.

Pero tres cosas no pueden ocultar que estamos ante un cuadro de Magritte:

En primer lugar la manzana, un elemento recurrente en la obra del artista que puede aludir al pecado (Adán y Eva), la tentación e incluso la inmortalidad. Un símbolo religioso que puede estar asociado al título «hijo del hombre», que se refiere a Cristo, aunque los título en Magritte siempre ocultan algo, algo que probablemente sea nada.

Tenemos después al personaje de bombín y traje, una indumentaria con la que andaba el propio artista y que quiere representar a «un hombre normal y corriente». Por supuesto no hay nada menos corriente que la normalidad. Recordemos que todos ocultamos algo, aunque no sea nada. Así somos más interesantes, ¿no…?

Y otra cosa que aparece en varias obras del artista es taparle la cara a alguien. Ya sea con una manzana, un ramo de flores o un paño húmedo, o quizás representar a la figura de espaldas o incluso multiplicarla para hacerla así anónima, la persona queda oculta, despertando de esa manera nuestro interés.

La curiosidad es una de las herramientas que utiliza a menudo el artista para hacernos entrar en su mundo, aunque a veces —casi siempre— lo haga dejando pistas falsas.

(CC)Miguel Calvo Santos, 20-01-2016

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René Magritte

21 de noviembre de 1898 (Lessines, Bélgica) – 15 de agosto de 1967 (Bruselas, Bélgica)

The Art Story

 

Sin duda el artista belga más célebre del siglo XX, René Magritte ha alcanzado un gran reconocimiento popular por su enfoque idiosincrásico del surrealismo. Para mantenerse, pasó muchos años trabajando como artista comercial, produciendo publicidad y diseños de libros, y esto probablemente dio forma a su arte, que a menudo tiene el impacto abreviado de un anuncio. Mientras que algunos surrealistas franceses llevaron vidas ostentosas, Magritte prefirió el tranquilo anonimato de una existencia de clase media, una vida simbolizada por los hombres con sombreros de bombín que a menudo pueblan sus cuadros. En años posteriores, sus pares lo castigaron por algunas de sus estrategias (como su tendencia a producir múltiples copias de sus cuadros), pero desde su muerte su reputación solo ha mejorado. Los artistas conceptuales han admirado su uso del texto en las imágenes, y los pintores de la década de 1980 admiraron el kitsch provocador de algunos de sus trabajos posteriores.

Magritte deseaba cultivar un enfoque que evitara las distracciones estilísticas de la mayoría de la pintura moderna. Mientras algunos surrealistas franceses experimentaban con nuevas técnicas, Magritte se decidió por una técnica ilustrativa inexpresiva que articulaba claramente el contenido de sus cuadros. La repetición fue una estrategia importante para Magritte, que no sólo influyó en su manejo de los motivos dentro de cuadros individuales, sino que también lo alentó a producir múltiples copias de algunas de sus mejores obras. Su interés en la idea puede haber surgido en parte del psicoanálisis freudiano, para el cual la repetición es un signo de trauma. Pero su trabajo en el arte comercial también puede haber jugado un papel en impulsarlo a cuestionar la creencia modernista convencional en la obra de arte única y original.

La calidad ilustrativa de los cuadros de Magritte da lugar a menudo a una poderosa paradoja: imágenes que son hermosas por su claridad y sencillez, pero que también provocan pensamientos inquietantes. Parecen declarar que no esconden ningún misterio, y sin embargo son también maravillosamente extrañas. Como describió brillantemente el biógrafo de Magritte, David Sylvester, sus pinturas provocan «el tipo de asombro que se siente en un eclipse«.

A Magritte le fascinaban las interacciones entre los signos textuales y visuales, y algunas de sus pinturas más famosas emplean tanto palabras como imágenes. Si bien esas pinturas suelen compartir el aire de misterio que caracteriza gran parte de su obra surrealista, a menudo parecen motivadas más por un espíritu de investigación racional -y de asombro- ante los malentendidos que pueden acechar en el lenguaje.

Los hombres con sombreros de copa que aparecen a menudo en los cuadros de Magritte pueden interpretarse como autorretratos. Los retratos de la esposa del artista, Georgette, también son habituales en su obra, al igual que los atisbos del modesto apartamento de la pareja en Bruselas. Aunque esto podría sugerir un contenido autobiográfico en los cuadros de Magritte, es más probable que apunte a las fuentes comunes de su inspiración. Es como si creyera que no hay que buscar muy lejos lo misterioso, ya que acecha por todas partes en la vida más convencional.

 

Magritte diseñó portadas de partituras, incluida esta portada de partituras para piano de 1924 para “Marche des Snobs”

 

Infancia

René Magritte era el mayor de tres hermanos, nacido en una familia bastante acomodada. Se cree que su padre trabajaba en la industria manufacturera y que su madre era sombrerera antes de casarse. El desarrollo de Magritte como artista estuvo influenciado por dos acontecimientos importantes de su infancia: el primero fue un encuentro con un artista que pintaba en un cementerio, con el que se cruzó por casualidad mientras jugaba con un compañero. Magritte escribió más tarde: «Encontré, en medio de unas columnas de piedra rotas y unas hojas amontonadas, a un pintor que había venido de la capital y que me pareció que estaba haciendo magia«. El segundo acontecimiento decisivo fue el suicidio de su madre en 1912, cuando Magritte tenía 14 años. Según el relato apócrifo, Magritte estuvo presente cuando su cuerpo fue sacado de un río, con el rostro completamente cubierto por su vestido blanco. Aunque los estudiosos actuales creen que esto no es más que un mito propagado por su niñera, la imagen de una cabeza extrañamente oculta por una tela que se ajusta al contorno aparece recurrentemente en toda la obra del artista.

Entrenamiento temprano

Magritte comenzó a pintar en 1915 y se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Bruselas al año siguiente. Sin embargo, sus clases no le inspiraban demasiado y, como consecuencia, su asistencia se vio afectada. Se hizo muy amigo de un compañero de estudios, Victor Servranckx, quien le presentó el futurismo , el cubismo y el purismo . En particular, Magritte se sintió atraído por la obra de Jean Metzinger y Fernand Léger, quienes tuvieron una gran influencia en su obra temprana, como es evidente en sus experimentos con el cubismo, como su pieza de 1925 La bañista.

Periodo de madurez

En 1921, Magritte cumplió con el servicio militar obligatorio y en 1922 regresó a su patria para casarse con Georgette Berger, una chica a la que conocía desde la infancia. También empezó a trabajar bajo la supervisión de Servranckx como dibujante en una fábrica de papel pintado. Este trabajo duró aproximadamente un año, tras el cual Magritte se convirtió en diseñador independiente de carteles y publicidad. En 1926, firmó un contrato con la Galerie le Centaure de Bruselas y pudo ganarse la vida como artista plástico durante un breve periodo. Este primer período estuvo marcado por profundos cambios en la obra de Magritte. Alrededor de 1925 vio por primera vez la obra de Giorgio de Chirico y comenzó a trabajar más claramente dentro del lenguaje surrealista. Las imágenes de Magritte de mediados de la década de 1920 no sólo recordaban el estado de ánimo desolado y misterioso que De Chirico creó en su obra, sino que el artista más joven llegó incluso a transponer muchos de los objetos favoritos de De Chirico, como esferas, trenes y manos de yeso, a sus propios lienzos.

De 1927 a 1930, Magritte vivió en París y forjó fuertes vínculos con el círculo de surrealistas parisinos de André Breton, que en ese momento incluía a artistas como Max Ernst Salvador Dalí. Comenzó a incorporar formas orgánicas más ambiguas en su obra y a experimentar con temas típicamente surrealistas, como la locura y la histeria. Sin embargo, Magritte estaba cada vez más desilusionado por los temas «oscuros» de sus compañeros surrealistas. Quizás lo más significativo es que fue en París donde Magritte comenzó a experimentar con el uso de las palabras y el lenguaje en sus pinturas.

Periodo Tardío

En el momento en que Magritte estaba alcanzando éxito y reconocimiento, estalló la Segunda Guerra Mundial. Aunque siguió desarrollando su estilo característico, también utilizó cada vez más una paleta brillante e impresionista como respuesta subversiva a la desolación de la guerra. Escribió:

«La sensación de caos, de pánico, que el surrealismo esperaba fomentar para que todo pudiera ponerse en tela de juicio fue lograda con mucho más éxito por esos idiotas que eran los nazis… Contra el pesimismo generalizado, propongo ahora una búsqueda de alegría y placer«.

 

En 1946, Magritte firmó un manifiesto llamado Surrealismo a pleno sol y rompió con Breton.

Esta fase fue seguida por el breve experimento de Magritte con un estilo «salvaje» intencionadamente provocador que llamó «vache» («vaca«) que se caracterizaba por temas vulgares, colorido crudo y generalmente se considera una parodia de los fauves. Como Magritte esperaba, sus obras en este estilo fueron fenomenalmente impopulares. Durante el resto de los años 50 y 60, Magritte volvió a su estilo y temática característicos. Al final de su vida, disfrutó de un gran éxito y solo en los años 60 se realizaron seis grandes retrospectivas de su obra.

 
 
Museo Magritte en Bruselas, Bélgica, inaugurado en junio de 2009

El legado de René Magritte

La obra de Magritte tuvo un gran impacto en varios movimientos que siguieron a su muerte, entre ellos el pop, el conceptualismo y la pintura de los años 1980. En particular, su obra fue aclamada como un precursor de las tendencias futuras en el arte por su énfasis en el concepto sobre la ejecución, su estrecha asociación con el arte comercial y su enfoque en objetos cotidianos que a menudo se repetían en el espacio pictórico. Es fácil ver por qué artistas como Andy WarholMartin Kippenberger y Robert Gober citan a Magritte como una profunda influencia.

 

“Un espléndido malentendido”, así describió Magritte su despertar de un sueño en el que, al mirar la jaula de pájaros de su habitación, vio un huevo, en lugar del pájaro, en la jaula. A partir de esa experiencia, comenzó a alterar objetos cotidianos, transformándolos en pinturas que “desafían al mundo real”.

 

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