Tabla de contenidos
- 1 SUMARIO: [1] La huelga que une a explotadores y explotados: la fiesta de Soros, por Belén Luján Sáez [2] Sacco y Vanzetti (pelicula completa) [3] Sacco y Vanzetti, por Howard Zinn [4] «Rojillos», por William S. Burroughs
- 2 [1]La huelga que une a explotadores y explotados: la fiesta de Soros
- 3 [2] Sacco e Vanzetti (1971)
- 4 [3]Sacco y Vanzetti
SUMARIO:
[1] La huelga que une a explotadores y explotados: la fiesta de Soros, por Belén Luján Sáez
[2] Sacco y Vanzetti (pelicula completa)
[3] Sacco y Vanzetti, por Howard Zinn
[4] «Rojillos», por William S. Burroughs
♦♦♦♦♦
[1]La huelga que une a explotadores y explotados: la fiesta de Soros
Por Belén Luján Sáez
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), organización especializada de Naciones Unidas, fue fundada en 1919 e inspirada por el pensamiento de que la “paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social”. A la OIT se le encomendó la tarea de velar por la garantía universal de unas condiciones de trabajo dignas, siendo que dentro de este contexto se ha reconocido ya en 1952, que la huelga es un derecho no solo un hecho social, formulando los elementos del principio básico sobre este derecho, del que en cierto modo derivan todos los demás, a tenor del cual el derecho de huelga es uno de los medios legítimos fundamentales de que disponen los trabajadores y sus organizaciones para la promoción y defensa de sus intereses económicos y sociales.
Por su parte, la Constitución Española reconoce en su art. 28.2 el derecho de huelga como un derecho fundamental, en los siguientes términos: «Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad».
La huelga es, por tanto, una forma de protesta en la que sus participantes o miembros se abstienen de realizar la actividad que realizan normalmente en perjuicio de aquellos a los que dirigen sus reivindicaciones o sus quejas. Como les ofrecemos más abajo, diferentes manifestaciones publicas han sido recogidas en los medios, por las que tanto la Reina Leticia, la heredera Botín o la Iglesia, entre otros, se unen a la Jornada de huelga del día 8 de marzo. ¿Frente a qué o quienes se dirigen las protestas de la Monarquía o la Iglesia? ¿Cómo pueden llamarme a mi, explotada, a manifestarme con los explotadores? ¿De qué sueldo se descontará Letizia la jornada de huelga?
De esta forma lo único que conseguiremos será desvirtuar el derecho a la huelga; un derecho que ha costado mucho consagrar para ahora trivializarlo de esa forma incongruente. La igualdad entre hombre y mujer, que ha de ser por Derecho natural, no se protege ni incentiva de esta forma, siendo, por lo demás, discutido y discutible que las huelgas de solidaridad entren en el ámbito de protección del ordenamiento laboral.
Y no confundamos esta jornada de huelga, que se empeñan en transformar en una suerte de performance, con el todavía necesario y digno Día Internacional de la Mujer, antes llamado Día de la Mujer trabajadora, celebración anual que se institucionalizó por la ONU en 1975, y que ha servido para recordar año a año las situaciones de desigualdad de todo tipo que sufren muchas mujeres a lo largo y ancho del orbe y la necesidad de acabar con ello, y cuyos orígenes lo encontramos en hitos como la huelga de las camiseras en noviembre de 1909 en EE.UU. o la lucha de las sufragistas.
La transversalidad ha triunfado en esta ocasión, pero ¿realmente debemos alegrarnos?
Como acertadamente apostillaba una comentarista a un artículo de un destacado líder de la que denominan «Nueva Política”, «La culpa de todos nuestros males no la tiene la desigualdad económica ni la falta de libertad y de justicia, la tiene el “heteropatriarcado” ¿no, payaso?».
25A – FRAN MOLERO CONTRA EL REINO DE ESPAÑA. Demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
♦♦♦♦♦
[2] Sacco e Vanzetti (1971)
Dirigido por Giuliano Montaldo
♦♦♦♦♦
[3]Sacco y Vanzetti
Por Howard Zinn*
Traducción: Ramón Vera Herrera
*Tomado del nuevo libro de Howard Zinn: A Power Governments Cannot Suppress, City Lights Books, San Francisco, 2007.
Cincuenta años después de la ejecución de los inmigrantes italianos Sacco y Vanzetti, el gobernador Dukakis de Massachusetts instauró un panel para juzgar la justicia de dicho proceso, y la conclusión fue que a ninguno de estos dos hombres se les siguió un proceso justo. Esto levantó en Boston una tormenta menor. John M. Cabot, embajador estadunidense retirado, envió una carta donde declaraba su “gran indignación” y apuntaba que la sentencia de muerte fue ratificada por el gobernador Fuller luego que “tres de los más distinguidos y respetados ciudadanos hicieran una revisión especial del caso: el presidente Lowell, de Harvard; el presidente Stratton, del MIT, y el juez retirado Grant”.
Esos tres “distinguidos y respetados ciudadanos” fueron vistos de modo muy distinto por Heywood Broun, quien en su columna de New York World escribio inmediatamente después que los invitados distinguidos del gobernador rindieran su informe. Y decía: “No cualquier prisionero tiene a un presidente de Harvard University que le prenda el interruptor de corriente… si esto es un linchamiento, por lo menos el vendedor de pescado y su amigo el obrero podrán sentirse ungidos en el alma pues morirán a manos de hombres con trajes de etiqueta y togas académicas”. Heywood Broun, uno de los más distinguidos periodistas del siglo XX, no duró mucho como columnista de New York World.
En el 50 aniversario de la ejecución, el New York Times informó que “los planes del alcalde Beame de proclamar el martes siguiente como el ‘día de Sacco y Vanzetti’ fueron cancelados en un esfuerzo por evitar controversias, dijo un vocero de la municipalidad ayer”.
Debe haber buenas razones para que un caso de 50 años de antigüedad, hoy ya de 80 años, levante tantas emociones. Sugiero que esto ocurre porque hablar de Sacco y Vanzetti inevitablemente remueve asuntos que nos perturban hoy: nuestro sistema de justicia, la relación entre la guerra y las libertades civiles, y lo más preocupante de todo: las ideas del anarquismo: la obliteración de las fronteras nacionales y como tal de la guerra, la eliminación de la pobreza y la creación de una democracia plena.
El caso de Sacco y Vanzetti revela, en los más descarnados términos, que las nobles palabras inscritas en los frontispicios de nuestras cortes “igualdad de justicia ante la ley”, siempre han sido una mentira. Esos dos hombres, el vendedor de pescado y el zapatero, no lograron obtener justicia en el sistema estadunidense, porque la justicia no se imparte igual para el pobre que para el rico, para el oriundo que para el nacido en otros países, para el ortodoxo que para el radical, para el blanco o la persona de color. Y aunque la injusticia se juegue hoy de maneras más sutiles y de modos más intrincados que en las crudas circunstancias que rodearon el caso de Sacco y Vanzetti, su esencia permanece.
En su proceso la inequidad fue flagrante. Se les acusaba de robo y asesinato, pero en la cabeza y en la conducta del fiscal acusador, del juez y del jurado, lo importante de ambos era, como lo pusoUpton Sinclair en su notable novela Boston, que eran wops, bachiches (es decir “italos mugrosos”), extranjeros, trabajadores pobres, radicales.
He aquí una muestra del interrogatorio policiaco.
Policía: ¿Eres ciudadano?
Sacco: No.
Policía: ¿Eres comunista?
Sacco: No.
Policía ¿Anarquista?
Sacco: No.
Policía ¿Crees en el gobierno de nosotros?
Sacco: Sí. Algunas cuestiones me gustan de modo diferente.
¿Qué tenían que ver estas cuestiones con el robo de una fábrica de zapatos en South Braintree, Massachusetts, y con los disparos que recibieron el pagador de la fábrica y un guardia?
Sacco mentía, por supuesto. No, no soy comunista. No, no soy anarquista. ¿Por qué le mintió a la policía? ¿Por qué habría de mentirle un judío a la Gestapo? ¿Por qué habría de mentir un negro en Sudáfrica a sus interrogadores? ¿Por qué necesitaba mentir un disidente en la Unión Soviética a la policía secreta? Porque saben que no existe la justicia para ellos.
¿Alguna vez ha habido justicia en el sistema estadunidense para los pobres, las personas de color, los radicales? Cuando los ocho anarquistas de Chicago fueron sentenciados a muerte en 1886 tras el motín de Haymarket (un motín policiaco, por cierto), no fue porque existiera alguna prueba de conexión entre ellos y la bomba que alguien arrojó en medio de la policía, no había ni un jirón de evidencia. Los condenaron por ser los líderes del movimiento anarquista de Chicago.
Cuando Eugene Debs y otros mil fueron enviados a prisión durante la Primera Guerra Mundial, de acuerdo con la Ley de Espionaje, ¿fue porque eran culpables de espionaje? Eso es muy dudoso. Eran socialistas que hablaban en voz alta contra la guerra. Cuando se emitió la sentencia de diez años para Debs, el magistrado de la Supreema Corte, Oliver Wendell Holmes, quiso dejar muy claro que Debs debía ir a prisión: Y citó un discurso de Debs: “La clase de los patrones siempre ha declarado las guerras, y la clase sometida siempre ha peleado en las batallas”.
Holmes, muy admirado como uno de los grandes juristas liberales, dejó claro los límites del liberalismo, las fronteras que le fijaba el nacionalismo vindicativo. Después de agotadas todas las apelaciones de Sacco y Vanzetti, el caso llegó ante el propio Holmes, en la Suprema Corte, quien se rehusó a revisar el caso, y dejó que el veredicto quedara en pie.
En nuestro tiempo, Ethel y Julius Rosenberg fueron enviados a la silla eléctrica. ¿Fue porque eran culpables, más allá de cualquier duda razonable, de pasarle secretos atómicos a la Unión Soviética? ¿O fue porque eran comunistas, como dejó claro el fiscal con la aprobación del juez? ¿No fue también porque el país estaba en medio de una histeria anticomunista, cuando los comunistas tomaban el poder en China, había guerra en Corea, y el peso de todo eso había que imputárselo a dos comunistas estadunidenses?
¿Por qué fue sentenciado en California a diez años de prisión George Jackson, por un robo de 70 dólares, y luego fue asesinado a tiros por los guardias? ¿No fue porque era pobre, negro y radical?
¿Puede hoy un musulmán, en la atmósfera de “guerra contra el terror” confiar en una justicia equitativa ante la ley? ¿Por qué sacó la policía de su carro a mi vecino del piso de arriba, si no había violado ningún reglamento de tránsito y luego fue cuestionado y humillado? ¿Acaso fue porque es un brasileño de piel morena que podría parecer un musulmán de Medio Oriente?
¿Por qué los dos millones de personas en las cárceles y prisiones estadunidenses, y los seis millones que están bajo fianza, vigilancia o libertad condicional son fuera de toda proporción gente de color o pobres? Un estudio muestra que 70 por ciento de la gente que está recluida en las prisiones de Nueva York proviene de siete barrios de la ciudad conocidos como zonas de pobreza y desesperación.
La injusticia de clase corta transversalmente todas las décadas, todos los siglos de nuestra historia. En medio del caso de Sacco y Vanzetti, en el poblado de Milton, Massachusetts, un hombre rico le disparó a otro que recogía leña en su propiedad y lo mató. Pasó ocho días en la cárcel, luego se le dejó salir con fianza, y no fue procesado. Una ley para los ricos, una ley para los pobres; esa es una característica persistente de nuestro sistema de justicia.
Pero ser pobres no fue el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Eran italianos, inmigrantes, anarquistas. No habían pasado siquiera dos años desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Habían protestado contra la guerra, se habían negado al reclutamiento. Vieron cómo crecía la histeria contra los radicales y los extranjeros, observaron las redadas que emprendían los agentes del procurador general Palmer, del Departamento de Justicia, que irrumpían en mitad de la noche a los hogares sin órdenes judiciales, mantenían a las personas incomunicada y las golpeaban con garrotes y cachiporras.
En Boston 500 fueron arrestados, los encadenaron y marcharon con ellos por las calles. Luigi Galleani, editor del periódico anarquista Cronaca Sovversiva, al cual estaban suscritos Sacco y Vanzetti, fue detenido y deportado de inmediato.
Había ocurrido algo más aterrador. Un compañero de Sacco y Vanzetti, también anarquista, un tipógrafo llamado Andrea Salsedo, que vivía en Nueva York, fue secuestrado por agentes de la FBI (uso el término “secuestrado” para describir la abducción ilegal de una persona), y se le mantuvo en las oficinas del piso 14 del Park Row Building. No se le permitió hablar con su familia, ni con sus amigos o abogados, y fue interrogado y golpeado, según otro prisionero. Durante la octava semana de su encierro, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salsedo, aplastado y desfigurado hasta quedar hecho un amasijo, fue encontrado sobre el pavimento cercano al Park Row Building, y la FBI anunció que Salsedo se había suicidado brincando de la ventana del piso 14, justo del cuarto donde lo tenían retenido. Esto ocurrió tan sólo dos días antes de que Sacco y Vanzetti fueran arrestados.
Hoy sabemos, como resultado de los informes del Congreso en 1975, de un programa de contrainteligencia de la FBI conocido como Cointelpro (Counter Intelligence Program) en el cual los agentes de dicha dependencia irrumpían en casas y oficinas, implantaban micrófonos ilegalmente, se involucraban en actos de violencia hasta el punto del asesinato y en 1969 colaboraron con la policía de Chicago en el asesinato de dos líderes de los Panteras Negras. La FBI y la CIA han violado la ley una y otra vez. No hay castigo para ellos.
Hay muy pocas razones que nos hagan tener fe en que las libertades civiles en Estados Unidos puedan protegerse en la atmósfera de histeria que siguió al 11 de septiembre de 2001 y que continúa hasta el día de hoy. En el país ha habido redadas de inmigrantes, detenciones indefinidas, deportaciones y espionaje doméstico no autorizado. En el extranjero se cometen matanzas extrajudiciales, tortura, bombardeos, guerra y ocupaciones militares.
Así también, el proceso contra Sacco y Vanzetti comenzó inmediatamente después del Memorial Day, año y medio después de que terminara la orgía de muerte y patriotismo que fue la Primera Guerra Mundial, mientras los periódicos seguían vibrando con el redoble de los tambores y la retórica jingoísta.
Doce días después de comenzado el juicio, la prensa informó que los cuerpos de tres soldados habían sido transferidos de los campos de batalla en Francia a la ciudad de Brockton, y que toda la población había salido a celebrar una ceremonia patriótica. Todo esto se hallaba en los periódicos que el jurado podía leer.
Sacco fue interrogado por el fiscal Katzmann:
Pregunta: ¿Amó usted a este país durante la última semana de mayo de 1917?
Sacco: Eso es muy difícil de expresar en una sola palabra, señor Katzmann.
Pregunta: Son dos las palabras que puede usted usar, señor Sacco, sí o no. ¿Cuál es la palabra?
Sacco: Sí.
Pregunta: Y para poder mostrarle su amor a este país, Estados Unidos de América, cuando estaba a punto de llamarlo para que se hiciera usted soldado, ¿se fue usted corriendo a México?
Al principio del juicio, el juez Thayer (que hablando con un conocido con el que jugaba al golf se refirió a los acusados como “esos anarquistas mal nacidos”) dijo al jurado: “Los conmino a que brinden este servicio, al que se les ha llamado a que presten aquí, con el mismo espíritu de patriotismo, coraje y devoción al deber como el que exhibieron nuestros muchachos, nuestros soldados, del otro lado de los mares”.
Las emociones evocadas por una bomba que estalló en la casa del procurador general Palmer durante el tiempo de la guerra al igual que las emociones desatadas por la violencia del 11 de septiembre crearon una atmósfera de ansiedad en la cual las libertades civiles se pusieron en entredicho.
Sacco y Vanzetti entendieron que cualquier argumento legal que sus abogados pudieran haber invocado no prevalecería contra la realidad de una injusticia de clase. Sacco dijo a la corte, al escuchar la sentencia: “Sé que la sentencia será entre dos clases, la de los oprimidos y la de los ricos… Es por eso que estoy aquí ahora, en el banquillo de los acusados, por pertenecer a la clase de los oprimidos”.
Tal punto de vista parece dogmático, simplista. No todas las decisiones en las cortes pueden explicarse así. Pero, a falta de una teoría que encaje en todos los casos, el punto de vista simple, fuerte de Sacco, es con seguridad una mejor guía para entender el sistema legal que aquel que asume que hay una competencia entre iguales basada en una búsqueda objetiva por averiguar la verdad.
Vanzetti sabía que los argumentos legales no los salvarían. A menos que un millón de estadunidenses se organizaran, él y su amigo Sacco morirían. Palabras no, lucha. Apelaciones no, exigencias. Peticiones al gobernador no, toma de fábricas. No se trataba de lubricar la maquinaria de un supuesto sistema legal justo para que funcionara mejor, sino de una huelga general que detuviera la maquinaria.
Tal cosa nunca ocurrió. Miles se manifestaron, marcharon, protestaron, no sólo en Nueva York, Boston, Chicago y San Francisco; también en Londres, París, Buenos Aires y Sudáfrica. No fue suficiente. La noche de su ejecución, miles se manifestaron en Charlestown, pero un enorme contingente de policías los mantuvo alejados de la prisión. Fueron arrestados muchos manifestantes. Las ametralladoras estaban emplazadas en las azoteas y los reflectores barrían el escenario.
Una gran multitud se juntó en Union Square el 23 de agosto de 1927. Unos minutos antes de la medianoche, las luces de la prisión se atenuaron en el momento en que los dos hombres fueron electrocutados. El New York World describió la escena: “La multitud respondió con un sollozo gigante. Las mujeres se desmayaron en 15 o 20 lugares. Otras, sobrecogidas, se tumbaron en las banquetas y hundieron la cabeza entre los brazos. Los hombres se apoyaban en los hombros de otros hombres y lloraban”.
Su crimen máximo era su anarquismo, una idea que aún hoy nos desconcierta como un relámpago debido a su verdad esencial: todos somos uno, las fronteras nacionales, los odios nacionales deben desaparecer, la guerra es intolerable, los frutos de la tierra deben compartirse, y mediante la lucha organizada contra la autoridad, puede advenir un mundo así.
Lo que nos llega a hoy del caso de Sacco y Vanzetti no es sólo la tragedia, también nos llega la inspiración. Su inglés no era perfecto, pero cuando hablaban se volvía una especie de poesía. Vanzetti dijo de su amigo: “Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre; un hombre que ama la naturaleza y a la humanidad. Un hombre que lo dio todo, que lo sacrifica todo a la causa de la libertad y a su amor a la humanidad: el dinero, el descanso, la ambición mundana, su propia esposa, sus niños, él mismo y su propia vida… Ah, sí, puede que sea yo más ingenioso y más parlanchín que él, pero muchas, muchas veces, al escuchar cómo resuena en su voz valerosa una fe sublime, al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo, me he sentido pequeño, pequeño en presencia de su grandeza, y me he sentido empujado a no dejar que me invadan las lágrimas, a dominar el corazón que se me agolpa en la garganta para no llorar ante él; ante este hombre al que se le llama “capo, asesino maldito”.
Lo peor de todo es que fueran anarquistas, lo que significaba que tenían alguna loca noción de democracia plena donde no existiría la extranjería ni la pobreza, y que pensaran que sin esas provocaciones la guerra entre las naciones terminaría para siempre. Pero para que esto ocurriera los ricos debían ser combatidos y sus riquezas confiscadas. Esa idea anarquista es un crimen mucho peor que robar una nómina y por eso hasta el día de hoy Sacco y Vanzetti no pueden ser recordados sin gran ansiedad.
Sacco escribió esto a su hijo Dante: “Así que, hijo, en vez de llorar, sé fuerte, de modo que seas capaz de consolar a tu madre… llévala a una larga caminata por el campo en silencio, junten flores silvestres aquí y allá, descansen a la sombra de los árboles… pero recuerda siempre, Dante, en este juego de la felicidad no te sirvas a ti mismo únicamente… ayuda a los perseguidos y a las víctimas, porque son ellos tus mejores amigos… en esta lucha de vida hallarás más amor y serás amado”.
Sí, fue su anarquismo, su amor por la humanidad, lo que los condenó. Cuando Vanzetti fue arrestado, tenía en el bolsillo un volante que anunciaba una reunión que debía ocurrir cinco días más tarde. Es un volante que podría distribuirse hoy, en todo el mundo, de modo tan apropiado como el día de su arresto. Decía: “Han combatido en todas las guerras. Han trabajado para todos los capitalistas. Han recorrido todos los países. ¿Han cosechado los frutos de sus fatigas, el premio de sus victorias? ¿Acaso el pasado les da consuelo? ¿El presente les sonríe? ¿El futuro les promete cualquier cosa? ¿Han encontrado un pedazo de tierra donde puedan vivir como seres humanos y morir como seres humanos?
Sobre esas cuestiones, sobre estos argumentos de la lucha por la existencia, Bartolomeo Vanzetti hablará en esa reunión”.
Ese encuentro nunca tuvo lugar. Pero su espíritu existe hoy en la gente que cree y que ama y que lucha en todo el mundo.
♦♦♦♦♦
♦♦♦♦♦
[4] Rojillos
Por William S. Burroughs
Traducción: Martín Lendínez
De Jerry el muchacho-lobo se originaron los Rojillos semihermafroditas que experimentan cambios biológicos durante la cópula …
-Pasen señoras y señores y traigan sus perros y gatos cabras y monos del pelaje que quieran el Gran Almacén está abierto. No hay más que pagar el precio … Un precio biológico, ¿comprenden?
La cortina separa de una habitación empapelada en rosa en la que dos muchachos pelirrojos completamente desnudos uno frente a otro se miran como gatos monteses. Sus cuerpos se van poniendo más rojos las pijas se bambolean y yerguen un olor a zorro almizclero invade la habitación y se expande por la todavía cálida tarde de verano.
Toses dispersas entre el público … gritos de ira y protesta La cara de uno de los jóvenes adquiere concentración de reptil. Sus pezones desaparecen entre espirales de vapor nitroso dejando dos discos de nácar … fuerte palmada … chasquidos …
-Algunos de ustedes habrán notado el extraño olor que emanan esos personajes … un olor dulce podrido almizclado nitroso a ozono como una guarida de zorros en celo en una cámara oscura de revelado … vaharadas de cianuro gas de hulla y carroña …
El otro joven se pone de color rojo intenso bambolea vertiginosamente la cara retorcida de lujuria y dolor desnudos vapores nitrosos brotan de sus pezones hinchados como melocotones cubiertos de salpicaduras moradas erectos estremeciéndose mientras un tentáculo nacarado que sale del ombligo del otro se enrolla alrededor de él y cae sobre la cama. El tentáculo arrastra al otro muchacho sobre la cama y con un veloz salto le abre las piernas el recto un círculo palpitante enmarcado por un anillo mucilaginoso como huevas rojas de rana y exhalando aquel olor …
-Actúa como el cianuro sobre un blanco racista de derechas de toda la vida, cualquiera que tenga razón porque altera la posición biológica y esa persona pasa a estar en el error…
Guardianes del orden asesinos de negros, mujeres muy decentes y beatas se vuelven azules y caen al suelo revolcándose en su propia mierda … Un niño pequeño los contempla con severidad y dice … : – Sáquenlos de aquí que apestan.
-En general a los niños les gusta este olor y les aparecen granos y sarpullidos que se arrascan con placer y dicen … -Füu me tendrás aquí todo el tiempo que quieras mientras me des ese …
Un adolescente de pie con la bragueta abultada y la cara toda cubierta de granos reventados …
-Los chicos jóvenes lo necesitan especial.
Mira a su amigo y ambos se quitan los pantalones los jóvenes se están corriendo dientes al aire ojos ardientes verde brillante y amarillo el pelo se les eriza y vibra por todo el cuerpo se metamorfosea en pelo rojo de animal … colmillos surgen desgarrando encías sangrantes … el olor atrae a todos los animales furtivos y sensibles el campo de la feria está lleno de ellos zorros mapaches mofetas lémures flacos perros y gatos perdidos lobos olfateando a los jóvenes frotándose contra ellos subiéndoseles a los hombros … uno de los muchachos tiembla y patalea su ojete vibra al brotar una cola de su espina dorsal …
Llegan camiones la policía del mundo a la carga
Billy se vuelve rojo brillante está jodiendo dientes desnudos sangrantes esa oleada de olor surgiendo su ano
Los guardias se detienen tosiendo escupiendo sangre los pulmones reventados
Ahora le está brotando el pelo los otros chicos le golpean la espalda y sacan de su coxis un rabo sangrando sofocándose corriéndose jadeando en la arena zorros de un desierto a la luz de las estrellas cielo eléctrico azul suave surcado de estrellas fugaces eyaculando perlas de esperma enseñan sus dientecillos afilados y se deslizan hacia el horizonte
Una Legión Lesbiana la fanática 80 mandada por el Coronel Wang y la Monja Verde jura destruir esas sucias bestezuelas antes de que ellas destruyan todo lo que es sagrado y querido para nosotros … Se ha reunido una gente magnífica … la señora Murphy … Mary Hamburguesa … Madame ueva … Todo está desierto alrededor el ladrido de los perros. Están en un empinado barranco cuando los ladridos callan de pronto y el silencio cae como un enorme trueno … Robin sufre un espasmo las tetas se le revientan y cae al suelo meándose por encima revolcándose … las chicas confluyen a su alrededor para escuchar sus graznidos proféticos … «LOS PERROS … LOS PERROS … LOS PERROS … » aúlla … Entonces de las riberas del barranco va naciendo una muralla de perros silenciosos. Las chicas abren fuego de ametralladora pero siguen llegando perros saltando sobre sus camaradas caídos millares de perros silenciosos oleada tras oleada ojos ardientes dientes desnudos las chicas caen desjarretadas gritando despedazadas al derrumbarse … Cuando todas las zorras están muertas los perros se tumban sobre ellas se limpian la sangre con la lengua unos a otros, joden, se hacen un ovillo y se echan a dormir entre gemidos y eructos de placer.
Audrey abre los ojos bajo el sol matinal. Un gemido y un arañazo en la puerta. Salta de la cama desnudo y empalmado y abre la puerta. Jerry el lobo rojo salta a sus brazos lloriqueando frotando el hocico contra la boca de Audrey agitando su roja y áspera pija de lobo contra el estómago de Audrey cuando Billy le acaricia la cara y el cuello. Brotan vapores nitrosos bajo sus manos su cara es casi humana cuando las manos le recorren los flancos y el lomo y el pelo del pecho se quema bajo sus manos la carne humeando rojo debajo Billy toca un punto en el espinazo de Jerry y las vértebras se dilatan reabsorben el rabo las manos en las nalgas las moldean el dedo gira construyendo un culo humano las manos acarician la piel lobuna de su pene y sus testiculos rojo ardiente neón eyaculando juventud dientes siluetas contra el sol. Dientecillos afilados les dicen adiós señoras. Casa vacía.
Allí está Opio Jones con sus buenas noticias para Control.
Deja tu opinión