«La corrupción de cada Gobierno empieza casi siempre por la de sus principios».
«El principio de la democracia se corrompe, no sólo cuando se pierde el sentido de la igualdad, sino también cuando se radicaliza el sentido de la igualdad extrema, y cuando cada uno quiere ser igual que aquellos a quienes escogió para gobernar. A partir del momento en que esto ocurre, el pueblo ya no podrá soportar el poder que él mismo confía a otros, y querrá hacer todo por sí mismo, deliberar y ejecutar en lugar del senado y de los magistrados, y despojar de sus funciones a todos los jueces. En estas condiciones, la virtud en la República deja de existir”.
“Es la justicia una relación de congruencia que realmente existe entre dos cosas; relación que siempre es la misma sea cual fuere el ser que la considere, ora sea Dios, ora un ángel, ora finalmente un hombre. Verdad es que no siempre ven los hombres estas relaciones, que muchas veces las ven y se apartan de ellas, y que lo que mejor ven siempre es su propio interés. La justicia alza el grito, pero apenas se oye con el alboroto de las pasiones. Los hombres pueden cometer injusticias porque tienen interés en ser injustos y prefieren su propia satisfacción a la ajena. Siempre obran en virtud de un retroceso en sí propios; que ninguno es malo sin motivos; menester es que haya una razón determinante, y ésta es siempre razón de interés. Esto me hace creer que es eterna la justicia y no pende de los pactos humanos. Y si de ellos pendiese, fuera esta una verdad tremenda que debiéramos esconder de nosotros propios».
(Montesquieu).
«Una democracia degenera cuando los gobernantes tratan de corromper al pueblo, comprando sus votos con los fondos públicos, para ocultar de este modo su propia corrupción».
(Jesús Nava).
♦♦♦♦♦♦
NINGUNO ES MALO SIN MOTIVOS
por Montesquieu
Si hay un Dios, amado Redi, es fuerza que sea necesariamente justo, porque a no serlo fuera el más perverso y más imperfecto de todos los seres.
AUN CUANDO NO HUBIERA DIOS, SIEMPRE DEBIÉRAMOS AMAR LA JUSTICIA
Es la justicia una relación de congruencia que realmente existe entre dos cosas; relación que siempre es la misma sea cual fuere el ser que la considere, ora sea Dios, ora un ángel, ora finalmente un hombre.
Verdad es que no siempre ven los hombres estas relaciones, que muchas veces las ven y se apartan de ellas, y que lo que mejor ven siempre es su propio interés. La justicia alza el grito, pero apenas se oye con el alboroto de las pasiones.
Los hombres pueden cometer injusticias porque tienen interés en ser injustos y prefieren su propia satisfacción a la ajena. Siempre obran en virtud de un retroceso en sí propios; que ninguno es malo sin motivos; menester es que haya una razón determinante, y ésta es siempre razón de interés.
Mas es imposible que cometa nunca Dios injusticia ninguna: una vez que ve la justicia, es fuerza que necesariamente la siga; porque no necesitando de nada y bastándose a sí propio, fuera el más perverso de todos los seres, pues sería injusto sin interés.
De suerte que aun cuando no hubiera Dios, siempre debiéramos amar la justicia; quiero decir, afanar por hacernos semejantes a este ser de que nos formamos tan sublime idea y que, si existiera, sería necesariamente justo; y exentos del yugo de la religión, no lo debiéramos estar del de la equidad.
LA JUSTICA ES ETERNA Y NO DEPENDE DE LOS PACTOS HUMANOS
Esto me hace creer, Redi, que es eterna la justicia y no pende de los pactos humanos. Y si de ellos pendiese, fuera esta una verdad tremenda que debiéramos esconder de nosotros propios.
Cercados vivimos de hombres más fuertes que nosotros que nos pueden perjudicar en mil maneras diversas, y las tres cuartas partes de la vida impunemente; ¡pues con cuánto descanso sabemos que en el corazón de todos ellos hay un principio interno que milita en nuestro favor y nos preserva de que nos asesten sus tiros! Sin eso debiéramos vivir en continuo susto; pasaríamos junto a los hombres como junto a los leones, y no estaríamos ni un punto seguros de nuestro caudal, nuestra honra y nuestra vida.
Todas esta meditaciones me irritan contra los doctores que retratan a Dios como a un ser que ejercita con tiranía su poder; que afirman que obra como no quisiéramos obrar nosotros mismos por temor de ofenderle; que le achacan todas cuantas imperfecciones castiga en nosotros, y en sus contradictorias opiniones le figuran ora como un ser perverso, ora como uno que aborrece el mal y lo castiga.
¡Qué satisfacción es para un hombre, cuando se examina, ver que es justo su corazón! Aunque tan severo sea este contento, le debe colmar de júbilo; que se mira tan superior a los que no lo disfrutan como lo es a los tigres y a los osos.
Sí, Redi; si estuviera cierto de seguir inviolablemente la equidad cuya idea arquetipo tengo presente, me reputaría el mayor de los humanos.
De París, a 1 de la luna de Gemadi, 1715.
****
BARÓN DE MONTESQUIEU, Cartas persas. Editorial Planeta, 1989. Traducción del abate José Marchena, 1821. Filosofía Digital, 2007
♦♦♦♦♦♦♦
En este texto se reproduce lo que escribió Charles-Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (1689-1755), citado clásico, poco leído y mucho menos estudiado, sobre el amor en la política, o que –dice– el amor a la república es el amor a la democracia. Montesquieu, el “exponente más sobresaliente de la Ilustración francesa, postulando el liberalismo parlamentario (y sobre todo: la separación-división del poder del Estado, para hacerlo republicano y democrático, en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, para derribar toda clase de despotismo), llevando hasta sus últimas consecuencias la teoría y práctica políticas de John Locke” (Maurice Cranston, Ensayo biográfico de Montesquieu, Enciclopedia de las instituciones políticas, Alianza diccionarios). Y que para mantener las libertades políticas, nada como esos tres poderes como pesos y contrapesos, como un estira y afloja que implicaba la gobernabilidad republicana-democrática.
Por sus logros en el conocimiento de las sociedades, tres obras caracterizan el pensamiento universal de este sociólogo (cada una con sus peculiares diferencias ya sea por clima, situación geográfica y sus respectivas evoluciones más o menos pacíficas o más o menos violentas). Ellas son: Cartas persas, de “profunda alegoría del amor, la moral, la política y la religión”; su obra vinculatoria con Maquiavelo, Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos; y su magna obra El espíritu de las leyes, que exige una dedicación extrema para su comprensión. Esta última fue revisada por Francois-Marie Arouet, alias Voltaire, conocedor de la vida política inglesa, que atrajo a Montesquieu por cómo el parlamentarismo había sometido y limitado a la monarquía con las figuras de un jefe de gobierno y un jefe de Estado.
Es pues en El espíritu de las leyes donde Montesquieu, en unos cuantos párrafos, introduce el concepto “amor político” como “la virtud republicana” y “la virtud democrática”. Es extraño que se haya reparado muy poco en las primeras páginas del libro V tituladas Las leyes que son creadas por el legislador, mismas que deben estar en relación con el principio del gobierno. Postula también el “amor a la igualdad”. Así se establece el tríptico: amor a la república, amor a la democracia y amor a la igualdad. Incluso, dice Montesquieu, “existe el amor a la frugalidad”. Los lectores han de penetrar estas cuartillas de El espíritu de las leyes para verse impulsados a darle una lectura, ya que, si bien Montesquieu es asignatura obligatoria en licenciaturas, maestrías y doctorados de derecho, de política, de sociología o economía, para completar la cultura general han de tenerse en cuenta las tres obras de el barón de Montesquieu.
El amor en la política
“1. Que lo que llamo virtud en la república es el amor a la patria, es decir, el amor a la igualdad. No se trata de una virtud moral ni tampoco de una virtud cristiana, sino de la virtud política. En este sentido se define como el resorte que pone en movimiento al gobierno republicano, del mismo modo que el honor es el resorte que mueve a la monarquía. Así pues, he llamado virtud política al amor a la patria y a la igualdad.
“Como se me han ocurrido ideas nuevas, he tenido que buscar palabras nuevas o dar a las antiguas nuevas acepciones. Los que no han comprendido esto me han imputado cosas absurdas que, puesto que en todos los países del mundo se tiende a la moral, en cualquiera de ellos serían indignantes.
“2. Se debe tener en cuenta que hay una gran diferencia entre decir que determinada cualidad, modificación del alma o virtud no es el resorte que impulsa a un gobierno y decir que tal cosa no existe en dicho gobierno. Si yo afirmara que una rueda o un piñón determinados no son el resorte que pone en movimiento a un reloj, ¿se podría colegir que ambos no se encuentran en él? Las virtudes morales y cristianas no están excluidas de la monarquía, como tampoco lo está la virtud política. En una palabra: aunque la virtud política sea el resorte de la república, el honor se encuentra también en ella. Y del mismo modo, aunque el honor sea el resorte de la monarquía, en ella existe igualmente la virtud política.
“Por último, el hombre de bien de quien se trata en el libro III, capítulo V, no es el hombre de bien cristiano, sino el hombre de bien político, que posee la mencionada virtud política. Es el hombre que ama las leyes de su país y que obra por amor a ellas.
“He aclarado todas estas cosas en la presente edición para precisar aún más las ideas. En la mayor parte de los lugares en que me he servido de la palabra virtud, he puesto virtud política.
“Vamos a examinar esta reacción en cada gobierno, empezando por el Estado republicano, que tiene la virtud como principio.”
Capítulo II
Qué se entiende por virtud en el Estado político
“La virtud en una república es sencillamente el amor a la república. No es un conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que puede experimentar el último hombre del Estado tanto como el primero. Cuando el pueblo se rige por buenas máximas, se atiene a ellas durante más tiempo que las llamadas personas distinguidas. Es raro que la corrupción empiece por el pueblo, pues a menudo la escasez de sus luces le liga más estrechamente a lo establecido.
“El amor a la patria conduce a la pureza de costumbres, y a la inversa, la pureza de costumbres lleva al amor a la patria. En la medida en que podemos satisfacer menos nuestras pasiones particulares, nos entregamos más a las generales. ¿Por qué los monjes tienen tanto cariño a su Orden? Precisamente por lo que tiene de insoportable. Su regla les priva de todo aquello en que se apoyan las pasiones comunes; así pues, sólo les queda la pasión por la regla que les aflige. Cuanto más austera es, es decir, cuantas más inclinaciones cercena, con más fuerza crecerán las restantes.”
Capítulo III
Qué se entiende por amor a la república en la democracia
“El amor a la república en la democracia es amor a la democracia, y éste es amor a la igualdad.
“Es además amor a la frugalidad. Cada cual debe gozar de la misma felicidad y de las mismas ventajas, disfrutar de los mismos placeres y tener las mismas esperanzas, lo cual sólo puede conseguirse mediante la frugalidad general.
“El amor a la igualdad, en la democracia, limita la ambición al único deseo, a la única felicidad de prestar a la patria servicios mayores que los demás ciudadanos. No todos pueden prestarle servicios iguales, pero todos deben prestárselos. Al nacer se contrae con ella una deuda inmensa que jamás puede ser saldada.
“Por eso en la democracia las distinciones nacen del principio de la igualdad, aún cuando parezca suprimida por servicios excepcionales o por talentos superiores.
“El amor a la frugalidad reduce el deseo de poseer al cuidado que requiere lo necesario para la familia e incluso lo superfluo para la patria. Las riquezas dan un poder del que un ciudadano no puede usar en su propio provecho, pues entonces no habría igualdad. Igualmente proporciona delicias de las que no debe disfrutar porque irían también contra la igualdad.
“Así pues, las buenas democracias, al establecer la frugalidad doméstica, abrían las puertas a los gastos públicos, como se hizo en Atenas y en Roma. En tal caso la magnificencia y la profusión nacían del fondo de la misma frugalidad; y del mismo modo que la religión ordena que se tengan las manos puras para ofrecer sacrificios a los dioses, las leyes requerían costumbres frugales para que se pudiese dar algo a la patria.
“El buen sentido y la felicidad de los particulares reposan en gran parte en la medianía de sus talentos y de sus fortunas. Una república donde las leyes hubieran creado muchos individuos mediocres, compuesta de personas prudentes, sería gobernada sabiamente; compuesta por hombres dichosos, sería muy feliz.”
Capítulo IV
Cómo se inspira el amor a la igualdad y a la frugalidad
“Cuando se vive en una sociedad en la que las leyes han establecido la igualdad y la frugalidad, estas mismas virtudes son el excitante del amor que nace por ellas.
“En las monarquías y en los Estados despóticos nadie aspira a la igualdad; ni siquiera se le ocurre a nadie semejante idea; cada individuo tiende a la superioridad. Las personas de más baja condición sólo desean salir de ella para ser dueños de los demás.
“Lo mismo ocurre con la frugalidad: para amarla hay que disfrutar de ella. Los que están corrompidos por los placeres no serán ciertamente los que apetezcan la vida frugal, y si esto fuese natural y corriente, Alcibiades no hubiera sido objeto de la admiración de todo el mundo. Tampoco amarán la frugalidad aquellos que envidian o admiran el lujo de los demás: las personas que no tienen ante los ojos más que hombres ricos, o miserables como ellos, detestan su miseria sin amar ni conocer lo que constituye el fin de dicha miseria.
“Es pues una máxima verdadera que para que se ame la igualdad y la frugalidad en una república es preciso que las leyes las hayan establecido.”
Capítulo V
Cómo son las leyes que establecen la igualdad en la democracia
“Algunos legisladores antiguos como Licurgo y Rómulo repartieron las tierras con igualdad. Esto sólo puede hacerse en el momento de la fundación de una nueva república, o bien cuando la antigua esté tan corrompida y los ánimos en tal disposición que los pobres se crean obligados a buscar ese remedio y los ricos obligados a sufrirlo.
“Cuando el legislador hace tal repartición sin dar leyes para mantenerla, no hace más que una constitución pasajera: la desigualdad se infiltrará por el lado que las leyes no hayan defendido, y la república estará perdida.”
Deja tu opinión