EL SITIO DEL CORAZÓN: LA ETERNIDAD DEL AMOR SUPREMO (Richard Wilhelm y Aldous Huxley)

EL SITIO DEL CORAZÓN

 

LA ETERNIDAD DEL AMOR SUPREMO

«El juicio y la comparación nos constriñen irrevocablemente a la dualidad. Únicamente el darse cuenta sin elección puede conducir a un estado no dual, a la reconciliación de los opuestos que nace de una total comprensión y de un amor total. Si uno ama, puede hacer lo que quiera.

Pero si uno empieza por hacer lo que quiere, o por hacer lo que no quiere obedeciendo determinados sistemas o ideas, prohibiciones e ideales, nunca amará. Una mente que ha llegado a la quietud de la sabiduría conocerá el ser, conocerá lo que es amar.

El amor no es personal ni impersonal. Es un estado de ser, como el silencio, en el que no hay devenir, en el que hay plenitud.

El amor es su propia eternidad; es lo real, lo supremo, lo inconmensurable»

Por Aldous Huxley

Filosofía Digital, 28 Abril 2008

Árbol del amor

 

Hay en la vida una espontaneidad trascendental, una «realidad creativa», como la llama Krishnamurti,  que se manifiesta con su cualidad inmanente sólo cuando la mente del que percibe se halla en estado de «pasividad alerta», o «darse cuenta sin elección».

El juicio y la comparación nos constriñen irrevocablemente a la dualidad. Únicamente el darse cuenta sin elección puede conducir a un estado no dual, a la reconciliación de los opuestos que nace de una total comprensión y de un amor total. «Ama et fac quod vis». Si uno ama, puede hacer lo que quiera. Pero si uno empieza por hacer lo que quiere, o por hacer lo que no quiere obedeciendo determinados sistemas o ideas, prohibiciones e ideales, nunca amará.

El proceso liberador debe comenzar por un darse cuenta sin elección, de lo que uno quiere y de sus reacciones al sistema simbólico que le detalla lo que debería, o no debería, hacer. De ese darse cuenta sin elección, a medida que éste va penetrando las sucesivas capas del ego y el subconsciente asociado a él, nacerán el amor y la comprensión, pero de una índole diferente de aquella a la que generalmente estamos habituados.

Este darse cuenta sin elección -en cada momento y en todas las circunstancias de la vida- es la única meditación efectiva. Todas las demás formas de yoga conducen, bien a un pensar a ciegas, resultado de la autodisciplina, o bien a algún tipo de éxtasis autoinducido, a alguna forma de falso samadhi.

La verdadera liberación es una «libertad interior de realidad creativa». Y, 

«no es un don; uno debe descubrirla y experimentarla. No es una adquisición que uno deba acaparar por sí mismo, para su propia gloria. Es un estado de ser, como el silencio, en el que no hay devenir, en el que hay plenitud. Esta creatividad no necesariamente requerirá expresarse; no es un talento que exija manifestación externa. No es preciso ser un gran artista o contar con un público, pues si es esto lo que uno busca, pasará por alto la realidad interior. No es ni un don, ni el resultado del talento; ha de encontrarse, este imperedero tesoro, allá donde el pensamiento se libera de la lujuria, del rencor y la ignorancia, donde el pensamiento se libera de la mundanalidad y el ansia egoísta de ser. Ha de experimentarse mediante el recto pensar y la meditación».

 

 

Darse cuenta de uno mismo sin elección nos llevará a la realidad creativa que yace bajo todas nuestras fantasías, a la serena sabiduría que está presente siempre, a pesar de la ignorancia, a pesar del conocimiento, que no es sino ignorancia con distinta apariencia. El conocimiento es un entramado de símbolos y es, la mayoría de las veces, un impedimento para la sabiduría, para descubrir el «yo» a cada instante.

Una mente que ha llegado a la quietud de la sabiduría 

«conocerá el ser, conocerá lo que es amar. El amor no es personal ni impersonal. El amor es amor, y la mente no puede definirlo ni describirlo como exclusivo o inclusivo. El amor es su propia eternidad; es lo real, lo supremo, lo inconmensurable».

 

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ALDOUS HUXLEYKrishnamurti: 100 años de sabiduría. Editorial Kairós, 2007. Edición a cargo de Evelyne Blau.

 

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EL SITIO DEL CORAZÓN

«La atracción por lo electivamente afín constituye una ley general de la naturaleza. Mediante una atracción de esta índole influye el sabio sobre los corazones de los hombres y el mundo logra la paz.

Uno debe aguardar, tranquilamente, hasta que un verdadero influjo lo mueva a actuar, y entonces quedará libre de daños. Se ha alcanzado aquí el sitio del corazón. La incitación, el estímulo que parte de este punto es el más importante.

Allí donde actúa la propia fuerza tranquila de la naturaleza de uno, los efectos son normales. Todos los hombres sensibles a las vibraciones de un espíritu semejante recibirán su influjo.

Este influjo sobre los demás no ha de manifestarse como una acción deliberada y consciente ejercida sobre ellos, pues semejante agitación consciente, con su perpetuo vaivén, excita y desgasta.

Por otra parte, en ese caso los efectos se limitarán a aquellos hombres hacia los cuales dirige uno conscientemente sus pensamientos.

La forma más exterior de empeñarse en adquirir influencia sobre otros es la de conseguirlo mediante la mera locuacidad, sin que nada real sostenga a las palabras.

Semejante estímulo, ejercido por el sólo movimiento de los instrumentos del habla, será necesariamente insignificante»

Por Richard Wilhelm

Filosofía Digital, 2014

EL SITIO DEL CORAZÓN
Todo intento deliberado de influir sobre los demás, y que no surja de un movimiento profundo del corazón, será insignificante.

 

TODO LOGRO SE BASA EN UNA ACCIÓN DE ATRACCIÓN MUTUA, Y LA QUIETUD INTERIOR MANTIENE LA ALEGRÍA DENTRO DE LOS LÍMITES DE LO RECTO

El influjo. Logro.
Es propicia la perseverancia.
Tomar una muchacha trae ventura.

 

Lo débil se halla arriba, lo fuerte abajo; de este modo sus fuerzas se atraen hasta unirse. Esto procura el logro, el éxito. Pues todo logro se basa en una acción de atracción mutua. La quietud interior, junto a la alegría exterior, consigue que la alegría no se exceda, que más bien permanezca dentro de los límites de lo recto. He aquí el sentido de la advertencia agregada: es propicio perseverar. Pues es así como se distingue de la seducción el cortejo, en el cual el hombre fuerte se coloca por debajo de la débil muchacha, mostrándole consideración.

Esta atracción por lo electivamente afín constituye una ley general de la naturaleza. El cielo y la Tierra se atraen recíprocamente y así se engendran todos los seres. Mediante una atracción de esta índole influye el sabio sobre los corazones de los hombres y el mundo logra la paz. Por las atracciones que ejerce algo puede reconocerse la naturaleza de todos los seres que hay en el cielo y sobre la tierra.

Sobre la montaña hay un lago: la imagen del influjo.
Así el noble, en virtud de su disposición receptiva
deja que los hombres se acerquen a él.

 

Una montaña, que tiene encima un lago, obtiene estímulo gracias a la humedad de éste. Tal ventaja le es dada por el hecho de que su cumbre no sobresale, que es una cumbre ahuecada. El símbolo da el consejo de que uno se mantenga interiormente bajo, vale decir humilde, y libre, permaneciendo de este modo receptivo frente a los buenos consejos. Al que pretende saberlo todo mejor, los hombres pronto dejan de aconsejarlo.

 

MIENTRAS LA INTENCIÓN NO TENGA EFECTOS VISIBLES, CARECE DE IMPORTANCIA PARA EL MUNDO EXTERIOR

El Influjo se manifiesta en el dedo gordo del pie.

 

Un movimiento, antes de realizarse efectivamente, se manifiesta primero en los dedos de los pies. La idea del influjo ya existe, pero por de pronto no se pone en evidencia frente a los demás. Mientras la intención no tenga efectos visibles, carece de importancia para el mundo exterior. No conduce ni al bien ni al mal.

El Influjo se manifiesta en las pantorrillas.
¡Desventura!
Quedarse trae ventura.

 

La pantorrilla sigue al pie en su movimiento. No puede avanzar por sí misma, ni detenerse por su cuenta. Se trata de un movimiento que no es independiente, que es desafortunado por no ser dueño de sí mismo. Uno debe aguardar, tranquilamente, hasta que un verdadero influjo lo mueva a actuar, y entonces quedará libre de daños.

El influjo se manifiesta en los muslos.
Se atiene a lo que le sigue.
Proseguir es humillante.

 

Todo sentimiento del corazón induce a un movimiento. Los muslos corren sin reflexionar hacia aquello a que aspira el corazón; adhieren al corazón al cual siguen. Sin embargo, trasladado a la vida humana, este modo de movilizarse, inmediatamente, en seguimiento del influjo de cualquier capricho, no es lo correcto y si uno actúa constantemente así lleva a la humillación. Surge de ello un pensamiento triple: no se debe correr sin mayor motivo tras toda persona sobre la cual quisiera uno ejercer influencia; en ciertas condiciones debe uno saber contenerse. Asimismo, no debe uno acceder a todos los caprichos de aquellos a cuyo servicio está. Y finalmente, no debe desdeñar nunca la posibilidad de refrenar los humores de su propio corazón: una posibilidad en la cual se basa la libertad humana.

 

EMPEÑARSE EN INFLUIR CONSCIENTEMENTE SOBRE OTROS, MEDIANTE LA MERA LOCUACIDAD, SERÁ NECESARIAMENTE INSIGNIFICANTE

La perseverancia trae ventura.
Se desvanece el arrepentimiento.
Cuando el pensamiento de uno se agita en inquieto vaivén,
sólo le seguirán aquellos amigos
hacia quienes dirija pensamientos conscientes.

 

Se ha alcanzado aquí el sitio del corazón. La incitación, el estímulo que parte de este punto es el más importante. Ha de cuidarse sobre todo que el influjo sea permanente y bueno, pues así, a pesar del peligro que surge de la gran movilidad del corazón humano, ya no será necesario el arrepentimiento. Allí donde actúa la propia fuerza tranquila de la naturaleza de uno, los efectos son normales. Todos los hombres sensibles a las vibraciones de un espíritu semejante recibirán su influjo. Este influjo sobre los demás no ha de manifestarse como una acción deliberada y consciente ejercida sobre ellos, pues semejante agitación consciente, con su perpetuo vaivén, excita y desgasta. Por otra parte, en ese caso los efectos se limitarán a aquellos hombres hacia los cuales dirige uno conscientemente sus pensamientos.

El Influjo se manifiesta en la nuca.
No hay arrepentimiento.

 

La nuca es la parte más inmóvil del cuerpo. Cuando el influjo se manifiesta en ella, la voluntad permanece firme por cierto, y tal influjo no conduce a la confusión. De ahí que, en este caso, no sea en absoluto cuestión de arrepentirse. Lo que acontece en estas profundidades del ser, en lo subconsciente, si uno mismo no es influenciable, tampoco le será posible influir sobre el mundo externo.

El influjo se manifiesta en la mandíbula,
las mejillas y la lengua.

 

La forma más exterior de empeñarse en adquirir influencia sobre otros es la de conseguirlo mediante la mera locuacidad, sin que nada real sostenga a las palabras. Semejante estímulo, ejercido por el sólo movimiento de los instrumentos del habla, será necesariamente insignificante. Por eso no se añade nada acerca de una posible dicha o desdicha.

 

I CHING (El Libro de las Mutaciones), traducción de Richard Wilhelm (1923)

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RICHARD WILHELMComentarios sobre «Hsien o el Influjo». I Ching, El Libro de las Mutaciones (1122 a 221 a.C.), Edhasa, Barcelona, 1977. [FD, 27/06/2008]