El anarquismo individualista (parte 4)

Indice

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El anarquismo individualista (parte IV)

anarquismo individualista

CAPÍTULO 7

EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA CONSIDERADO COMO HOMBRE DE ACCIÓN

 

EL ANARQUISMO COMO VIDA Y COMO ACTIVIDAD

Puesto que el anarquismo no es únicamente una filosofía, un sistema, un método, una actitud, sino que es además y sobre todo una vida y una actividad, el anarquista se encuentra inmediatamente en contradicción violenta e inevitable con el medio social. Los sistemas de creencias, los métodos de convicción, los programas de toda clase, en que los hombres se dividen, no exigen generalmente que sus fieles o partidarios adopten una posición tan decisiva; los unos no afectan más que al intelecto y su acción no tiene repercusión alguna en la vida cotidiana, los otros ponen sus esperanzas en un incierto porvenir: el Paraíso deseado resplandece en el más allá, los justos y equitables propósitos se promulgarán mañana, en la próxima legislatura o cuando caiga el ministerio; la República social, la Sociedad futura, la organización colectivista o comunista mundial se realizarán… ¡quién sabe cuándo!

La reprobación sincera de toda autoridad exterior y de toda explotación plantea un problema que es preciso resolver todos los días y a todas horas, a menos de dejarse arrastrar por la corriente de los compromisos, perder toda voluntad de resistirá la opresión o vivir en perpetua contradicción con sus propias convicciones.

 

TEORÍA DE LA REACCIÓN EN EL MEDIO AMBIENTE

La ruptura de equilibrio, en un momento dado, constituye muy probablemente la forma elemental de la vida y en todo caso su manifestación incontestable. En efecto, cuando una agitación o una fermentación se origina, como síntoma de nueva forma de vida, la lucha es imprescindible entre el ambiente refractario, apático, y aquélla. No hay que olvidar que vivir es combatir y afirmarse y, al cesar la lucha, cesa también el movimiento y la vida.

Felizmente, jamás se afirmará sobre la tierra el reino de la armonía, estancado, monótono y mortal. Siempre habrá protestatarios, rebeldes, refractarios, aislados, críticos, razonadores, negadores, seres que amarán y odiarán vigorosamente, apasionados, perturbadores, amorales, ilegales, antisociales, anarquistas, en fin.

Las leyendas prehistóricas nos enseñan que la misma Edad de Oro conoció descontentos y que toda la ambrosía del Olimpo no bastó para calmar a Prometeo. Y en todos los tiempos hay alguien que reacciona contra la opinión o la tiranía del mayor número. El planeta no es aún bastante viejo para haber agotado el elemento vital o la energía de resistencia individual común a todos los seres. Y sin duda la Tierra dará muchas vueltas alrededor del Sol antes que así suceda. Y éste es el más consolador pensamiento, después de haberse desvanecido las ilusiones y entusiasmos idealistas, ante las decepciones que la realidad ofrece a la consideración individual.

El individuo se rebelará siempre contra la masa. El Único no aceptará jamás la dominación de la multitud, y el hombre solo no se dejará absorber por el conjunto.

El Artista no prostituirá su visión ante los gustos del vulgo y el Poeta no sacrificará su inspiración a la mentalidad dominante.

Los que colocan la libertad por encima del bienestar material no podrán entenderse con los que siempre están dispuestos a comprometer poco o mucho de su independencia por un plato de lentejas o por un precio mayor. Los que se preocupan sobre todo de la escultura de su propio ser, no pueden estar de acuerdo con los que no van más allá de la lenta transformación del ambiente.

El artesano no se inclinará ante el obrero autómata maquinal del taller o la fábrica. No renunciará a dotar de su originalidad personal al objeto que sale de sus manos, para seguir un vulgar patrón de producción común.

El educador no se inclinará ante el vulgarizador, ni el investigador ante el guardián de las fórmulas, ni el inventor ante el rutinario, ni el experimentador ante el detentador de las verdades oficiales…

El activo se negará siempre a trabajar para el holgazán y el parásito, y el digno despreciará al rastrero.

El explotado será hasta el fin el irreconciliable enemigo de quien le impida aprovecharse en absoluto del fruto de su propio esfuerzo, cualquiera que sea el nombre del explotador, el disfraz del acaparador o del privilegiado capitalista, administrador, colectividad, comunidad o grupo.

El anarquista no se dejará nunca dominar, ni seducir por la perspectiva del bienestar económico, ni comprometer por los partidarios del “menos esfuerzo y más dependencia”. No se le encontrará tampoco entre los modestos burgueses que buscan en la resolución de “la cuestión del vientre” el disimulo de su incapacidad para resolver su cuestión personal, afrontando la vida con sus riesgos morales, intelectuales y económicos, partiendo en principio desde un punto de equidad.

El anarquista individualista adoptará, como base de su vida activa y de propaganda, su elevación razonable, que lo pone constantemente en legítima defensa contra todo régimen que le imponga el sacrificio de la unidad a la pluralidad social, aunque de tal obligación resultase un beneficio económico.

 

NO HAY VIDA SIN LUCHA

Dejarse dominar sin oponer resistencia, o aspirar a un mando cualquiera, no es propio de anarquistas, y para éstos precisamente la lucha será incesante.

Todo medio constituye una fuerza de energía, de conservación, una reserva estancadora que se opone instintivamente a cualquier tentativa innovadora y aborrece, por tanto, todo lo que tiende a acelerar su lenta descomposición. Desgraciados los que turban su quietud y pretenden impedir o precipitar su gradual disgregación: todas las energías latentes, sacudidas, excitadas, irritadas, se aliarán para esforzarse en abogar y absorber a los imprudentes impacientes.

El anarquista reaccionará o perecerá sin remisión; o su voz y sus gestos repercutirán afirmándose o se perderán en el murmullo común, anulados por la vulgaridad; o aceptará benévolamente los pretendidos contrato social y solidaridad universal, impuestos por la fuerza de la costumbre y por la violencia dirigente, o bien, rebelándose, defenderá y sostendrá su derecho individual a la negación de tales principios; o no será más que un número matriculado en la masa, sin iniciativa ni voluntad, o bien se esforzará por disponer de su propia actividad. Y precisamente, porque rechaza la solidaridad universal, se verá normalmente obligado a obrar en desacuerdo con el contrato social. Y téngase presente que la reacción no se mantiene más que a costa de la lucha.

 

ACTITUD ANARQUISTA CONTRA LA SOCIEDAD ACTUAL

Ahora bien; o la sociedad está mal hecha o funciona del mejor modo posible. Éste es el dilema, lector, y si tú la encuentras buena y ves que satisface tus aspiraciones, serías el más necio de los necios al combatirla. Si por el contrario, juzgamos su maldad, nuestros movimientos no pueden tender más que a destruirla, aprovechando los medios circunstanciales o de propio ingenio de que podamos disponer.

El anarquista tiene todo el interés en ver acelerarse la descomposición social y su labor natural estriba en ser un fermento destructor, bajo cualquier régimen o combinación autoritaria.

El anarquista individualista no se retira del mundo como los anacoretas de los primeros siglos del cristianismo, sino que en él afirma su existencia, trata de vivir su vida. No se estaciona pensando en el futuro y no cuenta con la promesa de que los retrasados vengan a alcanzarlo en sus aspiraciones. Estacionarse es retroceder, es haber perdido la batalla y declararse vencido. El anarquista comprende perfectamente que una gran parte de sus semejantes pertenecen intelectual o moralmente a especies exóticas, de otro tiempo, ineptas fisiológicamente a la concepción y realización de una vida libre. No caerá, pues, en los lazos de una inexcusable sensiblería porque comprende perfectamente que el amor al género humano es una despreciable añagaza y una cínica mentira.

 

CAPÍTULO 8

VOLUNTAD DE VIVIR Y VOLUNTAD DE REPRODUCIRSE

 

CONCEPTO DE LA LUCHA POR LA VIDA

El anarquista individualista no solamente quiere vivir, sino también reproducirse. No es sólo individualista en el sentido real y profundo del término; es, además, propagandista.

Ya hemos dicho que la aparición de una reacción en un medio vital constituye la innegable manifestación de una nueva actividad que implica la voluntad de vivir, propia del instinto de conservación por que luchan todos los seres. Un organismo que no se afirmase en este sentido podría ser considerado justamente como degenerado, enfermo o anormal.

Cuanto más se remonta la escala de la organización vital, más compleja se manifiesta la energía de persistir.

En los humanos se demuestra bajo una diversidad de formas cuyos detalles varían en relación con las razas y aun con los individuos, según el nivel que haya alcanzado el desarrollo de su mentalidad en la lucha por la vida.

 

MANIFESTACIONES DE LA VOLUNTAD DE REPRODUCIRSE

Los organismos vivos, sanos, aspiran a perpetuar o conservar su especie, pues de lo contrario caerían en las mismas anormalidades de los que no quisieran vivir. No buscaremos razones profundas que avaloren esta tesis, propia de un estudio biológico, sino que diremos que ésta es una de esas tendencias cósmicas, fundamentales, cuya repetición y repercusión no son todavía explicadas integralmente y que sin embargo se sitúan entre los fundamentos de la realidad.

El individualista, o el ser que no vive más que para sí mismo, es un error; no existe normalmente, ni en las especies peor dotadas. Entre los hombres, los individualistas más notables han buscado propagar sus ideas, asegurándose una posteridad intelectual, que equivale a la voluntad de reproducirse. Y entre los dotados de una actividad cerebral pronunciada, doblemente se deja sentir esta necesidad, a veces con más fuerza espiritual que fisiológica. Lo mismo que las condiciones de nuestra naturaleza rodean de voluptuosidad, de satisfacción nerviosa, irreflexiva, el acto sexual de reproducción, acompañan también de goces cerebrales la transmisión intelectual. Hay absoluta analogía. Los términos de que nos servimos, cerebral, genésico, sexual, son imágenes, ilustraciones, balbuceos, planos, aspectos de una misma razón de ser, de una misma complexión, cuyas divergencias provienen del ángulo en que nos coloquemos para considerarlas separadamente.

Las lágrimas del hombre de ciencia incomprendido, las lamentaciones del artista ignorado, los suspiros del escritor oscuro, las inquietudes del propagandista abandonado, orgullo, ambición, en fin, no son más que afirmaciones reproductivas, temores de no poder sobrevivir en otros seres.

 

LA PROPAGANDA ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Ésta es la manifestación terminante del deseo normal de reflejarse en otro, de dejar una descendencia que nos continúe o nos complete moral o intelectualmente, de rodearnos de un ambiente de vibraciones simpáticas a nuestras aspiraciones y tendencias. Es la resultante lógica de nuestra función de seres sociales.

Generalmente se ignora el porqué y el cómo de nuestra propaganda y las razones que nos determinan a dirigirnos indistintamente a todos.

En principio, no podemos entrever en un porvenir indefinido una humanidad perfecta, llegada a la absoluta justicia por la equivalencia de todas las conciencias. Nada nos será más horrible que esta uniformidad. La variedad en las experiencias individuales desaparecería en un medio en que todos sus componentes se repitiesen moralmente.

No diremos tampoco que todos son aptos para vivir sin leyes escritas. Queremos afirmar que la disposición a una vida libre no es exclusivamente el privilegio de las clases cultas, como algunos aseguran. Si éstas prescinden de la ley escrita para solventar sus diferencias, aunque la crónica de los tribunales dice lo contrario, en cambio no dudan en recurrir a ella contra los que no son de su partido. Creemos que en la masa dormitan numerosas ignorantes individualidades capaces de adaptarse a una existencia libertada de la impedimenta de las convenciones y prejuicios sociales, individualidades que es preciso despertar por el verbo o por la pluma para que ellas mismas se rebelen a su propia conciencia.

Publicamos periódicos, manifiestos, folletos, organizamos conferencias precisamente para seleccionar individualidades.

Esta selección descubre anarquistas que se ignoraban; gentes catalogadas en la común incultura y que, sin embargo, se manifiestan capaces de saber prescindir de los códigos y de los jueces. Y mejor que no lo hacen las tildadas de cultas, porque no es la cuestión económica su exclusiva preocupación, sino que consideran la libertad en un plano superior al bienestar material.

El anarquismo individualista es para todos los que se han hecho anarquistas, a causa de su temperamento, de sus conclusiones, o de su concepción de la vida. Por consiguiente, los inadaptados al anarquismo se desencaminan de la verdadera interpretación de las ideas y pasan a otros campos más asequibles. Los adaptados permanecen íntegros. Pero adaptado, en concepto anarquista, significa inadaptado social o refractario al hecho de que la autoridad es útil e indispensable, no sólo al buen acuerdo general sino a los mismos que la repudian.

Nuestra propaganda busca, en definitiva, a los seres que forzados a vivir en la sociedad no se sienten ligados a ella, ni por la más ligera fibra del corazón ni por célula alguna del cerebro.

 

 

 


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