Malleus Maleficarum («El Martillo de las Brujas»), de los Inquisidores Heinrich Kramer y Jacob Sprenger (1487)

Malleus Maleficarum

 

Malleus Maleficarum («El Martillo de las Brujas»)

De Heinrich Kramer y Jacob Sprenger

Por Antonio F. Rodríguez

La antigua Biblos, 2015

Malleus Maleficarum
Portada de la edición de 1669

 

El «Martillo de brujas» (Malleus Maleficarum en latín) es una obra publicada en 1486 y escrita por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, dos inquisidores centroeuropeos, por encargo del Papa Inocencio VIII (1432-1492). Se trata de un refrito de otros libros y escritos, ampliado y comentado hasta formar una amplia recopilación en 203 páginas sin ilustraciones de métodos y técnicas para luchar contra las brujas. Incluye estremecedoras instrucciones y consejos sobre cómo identificarlas, procesarlas,  interrogarlas, torturarlas y castigarlas. Uno de los libros más espantosos que se han escrito.
 
Su contenido no se ajustaba a la demonología escolástica y una vez escrito, no resultó del agrado de Su Santidad. Sin embargo, tuvo un éxito arrollador, se convirtió en el manual de todo buen inquisidor y fue un superventas en Europa durante los siglos XVI y XVII, solo superado por La Biblia.
 
 
Corrían tiempos oscuros y difíciles, en los que se hizo popular el afán de perseguir y desenmascarar brujas (casi nunca eran brujos), personas que habían pactado con el diablo obtener poderes, dañar al prójimo y propagar la herejía. Sus ecos todavía llegan a nuestros días con esa expresión tan tenebrosa, «caza de brujas», que tiene su origen en aquella época. Volviendo al libro, los principios en los que se basa producen vértigo y causan espanto. 

Por ejemplo, si una mujer es denunciada, ya por eso era considerada culpable al menos de causar escándalo y tener mala fama. Otra idea: se la sometía a tortura y si después de unas cuantas sesiones confesaba ser bruja, su testimono era definitivo; pero si no confesaba, la insensibilidad al dolor era una de las pruebas de estar poseída, así que era igualmente culpable. O el maravilloso planteamiento según el cual el testimonio del esposo, hijos o familiares no era válido si la defendían, porque se suponía que podían estar encantados por la bruja, pero sí que lo era cuando la acusaban de brujería. 

Las pruebas periciales eran de lo más curioso. Una consistía en la búsqueda de la marca del demonio. Se desnudaba completamente a la victima y se pinchaban con un alfiler todos los granos, señales, verrugas y marcas de la piel. SI alguna de ellas no sangraba o no dolía, es que era la marce del diablo y la bruja estaba perdida. La historia solía acabar sí o sí con la quema de la acusada en la plaza pública. 

 
El texto rebosa misoginia, porque naturalmente, la mujer tiene un intelecto más débil que el hombre y es más proclive a sucumbir ante los ataques del maligno. Y no está exento de una morbosa obsesión por el sexo, porque no se explica si no el que se dediquen varias páginas a describir el acoplamiento de las brujas con el diablo y cómo obtenían placer en ello.
 
En fin, un compendio espantoso de crueldad, supersticiones y fanatismo, que puede ser útil como continuo contraejemplo de lo que debe ser un Estado de derecho, para recordar que no hace tanto los talibanes éramos los europeos y como muestra de hasta dónde es capaz de llegar el ser humano. Por otro lado, no deja de ser tan curioso como profundamente triste lo machacada que está y ha estado la mujer en un buen número de sociedades y épocas. Terrible. La conclusión lógica es que debemos vigilarnos de cerca a nosotros mismos porque, desde luego si se lee este libro con un poco de atención se llega al convencimiento de que los humanos no somos gente de fiar.

 

El aquelarre (1823) de Francisco de Goya

 

Heinrich Kramer nació en Sélestat, ciudad de la baja Alsacia al sudeste de Estrasburgo, y a muy temprana edad ingresó en la Orden de Santo Domingo. Más tarde fue nombrado Prior de la Casa Dominica de su ciudad natal. Fue predicador general y maestro de teología sagrada. Antes de 1474 fue designado Inquisidor para el Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.
 
Jakob Sprenger nació en Basilea (Suiza), ingresó como novicio en la Casa Dominica en 1452, se graduó de maestro en teología y fue designado Prior y Regente de estudios del convento de Colonia. En 1480 fue designado decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia y en 1488 fue designado Provincial de toda la provincia alemana.

 

El más famoso de todas los libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) fue escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres siglos siguientes, se convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la. Inquisición, para todos ‘los jueces, magistrados y sacerdotes, católicos y protestantes’, en la lucha contra la brujería en Europa.

Abarcaba los poderes y prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento. La Inquisición, la hoguera, la tortura, mental y física, de la cruzada contra ‘la brujería: todo esto es conocido. Y detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez justificación y manual de ‘instrucción. Para cualquier comprensión de la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, Malleus Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.

Heinrich Kramer nació en Schlettstadt, ciudad de la baja Alsacia, al sudeste de Estraburgo. A edad temprana ingresó en la Orden de Santo Domingo y luego fue nombrado Prior de la Casa Dominica de su ciudad natal. Fue predicador general y maestro de teología sagrada. Antes de 1474 se lo designó Inquisidor para el Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.

]acobus Sprenger nació en Basilea. Ingresó como novicio en la Casa Dominica de esa ciudad en 1452. ‘Se graduó de maestro de teología y fue elegido Prior ‘y Regente de Estudios del convento de Colonia. En 1480 se lo eligió decano de la facultad de Teología de la Universidad. En 1488, Provincial de toda la Provincia Alemana.

Ambos fueron nombrados Inquisidores con poderes especiales, por bula papal de Inocencio VIII, para que investigasen los delitos de brujería de las provincias del norte de Alemania. Malleus Maleficarum es el resultado final y autorizado de esas investigaciones y estudios.

 

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Malleus Maleficarum, la Biblia de los cazadores de brujas

En 1487 se publicó el Malleus Maleficarum («El martillo de las brujas»), un completo manual para identificar, interrogar y castigar la práctica de la brujería. Fue el más usado por los cazadores de brujas, a pesar de ser muy criticado incluso por la propia Iglesia.

Por Abel GM

National Geographic, 31 julio 2023

Foto: Biblioteca Europea d’Informazione e Cultura

 

Aunque la caza de brujas se suele asociar a la Edad Media, lo cierto es que no fue hasta el Renacimiento cuando empezó a practicarse con regularidad, alcanzando su apogeo durante la Edad Moderna. Buena parte de la culpa la tuvo un libro publicado en 1487 con el nombre de Malleus Maleficarum (“El martillo de las brujas” en latín), el más extenso e importante manual para identificar, capturar, interrogar y castigar a los culpables – y especialmente, las culpables – de brujería.

 

 

En este contexto, en 1484 el inquisidor alemán Heinrich Kramer pidió al papa Inocencio VIII que ratificara su autoridad para ocuparse de los delitos de brujería en las zonas bajo su jurisdicción; en respuesta, el pontífice emitió una bula en la que condenaba dicha práctica y pedía a los obispos que apoyaran a los inquisidores en su tarea de erradicarla. Pero Kramer fue más allá y en 1487 publicó, en colaboración con el también inquisidor Jakob Sprenger, un extenso tratado sobre cómo identificar, interrogar y castigar a quienes practicaran la brujería, e incluyó en él – supuestamente sin autorización previa – la bula papal a modo de legitimación. Era la primera edición del Malleus Maleficarum, “el martillo de las brujas”.

La publicación del tratado causó un gran revuelo entre los teólogos, incluso entre quienes apoyaban la persecución de la brujería. El motivo principal era que contradecía en muchos aspectos las tesis oficiales de la Iglesia sobre demonología y brujería, pero también porque corría la voz de que los autores habían falseado una recomendación de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia aprobando su uso. Además, el libro autorizaba e incluso animaba a usar la tortura como método para obtener información y confesiones, una postura que muchos consideraban contraria a los valores cristianos. De hecho, el propio Kramer fue denunciado por la Inquisición, aunque finalmente fue absuelto.

 

Manual para cazar brujas

Una de las maneras más comunes de identificar brujas era buscar «marcas del Maligno», como verrugas o cicatrices.

 

En realidad, el Malleus Maleficarum contenía una gran cantidad de material reciclado de libros de demonología, tratados inquisitoriales e incluso supersticiones orales – como la capacidad de las brujas para volar –, siendo esta una de las razones principales por las que muchos teólogos lo criticaron por ser “poco riguroso”. Aun así, tanto inquisidores como autoridades seculares vieron en él una fuente de autoridad a la que remitirse en su persecución de la brujería; y gracias a la invención de la imprenta, el libro obtuvo una enorme difusión.

El tratado se dividía en tres partes: la primera dedicada a “demostrar” la existencia de la magia, la segunda a describir los métodos por los cuales las brujas obtienen sus poderes y de qué maneras los utilizan, y la tercera a explicar cómo identificar a las brujas y realizar un proceso por brujería, siendo esta última la que servía de manual para inquisidores y jueces.

Un aspecto en el que el Malleus Maleficarum sentó cátedra fue la estereotipación: el libro describía detalladamente el modus operandi de las brujas y, puesto que los interrogadores lo tomaban como fuente de autoridad, daban por cierto lo que estaba escrito en él y buscaban, en los juicios, una confirmación de ello, exponiendo a la acusada una serie de preguntas en las cuales la única respuesta aceptada era un sí.

 

 

Otro aspecto muy pernicioso de este tratado fue que confería a los inquisidores una presunción de infalibilidad, es decir, que no podían equivocarse en sus sospechas; por lo tanto, su sola palabra bastaba como prueba y solo quedaba que la acusada confesara. Si lo negaba, se daba por supuesto que estaba mintiendo y que había que usar la tortura para arrancarle una confesión, aunque esta fuera absurda. Por el mismo motivo, cualquiera que la defendiera podía ser acusado de estar también bajo el influjo de la brujería.

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BULA DE INOCENCIO VIII

Inocencio, Obispo, Siervo de los siervos de Dios, para eterna memoria

Inocencio VIII (Génova, 1432-Roma, 25 de julio de 1492), nacido como Giovanni Battista Cybo, fue el 213º papa de la Iglesia católica, cuyo pontificado duró desde 1484 hasta 1492.

 

Nos anhelamos con la más profunda ansiedad, tal como lo requiere Nuestro apostolado, que la Fe Católica crezca y florezca por doquier, en especial en este Nuestro día, y que toda depravación herética sea alejada de los límites y las fronteras de los fieles, y con gran dicha proclamamos y aun restablecemos los medios y métodos particulares por cuyo intermedio Nuestro piadoso deseo pueda obtener su efecto esperado, puesto que cuando todos los errores hayan sido desarraigados por Muestra diligente obra, ayudada por la azada de un providente agricultor, el celo por nuestra Santa Fe y su regular observancia que darán impresos con más fuerza en los corazones de los fieles.

Por cierto que en los últimos tiempos llegó a Nuestros oídos, no sin afligirnos con la más amarga pena, la noticia de que en algunas partes de Alemania septentrional, así como en las provincias, municipios, territorios, distritos y diócesis de Magancia, Colonia, Tréveris, Salzburgo y Bremen, muchas personas de uno y otro sexo, despreocupadas de su salvación y apartadas de la Fe Católica, se abandonaron a demonios, íncubos y súcubos, y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones y otros execrables embrujos y artificios, enormidades y horrendas ofensas, han matado niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de los ganados; que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aun, a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases, viñedos, huertos, praderas, campos de pastoreo, trigo, cebada y todo otro cereal; estos desdichados, además, acosan y atormentan a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases, con terribles dolores y penosas enfermedades, tanto internas como exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir, por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a aquéllos; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les pertenece por el sacramento del Bautismo, y a instigación del Enemigo de la Humanidad no se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas abominaciones y los más asquerosos excesos, con peligro moral para su alma, con lo cual ultrajan a la Divina Majestad y son causa de escándalo y de peligro para muchos.

Y aunque Nuestros amados hijos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, profesores de teología de la orden de los Frailes Predicadores, han sido nombrados, por medio de Cartas Apostólicas, Inquisidores de estas depravaciones heréticas, y lo son aún, el primero en las ya mencionadas regiones de Alemania septentrional en las que se incluyen los ya citados municipios, distritos, diócesis y otras localidades específicas, y el segundo en ciertos territorios que se extienden a lo largo de las márgenes del Rín, no obstante ello, no pocos clérigos y laicos de dichos países tratan, con excesiva curiosidad, de enterarse de más cosas de las que les conciernen, y como en las ya aludidas cartas delegatorias no hay mención expresa y específica del nombre de estas provincias, municipios, diócesis y distritos, y dado que los dos delegados y las abominaciones que deberán enfrentar no se designan en forma detallada y especial, esas personas no se avergüenzan de aseverar, con la más absoluta desfachatez, que dichas enormidades no se practican en aquellas provincias, y que en consecuencia los mencionados Inquisidores no tienen el derecho legal de ejercer sus poderes inquisitoriales en las provincias, municipios, diócesis, distritos y territorios antes referidos, y que no pueden continuar castigando, condenando a prisión y corrigiendo a criminales convictos de las atroces ofensas y de las muchas maldades que se han expuesto.

Por consiguiente, en las referidas provincias, municipios, diócesis y distritos, las abominaciones y enormidades de que se trata permaneces apunes, no sin manifiesto peligro para las almas de muchos y amenaza d8 eterna condenación.

Por cuanto Nos, como es Nuestro deber, Nos sentimos profundamente deseosos de eliminar todos los impedimentos y obstáculos que pudieren retardar y dificultar la buena obra de los Inquisidores, así como de aplicar potentes remedios para impedir que la enfermedad de la herejía y otras infamia dan su ponzoña pace destrucción de muchas almas inocentes, y como Nuestro celo por la Fe nos incita a ello en especial, y para que estas provincias, municipios, diócesis, distritos y de Alemania, que ya hemos especificado, no se vean privados de los beneficios del Santo Oficio a ellos asignado, por el tenor de estos presentes, y en virtud de Nuestra autoridad Apostólica, decretamos y mandamos que los mencionados Inquisidores tengan poderes para proceder a la corrección, encarcelamiento y castigo justos de cualesquiera personas, sin impedimento ni obstáculo algunos, en todas las maneras, como si las provincias, municipios, diócesis, distritos, territorios, e inclusive las personas y sus delitos, hubiesen sido específicamente nombrados y particularmente designados en Nuestras cartas.

Más aun, decimos, y para mayor seguridad extendemos estas cartas, de delegación de esta autoridad, de modo que alcancen a las aludidas provincias, municipios, diócesis, distritos y territorios, personas y delitos ahora referidos, y otorgamos permiso a los antedichos Inquisidores, a cada uno de ellos por separado o a ambos, así como también a Nuestro amado hijo Juan Gremper, cura de la diócesis de Constanza, Maestro en Artes, como su notario, o a cualquier otro notario público que estuviere junto a ellos, o junto a uno de ellas, temporariamente delegado en las provincias, municipios, diócesis, distritos y aludidos territorios, para proceder, en consonancia con las reglas de la Inquisición, contra cualesquiera personas, sin distinción de rango ni estado patrimonial, y para corregir, multar, encarcelar y castigar según lo merezcan sus delitos, a quienes hubieren sido hallados culpables, adaptándose la pena al grado del delito.

Más aun, decimos que disfrutarán de la plena y total facultad de exponer y predicar la palabra de Dios a los fieles, tan a menudo como la oportunidad se presentare y a ellos les pareciere adecuada, en todas y cada una de las iglesias parroquiales de dichas provincias, y podrán celebrar libre y legalmente cualesquiera ritos o realizar cualesquiera actos que parecieren aconsejables en los casos mencionados.

Por Nuestra suprema Autoridad, les garantizamos nuevamente facultades plenas y totales.

 

Inocencio VIII

 

Al mismo tiempo, y por Cartas Apostólicas, solicitamos a Nuestro venerable Hermano el Obispo de Estrasburgo que por si mismo anuncie o por medio de otros haga anunciar el contenido de Nuestra Bula, que publicará con solemnidad cuando y siempre lo considere necesario, o cuando ambos Inquisidores o uno de ellos le pidan que lo haga.

También procurará que en obediencia a Nuestro mandato no se los moleste ni obstaculice por autoridad ninguna, sino que amenazará a todos los que intenten molestar o atemorizar a los Inquisidores, a todos los que se les opongan, a esos los rebeldes, cualesquiera fuere su rango, fortuna, posición, preeminencia, dignidad o condición, o cualesquiera sean los privilegios de exención que puedan reclamar, con la excomunión, la suspensión, la interdicción y penalidades, censuras y castigos aun más terribles, como a él le pluguiere, y sin derecho alguno a apelación, y que según su deseo puede por Nuestra autoridad acentuar y renovar estas penalidades, tan a menudo como lo encontrare conveniente, y llamar en su ayuda, si así lo deseare, al brazo Secular.

Non obstantibus . . .

Que ningún hombre, por lo tanto. Pero si alguno se atreviere a hacen tal cosa, Dios no lo quiera,. hacedle saber que sobre él caerá la ira de Dios todopoderoso, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

 

Dado en Roma, en San Pedro, el 9 de diciembre del Año de la Encarnación de Nuestro Señor un mil y cuatrocientos y cuarenta y ocho, en el primer Año de Nuestro pontificado.

 

Tumba de Inocencio VIII en la Basílica de San Pedro

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Häxan: La brujería a través de los tiempos (Documental)

El Proceso Penal Inquisitivo