POPULISTAS: JUAN DOMINGO PERÓN. «El mundo ha fracasado», por Juan Domingo Perón.

La desmesura peronista o los delirios del populismo argentino

La magia inyectada por el peronismo en su primer acceso al poder, se desvaneció, aunque no la nostalgia por esa época en que todos estaban convencidos de que era posible tomar el cielo por asalto. Pero los delirios perduraron, y se extendieron a otras repúblicas. En algunas de ellas, los delirios fueron morigerados. Solo en Venezuela, con la llegada de Hugo Chávez al poder, lograron magnificarse. Para Chávez, nada humano le era ajeno. Ni tampoco lo divino
Por Mario Szichman

Actualy.es

La presidenta María Estela Martínez, Isabelita, viuda de Juan Domingo Perón, efectúa el saludo fascista durante una comparecencia oficial. SIGMA

 

Mucho antes de convertirse en La Abanderada de los Humildes y en La Jefa Espiritual de la Nación, Eva Perón trabajó como astronauta. En cuanto al presidente Juan Domingo Perón, además de ser el Primer Trabajador, el Primer Pedagogo y el Primer Filósofo, fue galardonado por su ministro de Educación, Oscar Ivanissevich, con el título de Galeno Honoris Causa. Ivanissevich señaló, en prosa, que Perón “sin ser médico con título habilitante, tiene un profundo conocimiento de la medicina y del hombre y lo comprende en toda su extensión psicofísica y social”. Si acentúo que la mención fue en prosa, es porque Ivanissevich solía escribir sus discursos en versos pareados.

El menos conocido de los roles desempeñados por Eva Duarte de Perón es quizás la Evita del radioteatro, donde actuó como astronauta. Según contó el ensayista argentino Juan José Sebreli, cuando él tenía 14 años “impulsado por la curiosidad de conocer a una actriz que había logrado una súbita popularidad después de haber deambulado varios años por broadcastings de ínfima categoría” descubrió una radionovela titulada Quinientos años en blanco. Era “una obra de ciencia ficción acerca de un viaje al planeta Marte realizado por un grupo de astronautas, entre ellos una intrépida mujer encarnada por Eva Duarte”.

El peronismo de la primera época (1946-1955) puede considerarse el régimen del delirio. Nunca nada semejante existió antes en la Argentina. Y nada parecido existió después. Tuve el privilegio de vivir los primeros diez años de mi vida bajo el peronismo, un movimiento político inextinguible, aunque privado ahora de su aura mágica.

Mi primera partida desde la Argentina al espacio exterior ocurrió en 1967, cuando tenía 21 años de edad, apenas me dieron de baja del servicio militar. Recalé primero en Colombia (Bogotá y Barranquilla) y luego me enamoré de Venezuela, país en el que vivo más tiempo (virtual) que el tiempo real que dedico a Nueva York.

Sin embargo, estoy convencido que el realismo mágico genuino no pertenece al Caribe sino a Buenos Aires. Los grandes entre los grandes, Enrique Bernardo Núñez (Cubagua y La galera de Tiberio) Alejo Carpentier (El reino de este mundoEl siglo de las luces, Viaje a la Semilla) y el Gabriel García Márquez de Cien años de soledad y de Los funerales de la Mama Grande, mostraron una extraordinaria fantasía en sus creaciones, pero ninguno logró superar el realismo mágico del primer peronismo.

Cuando escribí Los judíos del Mar Dulce (mi entrañable segunda novela) carecía de bibliografía y de un editor que me corrigiera el manuscrito. Necesité cuatro décadas, muchos libros publicados en esos años, y la impecable reedición de la novela por parte de la profesora Carmen Virginia Carrillo, para descubrir que había reposado sedentario sobre un reino tan prodigioso como el recopilado en las páginas de El Tesoro de la Juventud.

Ese reino, que luego recreé en A las 20:25 la señora pasó a la inmortalidad, necesitaba como ilustrador al Bosco de “El jardín de las delicias”, especialmente el tercer tríptico, donde aparece un cuchillo seccionando un par de orejas.

Entiendo la fascinación de los lectores por el mago Melquíades, por Henri Christophe, por Victor Hughes, por la idea imperial del futuro de América Latina reflejada en “La galera de Tiberio”, por el pasado de la conquista y el lúgubre presente reencarnado en los personajes de “Cubagua” . Pero ¿cómo se ubican esas producciones literarias frente a la realidad peronista? Únicamente Los viajes de Gulliver pueden mostrar esa época, pues el peronismo remodeló la Argentina a su imagen y semejanza, y pronosticó la isla de la fantasía.

LA MAGIA DE MENGELE

Entrevisté en cierta ocasión a Ira Levin, autor de El bebé de Rosemary y Los niños de Brasil, entre otras novelas memorables. Los niños de Brasil tiene como protagonista a Josef Mengele, el médico nazi que hacía experimentos con gemelos univitelinos en el campo de exterminio de Auschwitz.

Cuando le comenté a Levin que si hubiera visitado la Argentina algunos años antes habría podido conversar con Mengele, sus ojos se le pusieron redondos como platos. Pues resulta que Mengele, además de Adolf Eichmann (acusado de enviar a las cámaras de gases a seis millones de judíos), y varias docenas de nazis muy importantes, se pasearon varios años por las calles de Buenos Aires sin problema alguno.

El propio Perón admitió al periodista y escritor Tomás Eloy Martínez que “Entre 1945 y 1949 les abrí los brazos a muchos de los pobres muchachos que escapaban de un país humillado y derrotado como era la Alemania de aquellos años”. Martínez comentó luego que Perón “Había llenado la Argentina de nazis y no se avergonzaba de su hazaña. Exhibía, orgulloso, una panoplia de amistades a las que llamaba “heroicas”: Skorzeny (el aviador que había liberado a Mussolini de su prisión en el Monte Sasso), Kurt Tank, Eichmann, Edward Roschman (conocido como ´el verdugo de Riga´) y un extraño veterinario al que el general identificaba como Helmut Gregor y que, según supe luego, era Josef Mengele, el siniestro médico del campo de Auschwitz”.

GULLIVER EN EL PAÍS DE LOS GIGANTES

Hay un artículo muy interesante de Ana Longoni titulado “Arquitectos de la desmesura”, que alude a los proyectos edilicios y arquitectónicos del primer peronismo. Una de las ideas de la Nueva Arquitectura Peronista fue formulada por el ingeniero Ramón Asís, quien fue vicegobernador de la provincia de Córdoba. El anhelo de Asís era construir edificios públicos en forma de estatuas de Juan y Eva Perón para “crear una arquitectura simbólica justicialista que refleje el sentir, pensar y vivir de las masas argentinas”.

El llamado “simbólico justicialista” intentaba “reflejar la estructura psíquica del hombre argentino a través de un anteproyecto de edificio hospitalario donde predominaría la forma escultórica de Eva Perón”. El propósito del “simbólico justicialista” era hacer florecer en el espectador “la caridad, la abnegación, el amor al prójimo y el desinterés”.

El anteproyecto contaba con varias ilustraciones. “Una gigantesca figura de Eva Perón estaba de pie sobre el techo bajo del edificio. Sus formas agraciadas tenían un sentido de esbeltez triunfadora. La mano diestra se alzaba en alto, en actitud de salutación, acarreando el presentimiento del porvenir. En la izquierda sostenía, de manera blanda, femenina, una paloma, simbolizando la ternura, la lealtad y la paz. En otro sector del techo bajo del edificio estaba la figura del general Perón vestido de overol, y con una herramienta en la mano imposible de identificar”.

También irrumpía en los dibujos el corte transversal de ambas esculturas. “En la cabeza de Eva Perón se hallaba el centro neurológico del edificio, desde el cual se fijaba el rumbo de la Nueva Argentina”. A su vez, un urbanista había diseñado el plano de Ciudad Evita copiando el perfil de la difunta. De esa manera, desde el aire podría reconocerse “su efigie inmortal”.

Todo era justicialista en la Argentina justicialista. Una famosa camioneta había sido bautizada Rastrojero Justicialista. También había una cátedra de fisiología justicialista, luego que un famoso fisiólogo, Bernardo Houssay, quien enseñaba la fisiología a secas, fue echado de su cátedra por antiperonista. (Houssay ganó el Premio Nóbel de Medicina en 1947, un año después que Perón llegó a la presidencia).

Estaba en ciernes la fabricación de energía atómica justicialista con fines pacíficos, gracias al profesor alemán Ronald Richter. La energía atómica vendría encapsulada en botellas de un litro y de medio litro, similares a las que hasta ese momento contenían leche.

Por su parte, Carlos Vicente Aloé, gobernador de la provincia de Buenos Aires, dispuso que todos los cuerpos celestes descubiertos en el observatorio de Eva Perón (así se denominaba la ciudad de La Plata) fuesen “consagrados a Eva Perón e identificados con nombres que exalten sus virtudes”. Poco después, tres cometas peronistas fueran denominados “Abanderada”, “Mártir” y “Descamisada”.

“DE CARA AL SOL, CON LA CAMISA NUEVA”

Los ciudadanos de cada país necesitan una ilusión para avanzar hacia el futuro. Eichmann, tras ser capturado por los israelíes, expresó en interrogatorios que la ilusión de los alemanes se concentraba en la Autobahn, una autopista que atravesaría todo el país. Eichmann no ingresó al partido Nacional Socialista de Alemania con la esperanza de enviar a los judíos a las cámaras de gas sino porque el Führer le había prometido la construcción de esa carretera.

A su vez, el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy sabía muy bien cómo alentar el optimismo de sus compatriotas al prometer que su país superaría la última barrera humana, la barrera espacial. Bueno, en la Argentina del primer peronismo, todos estaban convencidos de que el cielo era el límite porque todo era gigantesco. Recuerdo la propaganda de la tintura La Carmela. Mostraba la cabellera de una bella mujer.

Un hombre diminuto, vestido de pintor, trepaba por la cabellera de la dama con ayuda de una escalera. Si las proporciones eran correctas, y el pintor tenía una estatura normal, la cabeza de la mujer debía medir por lo menos cincuenta metros de altura. Curiosamente, era un tamaño similar a las cabezas que el partido Justicialista pensaba erigir de Eva Perón y de su esposo.

En esa época gloriosa de la Argentina, la doctrina justicialista competía con el marxismo, el liberalismo, el nazismo y el fascismo, intentando conquistar los corazones de la mayoría. Y si todo iba de acuerdo a lo programado por el primer gobierno peronista, el justicialismo derrotaría a las otras doctrinas, todas ellas extranjerizantes. Además, carecían de las dimensiones gigantescas de la mujer cuyo cabello lucía los matices de la tintura La Carmela.

La segunda mitad del siglo veinte no fue una etapa muy floreciente en la Argentina. Menudearon las dictaduras militares. Una de ellas, la iniciada con el triunvirato del general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Ramón Agosti, quiso tocar el cielo con las manos, y en medio de una grave crisis económica y social, invadió las Islas Malvinas, para desalojar al “viejo y apolillado león inglés”, con ingratos resultados.

La magia inyectada por el peronismo en su primer acceso al poder, se desvaneció, aunque no la nostalgia por esa época en que todos estaban convencidos de que era posible tomar el cielo por asalto.

Pero los delirios perduraron, y se extendieron a otras repúblicas. En algunas de ellas, los delirios fueron morigerados. Solo en Venezuela, con la llegada de Hugo Chávez Frías al poder, lograron magnificarse. Para Chávez, nada humano le era ajeno. Ni tampoco lo divino.

Si Perón era Galeno Honoris Causa, Chávez fue un Cirujano en Jefe, que le hizo la segunda autopsia a Simón Bolívar. El comandante intergaláctico nunca quedó satisfecho con la efectuada al Libertador seis horas después de su muerte, por el doctor Alejandro Próspero Reverend. Tal vez ocupado en otros quehaceres, Chávez nunca reveló los resultados de su autopsia.

De todas maneras, Chávez logró llegar más lejos que Perón. A nadie se le ocurrió en la Argentina hacerle la cirugía estética a José de San Martín para que se pareciera al Primer Trabajador de la Argentina. Pero el Libertador venezolano sí adquirió durante los últimos años, algunos rasgos de Chávez. Y eso pese a que contemporáneos de Bolívar, trabajando con el original, diseñaron un rostro muy distinto. Bolívar inclusive llegó a agradecer al pintor José María Espinosa “su fidelidad” con el rostro original. El Bolívar chavista a nadie pudo agradecer el remozamiento de su retrato.

Afortunadamente, todo es posible en la Venezuela fundada por Chávez. No olvidemos que entre los firmantes del Acta de la Independencia figura el fallecido presidente. Y por excelentes razones. Según anunció el periódico TalCual (29 de mayo de 2013) “Un facsímil digital del Acta de la Independencia, que contiene una reproducción fiel de la versión original, fue modificado con la finalidad de añadirle la firma del difunto Hugo Chávez Frías. El objeto se encuentra en el museo de La Casa de las Primeras Letras Simón Rodríguez, ubicada en el bulevar Panteón, entre las esquinas Veroes y Jesuitas”.

El historiador Alejandro López, encargado de La Casa de las Primeras Letras, explicó que habían modificado el Acta de Independencia disponible en la sala digital porque “consideramos a Hugo Chávez como otro prócer de la Independencia” que “merece, como cualquier otro venezolano, tener su firma allí”. Por cierto, a excepción de Chávez, ningún otro de sus contemporáneos tiene su firma allí.

Mario Szichman, periodista y escritor argentino. Escribe desde Nueva York.

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El Dictador Francisco Franco saluda a Eva Perón, en presencia de Carmen Polo

 

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EL MUNDO HA FRACASADO

Por Juan Domingo Perón

 

“En el transcurso de los siglos hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico, y si cada día se avanza en la limitación del dolor, es solamente en su aspecto físico, porque en el moral, el camino recorrido ha sido pequeño. El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la compasión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas. Esa acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso en favor de los nobles ideales y de las causas justas, pero la realidad nos llama a sí y nos hace ver que todo era una ilusión”.  

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Texto de la carta que Juan Domingo Perón dejó a la juventud argentina, para ser abierta en el 2000. Esta carta fue escrita por Perón y enterrada en la base de la Pirámide de Mayo el 12 de agosto de 1948. Debería haber sido desenterrada el 12 de agosto de 2006, en el bicentenario de la reconquista de Buenos Aires luego de la primera invasión inglesa. Los hombres de la resistencia del Movimiento Nacional Justicialista conservaron este mensaje, que fue leído en la fecha y tal como lo pidiera el General Perón por los jóvenes de la JUP, en Plaza de Mayo.

 

 

Mensaje a los Jóvenes del Año 2000

La juventud argentina del año 2000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas encaminada a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes, y también si sus actos y sus doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para conseguir la paz entre las naciones.

 

 

Por desgracia para nosotros, ese balance no nos ha sido favorable. Anticipémonos a él para que conste, al menos, nuestra buena fe y confesemos lealmente que ni los rectores de los pueblos ni las masas regidas, han sabido lograr el camino de la felicidad individual y colectiva.

En el transcurso de los siglos hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico, y si cada día se avanza en la limitación del dolor, es solamente en su aspecto físico, porque en el moral, el camino recorrido ha sido pequeño.

El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la compasión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas.

Esa acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Cierto que en uno y en otros se dan ejemplos de altruismo, pero como hechos aislados de poca o ninguna influencia en la marcha de la humanidad. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso en favor de los nobles ideales y de las causas justas, pero la realidad nos llama a sí y nos hace ver que todo era una ilusión.

Apenas terminada la guerra, ponemos nuestra esperanza en que ha de ser la última porque las diferencias entre las naciones se han de resolver por las vías del derecho aplicado por los organismos internacionales. Pocos años bastan para demostrarnos con un conflicto bélico de mayores proporciones el tremendo error en que habíamos caído. Hasta el aspecto caballeresco de las batallas se ha perdido y hoy vemos con el corazón empedernido como al cabo de veinte siglos de civilización cristiana, caen en la lucha niños, mujeres y ancianos.

Apenas un conflicto social ha sido resuelto vemos asomar otro, de más grandes proporciones, no siempre solucionado por las vías de la inteligencia y de la armonía sino por la coacción estatal o de las propias partes contendientes más fuertes, no el del mejor derecho.

Frente a esta lamentable realidad: ¿de qué han servido las doctrinas políticas, las teorías económicas y las elucubraciones sociales? Ni las democracias ni las tiranías ni los empirismos antiguos ni los conceptos modernos han sido suficientes para aquietar las pasiones o para coordinar los anhelos. La libertad misma queda limitada a una hermosa palabra, de muy escaso contenido, pues cada cual la entiende y la aplica en su propio beneficio.

El capitalismo se vale de ella no para elevar la condición de los trabajadores procurando su bienestar, sino para deprimirles y explotarles. Los poseedores de la riqueza no quieren compartirla con los desposeídos sino aceptarla y monopolizarla. E inversamente, los falsos apóstoles del proletariado quieren la libertad más para usarla como un arma en la lucha de clases que para obtener lo que sus reivindicaciones tengan de justas.

 

 

No ha empezado a alborear el liberalismo económico cuando -para impedir sus aplausos- tiene el Estado que iniciar una intervención cada vez más intensa a fin de evitar el daño entre las partes y el daño a la colectividad. Pero tampoco su intervencionismo constituye un remedio eficaz porque, o es partidista, o busca anular las libertades individuales y con ellas a la propia persona humana.

El mundo ha fracasado. Mas este fracaso, ¿será tan absoluto que no deje un mínimo resquicio a la esperanza? Posiblemente podamos mantener el optimismo con la ilusión de que el avance de la humanidad hacia su bienestar es tan lento que no lo percibimos, pero de cada evolución queda una partícula aprovechable para el mejor desarrollo de la humanidad. El avance es invisible y está oculto por sus propios vicios a que antes he aludido, pero no por eso deja de existir.

Se haría más perceptible si cada uno de nosotros se despojase de algo propio en beneficio de sus semejantes, si tratase de dirigir las disputas con la razón y no con la violencia. Dentro de mis posibilidades así he procurado hacerlo y, en este sentido, he orientado mi labor de gobernante. Válgame por lo menos la intención y sea ella la que juzguen y valoren mis críticos del porvenir.

La humanidad debe comprender que hay que formar una juventud inspirada en otros sentimientos, que sea capaz de realizar lo que nosotros no hemos sido capaces. Esa es la verdad más grande que en estos tiempos debemos sustentar sin egoísmos, porque éstos nos han conducido solamente a desastres.

En nuestra querida Argentina, el panorama descrito se ha sentido sin ser cruento, pero en el orden general, los hechos prueban que ha sido el acierto la resolución que ha precedido nuestra realidad. La independencia política que heredamos de nuestros mayores hasta nuestros días, no había sido colectivizada por la independencia económica que permitiera decir con verdad que constituíamos una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Por eso nosotros hemos luchado sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentinapara los argentinos, y por eso nosotros vivimos velando porque la soberanía de la Patria sea inviolable o inviolada mientras haya un argentino que pueda oponer su pecho al avance de toda prepotencia extranjera, destinada a menguar el derecho que cada argentino tiene de decidir por sí dentro de las fronteras de su tierra.

Contra un mundo que ha fracasado, dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud: esa será su responsabilidad ante la Historia.

¡Quiera Dios que ese juicio les sea favorable y que al leer este mensaje de un humilde argentino, que amó mucho a su Patria y trató de servirla honradamente, podáis -hermanos del 2000- lanzar vuestra mirada sobre la Gran Argentina que soñamos, por la cual vivimos, luchamos y sufrimos!

Juan Domingo Perón

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“Juan Domingo Perón (Lobos, Argentina, 8 de octubre de 1895 – Olivos, Argentina, 1 de julio de 1974) fue un político, militar y presidente argentino.

Ha sido el único Presidente de la Nación Argentina en ser elegido democráticamente en tres ocasiones; la primera, en las elecciones del 24 de febrero de 1946, para el periodo 1946–1952; la segunda, al ser reelegido en las elecciones del 11 de noviembre de 1951 para el período 1952–1958, que no alcanzó a completar debido al golpe militar que lo derrocó el 16 de septiembre de 1955; finalmente, tras 18 años de exilio, regresó al país y fue elegido por tercera vez presidente el 23 de septiembre de 1973 para el periodo 1973-1979, que no pudo completar a causa de su fallecimiento.

Se destacó por su labor en el Departamento Nacional de Trabajo (luego elevado a la categoría de secretaría de rango ministerial), al que accedió durante la presidencia de facto del General Pedro Pablo Ramírez, y en el cual tomó numerosas medidas que favorecieron a los sectores obreros. Aunque dichas medidas lo hicieron popular entre la clase trabajadora, le granjearon la oposición de numerosos sectores que, dirigidos por el embajador estadounidense Spruille Braden, se nuclearon en un frente antiperonista. En ese período fue designado también Vicepresidente de la Nación y Ministro de Guerra. Perón fue destituido por un golpe de estado y encarcelado en la isla Martín García, pero fue liberado luego de una gran movilización obrera a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945.

Falleció el 1 de julio de 1974 en ejercicio de su tercera presidencia, sucediéndolo su viuda María Estela Martínez de Perón, quien había sido elegida como vicepresidente.”

Wikipedia

 

 

 


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