REESCRIBIENDO LA HISTORIA; DESDE LA CIENCIA Y DESDE LA HEREJÍA. 3.- LA HEREJÍA.

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Por Quora

Arquimedes en el asedio a Siracusa (214 - 212 a.C.)

 

Es un espejo cóncavo (curvado hacia adentro), utilizado para concentrar los rayos del sol y supuestamente utilizar esta concentración de calor con fines bélicos (en la antigüedad).

Su "popularidad" o renombre nace mas que nada de un mito, pues se dice que Arquímedes en el asedio a Siracusa (214 - 212 a.C.) hizo uso de estos para generar una suerte de rayo de la muerte incendiando las embarcaciones romanas. Es mas que nada un mito al no existir alguna evidencia que muestre la veracidad de este relato.

 

17th century --- An illustration showing sun rays and a mirror used to set fire to Roman ships at Syracuse. Kircher explored and illustrated the burning mirror purportedly developed by Archimedes in 214 B.C. --- Image by © Bettmann/CORBIS

 

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Faraones Negros - Los Colosos de Memnom

 

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REESCRIBIENDO LA HISTORIA; DESDE LA CIENCIA Y DESDE LA HEREJÍA. 3.- LA HEREJÍA

 

 

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Los faraones negros y la ciudad de las pirámides

Por Pepe Cervera

 

No hay nada más quintaesencialmente egipcio que las pirámides, ¿verdad? Moles pétreas en el desierto, ingentes cantidades de sudorosos trabajadores, momias y faraones... Basta evocar su nombre para que nos venga a la imaginación toda la fascinación del Antiguo Egipto. Pero la verdad es que la pirámide como forma arquitectónica aparece en numerosas construcciones de la antigüedad de pueblos muy diversos, desde Caral en el Perú de hace 7 milenios hasta las construcciones aztecas o los enterramientos de la China más remota. El viejo Egipto está muy lejos de poseer el monopolio de esta figura, y de hecho, como nos cuenta en Slate Atlas Obscura, la mayor concentración mundial de pirámides se encuentra fuera de sus fronteras actuales, e incluso históricas: están en la antigua ciudad nubia de Meroe, en el actual Sudán. Y datan de un periodo que a los egipcios no les gustaba mucho recordar: la época de los faraones negros, cuando los nubios se hicieron con el trono de Egipto y se coronaron como máximos dignatarios religiosos y políticos.

En Meroe hubo más de 220 pirámides repartidas en tres diferentes zonas. Eran mucho más pequeñas y característicamente más puntiagudas que las típicas de más al norte, pero eran pirámides al fin y al cabo, y muchas se conservaron sorprendentemente bien hasta el siglo XIX, cuando aventureros europeos las reventaron buscando tesoros. Meroe fue una de las ciudades capital de la dinastía nubia que gobernó el Reino de Kush y también Egipto entre los años 760 al 656 adC, la llamada XXV Dinastía. Desde allí gobernaron un imperio que iba desde el Mediterráneo hasta la actual Jartum, o más al sur incluso, y que incluía ambas orillas del Nilo. Los egipcios preferían olvidar estos 75 años, puesto que los nubios fueron sus enemigos perpetuos, mucho más que los pueblos de más al norte (Hititas, Mesopotámicos o Persas) con los que también tuvieron sus más y sus menos a lo largo de la historia. Y es que aquellos faraones que durante casi un siglo dominaron Egipto eran negros.

La frontera entre Egipto y Nubia ha sido desde siempre más que una simple divisoria entre países o reinos: es una falla etnográfica clave, la frontera entre los pueblos caucásicos que viven al norte de la franja desértica del Sahara y los africanos negros que viven al sur. Hoy la línea de fricción puede encontrarse en toda África desde Nigeria a Sudán del Sur, y separa a gentes con aspecto, cultura y religiones diferentes; el Islam llegó precisamente hasta esta línea y apenas la sobrepasó. La mayor parte de los triunfos que aparecen reflejados en los monumentos del Antiguo Egipto muestran faraones aplastando y esclavizando enemigos de claros rasgos negroides; la gran rivalidad no era ya la existente entre el Alto y el Bajo Egipto, sino la que enfrentaba a los egipcios todos son sus vecinos nubios del Sur y que puede rastrearse hasta hoy. Por eso este periodo de gobierno de los faraones negros tendía a ser olvidado por los cronistas egipcios posteriores, y de las estelas que recordaban las victorias de los conquistadores del sur apenas han sobrevivido fragmentos. Y por eso, y por su localización remota, las necrópolis repletas de espigadas pirámides de Meroe son mucho menos conocidas que sus primas del norte. Ellas y los Faraones Negros para los que se construyeron casi han desaparecido así de la historia.

Esfinge Taharqo (680 ac)

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The Movie Great Pyramid K 2019 - Director Fehmi Krasniqi *

La construcción de la Gran Pirámide y la verdadera historia de la humanidad revelada

Pagina oficial

 

Con traducción de Subtítulos al español

Parte 1  Documental 

Parte 2  Documental 

Parte 3  Documental 

 
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En Inglés

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El pueblo nubio, entre Egipto y Sudán

Por Luis Casado

Mundo Negro

 

 

El legado de la vigesimoquinta dinastía de faraones está siendo rescatado del silencio al que se había visto abocado por una historia intencionadamente mal contada. Ahora, el trabajo de investigadores e instituciones recupera el esplendor que siempre mereció.

Egipto siempre nos ha fascinado por su increíble cultura, historia, monumentos o religión, dejando en el olvido otra no menos fascinante y sorprendente civilización que se desarrolló a la par que la egipcia, la civilización del pueblo del África negra de Nubia, del Kush bíblico, pero que por circunstancias geográficas, climáticas e históricas quedó enterrada y olvidada en las ardientes arenas del desierto nubio durante miles de años. Hoy está viendo la luz, revelando sus admirables secretos, gracias al ingente trabajo y al esfuerzo de arqueólogos y organizaciones como la UNESCO que pretenden salvarla de las aguas de la presa de Asuán.

El territorio más al sur de Egipto histó­ricamente fue siempre propicio para el misterio y la leyenda: era el reino de donde procedían el oro, los productos exóticos, los temibles ­guerreros armados con sus arcos, el país de la gente negra, de los etíopes.

En la modernidad al territorio situado entre la primera catarata, en Asuán, y Jartum, donde convergen el Nilo Blanco y el Nilo Azul, se le conoce como Nubia. Aunque hoy se encuentra dividida entre dos países, Egipto y Sudán, la antigua Nubia formaba un estado homogéneo e independiente, tenía sus propios gobernantes, costumbres, religión y cultura, aunque con el paso del tiempo la influencia egipcia se intensificó y prácticamente la absorbió.

Para muchos historiadores, arqueólogos y estudiosos de la cultura egipcia es muy relevante conocer o descubrir que una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad tuvo su nacimiento y desarrollo en el mismo corazón de África, al sur de Egipto, y que sus creadores tienen rasgos negroafricanos, pelo rizado, piel oscura y labios gruesos, aunque en los bajorrelieves de la época siempre aparezcan infravalorados bajo la zapatilla del faraón de turno. Lo que conocíamos de ellos es lo que nos contaron egipcios y griegos, aunque ahora la arqueología y recientes descubrimientos han ayudado a poner en su sitio la gran importancia de esta olvidada civilización africana.

 

Restos arquelógicos de Musawwarat en Nubia. Fotografía: Getty

 

Interés puramente comercial

Este increíble pueblo africano de artesanos y comerciantes, de finos orfebres y fieros guerreros muy duchos en el uso del arco, fue capaz de rivalizar con el todopoderoso vecino del norte, enemigo y conquistador, crear su propia civilización y, siglos mas tarde, ser capaz de doblegar y gobernar el potente reino egipcio durante 70 años.

Unos faraones de piel oscura, venidos del sur, del mítico país de Kush, llegaron al norte. Eran los faraones de la dinastía XXV o Kushita, originaria de la ciudad-estado de Napata, que se extendió entre los años 747 y 664 a. C., la única que no aparece reflejada en los paneles de mármol de la entrada al Museo Egipcio de El Cairo.

Al sur de la tercera catarata del Nilo se encuentra la ciudad de Kerma que fue un brillante centro comercial entre el norte de Egipto y el reino de Kush, a la que acudían los comerciantes egipcios princi­palmente en busca del codiciado oro. Kush era conocida por los egipcios como la tierra del oro, tan apreciado por los faraones, aunque también se comercializaba con metales, ganado, animales y pieles exóticas, maderas de toda clase, plantas aromáticas, incienso, cerámica y esclavos. El interés de Egipto por el reino de Kush era básicamente material.

La ciudad de Kerma estaba rodeada de murallas, pero lo mas significativo es que allí se encuentra una de las edificaciones mas antiguas y enigmáticas de todo el mundo y, sin lugar a dudas, de África: se trata de un edificio enorme de adobe, con una planta cuyos lados tienen 50 y 25 metros, y unos 18 metros de altura. De gran complejidad

Las esculturas de Taharca y Tanutamon, dos de los faraones de la XXV dinastía, fueron descubiertas en julio de 2004 en Kerma. Fotografía: Getty

constructiva –comparable a las pirámides–, es conocido por los lugareños como Deffufa, que significa monolito de ladrillo. Lo sorprendente de esta edificación es su antigüedad, unos 4.500 años, comparable por tanto a las primeras pirámides egipcias. Tendríamos, por tanto, a dos civilizaciones coincidentes en la fecha de su comienzo.

Historia en clave egipcia

La ciudad fue excavada por el famoso egiptólogo George Reisner a principios del siglo XX. Pero Reisner solo veía Nubia y Sudán con ojos egipcios y no podía creer que tanto la ­Deffufa como las pirámides nubias que veía a su alrededor hubiesen sido construidas por los antepasados de la gente negra –demasiado pobre e inculta– que tenía a su alrededor. No podían haber sido ellos sino forasteros, gente de piel clara venida del norte. El arqueólogo norteamericano fue incapaz de superar unos prejuicios racistas que, con el tiempo, se han visto superados y corregidos por numerosos estudios y nuevos hallazgos que han reconocido el valor histórico del reino africano nubio de Kush.

Como todo lo relativo al pueblo y reino de Kush, el de los faraones negros fue siempre un capítulo desconocido en la historia, pues ya los mismos faraones egipcios se encargaron de borrarlos de sus monumentos y escritos. Esa omisión ha permanecido vigente hasta que los arqueólogos han sacado a la luz sus vestigios.

Presencia libia en Egipto

Hacia el año 730 a. C. Egipto sufrió una gran crisis política, religiosa y moral. Cada ciudad o demarcación territorial tenía su propio gobernante, campo de cultivo para que las potencias extranjeras pescasen en aguas revueltas. Ante el gran vacío de un poder centralizador, comunidades de origen libio se hicieron con el control del norte del país. Es entonces cuando los influyentes sacerdotes de Amón en Karnak, viendo que su poder y privilegios estaban en peligro, llaman al faraón kushita Piye –o Pianji– para que salve la civilización egipcia de su definitiva destrucción y desaparición. Piye no se lo piensa dos veces. Aclamado por los sacerdotes como el hijo del dios Amón –y por tanto, partícipe de su divinidad– se presenta en Tebas con un ejército formidable. Ordena a sus soldados purificarse en las aguas del Nilo antes del combate, rociando sus cuerpos con el agua sagrada del templo de Karnak. De esta manera, bendecidos por los sacerdotes de Amón, empiezan la guerra contra los enemigos del norte. Piye se consideraba el legítimo sucesor de grandes faraones egipcios como Tutmosis III y Ramsés II, aunque su piel fuera algo más oscura.

En poco mas de un año, todos los gobernantes del norte habían sido derrotados y la ansiada unión política y religiosa de Egipto se había realizado. Una vez consolidado su poder y restablecida la unidad del país, Pianji se volvió a Kush cargado con su botín de guerra. Bajo su mandato Egipto recuperó de nuevo la soberanía, el culto a Amón, sus dioses y su cultura religiosa. Cuando murió en el 715 a. C. fue enterrado, según su voluntad, en una pirámide al estilo egipcio junto a cuatro de sus caballos. Pianji fue el iniciador de la dinastía XXV, conocida como la de los Faraones Negros de la historia de Egipto.

A su muerte, su hermano Shabaka asumió el poder y puso su residencia en Menfis, desde donde tuvo que hacer frente a varios levantamientos de los libios así como al rey asirio Senaquerib que estaba atacando el reino de Judá. En vez de ordenar la ejecución de sus enemigos, Shabaka los ponía a cavar canales de riego y diques para proteger los poblados de las inundaciones del Nilo.

Le sucedió su sobrino Taharca, hijo de Pianji. Taharca fue un temible guerrero que se enfrentó al rey asirio Senaquerib. Aparece en el Libro de los Reyes como el salvador de la ciudad de Jerusalen y de su templo. Cuando Senaquerib cercaba Jerusalen, levantó de forma rápida e inexplicable el asedio y se marcó a su país. ¿Con qué razón actuó de ese modo? Muy sencilla: se enteró de que el temible ejército de arqueros de Taharca marchaba contra él. Años mas tarde los asirios se vengaron y lograron echarlo de Menfis, e hicieron que retrocediese hasta Tebas y, más tarde, a Napata.

 

El arqueólogo suizo Matthieu Honneger, que ha dirigido numerosas excavaciones en la zona y es una de las referencias mundiales en cultura kushita. Fotografía: Getty

 

Uno de los grandes faraones

Según las estelas que han quedado, Taharca es recordado como uno de los grandes faraones de Egipto. En el año 690 a. C. fue coronado en ­Menfis como el elegido de Amón, el faraón de los reinos de Egipto y Nubia, consiguiendo en los 26 años de su reinado llevar la paz y la prosperidad a su país.

Pero ademas de un gran guerrero, Taharca fue también un gran constructor siguiendo la senda de los grandes faraones . En la ciudad nubia de Napata, donde se encuentra la montaña sagrada de Jebel Barkal, lugar de nacimiento y residencia del dios Amón según los sacerdotes, edificó dos templos. En Tebas, en el templo de Karnak queda una columna gigantesca de lo que fue un templete de 10 columnas erigido por ­Taharka para honrar a Amón. Siguiendo la costumbre de los faraones erigió bustos, estatuas o capillas. También son numerosos los conocidos cartuchos egipcios que llevaron su nombre por todo el país. Muchas de estas representaciones están mutiladas como signo para que no regresase de entre los muertos. Tienen la nariz arrancada y la corona, el uraeus, destrozada como rechazo a su pretensión de ser el faraón de los dos reinos. En lo alto del pináculo de Jebel Barkal, en un lugar prácticamente inaccesible se ha descubierto un relieve que dice «Yo Taharca, el buen Dios, el rey del alto y bajo Egipto que vive eternamente, he aniquilado a los beduinos de Asia y he acabado con los habitantes del desierto de Libia».
Taharca ha sido el faraón negro mas importante de la dinastía XXV y su influencia en Egipto fue tan grande e importante que ni siquiera sus enemigos o el tiempo han sido capaces de borrarla.

Su sucesor, Tanutamani, pretendió reunificar de nuevo los reinos egipcios. Se mantuvo en el trono en Tebas durante ocho años, pero los asirios le vencieron y le obligaron a volver a Nubia, donde los reyes ­kushitas siguieron reinando durante un milenio, primero desde Napata y luego desde Meroe.

Los faraones negros de la dinastía XXV fueron los salvadores y los unificadores de los valores religiosos y culturales de Egipto en una época crítica de su historia. Eran los hijos de Amón, garantes de la continuidad de la dinastía divina egipcia, de todas sus tradiciones y principios. Por eso lucharon contra los invasores que ponían en peligro tanto la unidad como sus valores. Ejercieron su poder como auténticos faraones egipcios controlando la administración, la religión, a los sacerdotes y siendo grandes constructores. Se consideraban plenamente egipcios por su cultura y religión, aunque procedentes de un ambiente étnico diferente. Nunca se vieron como invasores sino como parte integrante de un mismo reino, el Alto y Bajo Egipto y, también muy importante, del de Kush.

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Excavación de La Esfinge - 1850

 

 

 

 


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