Hay que notar que junto a la más superficial infatuación por la ciencia existe en realidad la mayor de las ignorancias respecto de los hechos y de los métodos científicos, cosas ambas muy difíciles y que cada vez tienden a serlo más por la progresiva especialización en los nuevos campos de investigación.
La superstición científica conlleva ilusiones tan ridículas y concepciones tan infantiles que hasta la superstición religiosa resulta ennoblecida. El progreso científico ha hecho nacer la creencia expectante en un nuevo tipo de Mesías que convertirá esta tierra en el país de Jauja; como si las fuerzas de la naturaleza, sin que intervenga la fatiga humana, sino por obra de mecanismos cada vez más perfeccionados, fuera a dar a la sociedad, y en abundancia, todo lo necesario para satisfacer sus necesidades y vivir cómodamente.
Hay que combatir esta infatuación, cuyos peligros son evidentes, pues la fe abstracta y supersticiosa en la fuerza taumatúrgica del hombre lleva paradójicamente a esterilizar las bases mismas de la fuerza humana y contribuye a destruir todo amor por el trabajo concreto y necesario, como si se hubiera fumado una nueva especie de opio.
Y hay que combatirla con varios medios, de los cuales el más importante debería ser: facilitar un mejor conocimiento de las nociones científicas esenciales. Para ello lo que conviene es que el trabajo de divulgación de la ciencia lo hagan los propios científicos y estudiosos serios, y no periodistas sabelotodo o autodidactas presuntuosos.
En realidad, como se espera demasiado de la ciencia, se la concibe como una superior hechicería y por eso no se logra valorar de manera realista lo que la ciencia ofrece en concreto.
ANTONIO GRAMSCI, Cuaderno 11. Para la reforma intelectual y moral
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LA CREATIVIDAD EN LA CIENCIA, EL ARTE Y LA RELIGIÓN
Por David Bohm
“El problema con la imaginación y la razón es que las formas cristalizadas se hacen excesivamente rígidas cuando se las considera absolutamente necesarias para el bienestar de la psique y de la sociedad. Como resultado, la mente queda atrapada en un juego sucio por intentar defenderlas. En este proceso, las fantasías se confunden con la realidad y las relaciones lógico-formales de los conceptos con la verdad. Todos necesitamos una actitud artística en cualquier momento de la vida. La religión hace hincapié en lo eterno y lo atemporal, así como en el contacto con el fundamento último del ser. Está estrechamente relacionada con los valores, y la mayoría de las religiones han defendido que no es posible otorgar el valor adecuado a las cosas excepto cuando se mantiene una relación con lo que tiene un valor supremo, es decir, Dios. Quienes dejan la religión tienden a otorgárselo a alguna otra cosa, como el bienestar del Estado o la felicidad del individuo. “
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Hemos dicho que el despliegue total de la creatividad exige el poner fin a la rigidez y, por tanto, a la fragmentación, en la cultura global del planeta. Para comprender lo que esto significaría, es conveniente evaluar la vida cultural de la humanidad en tres disposiciones, enfoques o actitudes de la mente diferentes: la científica, la artística y la religiosa.
SI LA ACTITUD CIENTÍFICA SE RECONOCIERA COMO VÁLIDA PARA LA TOTALIDAD DE LA VIDA, LA REVOLUCIÓN SERÍA ENORME
Aunque ciencia significa literalmente “conocimiento”, la actitud científica incluye mucho más que la percepción racional con la mente y someter a prueba esas percepciones frente a hechos reales, en forma de experimentos y observaciones. Al realizar estas pruebas, lo fundamental es reconocer un hecho real, mediante deducciones correctas, sin verse atrapado en la tendencia de la mente humana al juego sucio.
En general, no parece que se tenga en cuenta este principio. Por ejemplo, en las relaciones internacionales el hecho real suele distorsionarse según lo que resulte más útil o deseable para el Estado, una posición que, por primera vez, fue defendida de manera abierta por Maquiavelo.
A la luz de lo que podría implicar esta actitud científica, parece particularmente extraño que, al menos en la cultura occidental, se haya pensado que sólo es necesaria en determinados campos. Es como si alguien dijera: “en mi laboratorio intento reconocer seriamente el hecho real, pero en otras áreas de la vida, como las relaciones humanas y la política, es mejor jugar sucio siempre que sea conveniente, y adaptar el hecho a lo que se necesite”.
Si se reconociera seriamente la actitud científica como válida y necesaria para la totalidad de la vida, entonces la revolución que se produciría sería enorme. En este caso, la contribución fundamental de la ciencia a la oleada creativa sería una extensión de la actitud científica a todas las relaciones humanas.
La palabra arte tiene una raíz latina, que significa “adecuar” y aparece en palabras como artículo, artesano y artefacto. La historia de la palabra muestra claramente que, en un principio, nada separaba al arte del resto de la vida. Así, un artefacto es algo hecho para adecuar, tanto en sentido estético como práctico. Sin embargo, hoy en día se considera que las obras de arte sólo “se adecuan” en el sentido estético, lo que constituye una prueba del actual estado de fragmentación entre el arte y otras áreas de la vida.
El arte, en el que se incluyen la música, el teatro, la literatura, la poesía, el baile y las artes visuales, está estrechamente relacionado con la belleza, la armonía y la vitalidad. Pero, en el fondo, uno de sus significados claves parece ser que el “adecuarse” o “no adecuarse” se ve, en cada momento, en medio de un acto de fresca percepción creativa, más que mediante la aplicación de reglas mecánicas que determinan “lo que es apropiado y adecuado”. En este sentido, todo podría plantearse como si fuera una especie de arte.
SI NO SEPARÁRAMOS EL ARTE DE LA TOTALIDAD DE LA VIDA, SERÍA POSIBLE HABLAR DEL ARTE DE VIVIR
Así ocurre en el campo de la ciencia, cuando la pregunta sobre el significado de un grupo determinado de hechos y ecuaciones tiene finalmente que responderse mediante una percepción de este tipo, de naturaleza básicamente artística. Y, de manera más general, aunque buena parte de la vida está determinada por reglas y fórmulas mecánicas, es posible hablar de un “arte de vivir”, en el que la actitud artística conduce a una percepción creativa mantenida.
La actitud artística es particularmente importante en lo que se refiere a la importancia dada al papel de la imaginación. Imaginación significa, literalmente, “habilidad para realizar imágenes mentales”, que imita las formas de las cosas reales.
No obstante, los poderes de la imaginación van en realidad más lejos, e incluyen la aparición creativa de nuevas formas, hasta ese momento desconocidas. Éstas se perciben no sólo como imágenes visuales, sino a través de todo tipo de sentimientos, sensaciones táctiles y cenestésicas y de otras maneras que es imposible describir.
La habilidad de Mozart y Bach de sentir obras musicales completas de una sola vez podría considerarse una forma de imaginación musical. Por tanto, la actividad de la imaginación no se parece a un dibujo estático, sino que se asemeja más a un tipo de “juego” que incluye una sutil orquestación de sentimientos, junto con un sentido de intencionalidad y voluntad. Así, la imaginación es el comienzo de la entrada de la percepción creativa en el dominio de lo manifiesto.
Además, dado que la forma viene definida por proporción y relación, también debe poseerlas la imaginación de alguna manera implícita o envuelta. Por consiguiente, la razón perceptiva o intuitiva es el acto de hacer explícita la proporción y relación ya implícitas en la imaginación creativa.
De este modo, la razón se desenvuelve a partir de la imaginación, como de hecho han supuesto algunos de los más destacados científicos y matemáticos. Así, Einstein ha contado sus experiencias de conceptos que se originaban en “sentimientos” y sensaciones vagos e indescriptibles.
EL PELIGRO QUE CORRE LA IMAGINACIÓN ES EL DE CONFUNDIR LA FANTASÍA CON LA REALIDAD, Y LA LÓGICA FORMAL CON LA VERDAD
Cuando la imaginación “cristaliza”, su forma pasa a ser fija y da lugar a la fantasía [La distinción entre imaginación creativa, denominada imaginación primaria, y fantasía la hizo, en primer lugar, el poeta Coleridge.] Esta es la capacidad de formar imágenes mentales de tipos conocidos, combinarlas y relacionarlas.
Es evidente que esta capacidad resulta tanto necesaria como útil cuando se trata de realizar, por ejemplo, planes y proyectos. A grandes rasgos, corresponde a la capacidad de la razón de formar conceptos de tipos conocidos, combinarlos y relacionarlos.
Sin embargo, el problema con la imaginación y la razón es que las “formas cristalizadas” se hacen excesivamente rígidas cuando se las considera absolutamente necesarias para el bienestar de la psique y de la sociedad. Como resultado, la mente queda atrapada en un juego sucio por intentar defenderlas. En este proceso, las fantasías se confunden con la realidad y las relaciones lógico-formales de los conceptos con la verdad.
Evidentemente, no sólo quienes se especializan en arte han de poder llevar a cabo apreciaciones artísticas correctas. Todos necesitamos una actitud artística en cualquier momento de la vida. De hecho, la armonía sólo puede conseguirse a través de una constante percepción artística de lo que es “adecuado y apropiado”.
Ya, para terminar, nos ocuparemos de la religión, especialmente relacionada con la totalidad. La religión hace hincapié en lo eterno y lo atemporal, así como en el contacto con el fundamento último del ser. La palabra inglesa worship (“culto”) tiene la misma raíz que worthy (“valioso”), y, por tanto, implica el acto de “dar un valor muy alto”.
De hecho, la religión está estrechamente relacionada con los valores, y la mayoría de las religiones han defendido, explícita o implícitamente, que no es posible otorgar el valor adecuado a las cosas excepto cuando se mantiene una relación con lo que tiene un valor supremo, es decir, Dios.
QUIENES NO RECONOCEN A DIOS COMO VALOR SUPREMO, TIENDEN A DÁRSELO AL ESTADO O AL INDIVIDUO
La tendencia del ser humano a dar un valor supremo a algo es tan fuerte que incluso quienes dejan la religión tienden a otorgárselo a alguna otra cosa, como el bienestar del Estado o la felicidad del individuo. Así pues, parece claro que o bien la humanidad está ligada a la religión, o bien la deja de lado, en cuyo caso ha de afrontar la cuestión de qué, si se trata de algo, es lo que ostenta el valor supremo.
Al igual que ocurre con la ciencia y el arte, una actitud religiosa auténtica debe estar libre de cualquier sometimiento rígido en la estructura tácita del conocimiento, de modo que todo lo que se lleve a cabo surja de la percepción creativa. Sólo entonces la religión podría ocuparse en profundidad de la cuestión de si un ser humano puede entrar en contacto con el fundamento de todo y de qué modo.
Pero esto también estaría fuertemente relacionado con las dimensiones socioculturales e individual del ser humano y, sobre todo, con la cuestión de cómo y por qué los seres humanos tienen una tendencia tan fuerte a verse atrapados en un juego sucio, lo que en terminología religiosa se denominaría “pecado” o “mal”.
Ante todo, una actitud religiosa ha de ser compasiva, para reconocer así el valor último del ser humano y percatarse de cada individuo participa en la tendencia humana a confundir y jugar sucio que ha venido repitiéndose durante siglos.
Sin embargo, hay que reconocer que la religión siempre ha tenido tendencia a quedarse atrapada en todo tipo de autoengaños y en la explotación de los demás. El origen de esto se remonta a menudo a un desequilibrio entre los poderes secular y religioso, tensión que actualmente está ocasionando problemas semejantes en el campo de las ciencias.
LA VERDADERA INVESTIGACIÓN RELIGIOSA REQUIERE UNA MENTE TAN ABIERTA Y CREATIVA COMO LA CIENTÍFICA
Pero, sobre todo, lo que ha dado lugar a los problemas más serios ha sido el papel de la creencia absoluta en ideas como la naturaleza de Dios o la naturaleza última del ser. Cualquier creencia en formas definidas de lo absoluto arrastra consigo la idea de la necesidad absoluta, que a su vez conduce a una actitud inflexible en la que las suposiciones básicas no son negociables. Al aferrarse a esta actitud, la gente se ha visto obligada a luchar hasta la muerte para defender su punto de vista, e incluso religiones que proclaman el amor hacia todos se han visto implicadas en la extensión del odio.
En este contexto, resultará útil ocuparnos más cuidadosamente de qué se entiende por creencia. La palabra inglesa correspondiente, believe, se basa en la teutónica lief, que significa “amor”, de modo que aquello en lo que se cree es también “amado”. Entonces, resulta evidente cuál es el peligro de la creencia, ya que cuando el “amor” por un conjunto de supuestos y por sus implicaciones es fuerte, puede conducir a un juego sucio que sirva para defenderlos. Inevitablemente, el resultado final es destructivo.
Por otra parte, no ha de olvidarse que creencia implica también confianza y fe en la honestidad e integridad de alguna persona, institución, actividad cultural, o incluso en la vida y la creatividad. Sin esta creencia no podrá darse el compromiso serio y sostenido necesario para la creatividad.
Lo que se necesita es, desde luego, un campo intermedio entre los extremos de la creencia ciega, que pretende que la gente se sienta más feliz y segura, sin importarles que las creencias sean o no correctas, y el escepticismo total, que desemboca en una actitud cínica frente a todo. Por ejemplo, podríamos mantener una serie de supuestos con confianza y fe, en la que ninguno es tan sacrosanto como para no poder cuestionarse.
Si un enfoque como éste fuera parte integrante de la actitud religiosa, el conflicto básico entre las actitudes religiosa y científica desaparecería. De hecho, una investigación religiosa resultaría exactamente tan abierta como una adecuada investigación científica.
DIOS, O LA TOTALIDAD DEL SER, NUNCA ES LO QUE DECIMOS QUE ES; ES TAMBIÉN ALGO MÁS Y ALGO DIFERENTE
Adoptando esta actitud, las principales objeciones que hicimos anteriormente a la religión desaparecerían, puesto que el enfoque religioso ya no implicaría un sometimiento ciego a las nociones fijas sobre la naturaleza de la totalidad. Tal actitud podría venir expresada por la siguiente afirmación: cualquier cosa que digamos que la totalidad es, no lo es; es también algo más y algo diferente de lo que decimos.
En un principio, ciencia, arte y religión no eran cosas distintas, sino que estaban inseparablemente unidas. Puesto que las tres han tenido una tremenda significación en la historia de la humanidad, hay que deducir que el abismo que las separa en la actualidad debe de tener un efecto perjudicial en el orden generativo del conocimiento humano.
No existe una razón intrínseca por la que estas tres actitudes deban darse por separado. Ocurrirá, más bien, que en una actividad determinada, se haga hincapié en una de ellas, mientras que las otras continúan estando presentes, aunque por el momento sea en un segundo plano. A pesar de todo, la humanidad se ha visto obligada a aceptar esta rígida separación.
Evidentemente, entre estas actitudes se necesita un diálogo en el que, antes o después, las tres avanzarán a ese “campo intermedio” en el que será factible un nuevo orden de operación de la mente, con grandes posibilidades para la creatividad.
La apertura de un diálogo como éste jugaría un papel fundamental para liberar el conocimiento humano de uno de los bloqueos a la creatividad más significativos dentro de su infraestructura tácita.
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DAVID BOHM, La creatividad en la ciencia, el arte y la religión. Ciencia, orden y creatividad, por David Bohm y F. D. Peat. Editorial Kairós, 2ª edición, marzo de 1998. [FD, 31/10/2008]
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Krishnamurti y David Bohm - La atención
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