#Coronavirus: «Un cataclismo previsto», por Juan Luís Cebrián

Letras Libres

 

El Covid-19 es la puntilla a la globalización. Lo que la crisis de 2008-09 y la revuelta identitaria no habían logrado en una década un virus lo va a conseguir en meses. La pandemia es un cisne negro de manual, un unknown unknown que altera el curso de la historia. Este es el pesimista escenario que se nos echa encima.

Se acelerará el repliegue del comercio internacional. Los exportadores ya están reconfigurando sus cadenas de suministros y acercando producción a costa de eficiencias. Los importadores subirán barreras arancelarias en respuesta. Este proceso ya había comenzado con la guerra comercial y ahora entrará en barrena. Asia y Occidente se aíslan mutuamente. Cae un telón de acero económico sobre el mundo.

El viaje internacional saldrá malparado, especialmente el intercontinental. No todas las restricciones que ahora se imponen se eliminarán tras la normalización. Habrá más fricciones al movimiento legal de personas y unos sistemas de visados más estrictos. El espacio Schengen será cuestionado y las identidades cosmopolitas vistas con recelo.

Las respuestas de los gobiernos hasta la fecha han sido desiguales, erráticas y descoordinadas. Cada uno por su cuenta. Las multilaterales ausentes y fuera de juego. La doctrina Trump de individualismo geopolítico, sin quererlo, sale reforzada. La “mano invisible” en el mercado global de las naciones es la que establecerá los nuevos equilibrios, frágiles y precarios, a partir de ahora.

La reputación de las democracias liberales occidentales entre sus ciudadanos está en juego. Su capacidad de respuesta y gestión se ha quebrado. Todo apunta a que la legitimidad de los regímenes asiáticos de disciplina colectiva (Corea del Sur) y coerción estatal (China) saldrá reforzada. Su relato será el ganador.

El desplome del precio del petróleo desvela tensiones entre rusos y saudíes y pone contra las cuerdas a todos los exportadores. La OPEC podría colapsar por los desacuerdos internos y la carrera suicida de oferta descontrolada. Rusia, Irán, Arabia Saudí, con ingresos menguantes, son animales heridos que desestabilizarán sus regiones. Ello agravará la crisis migratoria en la vecina Europa.

Los esfuerzos contra el cambio climático se van al traste. Los acuerdos serán suspendidos y los planes pospuestos. Y las energías limpias en bancarrota inminente por el abaratamiento salvaje del petróleo. Serán necesarios varios sustos climáticos para volver a la coordinación. Y entonces ya habremos cruzado varios umbrales de irreversibilidad.

El mundo será inestable, compartimentado y sus partes en mutua sospecha. Habrá empobrecimiento general y desaceleración tecnológica. Si antes había sincronía y concierto, ahora habrá asincronía y desorden. Navegación en aguas turbulentas. Bienvenidos al siglo XXI.

 

 

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Un cataclismo previsto

Las principales instituciones mundiales denunciaron hace meses que un brote de enfermedad a gran escala era una perspectiva tan alarmante como realista y alertaron de que ningún Gobierno estaba preparado

En septiembre del año pasado, un informe de Naciones Unidas y el Banco Mundial avisaba del serio peligro de una pandemia que, además de cercenar vidas humanas, destruiría las economías y provocaría un caos social. Llamaba a prepararse para lo peor: una epidemia planetaria de una gripe especialmente letal transmitida por vía respiratoria. Señalaba que un germen patógeno de esas características podía tanto originarse de forma natural como ser diseñado y creado en un laboratorio, a fin de producir un arma biológica. Y hacía un llamamiento a los Estados e instituciones internacionales para que tomaran medidas a fin de conjurar lo que ya se describía como una acechanza cierta. La presidenta del grupo que firmaba el informe, Gro Harlem Brundtland, antigua primera ministra de Noruega y exdirectora de la Organización Mundial de la Salud, denunció que un brote de enfermedad a gran escala era una perspectiva tan alarmante como absolutamente realista y podía encaminarnos hacia el equivalente en el siglo XXI de la “gripe española” de 1918, que mató a cerca de 50 millones de personas. Denunció además que ningún Gobierno estaba preparado para ello, ni había implementado el Reglamento Sanitario Internacional al respecto, aunque todos lo habían aceptado. “No sorprende” —dijo— “que el mundo esté tan mal provisto ante una pandemia de avance rápido transmitida por el aire”.

Los llantos de cocodrilo de tantos gobernantes, en el sentido de que nadie podía haber imaginado una cosa así, no tienen por lo mismo ningún sentido. No solo hubo quienes lo imaginaron: lo previeron, y advirtieron seriamente al respecto. Ha habido sin ninguna duda una negligencia por parte de los diversos ministros de Sanidad y sus jefes, y en Francia tres médicos han presentado ya una querella contra el Gobierno por ese motivo. La consecuencia es que la mayoría de las naciones occidentales están hoy desbordadas en sus capacidades para luchar contra la epidemia. Se ha reaccionado tarde y mal. Faltan camas hospitalarias, falta personal médico, faltan respiradores, y falta también transparencia en la información oficial. En nuestro caso los periodistas tienen incluso que soportar que sus preguntas al poder sean filtradas por el secretario de Comunicación de La Moncloa.

El 24 de febrero la OMS declaró oficialmente la probabilidad de que nos encontráramos ante una pandemia. Pese a ello y a conocer la magnitud de la amenaza, ya hecha realidad con toda crudeza en varios países, apenas se tomaron medidas en la mayoría de los potenciales escenarios de propagación del virus. En nuestro caso se alentó la asistencia a gigantescas manifestaciones, se sugirió durante días la oportunidad de mantener masivas fiestas populares, no se arbitró financiación urgente para la investigación, se minimizó la amenaza por parte de las autoridades, e incluso el funcionario todavía hoy al frente de las recomendaciones científicas osó decir entre sonrisas que no había un riesgo poblacional.

No es momento de abrir un debate sobre el tema, pero es lícito suponer que además de las responsabilidades políticas los ciudadanos, que ofrecen a diario un ejemplo formidable de solidaridad en medio del sufrimiento generalizado, tendrán derecho a demandar reparación legal si hay negligencia culpable. Cunden a este respecto las dudas sobre la constitucionalidad en el ejercicio del estado de alarma. Se han suspendido en la práctica, aunque el decreto no lo establezca así, dos derechos fundamentales, el de libre circulación y el de reunión. No se discute el contenido de las medidas, del todo necesarias, sino la decisión de no declarar el estado de excepción que sí cubriría sin duda alguna dichos extremos, como también la movilización del Ejército. La impresión dominante es que el Gobierno es prisionero en sus decisiones de los pactos con sus socios de Podemos y los independentistas catalanes y vascos. En una palabra, la conveniencia política prima, incluso en ocasiones tan graves como esta, sobre la protección de la ciudadanía.

 

La Unión Europea debería haber adoptado medidas homogéneas para el conjunto de sus miembros

 

En descargo de nuestras autoridades puede apelarse por desgracia a parecidos errores cometidos en la Unión Europea, cuyo fracaso institucional, si no despierta a tiempo de la parálisis, amenaza con ser definitivo. La falta de coordinación entre los Gobiernos, la variedad de las decisiones adoptadas, la incapacidad para dar una respuesta global a un problema global, es ultrajante para la ciudadanía. La Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos deberían haber adoptado medidas homogéneas para el conjunto de sus miembros. Europa ya venía fracasando en las políticas sobre emigración o refugiados, y solo se ha mostrado firme y coherente en la exigencia de austeridad que garantice los equilibrios presupuestarios. Dicha austeridad, aplicada con criterios cortoplacistas, está en la base de la escasa inversión en los sistemas de salud, cuyas carencias nos conducen ahora al mayor desequilibrio económico y fiscal imaginable. A medida que se cierran las fronteras y se expulsa a los extranjeros, crece el nacionalismo de viejo cuño, incapaz como es de dar respuesta a problemas planetarios, y en el que se engendran desde hace siglos sangrientos conflictos.

Pero el desorden no es solo europeo. No se han reunido el G20 y el G7, los supuestos amos del mundo; los llamamientos del secretario general de la ONU a proteger a los países más desfavorecidos e inermes ante la amenaza letal no son escuchados; y al presidente de Estados Unidos no se le cae de la boca la acusación a China de ser la responsable de esta catástrofe porque el primer ataque del virus tuvo lugar en Wuhan. Uno de los principales deberes pendientes, cuando la situación se haya estabilizado, será tratar de analizar el verdadero foco del patógeno, y establecer si tiene su origen natural o fue un invento humano. Al fin y al cabo, también la pandemia de 1918 recibió el apelativo de “gripe española” cuando en realidad la transmitieron soldados norteamericanos que habían desembarcado en un puerto francés.

 

El poder planetario se va a distribuir de forma distinta a como lo hemos conocido en los últimos setenta años

 

Dure dos semanas o dos meses (más probablemente esto último) la batalla ciudadana contra el virus, lo que se avecina tras la victoria, cuyo precio habrá que contabilizar en vidas humanas antes que en datos económicos, es una convulsión del orden social de magnitudes todavía difíciles de concebir. El poder planetario se va a distribuir de forma distinta de como lo hemos conocido en los últimos 70 años. El nuevo contrato social ya ha comenzado a edificarse además gracias al empleo masivo de la digitalización durante el confinamiento de millones de ciudadanos en todo el orbe. En el nuevo escenario, China no será ya el actor invitado, sino el principal protagonista. La eficacia de sus respuestas en las dos últimas crisis globales, la financiera de 2008 y la pandemia de 2020, le va a permitir liderar el nuevo orden mundial, cuyo principal polo de atención se sitúa ya en Asia. No por casualidad países como Corea del Sur, Singapur y Japón sobresalen en el podio de los triunfadores frente al coronavirus. Este nuevo orden mundial ha de plantear interrogantes severos sobre el futuro de la democracia y el desarrollo del capitalismo. También sobre el significado y ejercicio de los derechos humanos, tan proclamados como pisoteados en todo el orbe. Por mucho que griten los populistas es la hora de los filósofos. Uno de los más respetados en el ámbito del Derecho, el profesor Luigi Ferrajoli, llamaba precisamente desde Roma, apenas días antes de que la ciudad se cerrara al mundo, a levantar un constitucionalismo planetario, “una conciencia general de nuestro común destino que, por ello mismo, requiere también de un sistema común de garantías de nuestros derechos y de nuestra pacífica y solidaria coexistencia”. Palabras que me hubiera gustado escucharan los españoles días atrás en alguno de los mensajes a la nación, tan bienintencionados como poco inspiradores.

 

 

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El orden mundial previo al virus era letal

Para el filósofo Markus Gabriel, la cadena infecciosa del capitalismo destruye la naturaleza y atonta a los ciudadanos para convertirlos en meros consumidores y turistas. El pensador llama a impulsar "una nueva Ilustración global" que deje atrás un modelo "suicida"

 
Para el filósofo Markus Gabriel, la cadena infecciosa del capitalismo destruye la naturaleza y atonta a los ciudadanos para convertirlos en meros consumidores y turistas. El pensador llama a impulsar "una nueva Ilustración global" que deje atrás un modelo "suicida"
 

El orden mundial está trastocado. Por la escala del universo, invisible para el ojo humano, se propaga un virus cuya verdadera magnitud desconocemos. Nadie sabe cuántas personas están enfermas de coronavirus, cuántas morirán aún, cuándo se habrá desarrollado una vacuna, entre otras incertidumbres. Tampoco sabe nadie qué efectos tendrán para la economía y la democracia las actuales medidas radicales de un estado de excepción que afecta a toda Europa.

El coronavirus no es una enfermedad infecciosa cualquiera. Es una pandemia vírica. La palabra pandemia viene del griego antiguo, y significa "todo el pueblo". En efecto, todo el pueblo, todos los seres humanos, estamos afectados por igual. Pero precisamente eso es lo que no hemos entendido si creemos que tiene algún sentido encerrar a la gente dentro de unas fronteras. ¿Por qué debería causar impresión al virus que la frontera entre Alemania y Francia esté cerrada? ¿Qué hace pensar que España sea una unidad que hay que separar de otros países para contener el patógeno? La respuesta a estas preguntas será que los sistemas de salud son nacionales y el Estado debe ocuparse de los enfermos dentro de sus fronteras.

Cierto, pero precisamente ahí reside el problema. Y es que la pandemia nos afecta a todos; es la demostración de que todos estamos unidos por un cordón invisible, nuestra condición de seres humanos. Ante el virus todos somos, efectivamente, iguales; ante el virus los seres humanos no somos más que eso, seres humanos, es decir, animales de una determinada especie que ofrece un huésped a una reproducción mortal para muchos.

 

"En griego, pandemia significa "todo el pueblo". Todos estamos unidos por un cordón invisible"

 

Los virus en general plantean un problema metafísico no resuelto. Nadie sabe si son seres vivos. La razón es que no hay una definición única de vida. En realidad, nadie sabe dónde comienza. ¿Para tener vida basta con el ADN o el ARN, o se requiere la existencia de células que se multipliquen por sí mismas? No lo sabemos, igual que tampoco sabemos si las plantas, los insectos o incluso nuestro hígado tienen consciencia. ¿Es posible que el ecosistema de la Tierra sea un gigantesco ser vivo? ¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia del ser humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia?

El coronavirus pone de manifiesto las debilidades sistémicas de la ideología dominante del siglo XXI. Una de ellas es la creencia errónea de que el progreso científico y tecnológico por sí solo puede impulsar el progreso humano y moral. Esta creencia nos incita a confiar en que los expertos científicos pueden solucionar los problemas sociales comunes. El coronavirus debería ser una demostración de ello a la vista de todos. Sin embargo, lo que quedará de manifiesto es que semejante idea es un peligroso error. Es verdad que tenemos que consultar a los virólogos; solo ellos pueden ayudarnos a entender el virus y a contenerlo a fin de salvar vidas humanas. Pero ¿quién los escucha cuando nos dicen que cada año más de 200.000 niños mueren de diarrea viral porque no tienen agua potable? ¿Por qué nadie se interesa por esos niños?

Por desgracia, la respuesta es clara: porque no están en Alemania, España, Francia o Italia. Sin embargo, esto tampoco es verdad, ya que se encuentran en campamentos para refugiados situados en territorio europeo, a los que han llegado huyendo de la situación injusta provocada por nosotros con nuestro sistema consumista. Sin progreso moral no hay verdadero progreso. La pandemia nos lo enseña con los prejuicios racistas que se expresan por doquier. Trump intenta por todos los medios clasificar el virus como un problema chino; Boris Johnson piensa que los británicos pueden solucionar la situación por la vía del darwinismo social y provocar una inmunidad colectiva eugenésica. Muchos alemanes creen que nuestro sistema sanitario es superior al italiano y que, por lo tanto, podremos dar mejor respuesta. Estereotipos peligrosos, prejuicios estúpidos.

El filósofo Markus Gabriel

Todos vamos en el mismo barco. Esto, no obstante, no es nada nuevo. El mismo siglo XXI es una pandemia, el resultado de la globalización. Lo único que hace el virus es poner de manifiesto algo que viene de lejos: necesitamos concebir una Ilustración global totalmente nueva. Aquí cabe emplear una expresión de Peter Sloterdijk dándole una nueva interpretación, y afirmar que no necesitamos un comunismo, sino un coinmunismo. Para ello tenemos que vacunarnos contra el veneno mental que nos divide en culturas nacionales, razas, grupos de edad y clases sociales en mutua competencia. En un acto de solidaridad antes insospechado en Europa, estamos protegiendo a nuestros enfermos y nuestros mayores. Por eso metemos a los niños en casa, cerramos los centros de enseñanza y declaramos el estado de excepción sanitaria. Por eso se invierten miles de millones de euros para volver a reactivar la economía.

Pero si, una vez superado el virus, seguimos actuando como antes, vendrán crisis mucho más graves: virus peores, cuya aparición no podremos impedir; la continuación de la guerra económica con Estados Unidos en la que ya está inmersa la Unión Europea; la proliferación del racismo y el nacionalismo contra los emigrantes que huyen hacia nuestros países porque nosotros hemos proporcionado a sus verdugos el armamento y los conocimientos para fabricar armas químicas. Y, no lo olvidemos, la crisis climática, mucho más dañina que cualquier virus porque es el producto del lento autoexterminio del ser humano. El coronavirus no hará más que frenarla brevemente.

 

"Si, superado el virus, seguimos actuando igual, vendrán crisis mucho más graves: virus peores, racismo y nacionalismo"

 

El orden mundial previo a la pandemia no era normal, sino letal. ¿Por qué no podemos invertir miles de millones en mejorar nuestra movilidad? ¿Por qué no utilizar la digitalización para celebrar vía Internet las reuniones absurdas a las que los jefes de la economía se desplazan en aviones privados? ¿Cuándo entenderemos por fin que, comparado con nuestra superstición de que los problemas contemporáneos se pueden resolver con la ciencia y la tecnología, el peligrosísimo coronavirus es inofensivo? Necesitamos una nueva Ilustración, todo el mundo debe recibir una educación ética para que reconozcamos el enorme peligro que supone seguir a ciegas a la ciencia y a la técnica. Por supuesto que estamos haciendo lo correcto al combatir el virus con todos los medios. De repente hay solidaridad y una oleada de moralidad. Está bien que sea así, pero al mismo tiempo no debemos olvidar que en pocas semanas hemos pasado del desdén populista hacia los expertos científicos a un estado de excepción que un amigo de Nueva York ha calificado con acierto de "Corea del Norte cientifista".

Tenemos que reconocer que la cadena infecciosa del capitalismo global destruye nuestra naturaleza y atonta a los ciudadanos de los Estados nacionales para que nos convirtamos en turistas profesionales y en consumidores de bienes cuya producción causará a la larga más muertes que todos los virus juntos. ¿Por qué la solidaridad se despierta con el conocimiento médico y virológico, pero no con la conciencia filosófica de que la única salida de la globalización suicida es un orden mundial que supere la acumulación de estados nacionales enfrentados entre sí obedeciendo a una estúpida lógica económica cuantitativa? Cuando pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca podremos evadirnos. Vivimos y seguiremos viviendo en la tierra; somos y seguiremos siento mortales y frágiles. Convirtámonos, por tanto, en ciudadanos del mundo, en cosmopolitas de una pandemia metafísica. Cualquier otra actitud nos exterminará y ningún virólogo nos podrá salvar.

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Markus Gabriel es filósofo alemán y autor de los ensayos NeoexistencialismoPor qué no existe el mundo y El sentido del pensamiento. Traducción de News Clips.

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Zizek ya tiene su libro sobre el coronavirus: "El dilema es barbarie o un comunismo reinventado"

'Pandemic!' sostiene que la actual crisis sanitaria desnuda la debilidad del mundo globalizado

Por Luís Alemany

El Mundo

Slavoj Zizek, en 2018. ANTONIO HEREDIA

 

"Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de 'no caigáis en el pánico' y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico. La situación recuerda a lo que vivía en mi juventud, en un país socialista. Los representantes del Gobierno nos decía con cierta frecuencia que no había motivo para el pánico. En esos momentos, todos recibíamos el mensaje nítido de que eran ellos los que tenían pánico".

¿Quién puede haber escrito algo así? Slavoj Zizek, quién si no. El filósofo esloveno ha publicado en la segunda semana de confinamiento global el que seguramente sea primer ensayo sobre el coronavirus. Pandemic! COVID-19 shakes the world es un texto de 120 páginas, disponible en papel y para pantallas en la editorial O/R Books.

¿Qué tiene que ver el libro del coronavirus con la obra anterior de Zizek? Las pistas están en los artículos de prensa que ya aparecieron por todo el mundo la semana pasada. Zizek, que se dice medio en broma medio en serio un nostálgico del comunismo, es en realidad un socialdemócrata que critica la globalización corporativa y la claudicación de los estados en las democracias liberales y que defiende sistemas de liderazgo más centralizado. Además, anhela un modo de vida menos individualista y más comunitario. Desde ese punto de partida el autor sostiene en Pandemic! que la actual crisis sanitaria ha desnudado las debilidades de las democracias liberales y que por eso, tendrá un efecto político positivo."El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie o alguna forma de comunismo reinventado ".

China, dice Zizek, ha gestionado mejor el coronavirus que Italia, aunque el autor no ignora los pecados de la República Popular, que quiso silenciar las primeras alarmas sobre la epidemia y ahora fuerza los datos para pasar página apresuradamente. "La vieja lógica autoritaria de los comunistas en el poder también ha demostrado sus limitaciones. Un ejemplo es el miedo a llevar las malas noticias al público y a aquellos que están en el poder; eso hizo que se minimizaran los estudios. Por esa razón, aquellos que dieron las primeras noticias sobre el virus fueron arrestados", escribe Zizek.

La otra parte de su análisis sostiene que el desafío de la crisis sanitaria globalizada sólo se puede afrontar desde las herramientas de estados-nación fuertes basados en un pacto social clásico que proteja al débil.

"No soy utópico, no apelo a la solidaridad entre los pueblos. Al contrario, creo que la actual crisis demuestra que la solidaridad y la cooperación responden al instinto de supervivencia de cada uno de nosotros, y que es la única respuesta racional y egoíta que existe. No sólo para el coronavirus [...] Como ha dicho Owen Jones, la crisis del clima mata a más gente que el coronavirus, sin que sintamos pánico por ello", escribe Zizek, que sostiene que su "enfoque comunista" es la única manera de pactar un sistema que evite una purga de ancianos y personas enfermas abandonados a la muerte.

Pandemic! también es reconocible como un libro de Zizek por su prosa, repleta de referencias a la cultura pop y a la filosofía, dispuestas junto a chascarrillos personales a menudo cómicos. "En mi juventud, en la Yugoslavia socialista, empezó a correr un rumor que decía que no había reservas de papel higiénico. Las autoridades respondieron: hay papel higiénico suficiente. Sorprendentemente, la población lo creyó. Sin embargo, un consumidor medio razonaba de esta manera: 'Sé que el rumor es falso, sé que hay papel higiénico suficiente, pero, qué pasa si el resto de la gente cree que no hay reservas y se lanza a por el papel de las tiendas y causa una carestía... Mejor voy a comprar papel".

 

 


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5 Comments

  1. Qué medio es este que pone en sus páginas un artículo de uno de los mayores sinvergüenzas de la prensa española, compiyogui de fascistas como el señor de las manos llenas de cal viva? Esta es la última vez que accedo a esa mierda de medio.

    • Muchas gracias por no volver.

      Si decide leer el artículo objeto de su ira, que no de su crítica, lo sigue teniendo a su disposición..

      Nos ahorramos el saludo

    • ¿Entiendo entonces que un medio es una mierda cuando publica artículos escritos por gente que a usted no le gusta o artículos con contenidos con los que discrepa?
      Juan Luis Cebrián no es persona de mi agrado pero, como miembro del club Bilderberg, creo que es muy interesante conocer lo que esta gente piensa de esta crisis, como lo sería incluso saber lo que piensa el mismísimo demonio, y para saber cómo piensan lo mejor es leer lo que dicen, nos guste o no.
      Si nuestro sesgo de confirmación nos impide escuchar a los que no piensan como nosotros, nuestra opinión, por sesgada, carece de valor alguno.
      Le invito a leer la historia de los ciegos y el elefante: http://www.caminsdecreixement.com/blog-videos-gestalt/112-los-6-ciegos-y-el-elefante-cuento-popular.html
      Pero haga lo que desee, yo sí respeto su libertad.

      • Querido Andrés,
        Las preguntas se agolpan en cúmulos neuronales permanentemente electrificados. Una frontera mental, que duele al traspasar.
        El estrepitoso comentario, probablemente, venga de una persona de izquierdas; podría haber sido yo.
        Porque cuando todo se hunde, el Ser Humano, inevitablemente, busca culpables.
        Siempre erramos; pero es de los errores que aprendemos.
        Hemos marcado como spam al comentarista, porque volvió a comentar, desoyendo sus propias palabras. No nos sentimos bien por ello.

        Pero la otra posibilidad, que es la que motivó la decisión de marcarlo como spam, es la que deseamos apartar de nuestros pensamientos, infructuosamente. Porque también valoramos otro escenario: La posibilidad, muy real, de encontrarnos ante un miembro de esa asquerosidad de izquierda que padecemos, y a la que dedicamos las siguientes lineas:

        LA IZQUIERDA EUGENÉSICA.

        Si, como pensáis los jóvenes podemitas, el problema de la humanidad es la superpoblación, erráis el objetivo.

        Nosotros, los viejos, moriremos pronto. Os hemos mantenido cuando érais incapaces de valeros por vosotros mismos, e incluso después, cuando vivíais de nuestras exiguas pensiones en los años más duros de la última crisis.

        Moriremos pronto; y apenas consumimos recursos ya. Sin embargo vosotros, con vuestro ilimitado afán consumista, jóvenes improductivos que arrasan nuestros presupuestos con su santo derecho a la subvención, sois el verdadero peligro para la Humanidad.

        Estáis a favor de la muerte para salvar a la humanidad. La mejor solución para vuestros desvelos está clara: SUICIDAROS.

        Porque, cómo enfocamos la responsabilidad del eugenista?

        Si te tomas un par de cervezas y te pones a conducir, incluso sin haber generado situaciones de riesgo, serás condenado a prisión.

        Pero, ¿si la negligencia cuesta la vida a miles de personas, no pasa nada? ¿No es el momento de exigir responsabilidades?

        Nos decís que dejemos que los Eugenistas que, intencional o negligentemente, nos están matando por millares, sigan gobernando.

        Cuántos pobres han de morir para que viva un rico ?

        Cuántos miles de pobres deben morir para que viva cada banquero?

        Y cada político ?

        Cuántos pensionistas deben morir para que podáis seguir recibiendo vuestras subvenciones ?

        Cuantos pensionistas deben morir por cada una de las Rentas Básicas que queréis cobrar, por holgazanear, los NARCISOS?

        Y aquéllo de la «Deuda Odiosa», dónde quedó ?

        Cuantos debemos morir para que vuestros banqueros benefactores puedan seguir dándoos «apoyo financiero» a costa de los impuestos de todos?

        Porque ese dinero, con el que «dotan» a sus Fundaciones, desgrava, se descuenta de sus impuestos; pero no somos nosotros los que decidimos su destino: es el poder privado quien decide en que se invertirá; imagínate que cada uno de nosotros también pudiese decidir el destino final de sus impuestos; no existiría el poder tributario; ni por tanto, el estado.

        Desde el anarquismo de pacotilla se alegran de que desaparezca el Estado; pero su sustituto es aterrador; el Poder Financiero campando a sus anchas; la ley de la Jungla. Le llaman «Anarcomercado» y es la forma más acabada de Fascismo que la HUmanidad ha conocido.

        Sus efectos, aunque silenciados por los Medios, resultan verdaderamente tangibles: así, incluso cuando literalmente nos matan por millares, salimos a aplaudir, en lugar de a exigir Justicia.

        El problema han dejado de ser los políticos. HOY, EL PROBLEMA SON SUS ELECTORES. Al respecto, recomendamos la lectura de este ensayo:

        https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2018/05/03/psicopatia-ideologia-y-sociedad-por-inmaculada-jauregui-balenciaga/

        A ellos, a los votantes de la IZQUIERDA EUGENISTA, dirigimos esta pregunta:

        ¿A QUÉ EDAD DEBEMOS MORIR PARA QUE NADIE SE SORPRENDA DE QUE NO SE PUEDA DECIR QUE LOS NIÑOS TIENEN PENE Y LAS NIÑAS VULVA? Porque parece que si crees que los niños tienen pene y las niñas vulva, entonces —, ¡eres un fascista! ¿Fascista es quien se opone a la IDEOLOGÍA DE GÉNERO? La ignorancia no conoce la vergüenza.

        De un brote puntual en la lejana China, pasamos a una Pandemia, a causa de la GLOBALIZACIÓN.

        Pero el problema no es la Globalización; el problema somos los viejos.

        Estúpidos suicidas; cuando hayáis asesinado a los viejos, el problema seréis vosotros. Y os enfrentaréis al horror desprovistos de toda experiencia.

        Os quedarán nuestros espectros atormentándoos cada noche.

        Y los ositos de peluche.

        No os envidio.

        Ni os compadezco.

        El corazón de hielo no merece compasión.

        • Muy interesante referencia a este Post:

          https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2018/05/03/psicopatia-ideologia-y-sociedad-por-inmaculada-jauregui-balenciaga/

          Os dejamos unas breves muestras:

          «La ética capitalista impera; una ética basada en valores sociopáticos: asocial, a-empática, violenta, amoral, irresponsable, aniquiladora, impulsiva, narcisista, infantil. La estructura mercantil define las relaciones sociales, aunque parecen más transacciones que interacciones. Se aísla al individuo. Se mata, real o simbólicamente, a la otredad o alteridad porque el otro es el enemigo».

          «Es una sociedad en la que se promueven valores como la mentira, el engaño, la manipulación, las relaciones superficiales desprovistas de compromiso, la desresponsabilización, la desculpabilización, las sensaciones. Las sociedades de hoy portan en lo más hondo de sí mismas una gran herida narcisista».

          «Lowen afirma, específicamente, que «el narcisismo individual corre en paralelo al cultural» (Lowen, 2000: 122). Son sociedades infantiles e infantilizadas, con poca o baja tolerancia a la frustración y carentes de motivación. Eternamente jóvenes, caprichosas, superficiales. Ilimitadas y omnipotentes, navegan al límite y fuera de él. La trasgresión es la norma. Son sociedades gobernadas aparentemente por nadie, puesto que hay en ellas una disección de la responsabilidad y una dispersión de los hechos».

          «… las raíces del capitalismo actual y su modo de producción tienen un fundamento religioso: el protestantismo –de raíz calvinista (Weber, 2001). Se trata de un protestantismo ascético que se desarrolló gracias también a un proceso de racionalización, por el cual el mito del trabajo convierte a éste en profesión y en hecho natural. De tal manera que el trabajo, será de ahora en adelante, el motor de la vida (Marín, 1997), es decir, el centro alrededor del cual la vida del individuo gire. Lo único que importa es el afán de lucro que vendrá del trabajo realizado. La actividad de ganar dinero se presenta como algo absoluto, como un deber; es la nueva moral».

          La autora fue capaz de anticiparse y vislumbrar los rasgos de la sociedad actual, cuando en aquel tiempo parecía estar gestándose un espíritu completamente diferente, el que eclosionó en el supuesto movimiento de concordia simbolizado en el “15-M”, que aglutinó al 80% de los ciudadanos; hoy, muchos de ellos votan a VOX. El verdadero fin del Podemismo, que en realidad son las JUVENTUDES SOCIOPÁTICAS DEL PSOE; EL PARTIDO DEL TERRORISMO DE ESTADO. Así que poco duró la (falsa) solidaridad; el Sistema fue capaz de engullir las ansias de justicia social, encontrándonos hoy con un país completamente fraccionado, con mayores desequilibrios y desigualdad; una sociedad que parece haber perdido la empatía, incapaz de escuchar al otro, una sociedad que reclama venganza en lugar de Justicia.

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