En octubre-noviembre de 1977 se firman los Pactos de la Moncloa entre los principales Partidos políticos y Sindicatos; la CNT se quedaba fuera y, en consecuencia, sin poder participar en la negociación colectiva. CNT es el único gran sindicato que se opone a los Pactos. En enero de 1978 consigue convocar una manifestación de 10.000 personas en Barcelona contra los Pactos de la Moncloa, un vez terminada la manifestación se produce un incendio en la Sala de fiestas Scala, cuatro obreros afiliados a la CNT mueren en el incendio y no se demuestra que el incendio empezara realmente en la fachada donde se habían tirado los cócteles molotov. La prensa señala rápidamente a los anarquistas y a la CNT, y aunque se acaba descubriendo que un infiltrado policial llamado Joaquín Gambín es el que ha organizado y convencido a un grupo de jóvenes para que atacaran el Scala, el daño ya estaba hecho, dándose de baja miles de afiliados. La CNT creció rápidamente, su descenso fue aún más rápido.
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Sumario
[1] Treinta y cinco años del caso Scala: terrorismo de Estado en democracia, por Atlántica XXII
[2] El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo, por Álvaro MILLÁN
[3] 1978, el Caso Scala y el anarcosindicalismo, por Manuel Aisa
[4] Fallece José Luis García Rúa, el primer heterodoxo de ATLÁNTICA XXII
[5] Vídeo: Guerra sucia contra el movimiento libertario El Caso Scala
[6] ESTADO Y REPRESIÓN – INTRODUCION AL «CASO SCALA», por Jose caballero I.
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Tabla de contenidos
- 1 [1] Treinta y cinco años del caso Scala: terrorismo de Estado en democracia
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- 3 [2] El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo
- 4 ♦♦♦♦♦♦♦
- 5 [3] 1978, el Caso Scala y el anarcosindicalismo
- 6 ♦♦♦♦♦♦♦
- 7 ♦♦♦♦♦♦♦
- 8 [4] Fallece José Luis García Rúa, el primer heterodoxo de ATLÁNTICA XXII
- 9 José Luis García Rúa: “Esto es franquismo con formas democráticas”
- 10 El Caso Scala
- 11 ♦♦♦♦♦♦♦
- 12 [5] Vídeo: Guerra sucia contra el movimiento libertario El Caso Scala
- 13 ♦♦♦♦♦♦♦
- 14 [6] ESTADO Y REPRESIÓN
[1] Treinta y cinco años del caso Scala: terrorismo de Estado en democracia
Artículo publicado el el 15 de enero de 2013 en
Pero en enero de 1978 a Martín Villa no le preocupaba tanto ETA (era un momento de un gran número de atentados terroristas) sino los anarquistas: “No me preocupa ETA, quienes de verdad me preocupan son los anarquistas y el movimiento libertario”, declaró entones a la prensa.
Tan solo cuarenta y ocho horas después, el martes 17 de enero, un comunicado de la policía informó de la detención de todos los presuntos autores del atentado, a quienes inmediatamente se les relacionó con la CNT. Los habían identificado rápidamente entre 15.000 manifestantes. Todo un éxito policial… demasiado fácil. Así recogía la noticia la agencia Pyresa:«Un comando de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), integrado por tres sujetos en cuyo poder se ha hallado asimismo documentación que les acredita como afiliados a la central sindical CNT, ha sido autor, según la Jefatura de Policia de Barcelona, del atentado contra el restaurante-espectáculo Scala.»
Así fue como el Estado relacionó a los detenidos con la CNT y el atentado con la manifestación. Bajo la dirección del gobernador civil José María Belloch(*) y del comisario Francisco Álvarez, empezaron las detenciones en los medios anarcosindicalistas y una campaña mediática contra la CNT.
La operación policial no acabó con estas detenciones. En los días posteriores fueron detenidas alrededor de 170 personas más mientras se lanzaba un gran despliegue deacreditando desde numerosas instancias al sindicato anarquista. El caso Scala marcó el comienzo de una intensa campaña de atentados contra el Movimiento Libertario y contra una CNT, de nuevo en auge y que contaba con 100.000 afiliados solo en Cataluña.
La vista del caso tuvo lugar en diciembre de 1980. Los abogados defensores solicitaron que el ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, acudiese a declarar, pero no lo hizo. Tampoco lo hizo Joaquín Gambín, confidente de la policía y responsable del incendio del Scala según la defensa. Gambín había logrado fugarse de la prisión de Elche en extrañas circunstancias y, a pesar de que tenía varias órdenes judiciales de busca y captura, la policía no pudo dar con su paradero.
La posición de la defensa apuntaba hacia un montaje policial orquestado mediante confidentes infiltrados en el sindicato CNT con el objetivo de desacreditar al sindicato ante los trabajadores y evitar así su progresión en Cataluña. La sentencia condenó a José Cuevas, Xavier Cañadas y Arturo Palma a 17 años de prisión como autores de un delito de homicidio involuntario y por fabricación de explosivos; Luis Muñoz fue condenado a dos años y seis meses por complicidad, y Rosa López, a 5 meses por encubrimiento. El recurso presentado por los abogados defensores, por quebrantamiento de forma y denegación de pruebas por la no comparecencia de Martín Villa en la vista, fue rechazado por el Supremo.
Con el tiempo se fue descubriendo el papel crucial y decisivo que desempeñó Joaquín Gambín, el Grillo, o también conocido como el Rubio o el Legionario, en este asunto. Como se llegó a demostrar, este delincuente, captado por los servicios de Gobernación, fue quien se infiltró en la CNT para dirigir el atentado. La presión de la prensa sobre la policía y la ausencia de Gambín en la vista del caso hicieron levantar sospechas sobre las verdaderas causas del atentado, provocando incluso desavenencias entre el Ministerio Fiscal y algunos miembros de la judicatura. Finalmente, a finales de 1981, Gambín fue detenido por la policía tras un tiroteo en Valencia. El Caso Scala volvía a abrirse. Sin embargo, el objetivo promovido desde las altas esferas se había cumplido: el descrédito de la CNT. La antaño potente organización anarcosindicalista no volvería a levantar cabeza.
La segunda vista del Caso Scala Barcelona, en diciembre de 1983, solo tuvo un acusado: Joaquín Gambín. La sentencia le condenó a 7 años de prisión por acudir a la manifestación con armas y por preparación de explosivos.
Xavier Cañadas Pérez, uno de los encausados y encarcelados durante ocho años por el Caso Scala, escribió un libro explicando el caso y dijo que “esta relación de hechos, documentalmente contrastados, arrojan un tal cúmulo de datos que permiten afirmar que el Caso Scala constituye el punto de inflexión de una dinámica de represión, políticamente concebida y previamente estudiada en los altos niveles del Gobierno, pues dichos hechos escapan a la competencia exclusiva de un estamento, de una sola brigada o servicio policial, de un solo magistrado, de un solo Ministerio”.
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(*) NOTA de Punto Critico: El Gobernador Civil de Barcelona a la sazón, José María Belloch Puig, era el padre del Ex Presidente de la Audiencia Provincial de Vizcaya, Vocal del CGPJ y ex Ministro del Gobierno de Felipe González, Juan Antonio Belloch Julbe
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[2] El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo
Por Álvaro MILLÁN
Los sucesos relacionados con el llamado Caso Scala constituyen un proceso de capital importancia en la historia reciente del Movimiento Libertario en general y de la CNT en particular. En la CNT, una organización que se había reconstruido tan sólo dos años antes, después del largo período de la dictadura franquista, que se hallaba inmersa en una fuerte tensión entre diferentes tendencias internas que pugnaban entre sí, compuesta en su inmensa mayoría por jóvenes recién llegados a quienes sobraba entusiasmo y faltaba formación y experiencia, aquellos acontecimientos supusieron un duro golpe que no logró recuperarse. Aquellos sucesos siguen sin esclarecerse plenamente.
¡Arde el Scala!
Poco después de las trece horas del domingo 15 de enero de 1978 se desencadenó un enorme incendio que destruyó por completo la sala de fiestas Scala de Barcelona. Al asombro que causó el suceso hubo que sumar el estupor por las muertes de cuatro trabajadores –Ramón Egea, Bernabé Bravo, Juan López y Diego Montoro– que se encontraban en el local en aquellos momentos, y que perecieron víctimas de las llamas o por asfixia, debido a los humos y gases provocados por el fuego.
Por aquellos días los ciudadanos estaban acostumbrados a las noticias de atentados terroristas. A nadie asombraba el asesinato de policías o militares, los coches-bomba y demás actos que resultaban casi habituales en aquella época. Sin embargo, un atentado contra una sala de fiestas era algo que resultaba inverosímil por lo absurdo y disparatado de la idea. Probablemente por ello en los primeros momentos se aventuraron toda clase de hipótesis. Algunos medios achacaron el atentado a vulgares asesinos, otros lo relacionaron con cuestiones particulares relacionadas con la sala de fiestas, algunos llegaron a establecer una relación con la campaña en pro de la libertad de expresión que por aquel entonces se desarrollaba en solidaridad con el dramaturgo Albert Boadella. Pero la duda y la incredulidad siguió siendo la tónica general para la inmensa mayoría hasta que, tan sólo cuarenta y ocho horas después, el martes día 17 un comunicado de la policía informó de la detención de todos los autores del atentado, a quienes inmediatamente se relacionó con la CNT.[1]
Efectivamente los detenidos eran todos afiliados a la CNT y poco antes del atentado habían participado en una manifestación que esa organización había convocado para protestar contra los Pactos de la Moncloa. Al finalizar la manifestación –según la policía– los acusados se habían dirigido a la sala de fiestas lanzando contra ella seis cócteles molotov que ocasionaron el incendio y la muerte de los cuatro trabajadores que se hallaban dentro –por cierto todos ellos afiliados a la CNT–. De esta manera quedó establecida la relación de los detenidos con la CNT y el atentado con la manifestación.
Sin duda lo que más sorprende es la insólita eficacia policial que había permitido encontrar a los culpables entre las 10.000 personas que aproximadamente participaron en la manifestación. Cómo consiguió la policía barcelonesa este alarde de perfección es algo que no se llegaría a saber hasta algún tiempo después. En aquel momento sólo dio lugar a toda clase de conjeturas que tenían como común denominador la sospecha de que detrás de todo había gato encerrado. Con el tiempo esa sospecha se acabaría convirtiendo en certeza.
¿Qué pasaba por aquel entonces?
Pero para hacemos una idea de lo que estaba ocurriendo, es necesario analizar siquiera sea a grandes rasgos el contexto histórico en que se desarrollaban los acontecimientos. El año 1978 fue crucial en lo que se ha dado en llamar La Transición. Si los primeros años se caracterizan por una fuerte tensión generada por la presión de los distintos sectores políticos y sociales en un intento de imponer su particular punto de vista y su modelo político y social, eso va dando paso a una segunda etapa caracterizada por el consenso, en donde las fuerzas políticas imperantes se ponen de acuerdo en cuanto a la configuración del nuevo régimen y encauzan el proceso cerrando el paso a cualquier otra vía de desarrollo. El año 1978 será el año en que ese pacto se materializa en sus dos grandes vertientes: el pacto político que dará lugar a la Constitución, y el pacto social que se establecerá con los llamados Pactos de la Moncloa.
Si la Constitución tiene una gran importancia en lo que se refiere a establecer las reglas básicas del juego político, el pacto social tendrá una importancia también trascendental, ya que será lo que permitirá reconstruir la paz social y la disciplina en el mundo del trabajo. Algo sin duda imprescindible en un país en donde la clase obrera había adquirido una gran capacidad de autoorganización capaz de sobrepasar a comités y burocracias sindicales, que era consciente de su fuerza real y que había adquirido una considerable experiencia de lucha en las condiciones extremadamente duras de los últimos años del franquismo. El pacto social era la herramienta necesaria para restablecer una situación de sometimiento, imprescindible para afrontar una crisis económica que se pensaba resolver con un ajuste duro que, por supuesto, debían pagar los trabajadores.
Las grandes organizaciones sindicales CC OO y UGT, en perfecta sintonía con los criterios del PCE y el PSOE asumen el pacto incluso con entusiasmo y hasta lo proclaman como una gran victoria de los trabajadores. La única organización sindical importante que se opone a ese pacto es la CNT. Esta organización que se había reconstruido después de la clandestinidad, había adquirido una importante implantación en el mundo laboral y lideraba un gran movimiento social y cultural que no encajaba en el sistema que se estaba configurando. Pero lo que convertía a la CNT en un peligro potencial no era su fuerza en aquel momento, sino su posible capacidad para encauzar el descontento social que inevitablemente iba a producirse. No olvidemos que en estos años crece desorbitadamente el desempleo, se produce un fuerte incremento de la carestía de la vida y, en general, la calidad de la vida de los trabajadores y de las clases populares sufre un importante deterioro, que no tiene la debida respuesta porque las fuerzas mayoritarias de la izquierda ya han aceptado un pacto político y social y no desean poner en peligro lo logrado. Son los momentos en que se percibe con claridad la posibilidad de un golpe de Estado militar que nos devolviera a la situación anterior. Ante esa disyuntiva la izquierda mayoritaria prefirió pactar para conservar lo conquistado y el precio fue hipotecar la fuerza de los trabajadores y renunciar a la posibilidad de crear un sindicalismo fuerte y autónomo. Pero volvamos al relato de los hechos.
¡A por la CNT!
Los detenidos fueron debidamente acusados y procesados, pero eso no detuvo la operación policial. Muy al contrario, en los días siguientes serían detenidos varios afiliados y militantes de la CNT. El simple hecho de aparecer en la agenda de teléfonos de algunos de los acusados o de una persona relacionada con alguno de los acusados se convirtió en motivo suficiente para ser detenido. Después de ser interrogados y pasar alguna noche en el calabozo, los detenidos eran puestos en libertad sin cargo alguno. Resultaba evidente que la policía no buscaba nada ni a nadie –ya tenían a los culpables– se trataba simplemente de amedrentar a los cenetistas y de ahuyentar de la organización a miles de trabajadores afiliados que, si bien se identificaban con la línea sindical de los anarconsindicalistas, no estaban dispuestos a llegar demasiado lejos en su adhesión, ni mucho menos a desafiar una represión policial de aquella envergadura. La cosa no era de broma, las noticias de nuevas detenciones crearon un ambiente de inseguridad en gran parte de la afiliación. Por otra parte, la certeza de la implicación de la CNT en el atentado fue afianzándose en la opinión pública, lo que provocó un serio deterioro en la imagen de la organización y de los anarquistas por extensión. Si a esto añadimos las noticias de agresiones y asaltos por parte de grupos fascistas, que en aquellos días se incrementaron de forma muy considerable, podemos hacemos una imagen aproximada de la situación. Ser libertario en aquellos momentos se convirtió en algo bastante desagradable. Los medios de comunicación lo hicieron impopular, la policía y los grupos de la ultraderecha lo hicieron peligroso.
Como hemos dicho la represión no sólo fue policial. El caso Scala marca el comienzo de una intensa campaña de atentados contra el Movimiento Libertario y contra la CNT en particular protagonizada por grupos, al parecer de ultraderecha, que se escondían detrás de siglas desconocidas e indescifrables. En aquellos meses se tuvieron noticias de atentados en varias ciudades, sin que la policía demostrara la misma eficacia en detener a sus autores que había demostrado en el caso Scala.
Aparece Gambín
El veintidós de febrero se procesa a once personas acusadas de la autoría del atentado, además de por tenencia de explosivos. Las características de los acusados son bastante similares y responden al prototipo de millares de jóvenes que después de haber pasado su adolescencia bajo el franquismo engrosaban ahora las filas de la izquierda radical; casi todos ellos estaban entre los diecisiete y los veinte años. Pero había una excepción. Un extraño personaje que destaca claramente de los demás. Tiene cuarenta y nueve años y un historial que carece por completo de significación política o sindical, se trata de un vulgar delincuente con una larga lista de condenas –veintiocho en total– por robo, falsificación, estafa y otros delitos todos ellos con el común denominador del lucro como única motivación. Su nombre es Joaquín Gambín alias El Grillo y aunque procesado como los otros, lo será en rebeldía, ya que no ha sido detenido como los demás.
Pero antes de continuar con el relato de los hechos conviene que nos detengamos en analizar a este personaje, clave sin duda en esta historia. La primera noticia que tenemos de Gambín es en el año 1977 en la cárcel Modelo de Barcelona. Allí –según declararía él mismo más tarde–[2] fue reclutado por los Servicios Secretos de la Policía como confidente y colaborador, a cambio de librarse de los muchos años de condena que tenía por delante. Mediante una manipulación de su expediente judicial realizada a instancias de esos Servicios Secretos que le relacionan con un grupo de detenidos de la Federación Anarquista Ibérica,[3] Gambín por arte de magia o por razones de Estado pasa de ser un vulgar chorizo a convertirse en un preso político, gracias a lo cual se beneficia del decreto de amnistía que se promulga ese mismo año y queda en libertad.
De esta manera Gambín, ya libre, empieza a trabajar para la policía a cambio de un sueldo de cuarenta y cinco mil pesetas al mes, más las cantidades que recibía a cambio de las informaciones que facilitaba o de las operaciones en las que participaba. Sus primeros trabajos consistirían en infiltrarse en grupos de orientación anarquista. Hay que recordar que por aquella época el Ministerio del Interior dedicaba buena parte de su tiempo a combatir al Movimiento Libertario; el ministro titular Martín Villa llegó a decir que le preocupaba más el activismo libertario que el terrorismo de la ETA o del GRAPO,[4] lo que no dejaba de ser curioso, teniendo en cuenta la larguísima lista de víctimas –algunas de ellas pertenecientes a las más altas jerarquías del Estado y del Ejército– que esas organizaciones tenían en su haber, mientras que entre las víctimas del activismo libertario no había más que algún autobús, algunos contenedores de basuras y algunas cosas más por el estilo que suelen ser las víctimas habituales de los manifestantes excesivamente fogosos.
Poco después de salir de la cárcel, Gambín se infiltra en un grupo de trabajadores de la SEAT de Barcelona que se hacían llamar nada menos que Ejército Revolucionario de Apoyo a los Trabajadores (ERAT).[5] Después de perpetrar algunos atracos de cierta importancia, la policía desarticula el grupo y detiene a todos sus miembros, con la obvia excepción de Gambín que desaparece oportunamente.
Más tarde aparece otra vez en la cárcel Modelo de Barcelona donde se relaciona con uno de los acusados del caso Scala, con el que entabla amistad y, a través de él, con los demás acusados una vez que ambos salen en libertad. En esta época el delincuente habitual apodado El Grillo adquiere una nueva dignidad revolucionaria y pasa a apodarse el viejo anarquista. Con esta nueva imagen, Gambín se integra en el grupo con el que colabora hasta el día en que se produce el atentado. Ese mismo día, tan oportunamente como otras veces, desaparece sin dejar rastro.
El proceso
Tendremos que seguir inevitablemente hablando de Gambín, pero volvamos al proceso judicial que tuvo un comienzo polémico debido a la disparidad de criterios sobre quién debía hacerse cargo de él. La Audiencia Provincial de Barcelona lo traspasa a la Audiencia Nacional y ésta se declara no competente por lo que devuelve la pelota a Barcelona, donde finalmente se desarrolló el proceso. Esta discrepancia no se debía a cuestiones de simple técnica procesal, sino que tenía su origen en la calificación misma de los hechos que debían juzgarse, por lo que el asunto tuvo cierta importancia.
Las pruebas aportadas por la policía eran de lo más inverosímiles: una pistola de plástico y una lata de gasolina. Si a esto sumamos el que ninguno de los testigos presenciales llegaron nunca a reconocer a ninguno de los acusados, y que el personaje clave de la trama –Gambín– estaba ausente, podemos entender perfectamente las palabras del fiscal Alejandro del Toro cuando dijo “MI problema fundamental era no cubrir el de ridículo mi carrera”.[6]
Otro de los aspectos curiosos es que sin que se sepa por qué, el gobernador Civil de Barcelona, sin arte ni parte en el asunto, remite a los hermanos Riba, dueños de la Sala de Fiestas, un certificado en el que se establecía el carácter político del atentado. Por qué un Gobernador Civil se metía en un asunto que no le concernía y aseguraba el carácter político de un hecho que aún no había sido juzgado es algo insólito y, sin duda, una pieza a tener en cuenta a la hora de montar el rompecabezas.
Pero el problema fundamental –al menos para los acusados y su defensa– consistía en que el juicio iba a celebrarse sin la presencia de Gambín, lo que impediría que se pudieran esclarecer los hechos de manera absoluta, y que se supiera si había o no una trama oculta tal como sostenía la CNT y como sospechaban muchos. Sin embargo, el 27 de octubre de 1979, cuando todo el mundo supone que la policía de todo el País está buscando a Gambín por el caso Scala, resulta que éste es detenido en Elche, pero no por la acusación de haber participado en el atentado contra la sala de fiestas, sino por un delito de estafa al parecer relacionada con cheques falsos.
Unas semanas después, el 24 de enero de 1980, el fiscal del caso solicita la apertura del juicio oral para Luis Muñoz, José Cuevas, Francisco Javier Cañadas, Arturo Palma, María Rosa López y María Pilar Álvarez y libertad sin cargos para Maite Fabrés quien, después de pasar casi dos años en prisión, es puesta en libertad sin ningún cargo y sin ninguna indemnización por los dos años de presidio que sufrió, al parecer por un error de la justicia. A los tres restantes acusados se les juzga en rebeldía. De ellos dos –Jesús y Carlos– efectivamente están fuera del alcance de la justicia, pero el caso del tercero –Gambín– es algo más difícil de comprender, ya que no estaba fuera del alcance de la justicia, sino en la prisión de Elche adonde había sido conducido tras su detención. ¿Por qué no se le juzga con los demás acusados?
Existía una poderosa razón para semejante disparate, aunque no se conocería hasta más tarde, en noviembre cuando estalló la noticia: Gambín ya no está en la cárcel. ¿Por qué? Otra pregunta sin respuesta. Primero se habla de fuga, después de puesta en libertad debido a un error judicial ocasionado por un incendio que, por lo visto, hubo en la prisión y en el que debió perderse algún papel trascendental que dio origen al error. En la vida carcelaria de Gambín ya se podían contar dos errores judiciales y, por suerte para él, los dos le habían permitido salir tan fresco de su celda. Tal vez ese error fue de la misma naturaleza que aquel otro que le permitió salir amnistiado en 1977 como un preso político más. Así son los errores judiciales, a algunos como es el caso de Maite Fabrés, los mete en la cárcel por error ya otros los deja en la calle.
Pero la ausencia de Gambín no sería el único revés que sufriría la defensa. Su pretensión de que compareciera en el juicio como testigo del ministro Martín Villa fue desestimada por el Tribunal. De esta manera, cualquier rastro que condujera al gobierno o a los servicios de la Seguridad del Estado quedaba borrado para siempre.
Se abre la vista
El I de diciembre de 1980 se inicia la vista oral, y se hace en medio de un gigantesco despliegue de seguridad. La vigilancia policial en los alrededores de los juzgados es abrumadora y no deja resquicios. Pero la demostración de fuerza se corresponde con la tensión que reina en la ciudad. Miles de pasquines por todas las calles proclaman la inocencia de los acusados, exigen su libertad y denuncian el montaje policial que se esconde detrás del caso. Pese al despliegue policial, delante de los juzgados se produce una numerosa manifestación que de inmediato se convierte en batalla campal. Los enfrentamientos entre libertarios y policías duran hasta bien entrada la noche y dejan un saldo de una treintena de detenidos. Pero no acaban ahí las cosas, durante todos los días que dura el juicio se suceden las manifestaciones por toda la ciudad y la propaganda en contra del proceso. Sin embargo, los elementos que podían dar luz sobre el caso ya estaban fuera de alcance, y de nada iban a servir ni los gritos de manifestantes, ni los panfletos que recorrían la ciudad de mano en mano, ni los carteles que llenaban las paredes.
Las acciones de protesta fueron numerosas y variadas: un joven que se colgó de una estructura metálica en pleno Paralelo de Barcelona, tres militantes de la CNT que se encerraron en el Consulado de Francia en Málaga o los miembros de la Federación Local también de Málaga que se colaron en la Diputación provincial y se encadenaron, un grupo de unas cincuenta mujeres de Ateneos Libertarios de Barcelona que hicieron una sentada en la Puerta del Ángel de Barcelona y un sinfín de casos más[7] que dan fe de la vitalidad que aún conservaba el Movimiento Libertario en aquel entonces, pese a sus divisiones internas que habían dado lugar a la ruptura de la CNT en dos organizaciones. El Movimiento Libertario había perdido buena parte de su fuerza, pero aún era capaz de batirse con vigor.
La campaña de la CNT sostiene la inocencia de los acusados y centra su denuncia en la idea de un montaje policial organizado por las máximas instancias del Ministerio del interior para acabar con la organización. En estos momentos se publican las declaraciones del Secretario del Comité Nacional de la CNT, José Bondía[8] en las que proporciona todos los detalles del paradero de Gambín, quien oficialmente se encontraba en busca y captura. La información de Bondía –cierta o falsa– no despierta la más mínima atención por parte de la policía.
Pero las declaraciones de Bondía no acaban ahí, denuncia una supuesta operación organizada años antes por Martín Villa en convivencia, no se sabe si consciente o inconsciente, con un histórico de la CNT. Según Bondía el gobierno inmediatamente después de la muerte de Franco estaba seriamente preocupado por el posible desarrollo de un sindicalismo fuerte organizado alrededor de CC OO y, por tanto, bajo la hegemonía comunista, lo que les llevó a la idea de promover una organización rival que tuviera el necesario prestigio entre los trabajadores, pero que no pusiera en peligro el sistema: la CNT. Los detalles de la supuesta operación no despejaban dudas de si se trataba de crear una CNT sumisa al poder, o si sólo se buscaba la desunión de los trabajadores pensando que dos sindicatos serían menos peligrosos que uno solo. El resultado –siempre según las declaraciones de Bondía– fue que la operación no resultó del agrado del gobierno, bien porque la rivalidad entre la CNT y CC OO no había dado los resultados apetecidos, o porque la CNT no sólo no se había ajustado a los planes que le tenía reservado el gobierno, sino que además había crecido demasiado hasta poner en peligro los fines de pacto social que estaba fraguando el gobierno. Ante ese fracaso el Ministerio del Interior elaboraría un plan para lograr acabar con la CNT que se materializaría en el caso Scala.[9]
Sobre el paradero de Gambín existe otro dato sumamente interesante. Parece ser que Gambín ofreció a la CNT, a través de dos militantes de la misma con los que al parecer tenía contacto, su disponibilidad a realizar una declaración ante notario en la que se autoinculparía del atentado como único responsable y exculparía al resto de los acusados ya la CNT como organización. A cambio pedía un pasaporte falso y que se le facilitara la salida del país. Este ofrecimiento se hizo en una reunión que tuvo lugar entre los dos militantes que portaban la oferta y algunos miembros del Comité Nacional de la CNT, quienes rechazaron el ofrecimiento por dos razones: en primer lugar porque una declaración hecha ante notario por un fugado de la justicia no tenía ninguna validez ante el Tribunal, y en segundo lugar porque ya bastante descrédito tenía la CNT, como para aparecer mezclada ante la opinión pública con un confidente de la policía, y autor además de un atentado criminal. El ofrecimiento fue rechazado y sólo quedó la duda de qué relación había entre Gambín y aquellos militantes que habían transmitido su oferta en lugar de utilizar la información que tenían de su paradero para procurar ponerlo en manos del Tribunal.
Es importante reseñar que el fiscal tal como él mismo reconoció posteriormente, ante la evidente insuficiencia de pruebas (una pistola de plástico y una lata de gasolina), la falta absoluta de testigos y la ausencia bochornosa de Gambín, al que supuestamente buscaba toda la policía del País mientras se dedicaba tranquilamente a conceder entrevistas a la prensa, y las dudas que existían sobre cómo unos cócteles molotov habían podido destruir un edificio como aquel, sin que se hubiera realizado una seria investigación sobre las medidas de seguridad del local, no tuvo más remedio que rebajar considerablemente la petición inicial de penas pasando de los trescientos años que se solicitaban en un principio a las penas siguientes:
- A José, Francisco Javier y Arturo a 3, 3 y 2 años de prisión menor respectivamente, por fabricación de explosivos.
- A José, Francisco Javier y Arturo a3 años por participar con armas en una manifestación.
- A José, Francisco Javier y Arturo a 7 años por estragos.
- A Luis a 6 meses de arresto mayor.
- A Rosa como encubridora a 6 meses de arresto mayor
- A José, Arturo y Francisco Javier a 2 años de prisión como autores de homicidio involuntario.
- A Luis como cómplice de homicidio, a cuatro penas de 6 meses de arresto.
- Asimismo a Rosa se le pedían cuatro penas de multa.
- Algunos llegaron a realizar insinuaciones sobre posibles simpatías del fiscal hacia los acusados o hacia el anarquismo, pero incluso aquellas penas sensiblemente reducidas, resultaban absurdas y desproporcionadas si tenemos en cuenta la entidad real de las pruebas aportadas y de las circunstancias extrañas que rodeaban al caso.
Contra escándalos y protestas el juicio continúa sus trabajos y el 8 de diciembre se hace pública la sentencia. El Tribunal presidido por el juez Alonso Hernández y asistido por los magistrados Xavier O’Callaghan y Ángel de Prada, calificó los hechos como un delito de imprudencia con resultado de cuatro muertes. Las penas impuestas fueron las siguientes:
- 17 años de prisión mayor a José Cuevas, Javier Cañadas y Arturo Palma.
- 5 meses para Rosa López
- 2 años y seis meses para Luis Muñoz.
Además de las penas carcelarias, se les impuso la obligación de indemnizar a los dueños de la sala de fiestas con doscientos ochenta y ocho millones de pesetas, ya las familias de víctimas con cinco millones. Siempre resulta curioso el criterio que aplica la justicia para valorar la propiedad y la vida.
La CNT protestó enérgicamente contra la sentencia. Enrique Marcos, secretario de la CNT de Cataluña cuando ocurrieron los sucesos escribió lo siguiente:
“La ley, la mayor parte de las veces legislada y promulgada sin aprobación de la mayoría de aquellos a quienes luego habrá de afectar, necesita cuando menos, bajo estas premisas, claridad y credibilidad. Condiciones ambas que no se han demostrado suficientemente y que me obligan a pronunciarme de forma decidida contra una sentencia basada exclusivamente en las pruebas policiales de primera hora, sin aceptar las posteriores implicaciones que han asomado durante la vista de la causa. Me atrevo a asegurar la existencia de una intencionalidad manifiesta, la de cubrir precipitadamente, lo que contrasta con los tres largos años de inactividad judicial, con una sentencia benévola, el riesgo de un proceso exhaustivo que pusiera de relieve cosas y cosillas quizás más comprometedoras que el propio peón Gambín”.
Y a quien tampoco parece que satisfizo fue a la extrema derecha, quien intensificó su campaña de atentados y asaltos en toda España, como el que destruyó el local de la CNT en Valladolid.
Sobre la culpabilidad o inocencia de los acusados existe desde siempre división de opiniones. Para muchos la certeza de que existió una trama policial que estaba en el origen del suceso, y la sospecha de que era imposible que unos cócteles molotov pudieran causar semejantes estragos, hacía secundaria la cuestión de quién o quiénes fueron los autores materiales del atentado.
Sin embargo algún día el Movimiento Libertario debería hacer una autocrítica de aquellos años y entre las muchas cuestiones que deberían plantearse, sin duda habría que hacer hincapié en aquel culto a la violencia que se puso de moda por aquel entonces, y que acabó convirtiendo el cóctel molotov en una suerte de fetiche casi religioso, la clandestinidad en una fascinante aventura y las estancias en comisaría en medallas que se lucían con orgullo. Todo ello acabó generando un círculo vicioso sin sentido en el que el activismo servía para ganar méritos de guerra, y daba igual un autobús, un contenedor de basura o una sala de fiestas. Lo importante era la acción por la acción, los objetivos carecían de importancia y la estrategia era una pérdida de tiempo. Y si las masas no entendían nada de aquello, no importaba, porque la explicación de que estaban dormidas y embrutecidas era suficiente para despejar cualquier inquietud.
El propio Javier Cañadas,[10] quien rechazaba al igual que sus compañeros su participación en el atentado, reconoce que él y sus amigos se dirigieron hacia la sala con esa intención, y en respuesta a una sugerencia que les había hecho Gambín, y que sólo el casual encuentro por el camino con unos compañeros de Rubí, que les mostraron lo absurdo y disparatado de su plan, les hizo desistir de su propósito. Este era el ambiente que se respiraba en el Movimiento Libertario. Un ambiente en el que podía ocurrir algo cómo lo que cuenta Cañadas, cuando relata como Gambín les decía que si no pasa nada en la manifestación podéis tirar los cócteles en la Scala y les recriminaba sus titubeos con frases como sois unos maricones, ¡Vaya anarquistas!
Eran muchos los que conocían esta situación y callaban o incluso criticaban o calificaban de reformistas a los que la denunciaban. Hoy resulta evidente que Gambín fue un provocador al servicio de la policía y el caso Scala un montaje para acabar con la CNT, pero algún día habrá que reconocer que muchos libertarios inconscientemente, por error u omisión, por comodidad o irresponsabilidad facilitaron enormemente la labor de la policía. El caso Scala no debería seguir siendo la gran coartada para explicar el fracaso histórico de una organización que no supo superar sus contradicciones y estar a la altura de las circunstancias. Resulta lamentable que aún hoy, después de tantos años, se sigan oyendo voces de acusación y reproche hacia talo cual persona en lugar de analizar en profundidad y con capacidad de autocrítica un pasado que aún pesa como una losa. Para muchos libertarios sigue siendo una asignatura pendiente saber identificar a los reales enemigos exteriores y dejar de cazar brujas dentro de casa.
Hay que recordar que los sucesos relativos al caso Scala se producen en un contexto de fuerte tensión interna en la CNT dividida en dos sectores en pugna, y que el mismo caso Scala se convierte en motivo de enfrentamiento entre esos sectores. Por un lado se enfrentan en cuanto a la actitud que hay que tomar frente a la acusación policial. Para unos la defensa dependía de la inocencia o no de los acusados, para otros la culpabilidad o inocencia de los acusados carecía de importancia. En el momento del juicio también hubo enfrentamientos y mientras para un sector lo importante era lograr establecer la inocencia de los acusados y de la CNT, para otros tenía más importancia convertir el proceso en un juicio político contra el Estado.
En este sentido cabe recordar las críticas que uno de los acusados –Xavier Cañadas– realizó contra la organización a la que acusó de abandonar su defensa, llegando incluso a intentar sustituir al abogado que se le había asignado la organización por Solé Barberá, entonces diputado del PSUC quien no quiso saber nada del caso.
El canto del Grillo
El Tribunal terminó su labor, pero el caso siguió abierto. El 15 de diciembre, pocos días después de hacerse pública la sentencia, Cambio 16 publica una entrevista a Gambín. Después se sabría que la entrevista fue realizada tiempo atrás y que su publicación se había retrasado hasta que finalizara el juicio. En la entrevista Gambín no aclara nada, sino que busca simplemente quitarse el muerto de encima. Tendría que pasar un año más hasta que se decidiera a hablar más claro. En la entrevista reconoce que se afilió a la CNT poco antes del atentado, al coincidir en la cárcel Modelo con uno de los acusados –el mismo con el que compartiría piso al salir de la prisión–; dice haber estado en la manifestación que se desarrolló poco antes del atentado, pero niega que preparase todo y afirma que se enteró de lo sucedido aquella misma noche al volver a casa y reunirse con algunos de los acusados, quienes le confesaron que habían realizado el atentado contra la Scala; rechaza la acusación de ser un confidente de la policía y achaca su extraña puesta en libertad en noviembre de 1980 a un simple error burocrático sin ninguna significación. Con estas declaraciones Gambín no hacía otra cosa que ratificar la justeza de la sentencia judicial que se acaba de producir y certificar la culpabilidad de los acusados. En definitiva, algo que como acusado podría haber hecho durante el juicio en el que debería haber estado presente, pero en el juicio no hubiera podido evitar las indagaciones de la defensa sobre su posible relación con los servicios policiales.
Sin embargo su suerte cambió un año después cuando en diciembre de 1981 es detenido por la policía en Valencia. Trasladado a Barcelona, es interrogado por el fiscal del caso Alejandro del Toro[11] ante el que aclara –ahora sí– algunos puntos claves del caso. Según su versión, la supuesta detención no había existido nunca, sino que él voluntariamente se había entregado a la policía como única salida, dado lo apurado de la situación en que se encontraba. Al parecer el fracaso de una operación contra ETA en la que había participado y cuyo desarrollo había tenido lugar mientras se producía el juicio del caso Scala, le había acarreado la pérdida la protección de los Servicios Secretos de la que gozaba y en tal situación no había visto mejor salida que la de intentar resolver su situación entregándose a la policía. Junto con su persona entregó también varias pistolas y documentos falsos que le habían sido proporcionados por los servicios para los que trabajaba.
Gambín aprovecha la ocasión para contarle su vida al fiscal. La parte que nos ocupa empieza en 1977, estando preso con largas condenas pendientes. Es aquí donde es reclutado por los Servicios Secretos para realizar una labor de confidente y colaborador. Su nuevo trabajo es lo que da origen a aquel primer error judicial que le permite salir amnistiado como preso político. Reconoce su participación en el grupo ERAT y el haberlos entregado a la policía después de realizar algunos sustanciosos atracos. En relación al caso Scala reconoce que su trabajo con los acusados tenía como objeto incitarles a cometer actos de carácter violento para luego entregarlos a la policía. Según él se trataba con ello de desactivar a potenciales elementos terroristas. Parece ser que alguien creyó ver en los acusados a un potencial grupo terrorista y pensó que lo mejor era incitar y guiar su desarrollo, bien para destruirlo después o para que cometiese algún acto que pudiera ser beneficioso para los intereses de la seguridad del Estado.
Gambín negó haber incitado a los acusados a atentar contra la sala de fiestas, se mantuvo en su versión anterior según la cual se enteró de lo sucedido por la noche del mismo domingo 15 de enero, y que inmediatamente se apresuró a llamar a la policía, a los servicios para los que trabajaba para proporcionarles los nombres de los participantes. Esas podría ser una buena explicación para la rápida y brillante operación policial que resolvió el caso en cuarenta y ocho horas.
Joaquín Gambín alias el viejo anarquista en los últimos tiempos vuelve a la cárcel, esta vez con su antiguo alias de el Grillo. El 5 de febrero de 1982 el fiscal presenta la acusación provisional contra Gambín, que consistía en haber enseñado a los acusados a fabricar explosivos y en haber fabricado él mismo los seis cócteles molotov que se utilizaron para atentar contra la sala de fiestas. El fiscal le exculpa de haber participado en el atentado. Gambín fue procesado con una petición fiscal de dieciséis años de prisión, pero el juicio tardaría aún dos años en producirse, exactamente hasta el15 de diciembre de 1983.
Durante el juicio Gambín no duda de manifestar su condición de confidente y colaborador de la policía. De hecho meses antes, el 8 de agosto, estando en la cárcel, envió una carta al presidente de la Sala Tercera para pedirle la libertad provisional en justa correspondencia por los servicios prestados a la seguridad del Estado. Su petición no fue considerada. A Gambín no le servirían de nada los servicios prestados, al menos por esta vez.
El juicio duró apenas tres horas. El acusado fue condenado a las penas pedidas por el ministerio fiscal y nadie, empezando por el mismo Tribunal, tuvo el más mínimo interés en indagar sobre la relación de procesado con los servicios secretos de la policía. Los medios de comunicación apenas se interesaron por el asunto y se limitaron a reseñar las manifestaciones de protesta que se realizaron por parte de grupos libertarios. El caso Scala ya no era noticia.
Se cierra el caso
El caso se olvidó por completo. Los implicados pasaron entre ocho o nueve años en la cárcel. La sala de fiestas Scala nunca volvió a reconstruirse y los hermanos Riba dueños del negocio cobraron la correspondiente indemnización de la compañía de seguros. Las familias de las víctimas nunca supieron el porqué de aquellas muertes, por las que cobraron un total de 850.000 pesetas y una pensión de 18.000 pesetas al mes, y la CNT continuó un proceso de declive que le llevó a una situación de práctica marginalidad.
En estos momentos, dieciocho años después, cuando hemos conocido con tanto lujo de detalles casos como el GAL, y el CSID, y cuando contamos con tanta información sobre cómo funcionan las cloacas del Estado, posiblemente podemos analizar los hechos ocurridos entonces con otra perspectiva. No es nuestro propósito aquí establecer ninguna verdad –que no conocemos–, ni establecer inocencias ni culpabilidades, pero si de algo resulta difícil dudar a estas alturas es de que el atentado contra la sala de fiestas Scala fue articulado y utilizado por servicios pertenecientes a la seguridad del Estado con el fin de desprestigiar a la CNT y poner fin a su desarrollo y crecimiento.
Ahora que el incombustible Martín Villa ha vuelto –aunque disminuido de rango– al Ministerio del Interior, es conveniente recordar este episodio de nuestra historia reciente.
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[3] 1978, el Caso Scala y el anarcosindicalismo
Por Manuel Aisa
Me he animado a escribir estas cuartillas porque he creído ver algunas imprecisiones en el dosier sobre el Caso Scala aparecido en el n° 62-63 de Polémica y ya que invitáis a hablar del tema y puesto que de alguna manera viví con intensidad aquellos días de primeros de año de 1978, aquí va mi pequeña aportación.
Por aquel tiempo tenía el cargo de Secretario de organización de la Federación Local (FL) de CNT en Barcelona. En aquel entonces la Federación Local elegía a un Secretario General y las distintas secretarías corrían a cargo de diferentes sindicatos elegidos por las delegaciones de la FL y estos en asamblea de sindicato elegían al compañero destinado a dicho cargo, así pues, el sindicato de la construcción de la CNT, al cual pertenecía, me encomendó la tarea de ocupar la Secretaría de Organización del que sería el primer comité local de la CNT de Barcelona una vez legalizado el sindicato en 1977.
Como la mayoría de aquellos jóvenes que acudimos a la CNT, era un gran neófito poco hecho en asambleas, en discusiones bizantinas o de susurros de pasillo, que se encontró con un cargo importante en la organización, cuanto menos de gestión. Fue un año muy intenso en el que aprendimos todos aceleradamente, Jornadas Libertarias, Mitin de Montjuich, Incendio de La Modelo, Llibertat d’expressió (Boadella), Jornadas de Osona, huelga del transporte, huelga gasolineras, Pacto Moncloa, asesinato Agustín Rueda, Caso Scala, etc. La Secretaría de Organización se nutría de un delegado de cada sindicato que una vez por semana se reunían para llevar a término los acuerdos adoptados por el Pleno de la Federación Local. Por aquel entonces la Secretaría de Organización junto al Secretario de la FL tenía a su cargo la coordinación del comité local, así como la puesta a punto de su sede en aquel entonces en la Plaza Real. Y de todos cuantos actos se realizaban ya fueran manifestaciones, mítines conferencias, etc., en fin, todos los detalles logísticos pasaban por la Secretaría de Organización. Naturalmente siempre con la prisa y la improvisación como principal elemento de empuje, y el nada despreciable factor humano (la militancia) que en aquel momento era muy importante ya que siempre encontrabas los compañeros que se ofrecían generosos para cualquiera de las tareas encomendadas. Esta era pues en síntesis la cara pública de la Secretaría, pero puestos en el momento de lucha en que estábamos, en plena transición, la psicosis de las infiltraciones policiales, etc., teníamos nuestro propio grupo de autodefensa que llamábamos «Servicio de orden» que se dedicaba sobre todo al control de cualquier acto público y el «Servicio de organización», cuya tarea consistía en la recogida de información sobre elementos fascistas, parapoliciales, y de posibles infiltrados y además estaba alerta en los actos públicos de una manera mucho más discreta que el «Servicio de orden», sobre todo en los casos de manifestaciones y huelgas.
De cualquier forma y visto desde la lejanía de los años que han transcurrido, me doy cuenta de que suspendimos el examen con un cero rotundo, ya que nuestro carácter y forma de ser nos impedía actuar con la rigidez necesaria para estos casos. Era una organización en la que verdaderamente existía el recelo, puesto que la experiencia de los viejos militantes nos lo aconsejaba, pero la sangre caliente de nuestra juventud y nuestras ansias de vivir en la libertad, nos hacía tremendamente generosos y abiertos al compañerismo. No era más que nuestra «primavera» y nos tocaba vivirla con intensidad.
En aquel tiempo, me imagino que los partidos políticos (sobre todo los marxistas) contaban con una infraestructura similar a la nuestra pero mucho más férrea.
Conocí a Gambín un día antes de la manifestación contra el Pacto de la Moncloa, llegó a la FL junto a otro compañero del que desconozco cualquier dato, allí nos los presentaron como bravos compañeros recién llegados de Murcia. La figura de Gambín no se me vendió como un viejo anarquista, sino más bien como la de un bravo luchador de aquellos que sacan pecho y se enfrentan con fuerza a la policía. Al menos esa fue la impresión de aquel momento. Como ya era mediodía aprovechamos para cerrar el local y para tomar el aperitivo en una de las terrazas de la Plaza Real. Allí, entre sorbo y sorbo, comentábamos los preparativos del día siguiente, cuando acto seguido nos dimos cuenta de que Gambín había desaparecido y…
Al día siguiente, ya en la Avenida del Paralelo, y como responsable de aquella manifestación, como siempre tenía muy claro que había que evitar cualquier provocación y por ello los compañeros del sindicato de la construcción que formaban el Servicio del orden aquel día, discretamente abrían y cerraban la manifestación, siempre con la intención de evitar cualquier anomalía (y los fantasmas de los fachas que por aquel entonces también existían). Así pues, nuestra preocupación era de que todo trascurriera con plena normalidad y aunque detectamos compañeros cargados de cócteles molotov conseguimos que respetaran el carácter pacífico de la manifestación.
Una vez terminada ésta parecía que todo había salido a pedir de boca, ya que la participación había sido masiva, e incluso con la presencia de trabajadores de la fábrica Bimbo de Granollers, en aquellos momentos en lucha, y se había dejado de oír el grito unánime de rechazo al Pacto de la Moncloa. Recogidos los utensilios (pancartas, etc.) un grupo de compañeros decidimos tomar el aperitivo en el propio Paralelo, en frente había una pantalla de televisión a la que apenas prestábamos interés hasta que llegaron las noticias flash de la manifestación de la CNT, casi mezcladas con el incendio de la sala de fiestas Scala. Allí, en la misma avenida del Paralelo, cuando apenas había transcurrido una hora escasa del término de la manifestación, nos dimos cuenta de la gravedad del asunto. Los sucesivos telediarios y al día siguiente la cabecera de periódicos como el Noticiero Universal no dejaban duda de la trama. Tal como se fueron conociendo los nombres de los detenidos no había duda del intento de implicación de la CNT, al menos dos de los detenidos pertenecían o habían pertenecido en algún momento a la Secretaría de Organización de la FL.
Así pues, no fueron 48 horas como decís en vuestro dosier, sino escasamente una hora lo que necesitamos para darnos cuenta de que aquel plan tan maquiavélico nos iba a salpicar por algún tiempo. Otro aspecto en el que discrepo es en las declaraciones de Bondía a la prensa de Madrid, y sobre todo en el enfoque que le dais y en el contexto en el que se produce.
Recuerdo las continuas reuniones de Bondía en el bar La Fragua de Barcelona durante su mandato como Secretario del Comité Nacional de la CNT, a las cuales asistí en más de una ocasión, y la propuesta que un buen día nos trajo, maquinada en el seno de los socialistas madrileños con el objetivo de terminar con la hegemonía sindical de CC OO, la cual nunca llegué a entender realmente cómo se podía llegar a proponer a una organización como la CNT, que además en ningún momento había aceptado entrar en el juego político, elecciones sindicales y demás. Eso ocurría en el invierno del 1981 o 1982 y los militantes cenetistas queríamos recuperar terreno y sobre todo ilusión, pero sin duda quien había elaborado aquella propuesta desconocía a la CNT y sobre todo su estructura, o bien no era más que una más de las trampas para machacar después al anarcosindicalismo. Cuando recuerdo la imagen de los plenos regionales de aquellos años (1977-1978) celebrados en los locales, bien del Sindicato Espectáculos en el Pasaje de la Paz o en los celebrados en Artes Gráficas de la calle Riereta, entre otros, me doy cuenta perfectamente del maniqueísmo de aquellas asambleas, casi siempre radicalizadas en dos o tres posturas muy diferenciadas, que retomaban el debate de 1936 o, mejor aún, el de los primeros años del exilio en Francia. Sin duda la gente joven que como yo se había acercado al anarcosindicalismo, con un gran desconocimiento pero cargado de grandes ilusiones, se vio forzada a tomar partido por esas posturas, lo que motivó un desgaste interno que nunca hasta hoy ha sabido aflorar hacia el exterior.
Cuando en realidad de lo que se trataba era de crear un punto de apoyo para la continuidad del anarcosindicalismo en España. Es decir, la creación de una generación puente que en aquel momento no existía y hoy mucho menos.
Es lástima constatar que en aquel momento no se tuvo la suficiente visión, como para darse cuenta, que el camino ideológico era mucho más largo y que por lo tanto había que ser mucho más condescendientes los unos con los otros. Pero, sin duda, la misma dinámica de los acontecimientos impidieron la reflexión que con el transcurrir del tiempo podemos hacer hoy.
Creo que el anarcosindicalismo sólo tendrá vigencia cuando una nueva generación tenga la capacidad de cuestionar el discurso «democrático» de los partidos políticos y la legislación de sus leyes democráticas, que actualmente tienden cada vez más hacia el discurso derechista. Pero esa nueva generación precisa de una generación consciente como puente, y para ello, desde una perspectiva libertaria, creo que sólo hay un camino, que pasa por diferenciar los campos de actuación del anarquismo y del anarcosindicalismo en sus múltiples corrientes y desde luego no interferirse en absoluto.
El movimiento libertario español tiene suficiente historia como para analizarla en profundidad y recoger la enseñanza adquirida para aplicarla estratégicamente en cada momento.
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[4] Fallece José Luis García Rúa, el primer heterodoxo de ATLÁNTICA XXII
Artículo publicado el 6 de enero de 2017 en:
El fallecimiento esta madrugada (6 enero 2017) en Granada, a los 93 años, del filósofo anarquista de origen gijonés José Luis García Rúa deja un hondo pesar y el recuerdo de quien fuera el primer entrevistado en la sección GALERÍA DE HETERODOXOS/AS de ATLÁNTICA XXII. El director de la revista, Xuan Cándano, tenía muy claro desde un principio que la personalidad poderosa de este catedrático singular merecía inaugurar esta sección clave del nuevo proyecto periodístico, iniciando con ello una relación que se transformaría en posteriores colaboraciones. En su homenaje, reproducimos a continuación esta entrevista, publicada originalmente en el número 1 de ATLÁNTICA XXII, de marzo de 2009.
José Luis García Rúa: “Esto es franquismo con formas democráticas”
A su edad, y con las decepciones de la vida, ¿aún mantiene la fe en el ser humano y el sueño de un mundo sin Estado?
«Desde luego, sin esa fe no encontraría sentido a la vida. No se trata de ver ese sueño realizado, se trata de luchar en su construcción».
Filósofo, latinista, ensayista y poeta, José Luis García Rúa (Gijón, 1923) mantiene el activismo y la combatividad que le han convertido en un referente para muchos ciudadanos rebeldes, que ven en este anarquista gijonés a un santo laico y a un maestro de varias generaciones. Hijo de un obrero cenetista muerto en la Guerra Civil, García Rúa fue obrero de la construcción y minero en La Camocha, antes de estudiar en la Universidad de Oviedo y pasar después a la de Salamanca, donde fue adjunto del filólogo Antonio Tovar.
También estuvo cuatro años de lector en las Universidades alemanas de Munich y Maguncia en la década de los cincuenta, antes de regresar a Gijón, donde montó una Academia que fue una insólita escuela de aprendizaje cultural y político para los obreros y un centro de resistencia antifranquista donde se formaron muchos dirigentes de la izquierda asturiana. Tras seis años de actividad, aquella Universidad popular gratuita, donde no había títulos ni jerarquías entre alumnos y profesores, fue clausurada por la Policía en 1965. Perseguido por las autoridades educativas franquistas y por el Opus Dei, fue expulsado de la Universidad de Oviedo en 1963 cuando daba clases en la Escuela de Comercio. Fue secretario general de CNT (1986-1990) y director del periódico del sindicato anarquista. Se jubiló como catedrático de Filosofía en la Universidad de Granada, donde aún vive. Atendió a esta revista desde su domicilio en un barrio obrero granadino, mientras se recuperaba de una afección pulmonar que le tuvo hospitalizado unos días e impidió su presencia en Gijón durante la semana cultural que lleva su nombre, un rito anual para los muchos seguidores que tiene en su ciudad natal.
Xuan Cándano / Periodista
Un obrero que llega a la Universidad en la posguerra y acaba de catedrático es insólito. ¿Cómo lo consiguió?
Yo me hice mucho esa pregunta. En los campos de concentración en Francia, siendo un crío, no imaginaba que sería profesor en Salamanca. Las cosas me las fue dando la vida. Cuando vuelvo del campo de concentración a Gijón, España está destruida y voy al mundo del trabajo. El dueño de una fábrica de baldosas en la que estuve me dijo un día que trabajaba poco. Le dije que para lo que me pagaba trabajaba demasiado. Cobraba siete pesetas y un litro de aceite costaba cien. Me echó. Entonces me propuse estudiar y ser independiente. Quise ser médico, pero no podía porque no había dinero en casa. Fui haciendo la carrera de Filosofía y Letras como pude, dando clases; la gente pedía latín y griego, por eso hice Clásicas, que luego me entusiasmó. Sigo pensando que hay que procurar un mundo donde las personas sean lo más independientes posible.
¿Se hizo usted rebelde y antifranquista por imposición biográfica?
Mi padre era un militante destacado de CNT. Provenía del POUM. Yo me recuerdo pintando hoces y martillos por las paredes. El campo de concentración de Barcarés fue para mí una verdadera Universidad. Ahí empecé a distinguir las opciones políticas. Me influyó mucho un joven anarquista de Gijón que se había salvado tras ser fusilado, herido entre cadáveres apilados. Aquel hombre defendía sus ideas, pero también las ejercía y las practicaba. Era el único del campo de concentración que cuando recibía el paquete con comida lo repartía con todo el mundo. Me llamó la atención su manera de razonar pero también me dio una inclinación hacia la necesidad de conjugar el decir y el hacer. Luego fui antifranquista y comunista en Alemania en los cincuenta. Discutía en las tertulias y aquello me trajo problemas tremendos con las autoridades. Más tarde tuvo éxito en Gijón la Plataforma contra el régimen que montamos. Había anarquistas, comunistas, socialistas, cristianos. Ver lo que cada formación daba de sí me llevó a pensar en una Plataforma Independiente y en las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS). Después la experiencia me llevó a un discurso anarquista y la lógica y el razonamiento me hicieron llegar a donde estoy. Pero, desde luego, haber nacido en una familia revolucionaria y proletaria me marcó de por vida.
En Salamanca, en la época más dura del franquismo, estaba usted en aquel grupo de escritores e intelectuales de la oposición de las letras, con Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, que era un asiduo… ¿Agustín García Calvo y usted eran el ala radical y libertaria?
Recuerdo que sí. También estaba Manolo Ballesteros, del PC, que jugó un papel muy importante en aquel despertar. En Salamanca aprendí a enlazar el discurso teórico de manera más consistente. La relación con García Calvo me aclaró muchas cuestiones. El paso a la acción fue a la vuelta de Alemania. Me convencí de que sin acción práctica no hay teoría que valga y en esa línea me mantengo.
En Salamanca coincidió con Gustavo Bueno.
Y mantuve una relación con él hasta mucho más tarde. Con Bueno esa relación empezó por la vía profesional. Yo empecé entonces a publicar en la Revista de Filosofía. Luego volví a tropezar con él en Asturias. Fue de los que influyó para que me contratase la Universidad de Oviedo, hasta que me echó el rector Virgili. Cuando me expulsó, sólo Bueno, Alarcos y un catedrático de Instituto de Oviedo, cuyo nombre no recuerdo ahora, firmaron un escrito apoyándome. Bueno fue muchas veces a la Academia de la calle Cura Sama y tuvimos estrecha relación entonces. Luego me fui distanciado de él, con su acercamiento al PC…
¿Qué le parece su viraje ideológico?
Por lo que me cuentan, porque no lo sigo mucho, no me gusta nada. Es partidario de la pena de muerte…
La carrera y la figura pública de dos filósofos de la misma generación como Bueno y usted parecen divergentes…
En Salamanca era falangista. Yo no puedo juzgar ni me gusta. Pero está claro que su manera de pensar y razonar es distinta a la mía y no hay posibilidad de acercamiento. No sé si ha vuelto a los orígenes o que argumentos puede tener para ese retorno en relación a sus posiciones en los sesenta o los setenta.
¿La filosofía se escribe en alemán?
Se entiende sin Alemania, porque viene de Grecia, pero Alemania hizo grandes aportaciones a la filosofía. En Alemania no me movía en temas filosóficos, estaba interesado en cuestiones políticas. La democracia en Alemania Occidental era falsa, dictatorial. Respetaba las formas, pero hería a los contrarios a las ideas occidentales. Yo sufrí represión, me tenían por un comunista encapotao, pero me sirvió para conocer de cerca la falsedad de la democracia formal. Alemania fue decisiva en la ruta de mi vida, pero en sentido negativo.
La Academia que montó en Gijón, ¿seguía la huella de la Escuela Neutra del anarquista Eleuterio Quintanilla?
Yo asistí a la Escuela de Quintanilla desde los ocho hasta los trece años. De niño era muy rebelde, no prestaba atención a los estudios, solo lo hice después de la muerte de mi padre. Lo que saqué de Eleuterio Quintanilla fue el sentido poético de sus lecturas. Tenía una voz preciosa, leía párrafos del Quijote, poesía… Daba gran importancia a la lectura, todavía recuerdo de memoria sus poesías… para mí eso sigue siendo muy valioso. Le llamábamos Terio, íbamos con él a la playa, la relación era muy familiar. La mejor enseñanza que me legó Quintanilla fue un día en plena guerra. Sonó la sirena avisando de un bombardeo y nos dijo «viene la aviación, hay un refugio en la calle Fernández Vallín, el que quiera marchar que se marche y el que quiera quedarse que se quede». Quedamos cuatro y él siguió explicando francés tan tranquilo, con aquella avalancha de bombas. Para mí fue una gran enseñanza, su mejor lección, aquella serenidad en las circunstancias más duras… Pero aquella era una escuela neutra, neutra, y la Academia lo primero que atacaba era a la enseñanza en si misma. Sobre todo ejercíamos la crítica a la forma de enseñar. Enseñábamos latín a los obreros, que les gustaba. Había una inclinación política que no tenía la Neutra. En la Academia nos proponíamos ser una avanzadilla política para la supresión del régimen franquista.
¿Fue una escuela de formación de cuadros de la izquierda asturiana?
Planteaba una Plataforma política para sumar fuerzas contra el enemigo común. Los socialistas eran pocos, había comunistas, católicos, gente de UGT y CNT. Los que más medraron fueron los comunistas. Hasta 1965 tuve una relación de camaradería con ellos. Entonces tuve un desengaño. Hice un escrito durante las huelgas y nunca salió a la luz porque lo vetó el PC. Dos o tres años después me dijeron que fue porque se dieron cuenta de que el proletariado asturiano era demasiado avanzado, estaba por delante del partido y había que esperar a que el partido tuviera más fuerza. Aquello era lo contrario de lo que yo proponía, un movimiento espontáneo. Ellos sobre todo querían fortalecer al partido.
Uno de aquellos comunistas era Vicente Álvarez Areces.
Cuando empezó en la Academia no era comunista, se hizo luego. A Tini siempre le tuve por un hombre abierto al diálogo, no como los del grupo comunista cerrado al diálogo, partidarios de la dictadura del proletariado, que acaba siendo una dictadura contra el proletariado. También tuve familiaridad con él. Fue padrino de un sobrino mío.
¿Qué le parece su evolución política?
No la apruebo. Soy un crítico radical con el régimen de la transición. Crítico con los partidos antifranquistas que hicieron posible ese cambio que hizo pervivir el franquismo, incluso en la actualidad. Esos cambios afectaron a la pérdida de la conciencia obrera. Se integraron en el nuevo régimen, son defensores del capitalismo a ultranza y en eso están. Los sindicatos son continuadores de la Confederación Nacional Sindical franquista. No apruebo a nadie que haya ido por esa vereda.
¿La Transición está entonces mal contada?
La Transición fue una gran trampa política. Las contradicciones se van viendo ahora. Hay una gran hipocresía, un lenguaje lleno de silencios. Solo hay que seguir hoy la trayectoria de Zapatero, de contradicción en contradicción… todo es fruto de esa falta de claridad. El artículo 8 de la Constitución autoriza al Ejército a intervenir, prueba de que esto no es una democracia. En democracia el pueblo es soberano y esté régimen sostiene eso en la Constitución. ¿Es soberano el pueblo o el Ejército?
¿Ha habido cambios?
Eso es evidente, pero también los hubo durante el franquismo. No es lo mismo el franquismo de los cuarenta que el de los sesenta o los setenta. Ha habido cambios de forma, no de fondo.
¿Por qué no recuperó su presencia social el anarquismo en España con la democracia, si CNT era el mayor sindicato antes de la guerra?
Por eso precisamente. Al ser esto un franquismo con formas democráticas se han dedicado a perseguir a CNT. A nivel mundial el estalinismo y el nazismo vencieron antes al anarquismo, aquí costó más trabajo. Franco mató en la guerra a 300.000 libertarios. Y luego con la democracia montaron el Caso Scala y hay otros más. Y sobre todo integraron a los sindicatos, haciéndolos una pieza del Estado, verdaderos elementos del sistema capitalista. Han acabado con la conciencia obrera. Que el movimiento libertario siga existiendo a pesar de ello es milagroso.
¿Existe aún la clase obrera en Occidente?
La clase obrera está destruida. Los sindicatos solo persiguen su mantenimiento y no tienen relación con la clase obrera ni quieren dirigir su emancipación. Zapatero teme una revuelta social y los sindicatos la frenan. Y si hay una huelga general acabará como siempre, con una negociación.
La crisis actual, ¿ es una más de las cíclicas del capitalismo o algo más complejo?
Es una crisis del capitalismo financiero, que se ve imposibilitado para finalizar la globalización económica. En Europa y Norteamérica la economía crece un 3% y en China el 8. El capitalismo vive del crecimiento y si no lo hay… Estamos ante la primera prueba de la crisis global del capitalismo financiero. El capitalismo financiero suma 34 billones de dólares y el PIB de todos los países del mundo solo 30. El capitalismo financiero es más fuerte. Algunos Gobiernos tratan de llegar a una especia de capitalismo de Estado. Si triunfara traería todos los males del capitalismo individual y vendría acompañado de una dictadura, de la pérdida de libertades. Hay que hacer un llamamiento a la clase obrera para que se internacionalice. Solo la conjunción proletaria universal podrá enfrentarse a esto.
El Caso Scala
El 15 de enero de 1978 en Barcelona, con la discoteca Scala, también se quemaron las esperanzas de resurgimiento del movimiento libertario español, que había vuelto a prender tras la muerte de Franco, sobre todo en Cataluña, su feudo histórico hasta 1939. José Luis García Rúa es de los que está convencido de que aquella operación, organizada con éxito desde el Ministerio de Interior de Rodolfo Martín Villa, logró frenar el ascenso de CNT, que no volvió a levantar cabeza. Martín Villa había hecho poco antes unas declaraciones reveladoras: «No me preocupa ETA, quienes de verdad me preocupan son la CNT y el Movimiento Libertario».
La sala «Scala» ardió tras una manifestación contra los Pactos de la Moncloa en la que CNT logró reunir a miles de manifestantes. Unos jóvenes anarquistas, instigados por un confidente policial de 49 años infiltrado en el sindicato libertario, llamado Joaquín Gambín Hernández («El Grillo»), arrojaron varios cócteles molotov que oficialmente provocaron el incendio. Murieron cuatro trabajadores de la discoteca, dos de ellos afiliados a CNT. Hubo testimonios que indicaron que el origen del fuego fue el estallido previamente de dos bombas en el local, colocadas por cuatro individuos trajeados que nunca fueron identificados. Un testigo que los vio apareció muerto con dos tiros en la cabeza a los tres días.
La operación policial montada por el Ministerio del Interior afectó a muchos militantes cenetistas. Cinco de ellos fueron encausados y condenados y su sindicato criminalizado. La afiliación a CNT en Cataluña, más de cien mil trabajadores, cayó en picado a partir de entonces, al igual que su actividad sindical. Luego llegarían divisiones y escisiones.
Para García Rúa, «la operación del Estado no estaba montada contra personas concretas, sino contra la CNT, en especial, y contra el Movimiento Libertario en general». «Se trataba de acabar con la CNT y el golpe tenía que ser público y sonado», recuerda treinta y un años después quien, al frente de la secretaría general del sindicato, podría comprobar más tarde la eficacia de aquella operación jamás aclarada.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 1, MARZO DE 2009
José Luis García Rúa
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[5] Vídeo: Guerra sucia contra el movimiento libertario El Caso Scala
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[6] ESTADO Y REPRESIÓN
INTRODUCION AL «CASO SCALA»
Por Jose caballero I.
Historia del Estado.-
Sería muy difícil plasmar en unas líneas la historia sobre la formación del Estado moderno, pero podemos decir que fue una consecuencia de los distintos poderes políticos que se fueron destacando, incluso mucho antes del feudalismo. Desde que éste comenzó a ir en declive por la constante tiranía a la que sometía al pueblo los monarcas y nobles feudales, y por consiguiente las múltiples revueltas de aquellos campesinos y trabajadores manuales que eran obligados a entregar una parte sustancial del producto de su esfuerzo como una forma de impuestos para mantener a unos nobles parasitarios que poseían la propiedad de todas las tierras, los pueblos, e incluso los serviles, y que impedía el desarrollo económico, científico y cultural de los mismos bajo un constante clima de terror y guerra.
Cuando comenzaron a destacarse algunas inteligencias en sus investigaciones que dieron como resultado la invención de la imprenta, el aprovechamiento del viento o el agua, el vapor, la energía eléctrica –aunque en etapas posteriores y sucesivas-, así como otros avances en el campo científico, comenzaron entonces a primar, aunque muy débilmente, los intereses económicos de pequeños patronos que se fueron formando en un deseo de independencia respecto al poder feudal para ascender a la propiedad y a la mejor explotación de estos recursos, cuya aplicación práctica cambiaría sustancialmente la pequeña industria y el comercio y, cómo no, las relaciones entre los diferentes estamentos sociales.
Este progreso tecnológico culminaría en lo que se ha dado a llamar la Revolución Industrial, por lo que respecta en el terreno económico; hecho que conlleva consigo una cierta inquietud en la burguesía, por un lado, y en las capas desfavorecidas, por el otro. Los primeros debían desprenderse de esa protección parasitaria, y estos últimos, aunque vivían en la más absoluta miseria y explotación por su trabajo en las nuevas factorías, también deseaban salir del yugo que les había estado sometiendo durante varios siglos, y se acogían a cualquier cosa con tal de superar esa situación de abandono en la que se encontraban.
La floreciente burguesía utilizó la bandera de libertad que enarbolaban los desposeídos, y como ocurrió en Francia una vez hecha la Revolución, se hicieron con el poder y utilizaron nuevos mecanismos de esclavitud que se diferenciaban sustancialmente de los anteriores, pero a los que hay que añadir, además de las fundaciones guerreras, y otras instituciones judiciales, religiosas, etcétera, el nacimiento del capitalismo y su despiadada explotación de los hombres y de los recursos naturales. A partir de entonces es como si los antagónicos intereses de los nuevos amos se separaran definitivamente de los trabajadores, acentuándose el desequilibrio social y, por consiguiente, la lucha entre las clases.
Hemos llegado, aunque a gigantes saltos, a la formación del Estado moderno. Surgen las repúblicas, o las llamadas democracias, las cuales ya sabemos en qué consisten: en una aparente libertad que refrendamos con el voto cada cuatro años, y que ocultan diversas formas de esclavitud a los ciudadanos en general.
Sistema legislativo y represivo.-
Para mejor comprender el Estado económico-policial en el que nos encontramos, voy a hacer referencia a los pilares en los que se sustenta y a los mecanismos que utiliza. Porque hoy, a pesar de las apariencias, no es la voluntad soberana del pueblo quien rige los destinos de una nacion, cualquiera que sea ésta.
El Estado se fundamenta en la autoridad y el orden que el poder judicial decreta para que la fuerza armada y de seguridad imponga y haga velar de su cumplimiento a los ciudadanos, como garantía de los privilegios de las castas dominantes. Pero este despotismo ha de ser camuflado ideológicamente, y para ello, a los ciudadanos se nos instruye desde nuestra infancia, imponiéndonos una moral que justifique todos sus excesos y arbitrariedades.
Ciñéndonos al país donde vivimos, antes la moral dominante era una “victoria” sobre el silencio de los muertos por el fascismo (el Estado propiamente fascista no es necesario que nos refiramos, puesto que ya lo hemos padecido), y al que la Iglesia propagaba y bendecía en nombre de un Dios implacable y todopoderoso. Ahora, tras la afortunada muerte del dictador, para aplacar falsas esperanzas, se apresuraron a calmarnos los ánimos con promesas de supuestas democracias, que nos traerían trabajo, bienestar, paz, cultura, libertad, justicia, y hasta se permitieron el lujo de hablar de igualdad entre todos los españoles. Y bajo esta coartada, nos están introduciendo una moral más refinada, o al menos eso es lo que pretenden con este nuevo poder político.
Pero de esta forma, con esta instrucción, cínica y teatral, no podrán conseguirlo, porque seguimos igualmente explotados, violados nuestros más elementales derechos, y reprimidos si alzamos un solo grito de protesta porque, diferencias aparte, hay que ser lo suficientemente inteligente para hacer creer el cuento a todos de que se gobierna en una democracia y no tras un fascismo solapado como el del gobierno y las instituciones que lo representa. Y, aun introduciéndonos en un contexto donde existiese una democracia, sustentada, claro está, en los tradicionales pilares de dominación estatal, habría que preguntarse si alguien tiene el derecho, la capacidad para gobernar a otro hombre, porque partiendo del principio de igualdad entre los hombres, allá donde haya gobierno, habrá gobernados; donde exista explotación, explotados; donde se propaga la política o la religión, hay engaño; donde ejército y policía, forzosamente hay guerra y represión…
Y como de analizar el montaje represivo-judicial se trata, aportamos algo más sobre la eficacia investigadora del Estado antes de introducirnos en el caso Scala, para mejor comprender la inquisición d eeste ente que todo lo puede y todo lo sabe. Es tan perfecto que hay que acatar cuanto diga y haga, porque las personas responsables de proyectar su imagen nunca se equivocan, y si se equivocaran es que son humanos. ¿Acaso no son humanas sus víctimas? No, los ciudadanos somos borregos a los que hay que tratar como inútiles, y quien se descarríe, a los lobos.
Si existe un delito tiene que haber un culpable, aunque para ocultar su incompetencia, hay de condenar, víctimas inocentes (aunque no existen ni inocentes ni culpables, todos somos víctimas del sistema de turno). Así están las cosas, cuando él es el delincuente, como vamos a demostrar en este caso, sobran los sumarios. Porque el Estado sabe dónde está el bien y dónde está el mal. Y podríamos aplicarle la frase que dice “el bien es cuando robo la mujer de otro, el mal cuando otro me la roba a mí”. Así, cuando ejerce la violencia y la tortura contra el pueblo, es el orden; pero ¿cómo se le llama cuando el pueblo la ejerce contra él? A estos hijos del pueblo, como lo son nuestros compañeros -y también vosotros- se les aplica esta máxima fatal.
Caso Scala ¿Por qué y cómo ocurrió? Puntos oscuros.-
Ya vamos a ocuparnos del caso Scala y las causas que determinan este hecho criminal.
El domingo, 15 de enero de 1978, nuestra asociación convoca en Barcelona una manifestación contra los Pactos de la Moncloa , las elecciones sindicales y el “pacto social” que se fraguaba a espaldas de los trabajadores entre las fuerzas políticas y económicas que dieron como resultados el encausamiento y limitación de las reivindicciones obreras y ciudadanas, pues como ya se ha dicho, existía bastante inquietud tras la muerte del dictador, y los partidos para afianzar sus conquistas políticas, se apresuraron a frenar el proceso de luchas que se desarrollaban en el país, por poner en peligro su protagonismo que fue estabilizado en sucesivos consensos. A esto se oponía, y se opone, la CNT por ser una ingerncia en los asuntos de los trabajadores, y más gravemente por el contenido mismo de dicho “pacto”.
La manifestación comenzó a las once de la mañana, con una asistencia de doce mil personas, la cual finalizó sin incidentes hora y media más tarde. Ese mismo día, los medios de comunicación, concretamente la T.V., a las tres de la tarde informan “sobre un criminal atentado a la sala de fiestas Scala, donde mueren cuatro trabajadores”, lo que no dice es que dos estaban afiliados a la U.G.T., y dos a la C.N.T., y ocasiona la total destrucción del local. Al día siguiente, añade este comunicado policial:
“Practicadas las primeras investigaciones por funcionarios de esta Jefatura Superior de Policía (Barcelona), y por otros de la Dirección General de Seguridad con destinos en Madrid, se llegó a la conclusión de que el hecho podía haber sido realizado por un comando integrado en la Confederación Nacional de Trabajadores, militantes a su ves de la Federación Anarquista Ibérica y Juventudes Libertarias, cuya primera organización tiene como fin el desarrollo de un movimiento social y revolucionario y la práctica del Comunismo Libertario como camino hacia la anarquía integral. Participando en todas las luchas sociales y económicas de carácter reivindicativo y revolucionario, llegando incluso a la revolución armada. Está constituida por ‘grupos específicos’ e ‘individualidades’ cuyo credo es la violencia y el terrorismo sirviendo de apoyo en todos sus propósitos a la Confederación Nacional del Trabajo a la que está ligada como brazo armado”.
Como vemos, el comunicado de por sí es irrisorio, sobre todo cuando, a su vez, se mostraba por las pantallas de t.v. algunas latas de gasolina muy bien ordenadas, junto con productos químicos y varios libros y folletos de formación, y cómo no, al fondo bien desplegada la bandera roji-negra de la C.N.T. Asombroso, ni habían bombas, ni metralletas. El sistema teme más a nuestros libros que a las bombas, porque es cierto que un pueblo sin cultura es un pueblo explotado.
La C.N.T., tras un largo silencio puesto por el fascismo, y que en la guerra y posterior a ésta sufrió la pérdida de 300.000 afiliados y militantes, y el encarcelamiento de quince comités nacionales en sucesivas etapas, nuevamente vuelve a reorganizarse en base a sus principios anarco-sindicalistas. Y hay quién pensó que tras la legalización iba a ser más domesticable, pero en cambio comienza a destacarse activamente como una fuerza obrera importante, oponiéndose a esta nueva forma de dominación política y explotación económica a los trabajadores. Entonces había que desatar una campaña de calumnia y desprestigio. Martín Villa se lo había propuesto, y casi lo había conseguido intentando inculpar de este atentado a las C.N.T. “para que se llegara a la conclusión de sólo quienes queman el Scala y matan a cuatro trabajadores son los únicos capaces de boicotear las elecciones sindicales, la Constitución y los pactos sociales”.
Aunque tal y como están las cosas, la conclusión podría ser a la inversa.
(La manifestación).-
Entremos de lleno en los hechos y aclaraciones: “La citada manifestación discurría a varios kilómetros del lugar donde estaba ubicado el Scala, aunque es cierto que varios compañeros, aconsejados por Gambín fueron provistos de cócteles ‘por si había provocaciones fascistas o cargas policiales’ . Cuatro cócteles que se hicieron en la tarde del sábado, bajo la dirección del siniestro Galbín, donde estaban presentes Cuevas, Palma y Cañadas. Los compañeros marcharon a la manifestación en el coche de Galbín, y al inicio de la misma acordaron reunirse a las dos de la tarde en un bar, previendo que se perderían entre los asistentes. Sobre las doce y media, Galbín, que llevaba los cuatro cócteles, propuso que se hiciera uso de ellos, a lo que se negaron los compañeros por entender que no había motivo, ya que no había incidentes. Propusieron a Galbín vaciarlos en una alcantarilla; éste se negó diciendo que él sabía cómo utilizarlos, y se marchó con los cócteles en un macuto. Más tarde, Cuevas perdió contacto con su compañera, e igual le sucedió a Cañadas. Entonces Cuevas, Cañadas y Palma marcharon al bar. Las compañeras de Cuevas y Cañadas, volvieron al final de Las Ramblas, cuando terminó la manifestación, y vieron aparcado el coche de Galbín, que tardó unos veinte minutos en regresar, sin explicar de dónde venía y sin los cócteles. Entonces, se dirigen al bar para reunirse con los compañeros que les esperaban desde hacía rato. Más tarde, Cañadas y Pilar se irían con los padres de ésta a comer, donde llegaron sobre las tres de la tarde y se enteraron por t.v. del incendio del Scala. Palma ya se había marchado a comer. Y Gambín, Mª Rosa y Cuevas comen en casa. Y al poco tiempo, Gambín, que se hospeda en casa de éste desde hacía varios días, recoge sus enseres personales y se marcha sin que hasta la fecha nadie haya tenido noticias suyas”.
(El infiltrado).-
Veamos el fenómeno Gambín que, como se va a demostrar, es confidente al servicio de la Policía. ¿Qué interés tenía en llevarse los cócteles? ¿Por qué se marchó a toda prisa?
Joaquín Gambín Hernández es un murciano de 51 años. Posee un amplio historial delictivo que comienza en 1947, conlleva 28 condenas sin que aparezcan indicios de actividad política. Detenido en Murcia en el 77 con motivo de un atraco, es trasladado a la Cárcel Modelo de Barcelona donde se gana la confianza de algunos compañeros. ¿Era ése el motivo de su traslado? Gambín está relacionado con la detención en Murcia de grupos anarquistas a primeros del 77. Es cómplice en el incendio del Scala y responsable del desmantelamiento de un grupo armado de trabajadores de SEAT, tres meses después del incendio. Y vuelve a desaparecer. Nuevamente es detenido en el 79, acusado de un desfalco, y puesto en libertad en Murcia, a pesar de que se halla en busca y captura por el Juzgado Central de Instrucción Nº 2 de Madrid, Sumario 9/78, correspondiente al caso Scala.
La muerte en accidente de un tío suyo, hace pensar que el confidente por fin ha encontrado la muerte, e incluso se piensa que ha podido ser “eliminado”. Doblemente escondido al amparo de este error, es localizado en Murcia por la prensa el día 20 de mayo de 1980. A pesar de que su presencia en la calle es pública y notoria, Gambín continúa sin ser detenido. Ni tan siquiera para comparecer al Juicio, pues sería una prueba fundamental para esclarecer los hechos y demostrar la inocencia de los acusados. En la actualidad se encuentra plácidamente en Murcia con sus padres, los cuales ignoraban la clase de pájaro que han parido. En Rincón de Seca los vecinos aseguran que ha llegado en un SEAT 124, ranchera, con matrícula de Madrid – 790.223. Estos datos coinciden con la denuncia que ya había formukado C.N.T. Parece ser que tiene un negocio de compra.venta de coches con el Director de la Prisión de Murcia, y está a punto de abrir dos nuevos negocios para lo cual hasta ha solicitado un préstamo, para el que estaba bien avalado. A pesar de la evidencia la Policía dice no tener noticias de la estancia de Gambín en Murcia. Sin duda alguna, Joaquín Gambín pasará a la historia como el héroe de los servicios de información policiales, y como bien se sabe, los héroes están bien muertos.
(La investigacion)
¿Quiénes se hayan detrás de este montaje? ¿Qué doble juego se traen los autores de estos infames asesinatos? Apuntemos algunos datos, que por si quepa alguna duda van a clarificarnos las contradicciones que s ehan dado en las investigaciones.
Si la Policía afirma que los cócteles se lanzaron en el vestíbulo, y como sabemos un vestíbulo siempre suele estar en la entrada del local, ¿cómo todos los documentos gráficos demuestran que el incendio alcanzó mayores proporciones en la parte trasera que fue donde murieron los trabajadores? Resulta muy extraño ver en las fotografías la parte delantera casi intacta. ¿Por qué el Gobierno Civil permite la demolición del Scala sin esperar la prueba pericial que iba a demostrar la causa del incendio? ¿Y por qué el mismo Gobierno Civil denegó el permiso para hacer una investigación con los restos del edificio? ¿Por qué tampoco el Juez de Guardia se presentó para proceder al levantamiento de los cadáveres? ¿Qué ha sido de las autopsias? ¿Se hicieron? ¿De qué murieron los trabajadores del Scala? En el caso de que todo ha sido investigado, ¿por qué no se han hecho públicas las conclusiones?
Por aquel tiempo, es de todos conocido que la T.V. emitía una serie de programas musicales a todo el país. Pues bien, días antes del incendio son retiradas las cámaras de la unidad móvil de color que filmaba el programa. ¿Por qué la retiraron? ¿No estaba asegurada?
Un aficionado estaba haciendo un reportaje fotográfico sobre el incendio, y a los pocos días un desconocido le compra todas las fotos y negativos que podrían haber demostrado la inocencia de los procesados.
Frente al Scala había un kiosko cuyo propietario fue testigo directo de los hechos. Estando los detenidos en Comisaría, ¿por qué fue este hombre asesinado?
Si el Scala era un negocio boyante, como afirmaron los hermanos Rivas después del incendio, ¿por qué unas semanas antes habían solicitado a la Delegación de Trabajo un aplazamiento de las cuotas de la S.S. por valor de 7 millones de pesetas alegando descapitalización de la empresa? ¿Cómo a las 27 horas del incendio ya tienen redactada la rescisión de contrato de los trabajadores del Scala? ¿Qué han hecho de las suscripciones públicas, y de la recaudación de un día, que entregaron las empresas del espectáculo de Barcelona para reconstruir el Scala? ¿Por qué, a pesar de la versión policial de los hechos, la Audiencia Nacional dice que no es un atentado terrorista? La póliza no cubría los riesgos por atentados terroristas, pero esta modificación permite que los hermanos Rivas cobren del seguro 156 millones de ptas.
La conclusión, compañeros, a tantas preguntas sin respuestas es clara, y creo que vosotros ya tenéis la vuestra (por nuestra parte, preferimos aplazarla hasta que el tribunal que lleva el caso dicte sentencia).
Ahora, brevemente volvamos alos compañeros acusados y a las canalladas de las que han sido objeto.
Según algunos testigos casuales, aseguran que los autores eran jóvenes de aspecto aburguesado y con pelo corto, descripción que no coincide en absoluto con la fisionomía de los detenidos.
LAS DETENCIONES y el proceso del interrogatorio es de la siguiente forma:
A las 2’30 de la madrugada del domingo, la Policía detiene en su domicilio a Mª Pilar Álvarez y a Francisco Javier Cañadas. A las 8 de la mañana del lunes, Artura Palma Segura es detenido en el domicilio de sus padres. Jose Cuevas y Mª Pilar Lopez son detenidos a mediodia del lunes
en un bar, donde habían quedado para comer con otra compañera. Esta cita había sido concertada en presencia de Gambín. El jueves 19 son detenidos Luis Muñoz García y Mª Teresa Fabrès Olivera. Y por último, detienen a Carlos Egido Chamorro, José Miguel Maluquer y Miguel Romero Zambrano. ¿Cómo averiguó la Policía en menos de doce horas la identidad de los primeros detenidos? ¿Por qué no detuvo a Gambín, ni facilitó datos de éste hasta que los pidió el juez?
“Ya en los coches comenzaron las torturas, nos amenazaron y golpearon, diciendo que éramos unos hijos de puta, y que no teníamos derecho la vida”, según relato directo de los acusados. “En comisaría nos golpeaban con una manguera de butano en las piernas, cara y testículos, y a las mujeres en los pechos y piernas. Luego, con los puños en el estómago, y una barra de hierro en la cabeza. Cuando condujeron a uno al hospital por herida en la cabeza, la Policía dijo que se había caído por las escaleras, y el compañero, al negar las palabras de éste, le respondió el médico que tenía que poner lo que decía la Policía”. “A veces se emborrachaban para pegarnos con más violencia, y nos decían que si no firmábamos, violarían a las compañeras, y traerían a nuestras familias para torturarlas”.
Tras firmar las declaraciones, hechas de antemano por la propia Policía, pasaron a disposición judicial, donde denunciaron las torturas. El juez prometió enviar un médico forense, el cual se presentó a los tres meses. Luego fueron distribuidos por distintas prisiones, donde Cañadas tras estar 120 días en celdas de castigo necesitó tratamiento médico. Mª Rosa y Pilar Álvarez serían puestas en libertad provisional con una fianza de 25.000 no sin antes haber sufrido las vejaciones a las que las sometieron las monjas de las prisiones. Maite Fabrés saldría al cabo de dos años, tras reconocerse el “error judicial” del que fue víctima. Esta compañera envió un escrito a Suárez, reclamando una indemnización por daños y perjuicios, art. 121 de la Constitución, y donde pedía responsabilidades al juez que decretó su ingreso en prisión. El Ministerio de Justicia le denegó la petición alegando que dicho artículo debe ser desarrollado en una ley. O sea, que la Constitución es cierto que no sirve para nada.
Ningún tribunal ha querido hacerse cargo del juicio sobre el caso Scala hasta que el Tribunal Supremo resolvió hace varios meses que debía ser la Audiencia territorial de Barcelona quuien se encargase del caso. El juicio quedó previsto para el día 1 de diciembre de 1980. El cual como sabréis, por las informaciones de la prensa, ha sido de escándalo por las denuncias presentadas y la evidencia d ela inocencia de nuestros compañeros en el incendio.
Hagamos referencia al desarrollo del juicio para resaltar los hechos más significativos:
Día 1 de diciembre. “Fuerzas antidisturbios impiden el acceso al palacio de justicia provistos de abundante material, Jeeps, personal a caballo, etc… No dejan pasar a los acusados en libertad provisional, abogados defensores, delegaciones, etc…, disolviendo a los concentrados. A las cinco menos cuarto comienza el juicio, donde asisten represantes de Colegios de Abogados, entre ellos franceses, la comisión para la lucha contra la represión, etc, y numerosos ciudadanos y periodistas. La defensa solicita las suspensión del juicio. Los abogados Josep Mª Loperena, Lluis Krauel y Marc Palmes hicieron referencia a las medidas restrictivas que vulneran el derecho de defensa. Una de ellas era la ausencia de Gambín. El juez Hernández lo rechazó alegando que Gambín se encuentra en rebeldía, y que de acuerdo con la ley, procede continuar el juicio. Y añadió: “La cuestión de si el referido Gambín era un infiltrado en la CNT al serviciio de la policia, es ajeno al presente proceso», lo que causó extrañeza entre los presentes. El abogado dijo que faltaban pruebas en la mesa y que constaban en el sumario. Observaron detenidamente todas las pruebas. Y sonaron carcajadas cuando un abogado sacó de una de las bolsas una pistola de juguete que enseñó al juez. Comienza el interrogatorioi con José Cuevas que declaró, palabras textuales “el día antes del suceso, dudábamos mi compañera y yo sobre ir al campo, pues llovía mucho y desistimos. Vinieron a casa Javi Cañadas y su compañera Pilar, y Arturo Palma, Gambín vivía en casa, pues me lo había pedido por hallarse sin trabajo y acababa de llegar a Barcelona. Yo lo conocía de la cárcel, él fue quien propuso hacer los cócteles y nos dijo lo que teníamos que comprar, él trajo la gasolina. Ni Pilar, ni Mª Rosa sabían nada de los cócteles. Uno de los momentos más tensos se produce cuando el fiscal le dijo que había firmado ante la Policía su implicación en los hechos. A lo que Cuevas respondió “en Comisaría jugaron con mis sentimientos. Me tuvieron doce horas con mi compañera Mª Rosa al frente. Ella estaba embarazada, y los policías lo sabían, nos torturaban alternativamente. Me daban golpes poco a poco con una regla y de repente me golpeaban fuertemente en la cabeza con una barra de hierro ¡Con lo que me estaban haciendo, hubiera firmado la muerte de Franco, de Carrero y de todos vosotros! Decían: firmaba o a compañera le harían parir sangre, y yo sé que la Policía es capaz de hacer eso y mucho más”. “No me dio miedo decirle al juez que me habían torturado, porque a la Policía, lo único que le importaba es que no negara lo del Scala”. Las declaraciones de Francisco Cañadas coincidieron con las de Cuevas, sobre lo que habían hecho el día anterior al incendio y se refirió a los cócteles, y al uso que de ellos pensaba hacer Gambín. El abogado Loperena, en ese momento, le preguntó sobre la fabricación de los cócteles diciendo: “El ministerio fiscal tiene mucho conocimiento sobre la fabricación de los cócteles, pero yo no”. Se hizo un gran murmullo en la sala, y oyó al fiscal que decía “eso es una impertinencia”. Arturo Palma manifestó “que si no firmaba su participación en los hechos detendrían a su familia y los torturarían en su presencia”. Luis Muñoz denunció también ser objeto de torturas. Las declaraciones terminaron con Mª Pilar Álvarez y Mª Rosa López, quienes ratificaron lo dicho anteriormente por los compañeros. Confirmando que también habían sido objeto de torturas. Mª Rosa dijo “me sacaron de Comisaría y en un coche me llevaron a un precipicio, donde me dijeron: firma esta declaración o te tiramos y diremos que fue un accidente”. La primera sesión terminaría con la declaración de Maite Fabrés, dijo no tener ninguna relación con el incendio del Scala y concluyó “me pegaron mucho y muchas horas. Me pusieron una pistola en la sien y después en los ojos, me dieron palizas con porras, puñetazos y patadas”. Y esta compañera fue absuelta por error judicial, ¿quién puede recompensarla por la pérdida de su trabajo y tanta barbarie?
Día 2 de Diciembre. “La Policía golpea a varios acusados delante del juez, cuando Maite Fabrés trató de besar a José Cuevas, un policía nacional, agarró con su mano derecha los labios de Cuevas, retorciéndoselos mientras le separaba de Maite. Luis Muñoz, que estaba esposado a Cuevas, recibió una patada en los testículos de otro policía nacional, todo ocurría en el interior de la sala. Cuevas y Muñoz se defendieron de la agresión de la Policía, golpeando a éstos, entonces varios policías se echaron encima de los procesados, dándoles patadas. La confusión fue terrible. Parte del público asistente se avalanzó sobre la Policía. El nerviosismo de ésta era incontrolable. Los abogados intentaron poner calma pero era imposible”. ¿Qué hacía el juez?, ¿ya no tenía autoridad? “La Policía se llevó a los acusados y la sala fue desalojada totalmente.» Familiares de los acusados se quejaron ante los periodistas de la grave injusticia que se acababa de cometer. A las 8’30 el Presidente ordenó que entraran en la sala los periodistas y el represantante del Parlamento catalán, a lo que contestó el agente judicial diciendo que se había marchado. A continuación entró el público y se reanudó la vista.
Muchas de las personas llevaban claveles blancos. Y la sesión estaba dedicada a la prueba testifical. El juez llamó la atención a Pilar y Cañadas por sentarse juntos, y a Cuevas por saludar al público, conb amenazas de expulsión. Declara un técnico de la empresa encargada de la ignifugación del local diciendo que al acercarse una llama a un tejido, éste no debe prender sino convertirse en ceniza. Juan Masò, maitre del Scala, dijo no conocer a ninguno de los procesados. Tuvo múltiples contradicciones durante el interrogatorio. Éste se encontraba en el hall cuando se produjo el lanzamiento de los cócteles, y que no utilizó los extintores porque no estaban en su sitio habitual. Miguel Manzana, jefe de bodega del Scala, dijo ver a unos chicos que tiraban una bolsa al suelo, cuando él paseaba por las inmediaciones del local “mi intención fue recriminarles por su actitud, pero entonces me fijé en el coche del dueño que estaba aparcado en frente y me dije qué haría el coche ahí. Escuché cómo se rompían los vidrios y ví cómo tiraban un último paquete”. A preguntas del abogado, rectificó diciendo “que ver, en realidad, vi cómo tiraban uno, lo que pasa es que la Policía me había dicho que eran cinco”. Luego declararon los familiares de los compañeros procesados, ratificando las plabras de éstos. Más tarde, lo hizo Aurora Muñoz, la cual aludió a Gambín al decir que había visto a estos compañeros con un señor mayor al que no conocía. Tres compañeros, en un principio detenidos, también declararon Carlos, Miguel y José Miguel. Miguel dijo “que la Policía no le acusó de nada en principio”. “Fui torturado y me decían que si no me daba vergüenza, siendo anarquista, haber matado a cuatro trabajadores”. Ramón Pujol, jefe de administración del Scala, dijo que habían cobrado unos 156 millones de ptas. Por el seguro. El representante de la compañía de seguros dijo “que parecía que se trataba de un atentado político y por eso la compañía dijo que no pagaba”. Más tarde, declararon Ramón Rivas y Luis de Bonis que es el verdadero propietario del local, dijo que “el local sigue arrendado a los hermanos Rivas por un contrato trimestral y que no sabía cuánto habían cobrado por la indemnización”.
Hasta aquí, para no hacer muy extenso el trabajo, la información sobre las causas, desarrollos e incidencias del caso Scala. Una cosa está clara, este montaje se ha vuelto contra los auténticos culpables, y ha demostrado a la confusa y manipulada “opinión pública” la inocencia de nuestros compañeros.
De todas formas, las penas se ha reducido de 600 años que pedía el fiscal (y Martín Villa, hasta pena de muerte) hasta 66 años. Y aunque no creíamos que fuesen absueltos totalmente, pues ya han pagado con una secuela de infamias, como es el caso del compañero Luis Muñoz, que ya fue puesto en libertad en diciembre, viernes día 5. El fiscal solicitó la pena de seis meses de arresto mayor por delitos de estragos como cómplice, y cuatro de seis meses por delito de homicidios como cómplices, lo que suman dos años y medio de cárcel. 1) Los compañeros ya llevan tres y en la condena no van incluidas las torturas. ¿A pesar de que se ha demostrado su inocencia, hay que declararlos culpables? Pues claro, porque si no son ellos quiénes son entonces los culpables. Y habría que hacer otra “trabajosa y minuciosa” investigación y no se sabe hasta dónde se podría llegar, si es que llegan a algún sitio. Porque para declarar públicamente un fiscal y un juez » que no fueron ellos quienes sentaron a la CNT en el banquillo”, hay que pensar dos cosas: 1º) que si no han sido ellos, han podido ser sus máximos jerarcas, y 2º) que no quieren afrontar responsabilidades a la vista de la gran injusticia cometida. O sea, que todo estaba preparado de antemano y han de condenarlos de cualquier manera.
Ya hemos visto los mecanismos estatales. Cómo funciona cuando se trata de hacer justicia y cómo pretende eliminar de la vida social a cuantos se les opone. Pero no habría que ver esta agresión como única al Movimiento Libertario. Lo que está ocurriendo día a día en este país es una violación descarada de los derechos humanos. Un permanente atentado a las libertades públicas. Si ahora la injusticia se ceba en los compañeros inculpados en el caso Scala; cualquier otros seremos las víctimas, cualquiera de vosotros, aquí presentes, nadie escapa sea cual fuere el motivo a las garras que extiende este monstruo insaciable que nos somete en la esclavitud, que controla nuestras vidas y el porvenir de nuestros hijos, que nos raciona el pan y el trabajo y nos programa el cerebro. Pero no por ello cejaremos en el combate porque “amamos la lucha, aun odiando la guerra, y no queremos paz, sino victoria”. Una victoria total sobre los privilegios y los poderes establecidos que posibilite la libertad de los hombres y los pueblos.
Y es por ello que hay que destacar la falta de solidaridad de los autotitulados partidos u sindicatos obreros, claro ellos están integrados u por lo tanto no les amenaza ningún peligro. Pero al menos debieran defender, aunque sólo fuese un poco mejor los intereses de quienes les han votado y hecho posible que hoy estén degustando la tarta del poder. No sabemos si tienen dirigentes encarcelados pero en la actualidad, si no se han alejado lo suficiente del pueblo como para no olvidar sus problemas, debieran saber que existen mas de 60 periodistas pendientes de juicio por no interpretar la situación social como quiere el gobierno y el parlamento, que los trabajadores son reprimidos por ejercer el derecho de huelga y reclamar en manifestaciones pacíficas sus más elementales derechos, y podríamos seguir con un interminable etc. Y por lo que a nosotros respecta tenemos a más de 50 compañeros encarcelados, muchos de ellos pendientes de juicio o sentencia. A éstos hay que añadir los detenidos en las acciones de protesta en contra el caso Scala. Acciones que dicho sea de paso se pueden concretar en protestas en Sevilla con 15 detenidos; encadenamientos en Cádiz y detenidos que fueron puestos en libertad, también en esta ciudad se leyó un comunicado ante la manifestación con motivo del día de Andalucía, a cuyos asistentes agradecemos sus muestras de solidaridad, deteniéndose para escucharnos y coreando las consignas por la libertad de los inocentes del Scala. También hubo encierros en el consulado de Francia en Málaga y huelga de hambre del C.R., cuya imprenta que difundía para Andalucía, fue motivo de un incendio con pérdidas superiores al millón y medio de ptas. El pasado sábado día 29 de noviembre. La Policía ha reconocido que se trata de un atentado, así como huelgas de protesta en el Hospital de la Diputación y pompas fúnebres de Málaga, etc.
Hay que destacar, que algo que debiera ser insólito, se está convirtiendo en algo cotidiano en las supuestas democracias. Amnistía Internacional ha denunciado la violación de los derechos humanos en España, ¿dónde queda, Chile o Argentina? En este momento sí es verdad que los malos están en el infierno, Franco debe estar dando saltos de alegría al ver que lo dejó “todo atado, y bien atado”.
Y puesto que nos hallamos sujetos a cualquier eventualidad y el riesgo pesa sobre nuestras cabezas, tanto estando organizados como si no. Si hemos de hacer frente a tantas adversidades, ya sea en las fabricas ,campos el barrio, o allá donde se desenvuelva nuestra vida cotidiana, hagámoslo organizadamente, unidos, porque la unión simboliza la fuerza, y la solidaridad que podrá hacer frente a nuestros problemas con dignidad, para capacitarnos culturalmente y asentar con sólidos fundamentos las bases para la total emancipación social.
Es por ello que aun pareciendo radicales, intentamos buscar el equilibrio en las cosas, es decir la justicia; como soporte de la igualdad y el bienestar colectivo, de todos, no de unos parásitos privilegiados. El orden natural entre los hombres, sin que se confunda orden con represión o sometimiento. Hoy hay muchas cosas confusas; actualmente hay quienes confunden llamándose moderados, para simular que son hipócritas y cobardes.
De cuanto se ha expuesto, ni por asomo hemos intentado hacer apología terrorista, tan sólo hacemos uso de nuestro derecho a la libertad de expresión, el cual apreciamos en toda su dimensión, como toda libertad inherente al hombre. No somos ni terroristas, ni mercenarios. Nuestras armas son la asociación obrera y la proyección cultural hacia los hombres, en aras de tan sublime ideal. Pero no por ello, cuando se nos haya arrinconado, acosando o inculpando vilmente, vamos a prescindir del derecho que todo ser tiene a su legítima defensa para responder a tamaños abusos. Porque téngase muy en cuenta que el Movimiento Libertario siempre se ha destacado por esa militancia consciente y activa, honrados y entregados a la causa de los trabajadores y la libertad. Y aunque se piense, no se nos va la fuerza por la boca, simplemente ocurre que poseemos demasiada buena voluntad y paciencia… Pero todo tiene su límite. No vamos a ser el chivo expiatorio de esta pestilente democracia… para chivos, y toros que se echen al ruedo de la justicia popular las corruptelas del Gobierno; el paro, despidos y cierres patronales de la CEOE; los crímenes impunes de protegidas bandas fascistas; las manipulaciones informativas de los medios de comunicación; la carencia de viviendas, escuelas y hospitales; el continuo encarecimiento de los productos de consumo; los excesos mortíferos del progreso; las continuas violaciones de los derechos del hombre, etc. Y podríamos seguir con una interminable relación relación de actos que hundirían a estos parásitos en su propia miseria. Y que deben ser siempre denunciados y combatidos por todos los ciudadanos, sin titubeos ni medias tintas. Y por movernos los anarco-sindicalistas en este contexto de lucha, es precisamente por lo que estorbamos al Estado, al Capital, a las instituciones represivas y a toda la fauna política.
Compañeros: salud y anarquía!!
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NOTAS al articulo «El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo», de Alvaro Millán
[1]. En su nota la policía atribuía la autoría del atentado a un comando anarquista integrado en la Confederación Nacional del Trabajo que sirve de apoyo en todos sus propósitos a la CNT a la que está íntimamente ligado como brazo armado. Ante esta información la CNT interpuso una querella contra el Jefe Superior de Policía Calleja Peinado que, como era de esperar, no prosperó.
[2]. Declaraciones hechas por Gambín al fiscal del Caso Alejandro del Toro Marzal tras su detención en Valencia en diciembre de 1981.
[3]. La CNT, a través de su Comité Pro-presos, pagó la cantidad de 80.000 pesetas en concepto de fianza por la libertad provisional de Gambín.
[4]. Declaraciones de Martín Villa a la televisión en febrero de 1978.
[5]. El propio Gambín reconoció su participación en el ERAT tanto en la entrevista que concedió a Cambio 16 en febrero de 1980, como en sus declaraciones ante el fiscal en 1981. Según sus declaraciones, en aquellos momentos necesitaba pasta y buscó un grupo que le diera cobertura política.
[6]. Alejandro del Toro. Cuadernos Jurídicos.
[7]. Algunas de estas acciones no pudieron celebrarse por prohibición gubernativa, como ocurrió con el Festival de Solidaridad que debía celebrarse en el Palacio de los Deportes de Barcelona
[8]. Declaraciones de José Bondía realizadas a la prensa en Madrid. No sólo Bondía había logrado localizar a Gambín, también lo había conseguido Cambio 16 y el periodista Ferrán Sales quien lo localizó en la localidad de Rincón de la Seca. Al parecer sólo para la policía era desconocido el paradero de Gambín. El propio fiscal llegó calificar de escándalo judicial el bochornoso espectáculo de la desaparición de Gambín.
[9]. Sobre este asunto parece que existen datos objetivos que indican un cierto plan de determinados sectores del régimen para impedir que el PCE a través de Comisiones Obreras, lograra controlar el movimiento sindical. A este respecto es interesante la lectura del libro Anarquismo y anarquistas de Fidel Miró en donde se relatan ciertas conversaciones que se produjeron a instancias del entonces jerarca del Vertical Socías Humbert –luego alcalde de Barcelona nombrado por Franco y más tarde diputado del PSOE– a fin de intentar que la CNT participara en las últimas elecciones sindicales del verticalismo celebradas en 1974. De ahí a establecer complicidades o lanzar acusaciones hay una gran distancia marcada por las luchas internas cada vez más cruentas en que vivió la CNT desde su reconstrucción.
[10]. Entrevista concedida por Javier Cañadas a la revista El Temps, publicada el 12-2-1996.
[11]. Artículo publicado por Alejandro del Toro en la revista Cuadernos Jurídicos.
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