La oda «Prometeo» de Goethe pertenece a una tragedia de juventud inacabada, de la que se conservan dos actos y este poema.En 1978, Luis Alberto de Cuenca publicó Museo en la editorial Bosch. Es una miscelánea de fragmentos en la estela del Libro del Cielo y el Infierno de Borges y Bioy, y también incluye algún delicioso pastiche apócrifo. De la Epopeya de Gilgamesh a los poemas Dada, y agrupados en capítulos simbólico-alegóricos como si se tratase de un museo, como advierte su título, visitamos algunos hermosos momentos de la historia de la literatura y la cultura, a menudo en forma de esbozos fragmentarios, como en una galería de exposiciones. Inexplicablemente, esta antología nunca se ha reeditado, a pesar de incluir cumbres como este Prometeo, con una traducción en la que escuchamos la voz que será de Rilke.
PROMETEO
Cubre tu cielo, Zeus,
con un velo de nubes,
y, semejante al joven que descabeza abrojos,
huélgate con los robles y las alturas.
Déjame a mí esta tierra,
la cabaña que tú no has construido
y el calor del hogar que tanto envidias.
Nada conozco bajo el sol tan pobre
como vosotros, dioses.
Nutrís, mezquinos, vuestra majestad
con las ofrendas de los sacrificios
y con el vaho de las preces.
En la indigencia viviríais
de no existir los niños y esos necios
mendigos que no pierden la esperanza.
Cuando era niño y nada sabía,
levantaba mis ojos extraviados
al sol, como si arriba hubiese oídos
para escuchar mis quejas,
y un corazón, afín al mío,
que sintiera piedad de quien le implora.
¿Quién me ayudó en mi pugna
contra los insolentes Titanes?
¿Quién de la muerte me salvó,
y de la esclavitud?
¿No fuiste tú, tú solo,
sagrado y fervoroso corazón,
quien todo lo cumpliste?
Y, sin embargo, ardiendo
en tu bondad y juventud, iluso,
agradecías tu salud a aquel
que, allá arriba, dormita…
¿Honrarte yo? ¿Por qué?
¿Aliviaste tú alguna vez
los dolores del afligido?
¿Enjugaste las lágrimas del angustiado?
¿No me han forjado a mí como hombre
el tiempo omnipotente
y la eterna fortuna,
que son mis dueños y también los tuyos?
¿Acaso imaginaste
que iba yo a aborrecer mi vida
y a retirarme al yermo
porque no todos mis floridos
ensueños dieran fruto?
Aquí estoy, dando forma
a una raza según mi propia imagen,
a unos hombres que, iguales a mí, sufran
y se alegren, conozcan los placeres y el llanto,
y, sobre todo, a ti no se sometan,
como yo.
J. W. Goethe (1774). Trad. L. A. de Cuenca
http://erizosdefilosofia.blogspot.com.es/2012/10/johann-wolfgang-goethe-prometeo.html
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Sobre Prometeo informan cuatro leyendas: según la primera, por haber traicionado a los dioses ante los hombres fue encadenado al Cáucaso, y los dioses enviaron águilas que le devoraban el hígado en perpetuo crecimiento.
Dice la segunda que, retrocediendo de dolor ante los picos despiadados de las aves de presa, Prometeo fue incrustándose cada vez más profundamente en la roca, hasta formar un todo con ella.
Según la tercera, en el decurso de los milenios se olvidó su traición, los dioses olvidaron, las águilas olvidaron, y él mismo olvidó.
Según la cuarta, se sintió cansancio de aquello que había perdido todo fundamento. Se cansaron los dioses, se cansaron las águilas, la herida se cerró, cansada.
Quedó la montaña de roca, inexplicable. La leyenda intenta explicar lo inexplicable. Como se origina en un motivo de verdad, debe finalizar nuevamente en lo inexplicable.
Franz Kafka (1919): La muralla china. Madrid: Alianza, 1973, pág 83
Recorrido:
El Prometeo romántico de Goethe (1774)
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