“André Bretón dice que lo que distingue la razón de la locura no es que el loco no perciba correctamente la realidad, sino que no percibe el límite que nunca hay que traspasar si se quieren conservar la identidad y la seguridad personales”
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En la época en que Francia estaba loca con el sistema de Law, y en la que éste era director general de Hacienda, un hombre que tenía siempre razón, en presencia de una gran asamblea, se presentó a decirle:
“Estoy viendo que sois o el mayor loco o el mayor bribón que se ha presentado en Francia; sé que esto es mucho decir, pero voy a probar lo que digo; se os ocurrió la idea de duplicar la riqueza del Estado por medio del papel; pero como ese papel sólo podía representar el valor ficticio de varias riquezas, que son los productos de la tierra y de las manufacturas, debías haber empezado por darnos una cantidad diez veces mayor de trigo, de vino, de lienzo y de paño. Todavía esto no es bastante, porque además habíamos de estar seguros de despacharlos. Emitís en billetes una cantidad diez veces mayor que la que nosotros tenemos en moneda y en géneros; luego sois diez veces más extravagante, más inepto o más bribón que los superintendentes que os han precedido. Ahora veréis cómo pruebo yo mi proposición mayor”.
Apenas empezaba a probarla, lo prendieron y lo llevaron a San Lázaro; cuando salió de allí, después de estudiar mucho y fortificar su razón, se dirigió a Roma, donde pidió una audiencia pública al Papa, con la condición de que no habían de interrumpirle su discurso; se la concedieron y habló en los siguientes términos:
“Santo Padre, vos sois un anticristo, y voy a probárselo a Vuestra Santidad. Llamo yo anticristo al que hace todo lo contrario de lo que Cristo hizo y dejó mandado. Cristo fue pobre, vos sois muy rico; pagó el tributo, y vos exigís tributo a los demás; se sometió a los poderes, y vos sois el poder más alto; iba a pie, y vos vais a Castelgandolfo con un equipaje suntuoso; comía todo lo que le querían dar, y vos nos mandáis que comamos pescado los viernes de cuaresma, cuando vivimos lejos del mar y de los ríos; prohibió a Simón Barjona (Pedro) que se sirviera de la espada, y vos tenéis muchas espadas a vuestro servicio; en este sentido, pues, Vuestra Santidad es un anticristo. Os reverencio mucho en los demás sentidos, y os pido que me concedáis indulgencia in articulo mortis.”
Encerraron en el castillo de Sant’Angelo al hombre que así hablaba. Cuando salió del castillo de Sant’Angelo se dirigió a Venecia y pidió audiencia para hablar con el dux; se la concedieron también.
“Vuestra Serenidad -le dijo- es un gran extravagante que tiene el capricho de casarse todos los años con el mar: y os debo decir, en primer lugar, que nadie se casa más que una vez con la misma persona; en segundo lugar, que vuestro casamiento se parece al de Arlequín, que estaba a mitad de hacer, porque sólo le faltaba el consentimiento de la futura; en tercer lugar, ¿quién nos dice que un día otras potencias marítimas no os puedan declarar inhábil para consumar ese matrimonio?”
En cuanto concluyó de hablar lo encerraron en la torre de San Marcos. Cuando salió de la torre de San Marcos se fue a Constantinopla; le recibió en audiencia el muftí, y le habló en estos términos:
“Vuestra religión, aunque tiene cosas excelentes, como la adoración del gran Ser y la necesidad de ser justos y caritativos, no es más que el judaísmo recalentado y una colección fastidiosa de cuentos de vieja. Si el arcángel Gabriel, descendiendo de algún planeta, hubiera traído y entregado a Mahoma las hojas del Corán, toda Arabia hubiera visto descender al arcángel Gabriel, y nadie lo vio; luego Mahoma fue un audaz impostor que engañó a los imbéciles.”
Apenas acabó de pronunciar estas palabras, se apoderaron de él y lo empalaron. Sin embargo, siempre tenía razón.
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VOLTAIRE, Diccionario filosófico. Ediciones Temas de Hoy, tomo I. Prólogo de Fernando Savater. Edición, notas e introducción de Ana Martínez Arancón. Filosofía Digital 2008.