PROFETAS Y SACERDOTES, por Erich Fromm

Con cierta frecuencia en los muchos blogs que inundan la red, uno se sorprende con comentarios que cobran tanto interés o más que el propio artículo que los inspira. Ese es el caso de la conversación que rescatamos en la primera parte de nuestro post de hoy. Ese maravilloso diálogo se producía por septiembre de 2009, en el blog Filosofía Digital, y por su contenido, podría considerarse atemporal en su parte, digamos, filosófica, pero sorprende la vigencia de sus afirmaciones político-sociales concretas; podría haberse producido perfectamente hoy mismo. Nosotros también “asistimos atónitos a las noticias que produce el sistema oligárquico-financiero cada día” y  nos produce “vergüenza” el estado en que se encuentran nuestros servicios públicos esenciales. Casi una década después los problemas siguen siendo los mismos. Ahora o nunca, afirmaba Jesús Nava en el año 2009, como oportunidad para hacer algo por el porvenir de la sociedad en su conjunto. Ahora o nunca. Esa es la cuestión también hoy. O ustedes, ¿qué opinan?

Para reflexionar sobre estas y otras ideas, para ser todos cada día un poco más libres y responsables, un poco más humanos, cerramos con un artículo del psicólogo y filosofo germano Erich Fromm (23 de marzo 1900-18 de marzo1980). 

 

La Libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix (1830)

 

Jesús Nava: La extraordinaria doctrina de Jesús de Nazaret fue corrompida muy pronto por sus discípulos, como pasa con todas las doctrinas filosóficas y religiosas que en el mundo ha habido, especialmente las que fueron transmitidas oralmente y nunca fueron puestas por escrito hasta muchos años después de que los maestros las alumbraran. Se dice, y no sin cierta razón, que el cristianismo, tal como lo conocen los cristianos hoy, fue un invento de Saulo de Tarso, que lo adornó y racionalizó con demasiada osadía, con la intención para hacerlo digerible a las seudocultas masas griegas. Aún así, nada tiene que ver la doctrina de Cristo ni la del apóstol a los gentiles con el catolicismo romano, que es el resultado de una apostasía progresiva del cristianismo de los primeros años, ni con el protestantismo, que no fue más que una reforma superficial de la Iglesia. Porque, amigo Teilhard, el núcleo duro de la teología católica, incluyendo el dogma trinitario -absurdo donde los haya, y cuyo despreciable origen tú mismo has mencionado- es compartido por las iglesias protestantes en pleno. Ni Cristo se creyó Dios jamás, ni los primeros cristianos, por crédulos que fueran, creyeron en semejante aberración nunca. Es más, Cristo afirmó que todos somos divinos, ya que por ser hijos de Dios, linaje suyo somos. O como dijo después Pablo: “En Dios vivimos y nos movemos y somos”, pensamiento del que se hizo eco Spinoza. Recientemente, leyendo el diario de Amiel, encontré un lugar donde afirma que Jesús no fue trinitario, y que él no podía aceptar otra forma de cristianismo que la de Cristo. Tal vez edite las ideas de este filósofo ginebrino sobre Dios y Jesucristo. Y, sobre todo, me creo decidido a publicar íntegramente una ponencia, titulada “El sueño de la Restauración”, con la que hace cerca de veinte años me despedía del protestantismo evangélico, a menos que se planteara una reforma a fondo para recuperar el espíritu o mente de Cristo y convertirse en un movimiento espiritual verdaderamente transformador o regenerador del mundo. Si no me he animado antes es porque no creo que las ideas allí vertidas interesen hoy a nadie, si siquiera a los cristianos, que se limitan a vegetar, como parásitos, en sus respectivas confesiones religiosas. Pero, si mal no recuerdo -a ver si encuentro esa ponencia, que tendré traspapelada por algún sitio- allí analizaba las causas de la degeneración del cristianismo y proponía una serie de principios espirituales básicos que podrían alzarlo del suelo, donde yace, desde hace siglos, completamente descreditado y sin vigor.

T: También he padecido crudamente el pésimo funcionamiento de la administración, en mi caso de la administración de justicia y no se lo deseo a nadie. Siempre he tenido curiosidad por saber cómo se generó la iglesia católica, que ocurrió en el siglo I para que crecieran tanto los seguidores de Jesús como para poder formar una estructura jerárquica. Tiene usted razón al decir que la reforma protestante fue superficial, por eso me llama la atención que personas de la inteligencia del Sr Cesar Vidal, se hayan quedado en ese punto medio y acepten toda la dogmatica que conlleva. Le animo a que publique esas partes del Diario de Amiel que a buen seguro serán de mi mayor interés y desde luego me gustaría mucho conocer su ponencia “EL sueño de la Restauración”.

Jesús Nava: ¿Quién no se ha dado de bruces alguna vez con la Administración española? Hace meses que me ronda la idea de publicar un artículo, para referirme al sector de la misma con la que yo más trato, y titularlo LA VERGÜENZA NACIONAL. Porque eso es lo que creo que constituyen -salvando las naturales excepciones, que en todas partes afortunadamente siempre hay- esos más de tres millones de funcionarios administrativos y los (¿cuántos serán, trescientos mil, medio millón?) funcionarios políticos colocados por sus respectivos partidos en los niveles municipales, provinciales, autonómicos, nacionales o europeos. Tenemos una Educación, una Justicia, un Legislativo, un Ejecutivo, una Sanidad, una Economía, una Defensa, etc. de vergüenza. Asisto atónito a las noticias que produce el sistema oligárquico-financiero cada día, y me cuesta mucho trabajo no darle la zurra que se merece porque mi cometido en la vida, y en Filosofía Digital, es otro: labor de zapa, labor de minero, labor subterránea, como diría Ortega, que es previa a toda discusión o análisis político. Pero ya veremos, porque pienso que si algo duradero queremos hacer en favor del mundo del provenir, este es el momento oportuno: AHORA O NUNCA. Aunque respeto a todo el mundo (“Recordar que la moralidad de un hombre es un secreto, y ponerlo en duda una ofensa mortal” AMIEL), la actitud del protestante que usted menciona me sugiere una paráfrasis de una frase de otro protestante, Enrique IV, para justificar su seudoconversión al catolicismo: “La COPE bien vale una misa”.

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La última cena de Leonardo Da Vinci (1495/1497)

Profetas y sacerdotes, de Erich Fromm

Puede decirse sin exageración que nunca estuvo tan difundido por el mundo, como en la actualidad, el conocimiento de las grandes ideas producidas por la especie humana, y que nunca esas ideas fueron menos efectivas que hoy. Las ideas de Platón y Aristóteles, de los profetas y de Cristo, de Spinoza y de Kant, son conocidas por millones de personas de las clases educadas de Europa y América. Se las enseña en miles de instituciones de enseñanza superior, y algunas de ellas son objeto de prédica en las iglesias de todos los cultos en todas partes. Y todo esto en un mundo que sigue los principios del egotismo irrestricto, que alimenta un nacionalismo histérico, y que se está preparando para una insensata masacre masiva. ¿Cómo explicar esta discrepancia?

MUCHAS NACIONES HAN TENIDO SUS PROFETAS Y, COMO VIVIERON Y ENCARNARON LAS IDEAS QUE PREDICABAN, HAN DEJADO UNA HONDA HUELLA EN TODA LA HUMANIDAD

Las ideas no influyen profundamente en el hombre cuando sólo se las enseñan como ideas y pensamientos. Por lo común, cuando se las presentan de tal manera, hacen cambiar a otras ideas; nuevos pensamientos toman el lugar de los antiguos; nuevas palabras toman el lugar de las antiguas. Pero todo lo que ocurre es un cambio en los conceptos y las palabras. ¿Por qué debería ser de otra manera? Es extremadamente difícil que un hombre sea movido por ideas, y que capte una verdad. Para lograrlo, necesita superar resistencias de inercia profundamente arraigadas, vencer el miedo al error o a apartarse del rebaño. El mero familiarizarse con otras ideas no es suficiente, aunque éstas sean correctas y sólidas en sí mismas.

Pero las ideas producen en verdad un efecto sobre el hombre si son vividas por quien las enseña, si son personificadas por el maestro, si aparecen encarnadas. Si un hombre expresa la idea de humildad y es humilde, quienes lo oyen comprenderán qué es la humildad. No sólo comprenderán, sino que creerán que ese hombre está hablando acerca de una realidad, y no meramente pronunciando palabras. Lo mismo vale respecto de todas las ideas que un hombre, un filósofo o un instructor religioso traten de transmitir.

A quienes anuncian ideas -y no necesariamente ideas nuevas- y a la vez las viven, podemos llamarlos profetas. Los profetas del Viejo Testamento hicieron precisamente eso: anunciaron la idea de que el hombre tenía que hallar una respuesta a su existencia, y que esa respuesta era el desarrollo de su razón, de su amor; y enseñaron que la humildad y la justicia estaban indisolublemente vinculadas con el amor y la razón. Vivieron lo que predicaban. No buscaron el poder, sino que lo evitaron. Ni siquiera el poder de ser profetas. No les impresionaban los poderosos, y dijeron la verdad aunque esto los llevara a la cárcel, al ostracismo o a la muerte. No eran hombres que se apartaran y esperaran para ver lo que sucedía. Respondieron a sus congéneres porque se sintieron responsables. Lo que les ocurría a otros, les ocurría a ellos. La humanidad no estaba fuera, sino dentro de ellos. Precisamente porque vieron la verdad, sintieron la responsabilidad de decirla; no amenazaron, sino que mostraron las alternativas con que se enfrentaba el hombre.

No se trata de que un profeta desee serlo; en verdad, sólo los falsos profetas ambicionan llegar a ser profetas. El hecho de que alguien llegue a profeta es bastante simple, porque también lo son las alternativas que él ve. El profeta Amós expresó esta idea muy sucintamente: “El león ha rugido, ¿quién no temerá? Dios ha hablado, ¿quién no será profeta?” La frase “Dios ha hablado” significa simplemente que la elección se ha vuelto inconfundiblemente clara. No puede haber más dudas. No puede haber más evasiones. Por ello el hombre que se siente responsable no tiene otra elección que volverse profeta, sea que antes haya sido pastor de ovejas, viticultor o pensador y expositor de ideas. Es función del profeta mostrar la realidad, señalar alternativas y protestar; es su función hablar en voz alta, despertar al hombre de su rutinario entresueño. Es la situación histórica lo que hace a los profetas, no el deseo de serlo de algunos hombres.

Muchas naciones han tenido sus profetas. Buda vivió sus enseñanzas; Cristo las encarnó; Sócrates murió de acuerdo a sus ideas; Spinoza las vivió. Y todos ellos dejaron una honda huella en la especie humana, precisamente porque su idea se encarnó en cada uno de ellos.

HAY SACERDOTES EN LA RELIGIÓN, LA FILOSOFÍA Y LA POLÍTICA; ADMINISTRAN LAS IDEAS DE LOS MAESTROS Y PROFETAS, ANESTESIAN LAS CONCIENCIAS, Y LUEGO AFIRMAN QUE LOS HOMBRES NECESITAN SU TUTELA PORQUE NO SABEN SER LIBRES

Los profetas sólo parecen a intervalos en la historia de la humanidad. Mueren y dejan su mensaje. Ese mensaje lo aceptan millones de personas, se les vuelve entrañable. Esta es precisamente la razón de que la idea resulte explotable para otros, que usufructúan para sus propios fines de dominio y control la adhesión de la gente a estas ideas. A los hombres que hacen uso de la idea anunciada por los profetas, los llamaremos sacerdotes. Los profetas viven sus ideas. Los sacerdotes las administran a la gente que se adhiere a la idea. La idea ha perdido su vitalidad. Se ha transformado en una fórmula.

Los sacerdotes declaran que es muy importante la manera en que se formula la idea; naturalmente, la formulación siempre se vuelve importante después que la experiencia ha muerto; ¿de qué otro modo podría uno controlar a la gente controlando sus pensamientos, a menos que haya una formulación “correcta”? Los sacerdotes utilizan la idea para organizar a los hombres, para controlarlos controlando la expresión exacta de la idea, y cuando los anestesian suficientemente, declaran que no son capaces de mantenerse despiertos y de dirigir su propia vida, y que ellos, los sacerdotes, obran por deber, o incluso por compasión, al cumplir la función de dirigir a los hombres que, si se los dejara librados a sí mismos, tendrían miedo de la libertad. Cierto es que no todos los sacerdotes han actuado de esta manera, pero la mayoría de ellos lo hicieron, especialmente los que manejaron el poder.

Hay sacerdotes no sólo en religión. Hay sacerdotes en filosofía y sacerdotes en política. Toda escuela filosófica tiene sus sacerdotes. A menudo son muy eruditos; su tarea consiste en administrar la idea del pensador original, impartirla, interpretarla, transformarla en un objeto de museo y así custodiarla. También hay sacerdotes políticos; hemos visto bastantes en los últimos 150 años. Han administrado la idea de libertad, para proteger los intereses económicos de su clase social. En el siglo XX los sacerdotes han asumido la administración de las ideas del socialismo. Aunque esta idea tendía a la liberación e independencia del hombre, los sacerdotes declararon de una u otra manera que el hombre no era capaz de ser libre, o por lo menos que no lo sería por un largo tiempo. Hasta entonces, ellos estaban obligados a hacerse cargo, y a decidir cómo formular la idea, y quién era un creyente devoto y quién no lo era.

Los sacerdotes confunden por lo común a la gente porque se proclaman sucesores del profeta y afirman que viven lo que predican. Sin embargo, aunque un niño podría ver que viven precisamente en forma opuesta a lo que enseñan, la gran masa de personas ha sufrido un efectivo lavado de cerebro y llega eventualmente a creer que si los sacerdotes llevan una vida espléndida lo hacen como sacrificio, porque tiene que representar la gran idea; o que, si matan sin piedad, sólo lo hacen por fe revolucionaria.

Ninguna situación histórica podría ser más propicia que la nuestra para el surgimiento de profetas. La existencia misma de toda la especie humana está amenazada por la locura que implica preparar una guerra nuclear. La mentalidad troglodítica y la ceguera han llevado a un punto en que la especie humana parece avanzar rápidamente hacia el trágico final de su historia, en el momento mismo en que está cerca de su más grande logro. En este momento la humanidad necesita profetas, aunque sea dudoso que su voces logren prevalecer por encima de las de los sacerdotes.

 

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ERICH FROMM, Sobre la desobediencia (extracto). Paidós, 1982. Segunda reimpresión en España, 1987. Traducción de Eduardo Prieto. Filosofía Digital 2009.

 


1 Comment

  1. "En el siglo XX los sacerdotes han asumido la administración de las ideas del socialismo".

    "Los profetas sólo parecen a intervalos en la historia de la humanidad. Mueren y dejan su mensaje. Ese mensaje lo aceptan millones de personas, se les vuelve entrañable. Esta es precisamente la razón de que la idea resulte explotable para otros, que usufructúan para sus propios fines de dominio y control la adhesión de la gente a estas ideas. A los hombres que hacen uso de la idea anunciada por los profetas, los llamaremos sacerdotes. Los profetas viven sus ideas. Los sacerdotes las administran a la gente que se adhiere a la idea. La idea ha perdido su vitalidad. Se ha transformado en una fórmula.

    Los sacerdotes declaran que es muy importante la manera en que se formula la idea; naturalmente, la formulación siempre se vuelve importante después que la experiencia ha muerto; ¿de qué otro modo podría uno controlar a la gente controlando sus pensamientos, a menos que haya una formulación “correcta”? Los sacerdotes utilizan la idea para organizar a los hombres, para controlarlos controlando la expresión exacta de la idea, y cuando los anestesian suficientemente, declaran que no son capaces de mantenerse despiertos y de dirigir su propia vida, y que ellos, los sacerdotes, obran por deber, o incluso por compasión, al cumplir la función de dirigir a los hombres que, si se los dejara librados a sí mismos, tendrían miedo de la libertad. Cierto es que no todos los sacerdotes han actuado de esta manera, pero la mayoría de ellos lo hicieron, especialmente los que manejaron el poder.

    Aunque esta idea tendía a la liberación e independencia del hombre, los sacerdotes declararon de una u otra manera que el hombre no era capaz de ser libre, o por lo menos que no lo sería por un largo tiempo. Hasta entonces, ellos estaban obligados a hacerse cargo, y a decidir cómo formular la idea, y quién era un creyente devoto y quién no lo era.

    Los sacerdotes confunden por lo común a la gente porque se proclaman sucesores del profeta y afirman que viven lo que predican. Sin embargo, aunque un niño podría ver que viven precisamente en forma opuesta a lo que enseñan, la gran masa de personas ha sufrido un efectivo lavado de cerebro y llega eventualmente a creer que si los sacerdotes llevan una vida espléndida lo hacen como sacrificio, porque tiene que representar la gran idea; o que, si matan sin piedad, sólo lo hacen por fe revolucionaria".

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