CUANDO LOS ÁRBOLES QUISIERON ELEGIR REY – El viejo arte de la Nueva Política

El narrador de esta fábula es Jotam, el hermano menor de Abimelec, quien se había escondido para salvarse de la matanza realizada por su hermano mayor, quien con tal de acumular el poder en sí mismo había asesinado a todo su clan familiar por considerarlos peligrosos para sus planes políticos. En la fábula intervienen los árboles más típicos de la tierra santa: el olivo, la higuera y la vid ante quienes las demás plantas les solicitan, uno a uno, que reinen sobre ellos, sin embargo cada una de estas especies está muy feliz realizando lo que producen en favor del hombre y no necesitan ser idolatrados por las demás plantas. Sólo queda la zarza, la más inútil de estas plantas, la de menor valor, que pretende que todos los árboles se dobleguen hacia su poca estatura; y hasta los bellísimos y valiosos cedros del Líbano tendrán que idolatrarla. La zarza en esta fábula es una figura que nos muestra a Abimélec y su «inquebrantable» voluntad de poder a cualquier costo. La historia concluye con la derrota de Abimélec (Jc 9,53-57). En el texto descubrimos a esos nefastos personajes megalómanos de la vida política, de los que nunca nos hemos logrado desprender.

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Fábula de Jotam

 

Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo:

—Yo os ruego que digáis en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra.

Y hablaron por él los hermanos de su madre en oídos de todos los de Siquem todas estas palabras; y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es.

Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal-berit, con los cuales Abimelec alquiló hombres ociosos y vagabundos, que le siguieron.

Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió.

Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem.

Cuando se lo dijeron a Jotam, fue y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo:

—Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios:

“Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros.

Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?

Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros.

Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles?

Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros.

Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?

Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros.

Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.”

—Ahora, pues, si con verdad y con integridad habéis procedido a hacer rey a Abimelec, y si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa, y si le habéis pagado conforme a la obra de sus manos (porque mi padre peleó por vosotros, y expuso su vida al peligro para libraros de la mano de Madián, y habéis matado a sus hijos, setenta varones sobre una misma piedra; y habéis puesto por rey sobre los de Siquem a Abimelec hijo de su criada, por cuanto es vuestro hermano); si con verdad y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, que gocéis de Abimelec y él goce de vosotros. Y si no, fuego salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de Milo, y fuego salga de los Siquem y de la casa de Milo que consuma a Abimelec.

Y escapó Jotam y huyó, y se fue a Beer, y allí estuvo por miedo de Abimelec su hermano.

Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años, […] una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo. […] Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.

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LA BIBLIA, Libro de los Jueces, capítulo 9. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569) revisada por Cipriano de Valera (1602). Revisión de 1960. Filosofía Digital 2.012